Descarga - Colegio de Historia P9 - UNAM

venta en las ferias, a las que acudían dos clases de comerciantes: algunos de cortos
recursos, que compraban al menudeo para abastecer a localidades aisladas; y los
acaudalados de la capital, con capacidad para pagar al contado cargamentos
enteros, mismos que llevaban a sus almacenes para luego irlos distribuyendo por
medio de agentes a las provincias novohispanas, según su propia conveniencia y la
demanda que hubiera de los diversos productos importados. 17
Este control
monopólico aseguraba a los capitalinos —lo mismo que a los gaditanos en la
metrópoli— la virtual exclusiva de los beneficios del comercio ultramarino, y se
completaba con dos prohibiciones: la del comercio con los extranjeros, y la del
tráfico de las colonias entre sí.
Como es fácil ver, estos privilegios y prohibiciones motivaron envidias y
deseos de cambio tanto dentro como fuera del imperio español. En lo que se
refiere a las potencias europeas, éstas procuraron aprovechar los problemas y las
necesidades económicas de la Corona española, obteniendo algunos contratos y
permisos para comerciar con Hispanoamérica por medio de buques aislados:
puede citarse como ejemplo el permiso a Inglaterra de enviar periódicamente un
navío de registro para introducir mercancías en Veracruz, permiso otorgado como
parte de las estipulaciones de la paz de Utrecht en 1713, y que subsistió por cerca
de cuatro décadas. 18
Aparte de estas vías legales, los europeos no dudaron en
recurrir al contrabando, mismo que se vio favorecido por los retrasos que a veces
sufrían las flotas y galeones españoles, pues ante la consecuente escasez de
17 Lucas Alamán, Historia de Méjico, t. I, p. 110-111; y Eduardo Arcila Farías, Reformas económicas
del siglo XVIII en Nueva España, t. I, p. 103.
18 Enrique Florescano e Isabel Gil, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico,
1750 - 1808” en Daniel Cosío Villegas, dir., Historia general de México, t. I, p. 248-251; Arcila Farías, op.cit.,
t. I, p. 59, 64-65; Pérez Herrero, op. cit., t. I, p. 9.