Fenómenos fundamentales de la existencia ... - cristobal holzapfel

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23.01.2015 Views

Eugen Fink Fenómenos fundamentales de la existencia humana /extracto/ enigmas de las cosas extrañas se nos presentan en el contexto y prosecución de nuestras vidas. De una manera completamente diversa es el caso del enigma de la muerte humana. Por cierto persiste este enigma también sólo para nosotros, en la medida que todavía vivimos – pero se despierta en nosotros el saber que vivimos “todavía” y quizás pronto “ya no más”. El enigma no toca ahora a un ente incomprendido cualquiera, sino que toca al ente mismo comprensor del ser. Por lo demás, la comprensión del ser constituye el presupuesto incuestionado para todos los enigmas y problemas, pero de cara a la muerte, precisamente, se interioriza la cuestionabilidad de este presupuesto mismo. Con ello logra el enigma una agudización de tipo existencial. El ser compresor del ser se apercibe absolutamente de su finitud en tanto transitoriedad de la comprensión del ser. La muerte nos apremia como la posibilidad de caer fuera de la “verdad”, en tanto el desocultarse de lo ente, y hundirse en la noche de lo indistinto. Por ello la esperanza humana intenta, una y otra vez, aferrarse al pensamiento de que, si bien muriendo, podemos perder las cosas de acá, las muchas y variadas cosas del mundo fenoménico, empero en tal pérdida podríamos conservar pues, la capacidad del comprender, del contemplar y percibir, y que tendríamos, con ello, órganos espirituales, para poder experimentar cualesquiera mundos “suprasensibles”, reinos celestiales e infiernos, paraísos, lugares de penitencia. La muerte es acaso reinterpretada, como “tránsito”, como una metamorfosis de nuestra vida, que no destruye el yo, sino que lo deja intacto, que tal vez lo libera del peso de plomo del cuerpo terrenal y que hace al ojo del alma más claro y puro, limpio y mas apropiado para la contemplación de las cosas del más allá. La creencia tosca en la inmortalidad, sobre todo pretende sostener la unidad de la persona, la unidad de la conciencia, del yo y suponer con ello al yo como una vida de la consciencia, capaz de experiencia. Continuando con la vida después de la muerte, dícese entonces que el hombre tiene experiencias nuevas novedosas e irrepresentables en el más acá. Uno considera esto cuidadosa y críticamente ya cuando no demasiado figurativamente se adorna y pinta la experiencia post-mortal, cuando no se le atribuyen al paraíso los encantos según las enseñanzas de Mahoma, cuando no se le adjudican al lugar de penitencia llamas e instrumentos de torturas – cuando se concibe tales imágenes sólo como símiles. Pero no se piensa qué puede querer decir en general “experiencia” en este caso. La experiencia, que pertenece a la estructura del espíritu humano, es la experiencia del más acá – una experiencia de variados entes individuados, es la experiencia por parte de un yo mismo individuado acerca de las cosas individuadas. Y 110

Eugen Fink Fenómenos fundamentales de la existencia humana /extracto/ esta experiencia del más acá está alojada en un sistema de prenociones aprióricas – y sólo a través de este alojamiento tiene su sentido como “experiencia”. El a-priori del comprender se refiere empero fundamentalmente sólo al mundo fenoménico. Del mundo suprasensible, que, como se afirma, “experimentamos” recién después de la muerte, no tenemos patentemente preocupaciones aprióricas. Tras la muerte, entonces, el momento experiencial de nuestro espíritu tendría que emanciparse, liberarse del estar envuelto y conducido, por lo “a-priori”. Llegaríamos con ello a un concepto experiencial, de acuerdo al cual, la “experiencia” no necesariamente tendría que mantenerse en el espacio de una comprensión envolvente del ser. ¿Pero podríamos acaso entender en general algo, extraer alguna conclusión ¿Pueden faltar las funciones del pensar y del discernimiento de nuestro espíritu, que precisamente revelan ahora la comprensión apriórica del ser, y sin embargo haber un saber experiencial Como única salida a este dilema hay, para los adherentes de la tosca creencia en la inmortalidad, tan sólo la solución que con la muerte perdemos del todo nuestra capacidad cognitiva terrenal y que en su lugar recibimos un órgano cognitivo supraterrenal completamente nuevo – en lo que siempre queda la dificultad de cómo en un tal cambio son posibles la unidad del yo, la cohesión del recuerdo, la continuidad de la cohesión del comprender. Toda vez que se interpreta la muerte como un “tránsito”, como un tránsito a otra dimensión, a un reino supraterrenal, se afirma con ello un cambio de escenario, pero a la vez una identidad de la persona. Y en la ipseidad de la persona está co-pensada implícitamente la ipseidad de su razón, de su capacidad cognitiva. El mito permite la persistencia del alma del que ha partido, por así decirlo, en otro lugar, le permite “vivenciar” los destinos postmortales; él suministra en cierto modo crónicas de viajes de caminos aventurados, de alegrías y penas inefables. Pero hasta ahora ninguno que ha “partido” ha hablado él mismo, tampoco ha retornado ningún ser humano que ha traspasado el umbral de la muerte. En tanto las opiniones sobre el más allá provienen de los mismos humanos, son ellas fundamentalmente sólo presuposiciones de los vivientes – son presunciones, en las cuales el corazón habla más fuerte que la razón, las imágenes de una fantasía desbocada crecen de manera más fastuosa que los conceptos del pensar. La significatividad filosófica fundamental del reino de los muertos, cuya nada enigmática, que rodea a todo ente-terrenal y que no es en ningún lugar y en ningún momento, de la cual nosotros sabemos tan sólo a través de una corazonada oscura, porque el moribundo se nos retira hacia allá, radica finalmente en romper la cerrazón del mundo fenoménico, conmover su certeza del ser y conservar la presencia total de 111

Eugen Fink<br />

Fenómenos <strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> humana /extracto/<br />

enigmas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas extrañas se nos presentan en el contexto y prosecución <strong>de</strong> nuestras<br />

vidas. De una manera completamente diversa es el caso <strong>de</strong>l enigma <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte<br />

humana. Por cierto persiste este enigma también sólo para nosotros, en <strong>la</strong> medida que<br />

todavía vivimos – pero se <strong>de</strong>spierta en nosotros el saber que vivimos “todavía” y quizás<br />

pronto “ya no más”. El enigma no toca ahora a un ente incomprendido cualquiera, sino<br />

que toca al ente mismo comprensor <strong>de</strong>l ser. Por lo <strong>de</strong>más, <strong>la</strong> comprensión <strong>de</strong>l ser<br />

constituye el presupuesto incuestionado para todos los enigmas y problemas, pero <strong>de</strong><br />

cara a <strong>la</strong> muerte, precisamente, se interioriza <strong>la</strong> cuestionabilidad <strong>de</strong> este presupuesto<br />

mismo. Con ello logra el enigma una agudización <strong>de</strong> tipo <strong>existencia</strong>l. El ser compresor<br />

<strong>de</strong>l ser se apercibe absolutamente <strong>de</strong> su finitud en tanto transitoriedad <strong>de</strong> <strong>la</strong> comprensión<br />

<strong>de</strong>l ser. La muerte nos apremia como <strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong> caer fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> “verdad”, en<br />

tanto el <strong>de</strong>socultarse <strong>de</strong> lo ente, y hundirse en <strong>la</strong> noche <strong>de</strong> lo indistinto. Por ello <strong>la</strong><br />

esperanza humana intenta, una y otra vez, aferrarse al pensamiento <strong>de</strong> que, si bien<br />

muriendo, po<strong>de</strong>mos per<strong>de</strong>r <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> acá, <strong>la</strong>s muchas y variadas cosas <strong>de</strong>l mundo<br />

fenoménico, empero en tal pérdida podríamos conservar pues, <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong>l<br />

compren<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>l contemp<strong>la</strong>r y percibir, y que tendríamos, con ello, órganos espirituales,<br />

para po<strong>de</strong>r experimentar cualesquiera mundos “suprasensibles”, reinos celestiales e<br />

infiernos, paraísos, lugares <strong>de</strong> penitencia. La muerte es acaso reinterpretada, como<br />

“tránsito”, como una metamorfosis <strong>de</strong> nuestra vida, que no <strong>de</strong>struye el yo, sino que lo<br />

<strong>de</strong>ja intacto, que tal vez lo libera <strong>de</strong>l peso <strong>de</strong> plomo <strong>de</strong>l cuerpo terrenal y que hace al ojo<br />

<strong>de</strong>l alma más c<strong>la</strong>ro y puro, limpio y mas apropiado para <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas<br />

<strong>de</strong>l más allá. La creencia tosca en <strong>la</strong> inmortalidad, sobre todo preten<strong>de</strong> sostener <strong>la</strong><br />

unidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> persona, <strong>la</strong> unidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> conciencia, <strong>de</strong>l yo y suponer con ello al yo como<br />

una vida <strong>de</strong> <strong>la</strong> consciencia, capaz <strong>de</strong> experiencia. Continuando con <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

muerte, dícese entonces que el hombre tiene experiencias nuevas novedosas e<br />

irrepresentables en el más acá. Uno consi<strong>de</strong>ra esto cuidadosa y críticamente ya cuando<br />

no <strong>de</strong>masiado figurativamente se adorna y pinta <strong>la</strong> experiencia post-mortal, cuando no<br />

se le atribuyen al paraíso los encantos según <strong>la</strong>s enseñanzas <strong>de</strong> Mahoma, cuando no se<br />

le adjudican al lugar <strong>de</strong> penitencia l<strong>la</strong>mas e instrumentos <strong>de</strong> torturas – cuando se<br />

concibe tales imágenes sólo como símiles. Pero no se piensa qué pue<strong>de</strong> querer <strong>de</strong>cir en<br />

general “experiencia” en este caso.<br />

La experiencia, que pertenece a <strong>la</strong> estructura <strong>de</strong>l espíritu humano, es <strong>la</strong><br />

experiencia <strong>de</strong>l más acá – una experiencia <strong>de</strong> variados entes individuados, es <strong>la</strong><br />

experiencia por parte <strong>de</strong> un yo mismo individuado acerca <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas individuadas. Y<br />

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