Fenómenos fundamentales de la existencia ... - cristobal holzapfel
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Eugen Fink<br />
Fenómenos <strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> humana /extracto/<br />
un modo <strong>de</strong>saparece lo no vivo; <strong>de</strong> otro modo, lo viviente. En lo no vivo <strong>de</strong>saparece,<br />
por <strong>de</strong>cirlo así, sólo una figura, no <strong>la</strong> materia. Se <strong>de</strong>scompone sólo una <strong>de</strong>terminada<br />
configuración y en <strong>la</strong> <strong>de</strong>scomposición se construye ya una nueva. Descomponerse,<br />
antigua y nueva figura: todos estos son fenómenos que perduran en el ámbito <strong>de</strong>l mundo<br />
fenoménico. Si bien pue<strong>de</strong>n ser procesos que mil veces sobrepasen en duración a una<br />
vida humana, tenemos una intuición <strong>de</strong> tales procesos; conocemos <strong>la</strong>s leyes naturales<br />
que rigen el comportamiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> materia. Con lo vivo po<strong>de</strong>mos ciertamente <strong>de</strong>scribir<br />
lo típico en el aspecto <strong>de</strong>l finalizar, dar una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>tal<strong>la</strong>da por fases a partir <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
visión <strong>de</strong>l observador viviente y, encima, presentar un gran <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> <strong>la</strong>s bases<br />
fisiológicas <strong>de</strong>l expirar, pero el acontecer <strong>de</strong>l expirar mismo suce<strong>de</strong>, por <strong>de</strong>cirlo así, en<br />
una zona limítrofe al mundo fenoménico; el ser vivo que expira (sea p<strong>la</strong>nta, animal o ser<br />
humano) se sustrae, en cierto modo, <strong>de</strong>l ámbito <strong>de</strong>l hacerse presente. Un tal escaparse<br />
no po<strong>de</strong>mos, en todo caso, interpretarlo apresurada e ingenuamente como un<br />
movimiento en el que permaneciera un moviente. No sabemos si el ser vivo “que<br />
escapa” en el expirar transita a <strong>la</strong> nada o a un así l<strong>la</strong>mado “otro mundo”. El expirar se<br />
nos muestra a los testigos vivientes, como un escapar, como un abandonar nuestra<br />
esfera, pero no tenemos un concepto fenoménico <strong>de</strong>l hacia dón<strong>de</strong> <strong>de</strong> una tal<br />
“sustracción”. Este acontecer nos es incomprensible.<br />
Es <strong>de</strong> gran importancia retener precisamente este momento y, sobre todo,<br />
sostenerlo. El hombre, este ser finito, que está <strong>de</strong> un modo “in-finito” interesado en sí<br />
mismo, que existe en autopreocupación, no quiere conformarse con <strong>la</strong> oscuridad que nos<br />
impone <strong>la</strong> muerte; parece casi no po<strong>de</strong>r vivir con el secreto no elucidado, proponiéndose<br />
espiar “tras <strong>la</strong> cortina”. Nos encubrimos <strong>de</strong> mil maneras el auténtico problema, nos<br />
privamos <strong>de</strong> <strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong> encontrarnos <strong>de</strong> una manera productiva con el misterio <strong>de</strong><br />
muerte y vida, porque imaginamos <strong>de</strong>masiado rápido un “trasmundo”, que pob<strong>la</strong>mos<br />
con figuras imaginarias, cuyos mo<strong>de</strong>los son tomados, a fin <strong>de</strong> cuentas, <strong>de</strong>l más acá. No<br />
soportamos <strong>la</strong> mirada al vacío, vivimos en un “horror vacui” metafísico. Operamos con<br />
<strong>la</strong> proyección <strong>de</strong> re<strong>la</strong>ciones terrenales en lo supra-terrenal y el más allá, concebimos <strong>la</strong><br />
muerte como un umbral que traspasa el que expira para llegar, en cierto modo, a otro<br />
país, a otro mundo. Habitualmente nunca pensamos con esfuerzo y rigor qué tipo <strong>de</strong><br />
comportamiento humano es el que se conjuga en el compren<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l fallecimiento <strong>de</strong> los<br />
seres vivos respecto a aquel<strong>la</strong> “nada”, que, por <strong>de</strong>cirlo así, circunda secretamente<br />
nuestro mundo fenoménico <strong>de</strong> ser-Aquí y ser-Ahora, y que, no obstante, no es una zona,<br />
un país “al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l Aqueron”, un “trasmundo”. Habíamos dicho que el hombre,<br />
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