Fenómenos fundamentales de la existencia ... - cristobal holzapfel
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Eugen Fink<br />
Fenómenos <strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> humana /extracto/<br />
que tiene sentido sobre <strong>la</strong> base <strong>de</strong> una filosofía <strong>de</strong> <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ntidad absoluta. Pero a nadie le<br />
choca <strong>la</strong> cercanía <strong>de</strong> conocimiento y lucha – <strong>de</strong> conocimiento y trabajo. Al contrario, se<br />
experimenta casi como una objeción peyorativa cuando ac<strong>la</strong>raciones conceptuales son<br />
caracterizadas con <strong>la</strong> metáfora <strong>de</strong>l “juego”, cuando se hab<strong>la</strong> <strong>de</strong> juegos conceptuales. El<br />
Odium <strong>de</strong> lo “<strong>de</strong>scomprometido”, “arbitrario” y “falto <strong>de</strong> seriedad” se adosa a un pensar<br />
lúdico o juguetón, acaso una alegría sin sentido en re<strong>la</strong>ción con distinciones, con<br />
pseudoproblemas, con ejercicios vacíos <strong>de</strong> ingenio y perspicacia. El pensar vale como<br />
un asunto <strong>de</strong>masiado serio como para que pueda compararse con un juego. El juego<br />
repelería <strong>de</strong> suyo al pensar, espantaría al concepto. Per<strong>de</strong>ría su “<strong>de</strong>spreocupación”, su<br />
impulsividad inquebrantable, su alegre inocencia si los diseccionadores conceptuales y<br />
ergotistas quisieran arrojarle encima su mal<strong>la</strong> conceptual.<br />
El hombre en tanto juega no piensa y en tanto piensa no juega. Esto vale como<br />
una opinión corriente sobre <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> juego y concepto. En ello <strong>de</strong> seguro hay algo<br />
verda<strong>de</strong>ro. Con ello se dice una verdad parcial. El juego es extraño al concepto porque<br />
en sí mismo no impele a una autocomprensión estructural. Sin embargo, no es <strong>de</strong><br />
ninguna manera <strong>de</strong>l todo ajeno a <strong>la</strong> comprensión. Al contrario. Él significa y da a<br />
significar – representa. El juego como juego <strong>de</strong> representación es, en un sentido<br />
eminente, dar a conocer. Este momento estructural <strong>de</strong>l dar a conocer es difícil <strong>de</strong> fijar y<br />
<strong>de</strong>terminar exactamente. Cada juego <strong>de</strong> representación tiene un “sentido” que es “dado<br />
a conocer”. La re<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> juego y sentido no es <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma especie que aquel<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />
texto y significación. El sentido <strong>de</strong>l juego no es algo distinto que el juego – el juego no<br />
es un medio, un instrumento, una oportunidad para expresar un sentido. Él mismo es su<br />
sentido. El jugar tiene sentido en sí mismo y por sí mismo, los jugadores se mueven en<br />
<strong>la</strong> atmósfera <strong>de</strong> sentido <strong>de</strong> su juego. Pero, ¿está ahí sólo para ellos<br />
Hay que distinguir un doble concepto <strong>de</strong> espectadores <strong>de</strong> un juego. Por una parte<br />
está el espectador no partícipe, indiferente, que percibe el comportamiento lúdico <strong>de</strong><br />
otros congéneres, que entien<strong>de</strong> que “juegan”, a saber, que se distien<strong>de</strong>n, recrean,<br />
distraen a través <strong>de</strong> un divertido esparcimiento temporal. Uno ve a los niños jugar en <strong>la</strong><br />
calle, a los jugadores <strong>de</strong> cartas en <strong>la</strong> taberna, a los <strong>de</strong>portistas en el campo <strong>de</strong>portivo.<br />
Uno ve esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> lejanía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> distancia <strong>de</strong> <strong>la</strong> indiferencia, uno no participa en<br />
ello. El jugar es, en su especie, una forma <strong>de</strong> comportamiento entre otras. Vemos<br />
también, como testigos no partícipes, el trabajo <strong>de</strong> otras personas, su comportamiento<br />
político o también el paseo <strong>de</strong> los amantes. Inesperadamente po<strong>de</strong>mos ser también<br />
testigos <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>nte, <strong>de</strong> una muerte ajena. Toda esta testimonialidad acontece “al<br />
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