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Fenómenos fundamentales de la existencia ... - cristobal holzapfel

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Eugen Fink<br />

Fenómenos <strong>fundamentales</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>existencia</strong> humana /extracto/<br />

aterrarnos – así, <strong>la</strong> argumentación epicúrea tendría razón. Desintegrarse en una tal<br />

“nada” no sería para el hombre más terrible que no-haber-sido-todavía. Es, pues,<br />

extraño que esto no le inquiete a nadie. Bien sabemos que antes <strong>de</strong> nuestro nacimiento<br />

existía <strong>la</strong> tierra, los hombres vivían – pero no nos molesta que en aquel entonces no<br />

hayamos existido; el pensamiento que se refiere a ello no nos duele en absoluto. Y, en<br />

todo caso, <strong>de</strong>biera <strong>de</strong>cirse que habría una paradoja <strong>de</strong>l venir <strong>de</strong> <strong>la</strong> nada al ser, como <strong>de</strong>l<br />

ir <strong>de</strong>l ser a <strong>la</strong> nada. ¿Pero por qué tiene una primacía semejante el horizonte <strong>de</strong>l futuro<br />

finito <strong>de</strong>terminado por <strong>la</strong> muerte En <strong>la</strong> muerte, en su “extrañeza” que nunca sale a <strong>la</strong><br />

luz y que se opone a todo otro representar <strong>de</strong> circunstancias <strong>de</strong>l ser, en su<br />

inconmensurabilidad re<strong>la</strong>tiva a lo fenoménico, se muestra también, por así <strong>de</strong>cir, un<br />

quiebre abismal en <strong>la</strong> comprensión humana <strong>de</strong>l ser. Se pier<strong>de</strong> su aparente “cerrazón”, se<br />

abre una nueva dimensión inquietante. Si se hace abstracción <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte, moviéndose<br />

comprensivamente <strong>de</strong> modo exclusivo en el campo <strong>de</strong>l aparecer y <strong>de</strong> <strong>la</strong> presencia, <strong>la</strong><br />

conexión <strong>de</strong>l ser está por todas partes cerrada, por todas partes <strong>de</strong>nsa y sin <strong>la</strong>gunas. Es<br />

cierto que el campo <strong>de</strong> lo ente está cortado por límites móviles, surcado por<br />

oposiciones, pero siempre y por doquier está lleno <strong>de</strong> lo ente. Si una cosa <strong>de</strong>saparece no<br />

queda un lugar vacío, <strong>de</strong> inmediato se insta<strong>la</strong> ahí otra cosa. La realidad es también un<br />

teatro <strong>de</strong> un tumulto incesante, asimismo el<strong>la</strong> está por doquier y en todo tiempo llena <strong>de</strong><br />

cosas y procesos, <strong>de</strong> movimientos y acontecimientos. La realidad carece <strong>de</strong> “lugares<br />

vacíos”. La nada que le pertenece se aloja en el mismo ser <strong>de</strong> lo ente, lo atraviesa, lo<br />

quiebra <strong>de</strong> mil formas; pero <strong>la</strong> nada no configura una provincia propia en <strong>la</strong> realidad. El<br />

hombre percipente se presenta <strong>de</strong> un modo especial en medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad <strong>de</strong>nsamente<br />

llena. Él no pue<strong>de</strong> vivir tan sólo en <strong>la</strong> representación en tanto se refiere expresamente a<br />

lo real; él también tiene <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong> vivir en imaginaciones, expectativas, recuerdos,<br />

esperanzas, fantasías, y tiene también <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong> reposar, <strong>de</strong> vez en cuando, sólo en<br />

pensamientos y en el vaporoso espacio <strong>de</strong> lo “imaginario”. Acaso fantaseando se<br />

comporta en re<strong>la</strong>ción con lo “posible”, esperando o teniendo al futuro todavía<br />

pendiente; el hombre pue<strong>de</strong> “figurarse” anticipatoriamente tales horizontes <strong>de</strong> lo no<br />

dado <strong>de</strong> acuerdo a lo representado, pue<strong>de</strong> proyectar imágenes. Él adorna, entonces, los<br />

horizontes abiertos con tales imágenes fantásticas, pero sabe, al mismo tiempo, sobre su<br />

carácter meramente imaginario, no vincu<strong>la</strong>nte. Pero cuán no vincu<strong>la</strong>ntes puedan ser en<br />

tales “imágenes” singu<strong>la</strong>res, no po<strong>de</strong>mos nunca inventar algo que estuviera en<br />

contradicción con <strong>la</strong> estructura <strong>de</strong>l ser <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad; <strong>la</strong> estructura esencial <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad<br />

misma no <strong>la</strong> modificamos jamás. Los horizontes que abordamos fantaseando<br />

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