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democracia - Ediciones Universitarias

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estado de derecho, vulnerado cotidianamente por amplias capas<br />

de la sociedad y extensas porciones del aparato gubernamental.<br />

Sin respeto a la ley y a los poderes encargados de hacerla valer no<br />

hay <strong>democracia</strong>, y por lo tanto se generan condiciones propicias<br />

a la criminalidad.<br />

Para prosperar, la delincuencia organizada requiere vulnerar<br />

las instituciones, acrecentar el desdén hacia las formas legales<br />

de vida. Citemos como ejemplo la piratería. En esa actividad<br />

ilegal se percibe con claridad esta circunstancia. Sin necesidad<br />

de desarrollar expresamente un discurso en su provecho, la fabricación<br />

y difusión de bienes que usurpan la propiedad industrial<br />

descansa en el ánimo social cada vez más extendido de que no<br />

hay intereses directamente afectados con el comercio de artículos<br />

que imitan a los que circulan en la economía formal, o que,<br />

si los hay, su dimensión es tal que es imperceptible el daño o el<br />

perjuicio que se les infiere.<br />

Los no pocos propagandistas de la piratería hacen ver que la<br />

diferencia de precio de un disco producido ilegalmente y el que<br />

corresponde a uno protegido por el régimen de propiedad industrial<br />

es tan ancho que revela un abuso ante el cual es lícito<br />

que los consumidores y usuarios se defiendan. No estarían dispuestos<br />

a escuchar, o no le concederían<br />

credibilidad, el alegato sobre la estructura<br />

de costos de lo producido conforme a la<br />

ley, que se refleja en el precio.<br />

Todas las actividades de la delincuencia<br />

internacional, como esta que proponemos<br />

a título de ejemplo, son deleznables y deben<br />

ser evitadas y combatidas. Pero hay algunas<br />

de mayor peligrosidad social, porque<br />

es más amplio el universo de los intereses lacerados y es de mayor<br />

alcance el conjunto de los valores que se perturban. Tal es el caso<br />

del comercio de drogas ilegales, la trata de personas, el contrabando<br />

de armas, el secuestro, que a menudo aparecen vinculados.<br />

La alta rentabilidad de estas formas de delincuencia les permite<br />

minar deliberadamente las instituciones democráticas, a las que<br />

logran quebrantar aunque no lleguen nunca a desmoronarse. La<br />

corrupción administrativa y judicial es un veneno que corroe a<br />

las instituciones democráticas, que las priva de su razón de ser,<br />

porque si el gobierno no está al servicio de los gobernados sino<br />

al de las bandas criminales, el pacto social en que ha de basarse<br />

la convivencia carece de sentido.<br />

La <strong>democracia</strong>, la electoral y la sustantiva, deben ser antídotos<br />

contra la delincuencia organizada, el único modo de contenerla.<br />

Democráticamente, es decir con la participación de la sociedad<br />

en consonancia con sus autoridades, deben definirse los modos<br />

de la contención al crimen organizado. Debe discutirse en la<br />

sociedad y en las instituciones legítimamente animadas por el<br />

voto popular la posición del gobierno ante el comercio de drogas<br />

prohibidas, por ejemplo. Es decir, la legalización de los estupefacientes<br />

menos dañinos que el alcohol, en las modalidades y<br />

con la velocidad que se establezca, sólo puede ser fruto de una<br />

discusión realizada tanto en el seno de las organizaciones civiles<br />

—el modo de participación cotidiana de los ciudadanos en la<br />

<strong>democracia</strong>— como en el escenario en que actúan los poderes.<br />

No es útil ni sano que, como ha ocurrido en México en el último<br />

lustro, se despliegue una estrategia militar contra el crimen<br />

organizado y no se revise esa conducta gubernamental ante la<br />

evidencia de su insuficiencia y aun su índole contraproducente.<br />

Una confesión de parte respecto de la necesidad de participación<br />

social fue la convocatoria, casi cuatro años después de iniciada<br />

la lucha en términos puramente bélicos, a agrupaciones<br />

sociales a las que, sin embargo, se las requiere para avalar, y no<br />

para discutir a fondo la ruta gubernamental.<br />

Es posible documentar las innumerables formas de debilitamiento<br />

gubernamental causado por la delincuencia organizada.<br />

Pero estamos en riesgo de peores embates contra la <strong>democracia</strong>.<br />

Uno principalísimo es la fragilidad de nuestra estructura electoral.<br />

En los años recientes, en elecciones federales y locales han<br />

aparecido ominosas señales sobre la capacidad de penetración<br />

del narcotráfico en los procesos comiciales. Es preciso cobrar<br />

conciencia de ese riesgo y que la sociedad civil organizada y las<br />

instituciones lo combatan, a fin de evitar que el peligro de tener<br />

autoridades impuestas por el crimen organizado nos alcance y<br />

conduzca al extremo de convertirnos en un narcoestado.<br />

El término <strong>democracia</strong> adquirió tantos<br />

significados que dejó de servir como<br />

un referente para comprender una<br />

realidad concreta.<br />

Cartón de Rogelio Naranjo.

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