democracia - Ediciones Universitarias
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transitar a la <strong>democracia</strong>/examen<br />
lo cual es una injusticia, pero en un sentido más bien metafórico,<br />
porque en rigor sólo los actos humanos pueden ser justos o injustos.<br />
Pero la izquierda piensa siempre que incluso las jerarquías naturales<br />
deben ser vigiladas para evitar que se conviertan en injusticias, porque<br />
las jerarquías, si no son siempre injustas, son la forma en que se<br />
realiza necesariamente la injusticia.<br />
La política puede impulsar o no la justicia en la sociedad, y puede<br />
impulsar o no el orden en la sociedad, pero en su propio exterior<br />
no puede impulsar la justicia y no puede dejar de impulsar el orden.<br />
El poder no sólo se encarga del orden en la sociedad; él mismo<br />
es orden: jerarquía, autoridad. La izquierda en el poder es por eso<br />
paradójica y conflictiva. Hay una faceta del poder que puede decirse<br />
que es constitutivamente de derechas: la faceta que antepone<br />
necesariamente el orden a la justicia. El poder como poder tiende<br />
en efecto a esa postura: un poder injusto sigue siendo poder (nos<br />
consta), mientras que un poder<br />
desordenado empieza a perder<br />
poder en la medida en que su<br />
orden va sucumbiendo. La izquierda<br />
consiste esencialmente<br />
en anteponer la justicia al orden.<br />
Si está en el poder, esta tarea le<br />
resulta bien difícil.<br />
Pienso que de todas formas<br />
hay que votar por la izquierda en<br />
las elecciones, porque comparativamente<br />
los programas políticos<br />
de la izquierda serán siempre<br />
de más interés social que los de<br />
derecha. Pero el verdadero lugar<br />
de la izquierda está, más aún que en la oposición, en la acción social<br />
y cívica, que es en principio resistencia al poder, aunque sólo sea en<br />
la forma atenuada de autonomía frente al poder. El difícil desafío de<br />
la izquierda en el poder sería inhibirse ante la resistencia social, renunciar<br />
a su propio poder cuando la sociedad busca la justicia como<br />
sociedad, no como fuerza política, quizá incluso alimentar esa búsqueda<br />
sin absorberla: seguir siendo social cuando está ya encerrada<br />
en el ámbito de lo político. Ese ideal sería relativamente alcanzable<br />
si no hubiera la derecha, o más bien si la derecha no fuera lo que<br />
es. Pero dadas las condiciones reales, la derecha se apoderará de toda<br />
posición de poder que la izquierda no monopolice. ¿No es esto lo<br />
que está sucediendo día a día en la España actual<br />
Leyendo a Krauze, a Vargas Llosa, el increíble editorial de El País<br />
sobre el Che Guevara, me parece ver clara la astucia argumentativa<br />
de la derecha. Por un lado, presentan la discusión como si la alternativa<br />
fuera entre la izquierda y la <strong>democracia</strong>. En ese sentido, Krauze<br />
y Vargas Llosa son insuperables. Aunque nunca lo afirman abiertamente,<br />
hablan todo el tiempo sobre el presupuesto de que toda<br />
la izquierda es estalinista y totalitaria. Pero cuando aceptan alguna<br />
distinción entre izquierda y estalinismo, de todos modos, a renglón<br />
seguido y sin ningún rubor lógico, culpan a la izquierda en general<br />
de los crímenes de Stalin. Ellos en cambio no son cómplices de los<br />
crímenes del nazifascismo, puesto que ellos son demócratas.<br />
La torpeza argumentativa de la izquierda, que está estos tiempos<br />
18 IBERO<br />
La sociedad<br />
norteamericana, incluso<br />
cuando gobiernan los<br />
“demócratas”, no es en<br />
absoluto más democrática<br />
que la sociedad sueca de<br />
fines del siglo XX, que era<br />
fuertemente socialista e<br />
“izquierdista”.<br />
lamentablemente desorientada, se ve en esa debilidad de aceptar<br />
siempre los términos polémicos de la derecha. La izquierda debería<br />
dejar siempre bien claro que la dicotomía no es entre izquierda y<br />
<strong>democracia</strong>, sino más bien entre derecha y <strong>democracia</strong>. La <strong>democracia</strong><br />
es sin duda alguna invención de la izquierda, hija de la Ilustración,<br />
de la Revolución Francesa y de la Independencia norteamericana.<br />
Es cierto que algunos sectores de la izquierda traicionaron esa <strong>democracia</strong><br />
que habían inventado. También la traicionaron, con toda<br />
evidencia, sectores de la derecha, que además no la habían inventado.<br />
Una vez impuesta esa tonalidad en la argumentación, les es fácil<br />
echar a correr la insidia de que la izquierda es enemiga de la libertad.<br />
Si no hubiéramos perdido tan vergonzosamente como lo hemos<br />
perdido el oído histórico, nos haría saltar del asiento oír decir<br />
que la libertad es obra de la derecha.<br />
Hay que poner atención también<br />
en la sutil insidia con que<br />
usan la palabra liberal. Como es<br />
sabido, esta palabra es de origen<br />
español. Los liberales españoles<br />
no eran propiamente demócratas,<br />
eran antimonárquicos, que<br />
no es lo mismo. Lo que oponían<br />
a las limitaciones del régimen<br />
monárquico no era esencialmente<br />
ni la <strong>democracia</strong> y ni siquiera<br />
la república, era el mercantilismo.<br />
En ese sentido nuestros neo-liberales<br />
tienen perfecto derecho<br />
a llamarse liberales, aunque quizá<br />
no tan “neo”. Pero es por el mercantilismo, no por la libertad —o la<br />
<strong>democracia</strong>. En la propia Norteamérica, la diferencia original entre<br />
“republicanos” y “demócratas” es la diferencia entre más mercantilistas<br />
y menos mercantilistas. En ese contexto, los “demócratas” son<br />
la izquierda y por eso son más demócratas. Mirado en otro contexto<br />
más amplio, a mí me parece evidente, digan lo que digan los<br />
Vargas Llosa y los François Revel, que la sociedad norteamericana,<br />
incluso cuando gobiernan los “demócratas”, no es en absoluto más<br />
democrática que la sociedad sueca de fines del siglo XX, que era<br />
fuertemente socialista e “izquierdista”.<br />
Es que en esa argumentación se disimula también otra sutil falacia.<br />
Esta derecha ilustrada se jacta de moderada cuando confiesa que<br />
“la <strong>democracia</strong>” tiene sus defectos, pero es con todo, hasta ahora,<br />
la mejor organización política que ha conocido la historia. Cosa<br />
innegable, qué duda cabe, pero que no implica lo que ese argumento<br />
finge dar por implicado: por lo tanto cualquier tentativa de un<br />
cambio que no sea de detalle, lo que ellos llaman “reformismo” y<br />
que no afecta a ningún nivel estructural, es una tentativa totalitaria.<br />
De donde resulta que apoyar a la <strong>democracia</strong> es apoyar a la derecha<br />
—puesto que, una vez más, toda la izquierda y sólo la izquierda es<br />
totalitaria. La “<strong>democracia</strong>” resulta así incriticable —e imperfectible—<br />
por ser el menos malo de los sistemas. Es como si nos dijeran<br />
que el menos malo de los torturadores es incriticable porque los<br />
demás son peores.