Fenómenos fundamentales de la existencia ... - cristobal holzapfel

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Eugen Fink Fenómenos fundamentales de la existencia humana /extracto/ lúdico alcanza representatividad. El juego es simbólico en su dar a conocerse. No está impregnado de la estructura del enunciado conceptual que opera con la distinción de lo singular y lo universal – da a conocer en símbolo, a saber, en la coincidencia de la universalidad y singularidad, da a conocer en la figura paradigmática, que es “i-rreal”, porque no mienta ninguna singularidad real determinada y es “supra-real”, porque mienta lo esencial y lo posible en cada uno. El sentido del juego de representación es irreal y suprareal a la vez, imaginario y esencial en uno. El espectador de la comunidad lúdica es testigo de un proceso que no acontece en la realidad cotidiana, que parece traspuesto en una utopía y que, sin embargo, está abierto al espectador – lo que él contempla en el medio de la apariencia no es una fábula arbitraria cualquiera que toca a seres humanos extraños y que a él, en lo fundamental, no le incumbe. El testigo del juego de representación, cuando está realmente incluido en la comunidad lúdica y que con respecto a ella no “pasa de largo” simplemente, no puede ya hacer la diferencia habitual entre sí mismo y sus prójimos, por una parte, y, por otra, entre sí mismo y los otros. Ahora no hay más la oposición entre ser humano y gente. El contemplador reconoce, contempla, lo a-humano esencial – es conmovido por el saber de que él mismo, en la profundidad esencial, es idéntico con las figuras extrañas, que el hijo-de- Laio, atribulado por el sufrimiento, el malhadado Orestes, Ayax el obnubilado por la locura, son en sí – en tanto posibilidades siniestras, aterradoras-terribles. Temor y compasión no tienen aquí una estructura reflexiva que, a partir de un caso extraño de pena y sufrimiento, remita al similar carácter amenazante del propio ser – que subsuma, por ende, al hombre singular bajo el concepto general. La compasión y el temor valen, pues, habitualmente como movimientos del alma que van en distintas direcciones; la primera, podría decirse, apunta a los otros congéneres; la segunda es el cuidado por la propia conservación. La conmoción de cara a la obra trágica levanta en cierto modo la distinción entre cualesquiera congéneres, en tanto existencias aisladas, y yo, en tanto individuo. El temor no es ahora más la preocupación por mi yo empírico real amenazado, sino una preocupación por el ser humano cuyo estar amenazado me revela el espejo del juego – y la compasión se dirige no solamente hacía afuera, no hacia otros, ella va en dirección hacia adentro donde cada individuo agita en un fondo preindividual. Si se gusta de un modo de expresión paradójico, se podría decir, en contraposición a la teoría aristotélica, según la cual el efecto de la tragedia descansa en los afectos de “temor” y “compasión” y su catarsis, que esto sólo es correcto si se atiende al trastocamiento de ambos afectos, a su mutación estructural: ambos afectos cambian, por 246

Eugen Fink Fenómenos fundamentales de la existencia humana /extracto/ decirlo así, su dirección intencional – el temor adopta en cierto modo una estructura que primero perteneció a la compasión y viceversa. La metafísica del arte de la tradición europea fue decisiva a través de la lucha de Platón contra los poetas, que estaba caracterizada por su interpretación del actuar, y por la poética de Aristóteles. Volver a transformar esta tradición en un problema abierto, poner en cuestión las vías establecidas, examinar críticamente la aproximación demasiado grande de la comprensión del juego al modo del entender del pensar conceptual, mantener despierta la diferencia de símbolo y concepto eidético – todas estas constituyen preguntas acechantes y urgentes, que son inminentes para una antropología filosófica en la interpretación del campo vital del juego. Naturalmente una tarea tal no puede desarrollarse en un marco estrecho de modo suficiente. Ella sería aquí tan sólo nombrada como insinuación de un horizonte problemático más abarcador. Con la indicación al “temor” y “compasión” hemos tratado de aclarar la situación del espectador que pertenece a una comunidad lúdica, que no contempla el juego en indiferencia no participativa y no “pasa de largo” frente a él – que por lo tanto se encuentra atrapado e involucrado por el mundo lúdico. El juego-espectáculo necesita de la comunidad lúdica y precisamente no sólo de los jugadores y sus roles. Constituiría, en todo caso, una unilateralidad si se quisiera caracterizar la comunidad de espectadores sólo desde el estar involucrado consternado. Porque hay un comportamiento del espectador completamente otro – acaso en la comedia, obra satírica, que suscita la hilaridad. También aquí vale que propiamente nos reímos de nosotros mismos, no los individuos sobre sus fallas empíricas, debilidades y tonterías, sino sobre la debilidad y estulticia del ser humano. La comedia no es menos simbólica que la tragedia. En una irónica distancia, ella nos libera del hombre respecto a lo humano. Chistes, humor, ironía – elementos estos de alegría lúdica – configuran un camino de liberación temporal del hombre en un ridente elevarse por sobre sí mismo. La comedia nos descarga de la presión del trabajo servil, del sometimiento bajo un dominio, de la pena del amor y de la lóbrega sombra de la muerte. Reír como un reírse de sí mismo lo puede sólo un ser que existe como libertad finita. Ningún animal puede reír. Bergson escribió un célebre tratado bajo el título “Le Rire”, donde expone el reír como una distinción esencial del hombre. Ciertamente los griegos creyeron de sus dioses que no necesitaban trabajar para conservar su vida inmortal, ya sea en el sentido similar a lo humano de pasar sus días en el juego alegre, como decía Homero, o de ocuparse con el pensar incesante y el gobierno del mundo, como decían los filósofos. 247

Eugen Fink<br />

Fenómenos <strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> humana /extracto/<br />

<strong>de</strong>cirlo así, su dirección intencional – el temor adopta en cierto modo una estructura que<br />

primero perteneció a <strong>la</strong> compasión y viceversa. La metafísica <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong> <strong>la</strong> tradición<br />

europea fue <strong>de</strong>cisiva a través <strong>de</strong> <strong>la</strong> lucha <strong>de</strong> P<strong>la</strong>tón contra los poetas, que estaba<br />

caracterizada por su interpretación <strong>de</strong>l actuar, y por <strong>la</strong> poética <strong>de</strong> Aristóteles. Volver a<br />

transformar esta tradición en un problema abierto, poner en cuestión <strong>la</strong>s vías<br />

establecidas, examinar críticamente <strong>la</strong> aproximación <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

comprensión <strong>de</strong>l juego al modo <strong>de</strong>l enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l pensar conceptual, mantener <strong>de</strong>spierta<br />

<strong>la</strong> diferencia <strong>de</strong> símbolo y concepto eidético – todas estas constituyen preguntas<br />

acechantes y urgentes, que son inminentes para una antropología filosófica en <strong>la</strong><br />

interpretación <strong>de</strong>l campo vital <strong>de</strong>l juego. Naturalmente una tarea tal no pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>rse en un marco estrecho <strong>de</strong> modo suficiente. El<strong>la</strong> sería aquí tan sólo<br />

nombrada como insinuación <strong>de</strong> un horizonte problemático más abarcador.<br />

Con <strong>la</strong> indicación al “temor” y “compasión” hemos tratado <strong>de</strong> ac<strong>la</strong>rar <strong>la</strong><br />

situación <strong>de</strong>l espectador que pertenece a una comunidad lúdica, que no contemp<strong>la</strong> el<br />

juego en indiferencia no participativa y no “pasa <strong>de</strong> <strong>la</strong>rgo” frente a él – que por lo tanto<br />

se encuentra atrapado e involucrado por el mundo lúdico. El juego-espectáculo necesita<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> comunidad lúdica y precisamente no sólo <strong>de</strong> los jugadores y sus roles.<br />

Constituiría, en todo caso, una uni<strong>la</strong>teralidad si se quisiera caracterizar <strong>la</strong> comunidad <strong>de</strong><br />

espectadores sólo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el estar involucrado consternado. Porque hay un<br />

comportamiento <strong>de</strong>l espectador completamente otro – acaso en <strong>la</strong> comedia, obra<br />

satírica, que suscita <strong>la</strong> hi<strong>la</strong>ridad. También aquí vale que propiamente nos reímos <strong>de</strong><br />

nosotros mismos, no los individuos sobre sus fal<strong>la</strong>s empíricas, <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y tonterías,<br />

sino sobre <strong>la</strong> <strong>de</strong>bilidad y estulticia <strong>de</strong>l ser humano. La comedia no es menos simbólica<br />

que <strong>la</strong> tragedia. En una irónica distancia, el<strong>la</strong> nos libera <strong>de</strong>l hombre respecto a lo<br />

humano. Chistes, humor, ironía – elementos estos <strong>de</strong> alegría lúdica – configuran un<br />

camino <strong>de</strong> liberación temporal <strong>de</strong>l hombre en un ri<strong>de</strong>nte elevarse por sobre sí mismo. La<br />

comedia nos <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> <strong>la</strong> presión <strong>de</strong>l trabajo servil, <strong>de</strong>l sometimiento bajo un<br />

dominio, <strong>de</strong> <strong>la</strong> pena <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong> <strong>la</strong> lóbrega sombra <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. Reír como un reírse<br />

<strong>de</strong> sí mismo lo pue<strong>de</strong> sólo un ser que existe como libertad finita. Ningún animal pue<strong>de</strong><br />

reír. Bergson escribió un célebre tratado bajo el título “Le Rire”, don<strong>de</strong> expone el reír<br />

como una distinción esencial <strong>de</strong>l hombre. Ciertamente los griegos creyeron <strong>de</strong> sus<br />

dioses que no necesitaban trabajar para conservar su vida inmortal, ya sea en el sentido<br />

simi<strong>la</strong>r a lo humano <strong>de</strong> pasar sus días en el juego alegre, como <strong>de</strong>cía Homero, o <strong>de</strong><br />

ocuparse con el pensar incesante y el gobierno <strong>de</strong>l mundo, como <strong>de</strong>cían los filósofos.<br />

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