Fenómenos fundamentales de la existencia ... - cristobal holzapfel
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Eugen Fink<br />
Fenómenos <strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> humana /extracto/<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong> “presencia”. Todo lo que hay entre ellos está caracterizado por el impacto <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
individuación.<br />
Pero “aparecer” mienta también una re<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas con el hombre. En<br />
verdad no se trata tanto <strong>de</strong> una referencia representacional actual, sino <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
representabilidad, <strong>de</strong> <strong>la</strong> cercanía radical <strong>de</strong> todos los entes, que aparecen con el hombre<br />
percipiente. El lugar <strong>de</strong>l hacerse presente está co<strong>de</strong>terminado por el hombre. Él tiene su<br />
estancia y su hábitat esencialmente en medio <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que aparecen – él mismo no es<br />
tan sólo una cosa que aparece, sino también lo otro que conscientemente percibe, que<br />
asimi<strong>la</strong> en el saber –, todas <strong>la</strong>s otras cosas se le muestran y exponen. Si bien el saber<br />
humano no configura <strong>la</strong> individuación <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas, sin embargo asimi<strong>la</strong> esta<br />
individualidad en su compren<strong>de</strong>r. Y finalmente pertenece a todo aparecer como un<br />
medio inerradicable, el tiempo. Aparecer es ser-en-el-tiempo. El concepto <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
“presencia” o <strong>de</strong>l “aparecer”, el cual como horizonte inefable <strong>de</strong>termina nuestra<br />
comprensión <strong>de</strong>l ser habitual, contiene entonces el triple carácter <strong>de</strong>: el surgir <strong>de</strong> los<br />
entes singu<strong>la</strong>res entre cielo y tierra – <strong>la</strong> correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas singu<strong>la</strong>res con el<br />
hombre percipiente, el cual es él mismo una singu<strong>la</strong>ridad entre singu<strong>la</strong>rida<strong>de</strong>s – y el<br />
empotrar y almacenar transversal <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s cosas en el tiempo.<br />
La significancia filosófica <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte consiste ahora en <strong>la</strong> profunda fractura <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong> habitual comprensión <strong>de</strong>l ser. El fenómeno <strong>existencia</strong>l <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte pasa a ser señal<br />
que apunta más allá <strong>de</strong> lo “fenoménico”, pasa a ser ingente indicador que apunta a lo<br />
innominado y no figurable, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todo lo que se presenta hacia una dimensión oscura<br />
inaprensible <strong>de</strong> lo “ausente”. A partir <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte adquiere el ámbito <strong>de</strong>l ser, hasta<br />
ahora comprensible <strong>de</strong> suyo, un signo <strong>de</strong> interrogación que no se pue<strong>de</strong> ahuyentar. La<br />
certidumbre <strong>de</strong>l ser, natural, ingenua, conmovida, pasa a ser cuestionable. La ontología<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong> cual hacen uso los vivientes, que han configurado para sus objetivos, es puesta en<br />
cuestión por el que ha partido, que inquieta como enigma incomprensible a <strong>la</strong><br />
comunidad <strong>de</strong> los vivientes, que se aparta <strong>de</strong> sus conceptos y representaciones <strong>de</strong>l ser, y<br />
que al mismo tiempo conserva un po<strong>de</strong>r. A quienes han partido no hay que tomarlos<br />
sólo como otros que han muerto, como congéneres difuntos, sino también como <strong>la</strong><br />
posibilidad comprensiva, para cada viviente, <strong>de</strong> su propia muerte. A partir <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
certidumbre <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte interna inexpulsable, y que si bien a ratos po<strong>de</strong>mos cubrir,<br />
cada quien, que todavía respira bajo <strong>la</strong> luz, sabe que está <strong>de</strong>stinado a morir – que él<br />
mismo se convertirá en “uno que ha <strong>de</strong> partir”, que a cada minuto, con cada respiro, el<br />
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