Excerpta N° 7 - Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Chile
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UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES EXCERPTA N°7 Edison Otero El Filósofo, según Nietzsche Nietzsche es un momento relevante de la filosofía. Y lo es porque desarrolla una tajante interrogación sobre la filosofía misma, su condición y su destino. Precisemos la hipótesis subyacente: no son los mejores momentos de la reflexión filosófica aquellos en los que ella se solaza o se vanagloria de sí misma. Sí lo son aquellos en los que se mira ella misma y se cuestiona. Nietzsche experimenta una clara y manifiesta insatisfacción por la situación de la filosofía en su tiempo; su pensamiento se despliega en franca contraposición a lo que se tiene por filosofía. No de otro modo debe interpretarse la decidora afirmación de que sus lectores no habían nacido todavía. Si Nietzsche viviera hoy, tendría sobradísimas razones para impugnar lo que pasa por ser, formal e institucionalmente, filosofía (con el agravante de que, hacia la segunda mitad del siglo XIX, la filosofía no padecía el generalizado descrédito que hoy le afecta). Pero es tal la falta de credibilidad de la filosofía institucional que no nos hace falta Nietzsche para constatarlo. Lo que sí puede resultarnos enriquecedor es releer, y volver a considerar, lo que Nietzsche piensa que debe ser un filósofo genuino. Tal vez podamos ya estar a la altura de ser sus lectores, de esos que él esperaba aparecieran después de su
muerte. En Humano, demasiado humano, obra de 1878, Nietzsche escribe: "De las pasiones nacen las opiniones: la pereza de espíritu las hace cristalizar en convicciones. Ahora bien, quien se siente espíritu libre, infatigable en la vida, puede impedir esta cristalización mediante un cambio continuo". Comentario. Hay una secuencia pasión-opinión-convicción. La opinión no es un producto intelectual, es una preferencia decidida por motivos emocionales o sentimentales. Si conectamos esto con desarrollos en la psicología social de la segunda mitad de nuestro siglo, toda opinión es un prejuicio. Por tanto, una convicción es una opinión mantenida más allá de lo intelectualmente prudente. Una convicción es una opinión en la que nos hemos quedado detenidos y que no nos invita a continuar en la búsqueda. La convicción es sentida como equivalente de 'verdad'. Pero no se trata de la fuerza de las razones sino de la 'pereza de espíritu'. Quien permanece indefinidamente en sus propias convicciones es un espíritu prisionero, esclavo de sus propias criaturas. En El anticristo, dieciséis años después, Nietzsche sostiene que las convicciones son prisiones. Quien no se queda en las convicciones sino que va más allá, en permanente movimiento, es un 'espíritu libre', expresión que Nietzsche usa como sinónima de 'filósofo'; pero resulta evidente que diciendo 'espíritu libre', él quiere eludir las resonancias equívocas de la palabra 'filósofo' tal como se la usa en su tiempo. Por lo demás, el filósofo socialmente reconocido como tal en su época, no es, precisamente, el filósofo que él tiene en mente. A los ojos de Nietzsche, el filósofoinstitucionalizado no es un espíritu libre. El espíritu libre es el filósofo que todavía está por aparecer. Es una promesa. En Humano, demasiado humano, Nietzsche habla del espíritu libre como "hombre de pensamiento prudente". Comentario. Pareciera no haber coherencia entre pensamiento 'prudente' y pensamiento en cambio permanente. Sólo en apariencia. La prudencia de pensamiento puede entenderse, al menos, en dos sentidos específicos en Nietzsche: (a) Como no urgencia en alcanzar conclusiones definitivas. No debe haber apuro en obtenerlas. En rigor, no puede arribarse jamás a conclusiones finales. El conocimiento está por siempre abierto. No hay cierre posible. (b) Como no atracción por la modalidad de sistema. El pensamiento que se estructura bajo la forma de sistema está cediendo a la tentación de lo definitivo, de las convicciones finales. Sistema equivale a cierre. Es pensamiento imprudente.
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UNIVERSIDAD DE CHILE<br />
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES<br />
EXCERPTA N°7<br />
Edison Otero<br />
El Filósofo, según Nietzsche<br />
Nietzsche es un momento relevante <strong>de</strong> la<br />
filosofía. Y lo es porque <strong>de</strong>sarrolla una tajante<br />
interrogación sobre la filosofía misma, su<br />
condición y su <strong>de</strong>stino. Precisemos la hipótesis<br />
subyacente: no son los mejores momentos <strong>de</strong> la<br />
reflexión filosófica aquellos en los que ella se<br />
solaza o se vanagloria <strong>de</strong> sí misma. Sí lo son<br />
aquellos en los que se mira ella misma y se<br />
cuestiona.<br />
Nietzsche experimenta una clara y manifiesta<br />
insatisfacción por la situación <strong>de</strong> la filosofía en<br />
su tiempo; su pensamiento se <strong>de</strong>spliega en<br />
franca contraposición a lo que se tiene por<br />
filosofía. No <strong>de</strong> otro modo <strong>de</strong>be interpretarse la<br />
<strong>de</strong>cidora afirmación <strong>de</strong> que sus lectores no<br />
habían nacido todavía. Si Nietzsche viviera<br />
hoy, tendría sobradísimas razones para<br />
impugnar lo que pasa por ser, formal e institucionalmente, filosofía (con el agravante <strong>de</strong><br />
que, hacia la segunda mitad <strong>de</strong>l siglo XIX, la filosofía no pa<strong>de</strong>cía el generalizado<br />
<strong>de</strong>scrédito que hoy le afecta).<br />
Pero es tal la falta <strong>de</strong> credibilidad <strong>de</strong> la filosofía institucional que no nos hace falta<br />
Nietzsche para constatarlo. Lo que sí pue<strong>de</strong> resultarnos enriquecedor es releer, y volver a<br />
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estar a la altura <strong>de</strong> ser sus lectores, <strong>de</strong> esos que él esperaba aparecieran <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su