Fenómenos fundamentales de la existencia ... - cristobal holzapfel

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Eugen Fink Fenómenos fundamentales de la existencia humana /extracto/ otro finalizar de lo viviente La diferencia del hombre frente al animal y la planta no parece tan grande como la diferencia, por ejemplo, de los seres vivos frente a lo inorgánico no vivo. Y de acuerdo a la perspectiva de la biología, de la zoología y de la antropología determinada por las ciencias naturales, se sostiene esta concepción con buenas razones. Queda por saber si en la filosofía vale lo mismo. Precisamente cuando ella no considera de antemano al hombre como una especie animal superior, y más bien parte de la estructura fundamental de la existencia, entonces recibe el hombre una posición peculiar en el cosmos, que lo separa y distingue de todos los otros entes. Entonces son, pues, animal y planta ontológicamente más cercanos a la piedra y a la ola que al hombre. Ciertamente hay una gradación desde la tierra, el aire o el agua hasta la hierba, que se nutre de ellos, [y de ahí] hasta el animal, que ve la hierva y pasta: aquellos son distintos modos y estructuras de ser – pero todos ellos están unidos en que atañen al ente que es “intramundano”. El hombre es en todo caso también en el mundo, pero nunca como las cosas mencionadas. Piedra, planta y animal no tienen una relación con el mundo, no viven en la apertura a la totalidad de lo ente. Ellos son “sin mundo”, si bien intramundanos. La profunda diferencia entre hombre y animal está, la mayor parte de las veces, encubierta, porque según el rasgo de la determinación esencial tradicional del hombre como “animal rationale” contamos al hombre dentro del reino animal y vemos lo distintivo de su especie precisamente en la inteligencia superior. El animal posee, empero, inteligencias, aunque sólo una “baja”. A partir de ello, entre el chimpancé (del famoso experimento de Köhler) y el profesor de psicología que lleva a cabo el experimento hay tan sólo una diferencia relativa, aunque considerable. Por el contrario, la diferencia es absoluta si determinamos al hombre desde su apertura al mundo – como aquel ente intramundano que se comporta extáticamente respecto a la totalidad de mundo. Este éxtasis es la esencia de la existencia [Existenz] humana. A partir de él tienen que ser interpretados y concebidos, en definitiva, todos los fenómenos fundamentales de la existencia. Esto vale también para la muerte. La nada, en la que, por decirlo así, se extinguen los seres vivos no humanos, es una nada intramundana, un momento estructural de la constitución de ser de la planta y el animal. La nada a la que el que muere se “retira” es una nada en la que, de cierto modo, todo el “ser-en-elmundo” de la existencia es atravesado. Esta nada no pertenece como tal a la esfera fenoménica, no es una parte constitutiva de lo que se presenta y aparece. Por decirlo así, recién sobre la base de la apertura al mundo propio del hombre comprensor, se configura para nosotros el horizonte donde encontramos a los vivos y no vivos, donde 94

Eugen Fink Fenómenos fundamentales de la existencia humana /extracto/ hallamos glebas, olas, corrientes de aire, fuego y luz, flora y fauna. Dentro de este “horizonte” encontramos el ser-en-vida y el finalizar de los seres vivos. Pero la muerte humana tenemos que entenderla como un derrumbe de este horizonte, que envuelve a todo lo que se presenta, como un derrumbe de nuestra apertura para con la presencia de las cosas presentes. Precisamente porque no podemos sólo concebir la vida del hombre como un suceso intramundano, sino que tenemos que comprenderlo como un intramundano ser-abierto a la totalidad del mundo del hacerse presente de lo ente en general, es que la muerte no puede ser tomada como una mera caída en la nada en el sentido descrito del “extinguirse”. Aquí radica la razón más profunda de por qué el hombre no puede tranquilizarse con una concepción de la muerte humana que fuera análoga a la concepción de un finalizar animal o vegetal. Y más aún, en esto radica la razón de sobrepasar el más acá y lo terrenal en el pensamiento mitológico. La justificación del mito en la interpretación de la muerte humana es la trasposición por sobre el mundo fenoménico, mas su lado cuestionable está en que localiza y temporaliza afuera, en la “nada” enigmática, de nuevo una segunda “esfera fenoménica”, reduplicando imaginariamente el mundo de la apariencia. El mito no deja a la nada tal como ella se nos patentiza en el retiro del moribundo. Él edifica tras el mundo de la apariencia un “trasmundo”. Es necesario, para evitar esta reduplicación de mundo, concebir de manera más precisa el concepto de mundo de la apariencia. No ha de ser abordada la “reduplicación” como tal, sino la reduplicación de la esfera de la apariencia. Quizás el mundo no coincide, de hecho, con el ámbito universal del aparecer, como habitualmente creemos – quizás el dominio del mundo es un doble juego de aparecer y desaparecer, de surgimiento y decadencia. ¿Qué debe significar para nosotros el concepto de “mundo de la apariencia”, y qué consecuencias tiene la determinación conceptual más acotada para el problema de la muerte De corriente operamos con el concepto de apariencia como con un concepto contrario al de “esencia”. Con ello nos movemos ya en perspectiva hacia la cosa intramundana, hacia el ente singular como tal. Las cosas tienen un aspecto variado; ellas se exponen como sustancias que son en sí mismas, al mismo tiempo que ofrecen una cara externa. Una tal cara externa puede a la vez ocultar como mostrar. Una cosa tiene variadas posibilidades de presentar un aspecto distinto al que en verdad tiene; decimos entonces que la apariencia no coincide con la esencia. O bien, que la cosa, en tanto es percibida, conocida, cae bajo determinadas condiciones del sujeto cognoscente. Se dice entonces que no conocemos la cosa en sí, sino sólo la cosa deformada por nuestras condiciones 95

Eugen Fink<br />

Fenómenos <strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> humana /extracto/<br />

otro finalizar <strong>de</strong> lo viviente La diferencia <strong>de</strong>l hombre frente al animal y <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta no<br />

parece tan gran<strong>de</strong> como <strong>la</strong> diferencia, por ejemplo, <strong>de</strong> los seres vivos frente a lo<br />

inorgánico no vivo. Y <strong>de</strong> acuerdo a <strong>la</strong> perspectiva <strong>de</strong> <strong>la</strong> biología, <strong>de</strong> <strong>la</strong> zoología y <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

antropología <strong>de</strong>terminada por <strong>la</strong>s ciencias naturales, se sostiene esta concepción con<br />

buenas razones. Queda por saber si en <strong>la</strong> filosofía vale lo mismo. Precisamente cuando<br />

el<strong>la</strong> no consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> antemano al hombre como una especie animal superior, y más bien<br />

parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> estructura fundamental <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong>, entonces recibe el hombre una<br />

posición peculiar en el cosmos, que lo separa y distingue <strong>de</strong> todos los otros entes.<br />

Entonces son, pues, animal y p<strong>la</strong>nta ontológicamente más cercanos a <strong>la</strong> piedra y a <strong>la</strong> o<strong>la</strong><br />

que al hombre. Ciertamente hay una gradación <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra, el aire o el agua hasta <strong>la</strong><br />

hierba, que se nutre <strong>de</strong> ellos, [y <strong>de</strong> ahí] hasta el animal, que ve <strong>la</strong> hierva y pasta:<br />

aquellos son distintos modos y estructuras <strong>de</strong> ser – pero todos ellos están unidos en que<br />

atañen al ente que es “intramundano”. El hombre es en todo caso también en el mundo,<br />

pero nunca como <strong>la</strong>s cosas mencionadas. Piedra, p<strong>la</strong>nta y animal no tienen una re<strong>la</strong>ción<br />

con el mundo, no viven en <strong>la</strong> apertura a <strong>la</strong> totalidad <strong>de</strong> lo ente. Ellos son “sin mundo”, si<br />

bien intramundanos. La profunda diferencia entre hombre y animal está, <strong>la</strong> mayor parte<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s veces, encubierta, porque según el rasgo <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>terminación esencial tradicional<br />

<strong>de</strong>l hombre como “animal rationale” contamos al hombre <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l reino animal y<br />

vemos lo distintivo <strong>de</strong> su especie precisamente en <strong>la</strong> inteligencia superior. El animal<br />

posee, empero, inteligencias, aunque sólo una “baja”. A partir <strong>de</strong> ello, entre el<br />

chimpancé (<strong>de</strong>l famoso experimento <strong>de</strong> Köhler) y el profesor <strong>de</strong> psicología que lleva a<br />

cabo el experimento hay tan sólo una diferencia re<strong>la</strong>tiva, aunque consi<strong>de</strong>rable. Por el<br />

contrario, <strong>la</strong> diferencia es absoluta si <strong>de</strong>terminamos al hombre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su apertura al<br />

mundo – como aquel ente intramundano que se comporta extáticamente respecto a <strong>la</strong><br />

totalidad <strong>de</strong> mundo. Este éxtasis es <strong>la</strong> esencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> [Existenz] humana. A<br />

partir <strong>de</strong> él tienen que ser interpretados y concebidos, en <strong>de</strong>finitiva, todos los fenómenos<br />

<strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong>. Esto vale también para <strong>la</strong> muerte. La nada, en <strong>la</strong> que,<br />

por <strong>de</strong>cirlo así, se extinguen los seres vivos no humanos, es una nada intramundana, un<br />

momento estructural <strong>de</strong> <strong>la</strong> constitución <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta y el animal. La nada a <strong>la</strong> que<br />

el que muere se “retira” es una nada en <strong>la</strong> que, <strong>de</strong> cierto modo, todo el “ser-en-elmundo”<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> es atravesado. Esta nada no pertenece como tal a <strong>la</strong> esfera<br />

fenoménica, no es una parte constitutiva <strong>de</strong> lo que se presenta y aparece. Por <strong>de</strong>cirlo así,<br />

recién sobre <strong>la</strong> base <strong>de</strong> <strong>la</strong> apertura al mundo propio <strong>de</strong>l hombre comprensor, se<br />

configura para nosotros el horizonte don<strong>de</strong> encontramos a los vivos y no vivos, don<strong>de</strong><br />

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