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SPblgMc9a16.doc<br />
<strong>Evangelio</strong> <strong>de</strong> <strong>Marcos</strong><br />
<strong>Marcos</strong> 9<br />
(Mc 9, 1-8) Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo<br />
[1] Y les <strong>de</strong>cía: «Les aseguro que algunos <strong>de</strong> los que están aquí<br />
presentes no morirán antes <strong>de</strong> haber visto que el Reino <strong>de</strong> Dios ha<br />
llegado con po<strong>de</strong>r». [2] Seis días <strong>de</strong>spués, Jesús tomó a Pedro, Santiago<br />
y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en<br />
presencia <strong>de</strong> ellos. [3] Sus vestiduras se volvieron resplan<strong>de</strong>cientes, tan<br />
blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. [4] Y se les<br />
aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. [5] Pedro dijo a<br />
Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para<br />
ti, otra para Moisés y otra para Elías». [6] Pedro no sabía qué <strong>de</strong>cir,<br />
porque estaban llenos <strong>de</strong> temor. [7] Entonces una nube los cubrió con su<br />
sombra, y salió <strong>de</strong> ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido,<br />
escúchenlo». [8] De pronto miraron a su alre<strong>de</strong>dor y no vieron a nadie,<br />
sino a Jesús solo con ellos.<br />
(C.I.C 151) Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en<br />
aquel que él ha enviado, "su Hijo amado", en quien ha puesto toda su<br />
complacencia (cf. Mc 1,11). Dios nos ha dicho que les escuchemos (cf. Mc 9,7).<br />
El Señor mismo dice a sus discípulos: "Creed en Dios, creed también en mí" (Jn<br />
14,1). Po<strong>de</strong>mos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: "A<br />
Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno <strong>de</strong>l Padre, él lo ha<br />
contado" (Jn 1,18). Porque "ha visto al Padre" (Jn 6,46), él es único en conocerlo<br />
y en po<strong>de</strong>rlo revelar (cf. Mt 11,27). (C.I.C 459) El Verbo se encarnó para ser<br />
nuestro mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y apren<strong>de</strong>d <strong>de</strong> mí ...<br />
"(Mt 11, 29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por<br />
mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte <strong>de</strong> la transfiguración, or<strong>de</strong>na:<br />
"Escuchadle" (Mc 9, 7; cf. Dt 6, 4-5). El es, en efecto, el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> las<br />
bienaventuranzas y la norma <strong>de</strong> la ley nueva: "Amaos los unos a los otros como<br />
yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda<br />
efectiva <strong>de</strong> sí mismo (cf. Mc 8, 34).<br />
(Mc 9, 9-16) Les aseguro que Elías ya ha venido<br />
[9] Mientras bajaban <strong>de</strong>l monte, Jesús les prohibió contar lo que<br />
habían visto, hasta que el Hijo <strong>de</strong>l hombre resucitara <strong>de</strong> entre los<br />
muertos. [10] Ellos cumplieron esta or<strong>de</strong>n, pero se preguntaban qué<br />
significaría «resucitar <strong>de</strong> entre los muertos». [11] Y le hicieron esta<br />
pregunta: «¿Por qué dicen los escribas que antes <strong>de</strong>be venir Elías”. [12]<br />
Jesús les respondió: «Sí, Elías <strong>de</strong>be venir antes para restablecer el or<strong>de</strong>n<br />
en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>be sufrir<br />
mucho y ser <strong>de</strong>spreciado [13] Les aseguro que Elías ya ha venido e<br />
hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito». [14] Cuando<br />
volvieron a don<strong>de</strong> estaban los otros discípulos, los encontraron en medio<br />
<strong>de</strong> una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. [15] En cuanto la<br />
multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. [16]<br />
Él les preguntó: «¿Sobre qué estaban discutiendo».
(C.I.C 649) En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud<br />
<strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r divino. Jesús anuncia que el Hijo <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>berá sufrir mucho,<br />
morir y luego resucitar (sentido activo <strong>de</strong>l término) (cf. Mc 8, 31; 9, 9-31; 10, 34).<br />
Por otra parte, él afirma explícitamente: "doy mi vida, para recobrarla <strong>de</strong> nuevo...<br />
Tengo po<strong>de</strong>r para darla y po<strong>de</strong>r para recobrarla <strong>de</strong> nuevo" (Jn 10, 17-18).<br />
"Creemos que Jesús murió y resucitó" (1Ts 4, 14).<br />
(Mc 9, 17-23) Todo es posible para el que cree<br />
[17] Uno <strong>de</strong> ellos le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está<br />
poseído <strong>de</strong> un espíritu mudo. [18] Cuando se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> él, lo tira al<br />
suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes<br />
y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no<br />
pudieron». [19] «Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo<br />
estaré con uste<strong>de</strong>s ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos<br />
Tráiganmelo». [20] Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu<br />
sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando<br />
espuma por la boca. [21] Jesús le preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo<br />
hace que está así». «Des<strong>de</strong> la infancia, le respondió, [22] y a menudo lo<br />
hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si pue<strong>de</strong>s hacer algo,<br />
ten piedad <strong>de</strong> nosotros y ayúdanos». [23] «¡Si pue<strong>de</strong>s...!», respondió<br />
Jesús. «Todo es posible para el que cree».<br />
(C.I.C 26) Cuando profesamos nuestra fe, comenzamos diciendo: "Creo" o<br />
"Creemos". Antes <strong>de</strong> exponer la fe <strong>de</strong> la Iglesia tal como es confesada en el<br />
Credo, celebrada en la Liturgia, vivida en la práctica <strong>de</strong> los mandamientos y en la<br />
oración, nos preguntamos qué significa "creer". La fe es la respuesta <strong>de</strong>l hombre a<br />
Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz<br />
sobreabundante al hombre que busca el sentido último <strong>de</strong> su vida. Por ello<br />
consi<strong>de</strong>ramos primeramente esta búsqueda <strong>de</strong>l hombre, a continuación la<br />
Revelación divina, por la cual Dios viene al encuentro <strong>de</strong>l hombre, y finalmente<br />
la respuesta <strong>de</strong> la fe). (C.I.C 89) Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida<br />
espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino <strong>de</strong> nuestra fe, lo<br />
iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra<br />
inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz <strong>de</strong> los dogmas<br />
<strong>de</strong> la fe (cf. Jn 8,31-32).<br />
(Mc 9, 24-29) Creo, ayúdame porque tengo poca fe<br />
[24] Inmediatamente el padre <strong>de</strong>l niño exclamó: «Creo, ayúdame<br />
porque tengo poca fe». [25] Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó<br />
al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo or<strong>de</strong>no, sal<br />
<strong>de</strong> él y no vuelvas más». [26] El <strong>de</strong>monio gritó, sacudió violentamente al<br />
niño y salió <strong>de</strong> él, <strong>de</strong>jándolo como muerto, tanto que muchos <strong>de</strong>cían:<br />
«Está muerto». [27] Pero Jesús, tomándolo <strong>de</strong> la mano, lo levantó, y el<br />
niño se puso <strong>de</strong> pie. [28] Cuando entró en la casa y quedaron solos, los<br />
discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo».<br />
[29] Él les respondió: «Esta clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>monios se expulsa sólo con la<br />
oración».<br />
(C.I.C 276) Fiel al testimonio <strong>de</strong> la Escritura, la Iglesia dirige con<br />
frecuencia su oración al "Dios todopo<strong>de</strong>roso y eterno" ("omnipotens sempiterne<br />
Deus..."), creyendo firmemente que "nada es imposible para Dios" (Lc 1,37; cf.<br />
Gn 18,14; Mt 19,26). (C.I.C 277) Dios manifiesta su omnipotencia<br />
convirtiéndonos <strong>de</strong> nuestros pecados y restableciéndonos en su amistad por la
gracia ("Deus, qui omnipotentiam tuam parcendo maxime et miserando<br />
manifestas..." -"Oh Dios, que manifiestas especialmente tu po<strong>de</strong>r con el perdón y<br />
la misericordia...") (Domingo XXVI <strong>de</strong>l tiempo Ordinario. Colecta: Misal<br />
Romano). (C.I.C 23) El acento <strong>de</strong> este Catecismo se pone en la exposición<br />
doctrinal. Quiere, en efecto, ayudar a profundizar el conocimiento <strong>de</strong> la fe. Por lo<br />
mismo está orientado a la maduración <strong>de</strong> esta fe, su enraizamiento en la vida y su<br />
irradiación en el testimonio (cf. Catechesi tra<strong>de</strong>ndae 20-22; 25).<br />
(Mc 9, 30-32) El Hijo <strong>de</strong>l hombre va a ser entregado<br />
[30] Al salir <strong>de</strong> allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie<br />
lo supiera, [31] porque enseñaba y les <strong>de</strong>cía: «El Hijo <strong>de</strong>l hombre va a ser<br />
entregado en manos <strong>de</strong> los hombres; lo matarán y tres días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
su muerte, resucitará». [32] Pero los discípulos no comprendían esto y<br />
temían hacerle preguntas.<br />
(C.I.C 557) "Como se iban cumpliendo los días <strong>de</strong> su asunción, él se afirmó<br />
en su voluntad <strong>de</strong> ir a Jerusalén" (Lc 9, 51; cf. Jn 13, 1). Por esta <strong>de</strong>cisión,<br />
manifestaba que subía a Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había<br />
repetido el anuncio <strong>de</strong> su Pasión y <strong>de</strong> su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32;<br />
10, 32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que un profeta perezca fuera <strong>de</strong><br />
Jerusalén" (Lc 13, 33).<br />
(Mc 9, 33-37) Hacerse el último <strong>de</strong> todos y el servidor<br />
[33] Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les<br />
preguntó: «¿De qué hablaban en el camino». [34] Ellos callaban, porque<br />
habían estado discutiendo sobre quién era el más gran<strong>de</strong>. [35] Entonces,<br />
sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero,<br />
<strong>de</strong>be hacerse el último <strong>de</strong> todos y el servidor <strong>de</strong> todos». [36] Después,<br />
tomando a un niño, lo puso en medio <strong>de</strong> ellos y, abrazándolo, les dijo: [37]<br />
«El que recibe a uno <strong>de</strong> estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y<br />
el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha<br />
enviado».<br />
(C.I.C 2235) Los que ejercen una autoridad <strong>de</strong>ben ejercerla como un<br />
servicio. ‘El que quiera llegar a ser gran<strong>de</strong> entre vosotros, será vuestro esclavo’<br />
(Mt 20, 26). El ejercicio <strong>de</strong> una autoridad está moralmente regulado por su origen<br />
divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie pue<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar o<br />
establecer lo que es contrario a la dignidad <strong>de</strong> las personas y a la ley natural.<br />
(C.I.C 786) El Pueblo <strong>de</strong> Dios participa, por último, en la función regia <strong>de</strong><br />
Cristo". Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte<br />
y su resurrección (cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor <strong>de</strong>l universo, se hizo el<br />
servidor <strong>de</strong> todos, no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y dar su vida<br />
en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para el cristiano, "servir es reinar" (Lumen<br />
gentium, 36), particularmente "en los pobres y en los que sufren" don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubre<br />
"la imagen <strong>de</strong> su Fundador pobre y sufriente" (Lumen gentium, 8). El pueblo <strong>de</strong><br />
Dios realiza su "dignidad regia" viviendo conforme a esta vocación <strong>de</strong> servir con<br />
Cristo. “La señal <strong>de</strong> la cruz hace reyes a todos los regenerados en Cristo, y la<br />
unción <strong>de</strong>l Espíritu Santo los consagra sacerdotes; y así, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> este especial<br />
servicio <strong>de</strong> nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales y perfectos <strong>de</strong>ben<br />
saber que son partícipes <strong>de</strong>l linaje regio y <strong>de</strong>l oficio sacerdotal. ¿Qué hay más<br />
regio que un espíritu que, sometido a Dios, rige su proprio cuerpo ¿Y qué hay<br />
más sacerdotal que ofrecer a Dios una conciencia pura y las inmaculadas víctimas
<strong>de</strong> nuestra piedad en el altar <strong>de</strong>l corazón (San León Magno, Sermo 4, 1: PL 54,<br />
149).<br />
(Mc 9, 38-41) Uno que expulsaba <strong>de</strong>monios en tu Nombre<br />
[38] Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba<br />
<strong>de</strong>monios en tu Nombre, y tratamos <strong>de</strong> impedírselo porque no es <strong>de</strong> los<br />
nuestros». [39] Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie<br />
pue<strong>de</strong> hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal <strong>de</strong> mí. [40] Y el<br />
que no está contra nosotros, está con nosotros. [41] Les aseguro que no<br />
quedará sin recompensa el que les dé <strong>de</strong> beber un vaso <strong>de</strong> agua por el<br />
hecho <strong>de</strong> que uste<strong>de</strong>s pertenecen a Cristo.<br />
(C.I.C 2008) El mérito <strong>de</strong>l hombre ante Dios en la vida cristiana proviene<br />
<strong>de</strong> que Dios ha dispuesto libremente asociar al hombre a la obra <strong>de</strong> su gracia. La<br />
acción paternal <strong>de</strong> Dios es lo primero, en cuanto que El impulsa, y el libre obrar<br />
<strong>de</strong>l hombre es lo segundo en cuanto que éste colabora, <strong>de</strong> suerte que los méritos<br />
<strong>de</strong> las obras buenas <strong>de</strong>ben atribuirse a la gracia <strong>de</strong> Dios en primer lugar, y al fiel,<br />
seguidamente. Por otra parte, el mérito <strong>de</strong>l hombre recae también en Dios, pues<br />
sus buenas acciones proce<strong>de</strong>n, en Cristo, <strong>de</strong> las gracias prevenientes y <strong>de</strong> los<br />
auxilios <strong>de</strong>l Espíritu Santo. (C.I.C 1821) Po<strong>de</strong>mos, por tanto, esperar la gloria <strong>de</strong>l<br />
cielo prometida por Dios a los que le aman (cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad<br />
(cf. Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno <strong>de</strong>be esperar, con la gracia <strong>de</strong><br />
Dios, ‘perseverar hasta el fin’ (cf. Mt 10, 22; Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1541) y<br />
obtener el gozo <strong>de</strong>l cielo, como eterna recompensa <strong>de</strong> Dios por las obras buenas<br />
realizadas con la gracia <strong>de</strong> Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que ‘todos<br />
los hombres […] se salven’ (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria <strong>de</strong>l cielo unida a<br />
Cristo, su esposo: “Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora.<br />
Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu <strong>de</strong>seo hace lo cierto<br />
dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás<br />
el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y <strong>de</strong>leite<br />
que no pue<strong>de</strong> tener fin. (Santa Teresa <strong>de</strong> Jesús, Exclamaciones <strong>de</strong>l alma a Dios,<br />
15, 3).<br />
(Mc 9, 42-48) Si tu ojo es para ti ocasión <strong>de</strong> pecado<br />
[42] Si alguien llegara a escandalizar a uno <strong>de</strong> estos pequeños que<br />
creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra <strong>de</strong><br />
moler y lo arrojaran al mar. [43] Si tu mano es para ti ocasión <strong>de</strong> pecado,<br />
córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos<br />
manos a la Gehena, al fuego inextinguible. [44] . [45] Y si tu pie es para ti<br />
ocasión <strong>de</strong> pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida,<br />
que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. [46]. [47] Y si tu ojo es<br />
para ti ocasión <strong>de</strong> pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un<br />
solo ojo en el Reino <strong>de</strong> Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la<br />
Gehena, [48] don<strong>de</strong> el gusano no muere y el fuego no se apaga.<br />
(C.I.C 2284) El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a<br />
otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador <strong>de</strong> su prójimo.<br />
Atenta contra la virtud y el <strong>de</strong>recho; pue<strong>de</strong> ocasionar a su hermano la muerte<br />
espiritual. El escándalo constituye una falta grave, si por acción u omisión,<br />
arrastra <strong>de</strong>liberadamente a otro a una falta grave. (C.I.C 2285) El escándalo<br />
adquiere una gravedad particular según la autoridad <strong>de</strong> quienes lo causan o la<br />
<strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> quienes lo pa<strong>de</strong>cen. Inspiró a nuestro Señor esta maldición: “Al que<br />
escandalice a uno <strong>de</strong> estos pequeños que creen en mí […], más le vale que le
cuelguen al cuello una <strong>de</strong> esas piedras <strong>de</strong> molino que mueven los asnos y le<br />
hundan en lo profundo <strong>de</strong>l mar” (Mt 18, 6; cf. 1Co 8, 10-13). El escándalo es<br />
grave cuando es causado por quienes, por naturaleza o por función, están<br />
obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a los escribas y<br />
fariseos: los compara a lobos disfrazados <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ros (cf. Mt 7, 15).<br />
(Mc 9, 49-50) Que haya sal en uste<strong>de</strong>s mismos<br />
[49] Porque cada uno será salado por el fuego. [50] La sal es una<br />
cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar<br />
Que haya sal en uste<strong>de</strong>s mismos y vivan en paz unos con otros».<br />
(C.I.C 1034) Jesús habla con frecuencia <strong>de</strong> la "gehenna" y <strong>de</strong>l "fuego que<br />
nunca se apaga" (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta<br />
el fin <strong>de</strong> su vida rehusan creer y convertirse, y don<strong>de</strong> se pue<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r a la vez el<br />
alma y el cuerpo (cf. Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a<br />
sus ángeles […] que recogerán a todos los autores <strong>de</strong> iniquidad, y los arrojarán al<br />
horno ardiendo" (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la con<strong>de</strong>nación:" ¡Alejaos <strong>de</strong><br />
mí malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41). (C.I.C 1789) En todos los casos son<br />
aplicables algunas reglas: — Nunca está permitido hacer el mal para obtener un<br />
bien. — La ‘regla <strong>de</strong> oro’: ‘Todo […] cuanto queráis que os hagan los hombres,<br />
hacédselo también vosotros’ (Mt 7,12; cf. Lc 6, 31; Tb 4, 15). — La caridad <strong>de</strong>be<br />
actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su conciencia: ‘Pecando así<br />
contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia, pecáis contra Cristo’ (1Co<br />
8,12). ‘Lo bueno es [...] no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión <strong>de</strong> caída,<br />
tropiezo o <strong>de</strong>bilidad’ (Rm 14, 21).<br />
<strong>Marcos</strong> 10<br />
(Mc 10, 1-6) ¿Es lícito al hombre divorciarse <strong>de</strong> su mujer<br />
[1] Después que partió <strong>de</strong> allí, Jesús fue a la región <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a y al<br />
otro lado <strong>de</strong>l Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> él y,<br />
como <strong>de</strong> costumbre, les estuvo enseñando una vez más. [2] Se acercaron<br />
algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión:<br />
«¿Es lícito al hombre divorciarse <strong>de</strong> su mujer». [3] El les respondió:<br />
«¿Qué es lo que Moisés les ha or<strong>de</strong>nado». [4] Ellos dijeron: «Moisés<br />
permitió redactar una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> divorcio y separarse <strong>de</strong> ella». [5]<br />
Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue<br />
<strong>de</strong>bido a la dureza <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s. [6] Pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong><br />
la creación, Dios los hizo varón y mujer.<br />
(C.I.C 1627) El consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los<br />
esposos se dan y se reciben mutuamente" (Gaudium et spes, 48; CIC, canon 1057,<br />
§ 2): "Yo te recibo como esposa" - "Yo te recibo como esposo" (Ritual <strong>de</strong> la<br />
celebración <strong>de</strong>l Matrimonio, 62). Este consentimiento que une a los esposos entre<br />
sí, encuentra su plenitud en el hecho <strong>de</strong> que los dos "vienen a ser una sola carne"<br />
(cf. Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31). (C.I.C 1639) El consentimiento por el que los<br />
esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf. Mc<br />
10,9). De su alianza "nace una institución estable por or<strong>de</strong>nación divina, también<br />
ante la sociedad" (Gaudium et spes, 48). La alianza <strong>de</strong> los esposos está integrada<br />
en la alianza <strong>de</strong> Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido en<br />
el amor divino" (Gaudium et spes, 48). (C.I.C 1640) Por tanto, el vínculo<br />
matrimonial es establecido por Dios mismo, <strong>de</strong> modo que el matrimonio
celebrado y consumado entre bautizados no pue<strong>de</strong> ser disuelto jamás. Este<br />
vínculo que resulta <strong>de</strong>l acto humano libre <strong>de</strong> los esposos y <strong>de</strong> la consumación <strong>de</strong>l<br />
matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada<br />
por la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> Dios. La Iglesia no tiene po<strong>de</strong>r para pronunciarse contra esta<br />
disposición <strong>de</strong> la sabiduría divina (Cf. CIC canon 1141).<br />
(Mc 10, 7-10) El hombre no separe lo que Dios ha unido<br />
[7] Por eso, el hombre <strong>de</strong>jará a su padre y a su madre, y se unirá a<br />
su mujer, [8] y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya<br />
no son dos, sino una sola carne. [9] Que el hombre no separe lo que Dios<br />
ha unido». [10] Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a<br />
preguntar sobre esto.<br />
(C.I.C 1649) Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia<br />
matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales<br />
casos, la Iglesia admite la separación física <strong>de</strong> los esposos y el fin <strong>de</strong> la<br />
cohabitación. Los esposos no cesan <strong>de</strong> ser marido y mujer <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios; ni son<br />
libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución<br />
sería, s i es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a<br />
ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fi<strong>de</strong>lidad al<br />
vínculo <strong>de</strong> su matrimonio que permanece indisoluble (Cf. Familiaris consortio,<br />
84; CIC, cánones 1151-1155). (C.I.C 1650) Hoy son numerosos en muchos países<br />
los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen<br />
también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fi<strong>de</strong>lidad a la<br />
palabra <strong>de</strong> Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete<br />
adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete<br />
adulterio": Mc 10,11-12), que no pue<strong>de</strong> reconocer como válida esta nueva unión,<br />
si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar<br />
civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley <strong>de</strong><br />
Dios. Por lo cual no pue<strong>de</strong>n acce<strong>de</strong>r a la comunión eucarística mientras persista<br />
esta situación, y por la misma razón no pue<strong>de</strong>n ejercer ciertas responsabilida<strong>de</strong>s<br />
eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento <strong>de</strong> la Penitencia no pue<strong>de</strong> ser<br />
concedida más que aquellos que se arrepientan <strong>de</strong> haber violado el signo <strong>de</strong> la<br />
Alianza y <strong>de</strong> la fi<strong>de</strong>lidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total<br />
continencia.<br />
(Mc 10, 11-12) El que se divorcia comete adulterio<br />
[11] Él les dijo: «El que se divorcia <strong>de</strong> su mujer y se casa con otra,<br />
comete adulterio contra aquella; [12] y si una mujer se divorcia <strong>de</strong> su<br />
marido y se casa con otro, también comete adulterio».<br />
(C.I.C 1651) Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con<br />
frecuencia conservan la fe y <strong>de</strong>sean educar cristianamente a sus hijos, los<br />
sacerdotes y toda la comunidad <strong>de</strong>ben dar prueba <strong>de</strong> una atenta solicitud, a fin <strong>de</strong><br />
aquellos no se consi<strong>de</strong>ren como separados <strong>de</strong> la Iglesia, <strong>de</strong> cuya vida pue<strong>de</strong>n y<br />
<strong>de</strong>ben participar en cuanto bautizados: “Exhórteseles a escuchar la Palabra <strong>de</strong><br />
Dios, a frecuentar el sacrificio <strong>de</strong> la misa, a perseverar en la oración, a<br />
incrementar las obras <strong>de</strong> caridad y las iniciativas <strong>de</strong> la comunidad en favor <strong>de</strong> la<br />
justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras <strong>de</strong><br />
penitencia para implorar <strong>de</strong> este modo, día a día, la gracia <strong>de</strong> Dios (Familiaris<br />
consortio, 84).
(Mc 10, 13-16) Dejen que los niños se acerquen a mí<br />
[13] Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los<br />
discípulos los reprendieron. [14] Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo:<br />
«Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el<br />
Reino <strong>de</strong> Dios pertenece a los que son como ellos. [15] Les aseguro que<br />
el que no recibe el Reino <strong>de</strong> Dios como un niño, no entrará en él». [16]<br />
Después los abrazó y los bendijo,<br />
(C.I.C 526) "Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar<br />
en el Reino (cf. Mt 18, 3-4); para eso es necesario abajarse (cf. Mt 23, 12),<br />
hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer <strong>de</strong> lo alto" (Jn 3,7), "nacer <strong>de</strong><br />
Dios" (cf. Jn 1, 13) para "hacerse hijos <strong>de</strong> Dios" (cf. Jn 1, 12). El Misterio <strong>de</strong><br />
Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros (cf. Ga 4,<br />
19). Navidad es el Misterio <strong>de</strong> este "admirable intercambio": “¡Oh admirable<br />
intercambio! El Creador <strong>de</strong>l género humano, tomando cuerpo y alma, nace <strong>de</strong> una<br />
Virgen y, hecho hombre sin concurso <strong>de</strong> varón, nos da parte en su divinidad<br />
(Solemnidad <strong>de</strong> la Santísima Virgen María, Madre <strong>de</strong> Dios, Antífona <strong>de</strong> I y II<br />
Vísperas: Liturgia <strong>de</strong> la Horas, v. 1).<br />
(Mc 10, 17-22) Ven<strong>de</strong> lo que tienes y dalo a los pobres<br />
[17] Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y,<br />
arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué <strong>de</strong>bo hacer para<br />
heredar la Vida eterna». [18] Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno<br />
Sólo Dios es bueno. [19] Tú conoces los mandamientos: No matarás, no<br />
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no<br />
perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». [20] El hombre le<br />
respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi juventud». [21]<br />
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, ven<strong>de</strong> lo que<br />
tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven<br />
y sígueme». [22] El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado,<br />
porque poseía muchos bienes.<br />
(C.I.C 2556) El <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> las riquezas es necesario para entrar en<br />
el Reino <strong>de</strong> los cielos. "Bienaventurados los pobres <strong>de</strong> corazón" (Mt 5, 3). (C.I.C<br />
2557) El hombre que anhela dice: "Quiero ver a Dios". La sed <strong>de</strong> Dios es saciada<br />
por el agua <strong>de</strong> la vida (cf. Jn 4,14). (C.I.C 2548) El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la felicidad<br />
verda<strong>de</strong>ra aparta al hombre <strong>de</strong>l apego <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado a los bienes <strong>de</strong> este mundo, y<br />
tendrá su plenitud en la visión y la bienaventuranza <strong>de</strong> Dios. ‘La promesa [<strong>de</strong> ver<br />
a Dios] supera toda felicidad […] En la Escritura, ver es poseer […]. El que ve a<br />
Dios obtiene todos los bienes que se pue<strong>de</strong>n concebir’ (S. Gregorio <strong>de</strong> Nisa, De<br />
beatitudinibus, oratio 6: Gregorii Nysseni opera: PG 44, 1265).<br />
(Mc 10, 23-27) ¡Qué difícil es entrar en el Reino <strong>de</strong> Dios!<br />
[23] Entonces Jesús, mirando alre<strong>de</strong>dor, dijo a sus discípulos: «¡Qué<br />
difícil será para los ricos entrar en el Reino <strong>de</strong> Dios!». [24] Los discípulos<br />
se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos<br />
míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino <strong>de</strong> Dios! [25] Es más fácil que un<br />
camello pase por el ojo <strong>de</strong> una aguja, que un rico entre en el Reino <strong>de</strong><br />
Dios». [26] Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos<br />
a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse». [27] Jesús, fijando en ellos<br />
su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios,<br />
porque para él todo es posible».
(C.I.C 2551) "Don<strong>de</strong> […] está tu tesoro allí estará tu corazón" (Mt 6,21).<br />
(C.I.C 2443) Dios bendice a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se<br />
niegan a hacerlo: ‘A quien te pi<strong>de</strong> da, al que <strong>de</strong>see que le prestes algo no le<br />
vuelvas la espalda’ (Mt 5, 42). ‘Gratis lo recibisteis, dadlo gratis’ (Mt 10, 8).<br />
Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres (cf. Mt<br />
25, 31-36). La buena nueva ‘anunciada a los pobres’ (Mt 11, 5; Lc 4, 18)) es el<br />
signo <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Cristo. (C.I.C 2407) En materia económica el respeto <strong>de</strong><br />
la dignidad humana exige la práctica <strong>de</strong> la virtud <strong>de</strong> la templanza, para mo<strong>de</strong>rar el<br />
apego a los bienes <strong>de</strong> este mundo; <strong>de</strong> la justicia, para preservar los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l<br />
prójimo y darle lo que le es <strong>de</strong>bido; y <strong>de</strong> la solidaridad, siguiendo la regla <strong>de</strong> oro<br />
y según la generosidad <strong>de</strong>l Señor, que ‘siendo rico, por vosotros se hizo pobre a<br />
fin <strong>de</strong> que os enriquecierais con su pobreza’ (cf. 2Co 8, 9). (C.I.C 2445) El amor a<br />
los pobres es incompatible con el amor <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado <strong>de</strong> las riquezas o su uso<br />
egoísta: “Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las <strong>de</strong>sgracias que<br />
están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos<br />
están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados <strong>de</strong> herrumbre y su<br />
herrumbre será testimonio contra vosotros y <strong>de</strong>vorará vuestras carnes como<br />
fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad: el<br />
salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está<br />
gritando; y los gritos <strong>de</strong> los segadores han llegado a los oídos <strong>de</strong>l Señor <strong>de</strong> los<br />
ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los<br />
placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día <strong>de</strong> la matanza. Con<strong>de</strong>nasteis<br />
y matasteis al justo; él no os resiste” (St 5, 1-6).<br />
(Mc 10, 28-30) Recibirá el ciento por uno y la Vida eterna<br />
[28] Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos <strong>de</strong>jado todo y te<br />
hemos seguido». [29] Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya<br />
<strong>de</strong>jado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por<br />
mí y por la Buena Noticia, [30] <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora, en este mundo, recibirá el<br />
ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos,<br />
en medio <strong>de</strong> las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida<br />
eterna.<br />
(C.I.C 1618) Cristo es el centro <strong>de</strong> toda vida cristiana. El vínculo con El<br />
ocupa el primer lugar entre todos los <strong>de</strong>más vínculos, familiares o sociales (cf. Lc<br />
14,26; Mc 10,28-31). Des<strong>de</strong> los comienzos <strong>de</strong> la Iglesia ha habido hombres y<br />
mujeres que han renunciado al gran bien <strong>de</strong>l matrimonio para seguir al Cor<strong>de</strong>ro<br />
don<strong>de</strong>quiera que vaya (cf. Ap 14,4), para ocuparse <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong>l Señor, para<br />
tratar <strong>de</strong> agradarle (cf. 1Co 7,32), para ir al encuentro <strong>de</strong>l Esposo que viene (cf.<br />
Mt 25,6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo <strong>de</strong> vida <strong>de</strong>l que<br />
El es el mo<strong>de</strong>lo: “Hay eunucos que nacieron así <strong>de</strong>l seno materno, y hay eunucos<br />
hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el<br />
Reino <strong>de</strong> los Cielos. Quien pueda enten<strong>de</strong>r, que entienda” (Mt 19,12). (C.I.C<br />
1619) La virginidad por el Reino <strong>de</strong> los Cielos es un <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la gracia<br />
bautismal, un signo po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> la preeminencia <strong>de</strong>l vínculo con Cristo, <strong>de</strong> la<br />
ardiente espera <strong>de</strong> su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio<br />
es una realidad que manifiesta el carácter pasajero <strong>de</strong> este mundo (cf. 1Co 7,31;<br />
Mc 12,25).<br />
(Mc 10, 31) Los últimos serán los primeros<br />
[31] Muchos <strong>de</strong> los primeros serán los últimos y los últimos serán los<br />
primeros».
(C.I.C 1821) Po<strong>de</strong>mos, por tanto, esperar la gloria <strong>de</strong>l cielo prometida por<br />
Dios a los que le aman (cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf. Mt 7, 21). En<br />
toda circunstancia, cada uno <strong>de</strong>be esperar, con la gracia <strong>de</strong> Dios, ‘perseverar hasta<br />
el fin’ (cf. Mt 10, 22; Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1541) y obtener el gozo <strong>de</strong>l cielo,<br />
como eterna recompensa <strong>de</strong> Dios por las obras buenas realizadas con la gracia <strong>de</strong><br />
Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que ‘todos los hombres […] se salven’<br />
(1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria <strong>de</strong>l cielo unida a Cristo, su esposo: “Espera,<br />
espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo<br />
se pasa con brevedad, aunque tu <strong>de</strong>seo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve<br />
largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu<br />
Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y <strong>de</strong>leite que no pue<strong>de</strong> tener fin.<br />
(Santa Teresa <strong>de</strong> Jesús, Exclamaciones <strong>de</strong>l alma a Dios, 15, 3).<br />
(Mc 10, 32-34) El Hijo <strong>de</strong>l hombre será entregado<br />
[32] Mientras iban <strong>de</strong> camino para subir a Jerusalén, Jesús se<br />
a<strong>de</strong>lantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo<br />
seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y<br />
comenzó a <strong>de</strong>cirles lo que le iba a suce<strong>de</strong>r: [33] «Ahora subimos a<br />
Jerusalén; allí el Hijo <strong>de</strong>l hombre será entregado a los sumos sacerdotes<br />
y a los escribas. Lo con<strong>de</strong>narán a muerte y lo entregarán a los paganos:<br />
[34] ellos se burlarán <strong>de</strong> él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres<br />
días <strong>de</strong>spués, resucitará».<br />
(C.I.C 557) "Como se iban cumpliendo los días <strong>de</strong> su asunción, él se afirmó<br />
en su voluntad <strong>de</strong> ir a Jerusalén" (Lc 9, 51; cf. Jn 13, 1). Por esta <strong>de</strong>cisión,<br />
manifestaba que subía a Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había<br />
repetido el anuncio <strong>de</strong> su Pasión y <strong>de</strong> su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32;<br />
10, 32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que un profeta perezca fuera <strong>de</strong><br />
Jerusalén" (Lc 13, 33). (C.I.C 569) Jesús ha subido voluntariamente a Jerusalén<br />
sabiendo perfectamente que allí moriría <strong>de</strong> muerte violenta a causa <strong>de</strong> la<br />
contradicción <strong>de</strong> los pecadores (cf. Hb 12,3).<br />
(Mc 10, 35-40) No saben lo que pi<strong>de</strong>n<br />
[35] Santiago y Juan, los hijos <strong>de</strong> Zebe<strong>de</strong>o, se acercaron a Jesús y<br />
le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a<br />
pedir». [36] Él les respondió: «¿Qué quieren que haga por uste<strong>de</strong>s». [37]<br />
Ellos le dijeron: «Concé<strong>de</strong>nos sentarnos uno a tu <strong>de</strong>recha y el otro a tu<br />
izquierda, cuando estés en tu gloria». [38] Jesús les dijo: «No saben lo<br />
que pi<strong>de</strong>n. ¿Pue<strong>de</strong>n beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo<br />
que yo recibiré». [39] «Po<strong>de</strong>mos», le respondieron. Entonces Jesús<br />
agregó: «Uste<strong>de</strong>s beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo<br />
bautismo que yo. [40] En cuanto a sentarse a mi <strong>de</strong>recha o a mi<br />
izquierda, no me toca a mí conce<strong>de</strong>rlo, sino que esos puestos son para<br />
quienes han sido <strong>de</strong>stinados».<br />
(C.I.C 2235) Los que ejercen una autoridad <strong>de</strong>ben ejercerla como un<br />
servicio. ‘El que quiera llegar a ser gran<strong>de</strong> entre vosotros, será vuestro esclavo’<br />
(Mt 20, 26). El ejercicio <strong>de</strong> una autoridad está moralmente regulado por su origen<br />
divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie pue<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar o<br />
establecer lo que es contrario a la dignidad <strong>de</strong> las personas y a la ley natural.<br />
(C.I.C 876) El carácter <strong>de</strong> servicio <strong>de</strong>l ministerio eclesial está intrínsecamente<br />
ligado a la naturaleza sacramental. En efecto, enteramente <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> Cristo<br />
que da misión y autoridad, los ministros son verda<strong>de</strong>ramente "siervos <strong>de</strong> Cristo"
(cf. Rm 1, 1), a imagen <strong>de</strong> Cristo que, libremente ha tomado por nosotros "la<br />
forma <strong>de</strong> siervo" (Flp 2, 7). Como la palabra y la gracia <strong>de</strong> la cual son ministros<br />
no son <strong>de</strong> ellos, sino <strong>de</strong> Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán<br />
libremente siervos <strong>de</strong> todos (cf. 1Co 9, 19).<br />
(Mc 10, 41-45) El Hijo <strong>de</strong>l hombre no vino para ser servido<br />
[41] Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se<br />
indignaron contra ellos. [42] Jesús los llamó y les dijo: «Uste<strong>de</strong>s saben<br />
que aquellos a quienes se consi<strong>de</strong>ra gobernantes, dominan a las<br />
naciones como si fueran sus dueños, y los po<strong>de</strong>rosos les hacen sentir su<br />
autoridad. [43] Entre uste<strong>de</strong>s no <strong>de</strong>be suce<strong>de</strong>r así. Al contrario, el que<br />
quiera ser gran<strong>de</strong>, que se haga servidor <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s; [44] y el que quiera<br />
ser el primero, que se haga servidor <strong>de</strong> todos. [45] Porque el mismo Hijo<br />
<strong>de</strong>l hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en<br />
rescate por una multitud».<br />
(C.I.C 608) Juan Bautista, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber aceptado bautizarle en<br />
compañía <strong>de</strong> los pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como<br />
el "Cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dios que quita los pecados <strong>de</strong>l mundo" (cf. Jn 1, 29. 36).<br />
Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se <strong>de</strong>ja llevar en<br />
silencio al mata<strong>de</strong>ro (cf. Is 53, 7; Jr 11, 19) y carga con el pecado <strong>de</strong> las<br />
multitu<strong>de</strong>s (cf. Is 53, 12) y el cor<strong>de</strong>ro pascual símbolo <strong>de</strong> la Re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> Israel<br />
cuando celebró la primera Pascua (cf. Ex 12, 3-14; Jn 19, 36; 1Co 5, 7). Toda la<br />
vida <strong>de</strong> Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos"<br />
(cf. Mc 10, 45). (C.I.C 623) Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la<br />
muerte […] <strong>de</strong> cruz" (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53, 10)<br />
<strong>de</strong>l Siervo doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas <strong>de</strong> ellos" (cf.<br />
Is 53, 11; Rm 5, 19).<br />
(Mc 10, 46-48) ¡Jesús, Hijo <strong>de</strong> David, ten piedad <strong>de</strong> mí!<br />
[46] Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía <strong>de</strong> allí,<br />
acompañado <strong>de</strong> sus discípulos y <strong>de</strong> una gran multitud, el hijo <strong>de</strong> Timeo –<br />
Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. [47] Al<br />
enterarse <strong>de</strong> que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús,<br />
Hijo <strong>de</strong> David, ten piedad <strong>de</strong> mí!». [48] Muchos lo reprendían para que se<br />
callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo <strong>de</strong> David, ten piedad <strong>de</strong> mí!».<br />
(C.I.C 439) Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su<br />
esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales <strong>de</strong>l mesiánico "hijo <strong>de</strong><br />
David" prometido por Dios a Israel (cf. Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21,<br />
9. 15). Jesús aceptó el título <strong>de</strong> Mesías al cual tenía <strong>de</strong>recho (cf. Jn 4, 25-26;11,<br />
27), pero no sin reservas porque una parte <strong>de</strong> sus contemporáneos lo comprendían<br />
según una concepción <strong>de</strong>masiado humana (cf. Mt 22, 41-46), esencialmente<br />
política (cf. Jn 6, 15; Lc 24, 21).<br />
(Mc 10, 49-52) Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado»<br />
[49] Jesús se <strong>de</strong>tuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego<br />
y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». [50] Y el ciego, arrojando su<br />
manto, se puso <strong>de</strong> pie <strong>de</strong> un salto y fue hacia él. [51] Jesús le preguntó:<br />
«¿Qué quieres que haga por ti». Él le respondió: «Maestro, que yo<br />
pueda ver». [52] Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida<br />
comenzó a ver y lo siguió por el camino.
(C.I.C 2616) La oración a Jesús ya fue escuchada por El durante su<br />
ministerio, a través <strong>de</strong> los signos que anticipan el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su muerte y <strong>de</strong> su<br />
resurrección: Jesús escucha la oración <strong>de</strong> fe expresada en palabras (<strong>de</strong>l leproso:<br />
cf. Mc 1, 40-41, <strong>de</strong> Jairo cf. Mc 5, 36, <strong>de</strong> la cananea cf. Mc 7, 29, <strong>de</strong>l buen ladrón<br />
cf. Lc 23, 39-43), o en silencio (<strong>de</strong> los portadores <strong>de</strong>l paralítico cf. Mc 2, 5, <strong>de</strong> la<br />
hemorroísa cf. Mc 5, 28 que toca el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> su manto, <strong>de</strong> las lágrimas y el<br />
perfume <strong>de</strong> la pecadora cf. Lc 7, 37-38). La petición apremiante <strong>de</strong> los ciegos:<br />
"¡Ten piedad <strong>de</strong> nosotros, Hijo <strong>de</strong> David!" (Mt 9, 27) o "¡Hijo <strong>de</strong> David, ten<br />
compasión <strong>de</strong> mí!" (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición <strong>de</strong> la Oración a<br />
Jesús: "Señor Jesú Cristo, Hijo <strong>de</strong> Dios, ten piedad <strong>de</strong> mí, pecador". Sanando<br />
enfermeda<strong>de</strong>s o perdonando pecados, Jesús siempre respon<strong>de</strong> a la plegaria que le<br />
suplica con fe: "Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!". San Agustín resume<br />
admirablemente las tres dimensiones <strong>de</strong> la oración <strong>de</strong> Jesús: "Orat pro nobis ut<br />
sacerdos noster, orat in nobis ut caput nostrum, oratur a nobis ut Deus noster.<br />
Agnoscamus ergo et in illo voces nostras et voces eius in nobis" ("Ora por<br />
nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a El se<br />
dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en El<br />
nuestras voces; y la voz <strong>de</strong> El, en nosotros" (San Agustin, Enarratio in Psalmum<br />
85, 1: PL 36, 1081).<br />
<strong>Marcos</strong> 11<br />
(Mc 11, 1-7) Respondieron como Jesús les había dicho<br />
[1] Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie <strong>de</strong>l monte<br />
<strong>de</strong> los Olivos, cerca <strong>de</strong> Betfagé y <strong>de</strong> Betania, Jesús envió a dos <strong>de</strong> sus<br />
discípulos, [2] diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al<br />
entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía.<br />
Desátenlo y tráiganlo; [3] y si alguien les pregunta: “¿Qué están<br />
haciendo”, respondan: “El Señor lo necesita y lo va a <strong>de</strong>volver en<br />
seguida”». [4] Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca <strong>de</strong> una<br />
puerta, en la calle, y lo <strong>de</strong>sataron. [5] Algunos <strong>de</strong> los que estaban allí les<br />
preguntaron: «¿Qué hacen ¿Por qué <strong>de</strong>satan ese asno». [6] Ellos<br />
respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. [7]<br />
Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se<br />
montó.<br />
(C.I.C 570) La entrada <strong>de</strong> Jesús en Jerusalén manifiesta la venida <strong>de</strong>l Reino<br />
que el Rey-Mesías, recibido en su ciudad por los niños y por los humil<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
corazón, va a llevar a cabo por la Pascua <strong>de</strong> su Muerte y <strong>de</strong> su Resurrección.<br />
(C.I.C 560 La entrada <strong>de</strong> Jesús en Jerusalén manifiesta la venida <strong>de</strong>l Reino que<br />
el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua <strong>de</strong> su Muerte y <strong>de</strong> su<br />
Resurrección. Con su celebración, el domingo <strong>de</strong> Ramos, la liturgia <strong>de</strong> la Iglesia<br />
abre la gran Semana Santa. (C.I.C 560) La entrada <strong>de</strong> Jesús en Jerusalén<br />
manifiesta la venida <strong>de</strong>l Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la<br />
Pascua <strong>de</strong> su Muerte y <strong>de</strong> su Resurrección. Con su celebración, el domingo <strong>de</strong><br />
Ramos, la liturgia <strong>de</strong> la Iglesia abre la gran Semana Santa.<br />
(Mc 11, 8-11) ¡Bendito sea el Reino que ya viene!<br />
[8] Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían<br />
con ramas que cortaban en el campo. [9] Los que iban <strong>de</strong>lante y los que<br />
seguían a Jesús, gritaban: «¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre
<strong>de</strong>l Señor! [10] ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino <strong>de</strong> nuestro<br />
padre David! ¡Hosana en las alturas!». [11] Jesús llegó a Jerusalén y fue<br />
al Templo; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> observarlo todo, como ya era tar<strong>de</strong>, salió con los<br />
Doce hacia Betania.<br />
(C.I.C 559) ¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías Jesús rehuyó<br />
siempre las tentativas populares <strong>de</strong> hacerle rey (cf. Jn 6, 15), pero elige el<br />
momento y prepara los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> su entrada mesiánica en la ciudad <strong>de</strong> "David,<br />
su Padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado como hijo <strong>de</strong> David, el que trae<br />
la salvación ("Hosanna" quiere <strong>de</strong>cir "¡sálvanos!", "Danos la salvación!"). Pues<br />
bien, el "Rey <strong>de</strong> la Gloria" (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad "montado en un<br />
asno" (Za 9, 9): no conquista a la hija <strong>de</strong> Sión, figura <strong>de</strong> su Iglesia, ni por la<br />
astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio <strong>de</strong> la Verdad<br />
(cf. Jn 18, 37). Por eso los súbditos <strong>de</strong> su Reino, aquel día fueron los niños (cf. Mt<br />
21, 15-16; Sal 8, 3) y los "pobres <strong>de</strong> Dios", que le aclamaban como los ángeles lo<br />
anunciaron a los pastores (cf. Lc 19, 38; 2, 14). Su aclamación "Bendito el que<br />
viene en el nombre <strong>de</strong>l Señor" (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el<br />
Sanctus <strong>de</strong> la liturgia eucarística para introducir al memorial <strong>de</strong> la Pascua <strong>de</strong>l<br />
Señor.<br />
(Mc 11, 12-14) «Que nadie más coma <strong>de</strong> tus frutos»<br />
[12] Al día siguiente, cuando salieron <strong>de</strong> Betania, Jesús sintió<br />
hambre. [13] Al divisar <strong>de</strong> lejos una higuera cubierta <strong>de</strong> hojas, se acercó<br />
para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque<br />
no era la época <strong>de</strong> los higos. [14] Dirigiéndose a la higuera, le dijo: «Que<br />
nadie más coma <strong>de</strong> tus frutos». Y sus discípulos lo oyeron.<br />
(C.I.C 1724) El Decálogo, el Sermón <strong>de</strong> la Montaña y la catequesis<br />
apostólica nos <strong>de</strong>scriben los caminos que conducen al Reino <strong>de</strong> los cielos. Por<br />
ellos avanzamos paso a paso mediante los actos <strong>de</strong> cada día, sostenidos por la<br />
gracia <strong>de</strong>l Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra <strong>de</strong> Cristo, damos lentamente<br />
frutos en la Iglesia para la gloria <strong>de</strong> Dios (cf. parábola <strong>de</strong>l sembrador: Mt 13, 3-<br />
23).<br />
(Mc 11, 15-19) Mi Casa será llamada Casa <strong>de</strong> oración<br />
[15] Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y<br />
comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las<br />
mesas <strong>de</strong> los cambistas y los puestos <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> palomas, [16]<br />
y prohibió que transportaran cargas por el Templo. [17] Y les enseñaba:<br />
«¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa <strong>de</strong> oración para<br />
todas las naciones Pero uste<strong>de</strong>s la han convertido en una cueva <strong>de</strong><br />
ladrones». [18] Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas,<br />
buscaban la forma <strong>de</strong> matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el<br />
pueblo estaba maravillado <strong>de</strong> su enseñanza. [19] Al caer la tar<strong>de</strong>, Jesús y<br />
sus discípulos salieron <strong>de</strong> la ciudad.<br />
(C.I.C 512) Respecto a la vida <strong>de</strong> Cristo, el Símbolo <strong>de</strong> la Fe no habla más<br />
que <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> la Encarnación (concepción y nacimiento) y <strong>de</strong> la Pascua<br />
(pasión, crucifixión, muerte, sepultura, <strong>de</strong>scenso a los infiernos, resurrección,<br />
ascensión). No dice nada explícitamente <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> la vida oculta y<br />
pública <strong>de</strong> Jesús, pero los artículos <strong>de</strong> la fe referente a la Encarnación y a la<br />
Pascua <strong>de</strong> Jesús iluminan toda la vida terrena <strong>de</strong> Cristo. "Todo lo que Jesús hizo<br />
y enseñó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio hasta el día en que [...] fue llevado al cielo" (Hch 1, 1-<br />
2) hay que verlo a la luz <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> Navidad y <strong>de</strong> Pascua. (C.I.C 576) A
los ojos <strong>de</strong> muchos en Israel, Jesús parece actuar contra las instituciones<br />
esenciales <strong>de</strong>l Pueblo elegido: – contra la sumisión a la Ley en la integridad <strong>de</strong><br />
sus prescripciones escritas, y, para los fariseos, según la interpretación <strong>de</strong> la<br />
tradición oral. – contra el carácter central <strong>de</strong>l Templo <strong>de</strong> Jerusalén como lugar<br />
santo don<strong>de</strong> Dios habita <strong>de</strong> una manera privilegiada. – contra la fe en el Dios<br />
único, cuya gloria ningún hombre pue<strong>de</strong> compartir. (CCC 584) Jesús subió al<br />
Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era<br />
para él la casa <strong>de</strong> su Padre, una casa <strong>de</strong> oración, y se indigna porque el atrio<br />
exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21, 13). Si expulsa a los<br />
merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l Templo es por celo hacia las cosas <strong>de</strong> su Padre: "no hagáis <strong>de</strong> la<br />
Casa <strong>de</strong> mi Padre una casa <strong>de</strong> mercado. Sus discípulos se acordaron <strong>de</strong> que estaba<br />
escrito: 'El celo por tu Casa me <strong>de</strong>vorará' (Sal 69, 10)" (Jn 2, 16-17). Después <strong>de</strong><br />
su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo<br />
(cf. Hch 2, 46; 3, 1; 5, 20. 21; etc.).<br />
(Mc 11, 20-26) Tengan fe en Dios<br />
[20] A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera<br />
se había secado <strong>de</strong> raíz. [21] Pedro, acordándose, dijo a Jesús:<br />
«Maestro, la higuera que has mal<strong>de</strong>cido se ha secado». [22] Jesús le<br />
respondió: «Tengan fe en Dios. [23] Porque yo les aseguro que si alguien<br />
dice a esta montaña: “Retírate <strong>de</strong> ahí y arrójate al mar”, sin vacilar en su<br />
interior, sino creyendo que suce<strong>de</strong>rá lo que dice, lo conseguirá. [24] Por<br />
eso les digo: Cuando pid[an] algo en la oración, crean que ya lo tienen y<br />
lo conseguirán. [25] Y cuando uste<strong>de</strong>s se pongan <strong>de</strong> pie para orar, si<br />
tienen algo en contra <strong>de</strong> alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el<br />
cielo les perdonará también sus faltas». [26] .<br />
(C.I.C 2610) Del mismo modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes<br />
<strong>de</strong> recibir sus dones, nos enseña esta audacia filial: "todo cuanto pidáis en la<br />
oración, creed que ya lo habéis recibido" (Mc 11, 24). Tal es la fuerza <strong>de</strong> la<br />
oración, "todo es posible para quien cree" (Mc 9, 23), con una fe "que no duda"<br />
(Mt 21, 21). Tanto como Jesús se entristece por la "falta <strong>de</strong> fe" <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Nazaret<br />
(Mc 6, 6) y la "poca fe" <strong>de</strong> sus discípulos (cf. Mt 8, 26), así se admira ante la<br />
"gran fe" <strong>de</strong>l centurión romano (cf. Mt 8, 10) y <strong>de</strong> la cananea (cf. Mt 15, 28).<br />
(C.I.C 2611) La oración <strong>de</strong> fe no consiste solamente en <strong>de</strong>cir "Señor, Señor", sino<br />
en disponer el corazón para hacer la voluntad <strong>de</strong>l Padre (cf. Mt 7, 21). Jesús<br />
invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad <strong>de</strong> cooperar con el plan<br />
divino (cf. Mt 9, 38; Lc 10, 2; Jn 4, 34). (C.I.C 2840) Ahora bien, lo temible es<br />
que este <strong>de</strong>sbordamiento <strong>de</strong> misericordia no pue<strong>de</strong> penetrar en nuestro corazón<br />
mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el<br />
Cuerpo <strong>de</strong> Cristo, es indivisible; no po<strong>de</strong>mos amar a Dios a quien no vemos, si no<br />
amamos al hermano, a la hermana a quienes vemos (cf. 1Jn 4, 20). Al negarse a<br />
perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace<br />
impermeable al amor misericordioso <strong>de</strong>l Padre; en la confesión <strong>de</strong>l propio<br />
pecado, el corazón se abre a su gracia. (C.I.C 2841) Esta petición es tan<br />
importante que es la única sobre la cual el Señor vuelve y explicita en el Sermón<br />
<strong>de</strong> la Montaña (cf. Mt 5, 23-24; 6, 14-15; Mc 11, 25). Esta exigencia crucial <strong>de</strong>l<br />
misterio <strong>de</strong> la Alianza es imposible para el hombre. Pero "todo es posible para<br />
Dios" (Mt 19, 26).
(Mc 11, 27-33) ¿Quién te dio autoridad para hacerlo<br />
[27] Y llegaron <strong>de</strong> nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por<br />
el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se<br />
acercaron a él [28] y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas<br />
¿O quién te dio autoridad para hacerlo». [29] Jesús les respondió: «Yo<br />
también quiero hacerles una sola pregunta. Si me respon<strong>de</strong>n, les diré con<br />
qué autoridad hago estas cosas. [30] Díganme: el bautismo <strong>de</strong> Juan,<br />
¿venía <strong>de</strong>l cielo o <strong>de</strong> los hombres». [31] Ellos se hacían este<br />
razonamiento: «Si contestamos: “Del cielo”, él nos dirá: “¿Por qué no<br />
creyeron en él”. [32] ¿Diremos entonces: “De los hombres”». Pero<br />
como temían al pueblo, porque todos consi<strong>de</strong>raban que Juan había sido<br />
realmente un profeta, [33] respondieron a Jesús: «No sabemos». Y él les<br />
respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas».<br />
(C.I.C 240) Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no<br />
lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único,<br />
el cual eternamente es Hijo sólo en relación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo<br />
sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se<br />
lo quiera revelar" (Mt 11,27). (C.I.C 241) Por eso los Apóstoles confiesan a Jesús<br />
como "el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios" (Jn 1,1),<br />
como "la imagen <strong>de</strong>l Dios invisible" (Col 1,15), como "el resplandor <strong>de</strong> su gloria<br />
y la impronta <strong>de</strong> su esencia" Hb 1,3). (C.I.C 239) Al <strong>de</strong>signar a Dios con el<br />
nombre <strong>de</strong> "Padre", el lenguaje <strong>de</strong> la fe indica principalmente dos aspectos: que<br />
Dios es origen primero <strong>de</strong> todo y autoridad transcen<strong>de</strong>nte y que es al mismo<br />
tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal <strong>de</strong><br />
Dios pue<strong>de</strong> ser expresada también mediante la imagen <strong>de</strong> la maternidad (cf. Is<br />
66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia <strong>de</strong> Dios, la<br />
intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje <strong>de</strong> la fe se sirve así <strong>de</strong> la<br />
experiencia humana <strong>de</strong> los padres que son en cierta manera los primeros<br />
representantes <strong>de</strong> Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los<br />
padres humanos son falibles y que pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sfigurar la imagen <strong>de</strong> la paternidad y<br />
<strong>de</strong> la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transcien<strong>de</strong> la distinción<br />
humana <strong>de</strong> los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transcien<strong>de</strong> también la<br />
paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y<br />
medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios.<br />
<strong>Marcos</strong> 12<br />
(Mc 12, 1-9) Este es el here<strong>de</strong>ro: vamos a matarlo<br />
[1] Jesús se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una<br />
viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre <strong>de</strong> vigilancia. Después<br />
la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. [2] A su <strong>de</strong>bido tiempo,<br />
envió a un servidor para percibir <strong>de</strong> los viñadores la parte <strong>de</strong> los frutos<br />
que le correspondía. [3] Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron<br />
con las manos vacías. [4] De nuevo les envió a otro servidor, y a este<br />
también lo maltrataron y lo llenaron <strong>de</strong> ultrajes. [5] Envió a un tercero, y a<br />
este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. [6]<br />
Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en<br />
último término, pensando: “Respetarán a mi hijo”. [7] Pero los viñadores<br />
se dijeron: “Este es el here<strong>de</strong>ro: vamos a matarlo y la herencia será<br />
nuestra”. [8] Y apo<strong>de</strong>rándose <strong>de</strong> él, lo mataron y lo arrojaron fuera <strong>de</strong> la
viña. [9] ¿Qué hará el dueño <strong>de</strong> la viña Vendrá, acabará con los<br />
viñadores y entregará la viña a otros.<br />
(C.I.C 546) Jesús llama a entrar en el Reino a través <strong>de</strong> las parábolas, rasgo<br />
típico <strong>de</strong> su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por medio <strong>de</strong> ellas invita al banquete <strong>de</strong>l<br />
Reino (cf. Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el<br />
Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen<br />
falta obras (cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre:<br />
¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)<br />
¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30) Jesús y la presencia <strong>de</strong>l<br />
Reino en este mundo están secretamente en el corazón <strong>de</strong> las parábolas. Es<br />
preciso entrar en el Reino, es <strong>de</strong>cir, hacerse discípulo <strong>de</strong> Cristo para "conocer los<br />
Misterios <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4,<br />
11), la enseñanza <strong>de</strong> las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15).<br />
(Mc 12, 10-12) Esta es la obra <strong>de</strong>l Señor, admirable<br />
[10] ¿No han leído este pasaje <strong>de</strong> la Escritura: La piedra que los<br />
constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: [11] esta es<br />
la obra <strong>de</strong>l Señor, admirable a nuestros ojos». [12] Entonces buscaban<br />
la manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la<br />
había dicho por ellos, pero tenían miedo <strong>de</strong> la multitud. Y <strong>de</strong>jándolo, se<br />
fueron.<br />
(C.I.C 386) El pecado está presente en la historia <strong>de</strong>l hombre: sería vano<br />
intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar<br />
compren<strong>de</strong>r lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo<br />
profundo <strong>de</strong>l hombre con Dios, porque fuera <strong>de</strong> esta relación, el mal <strong>de</strong>l pecado<br />
no es <strong>de</strong>senmascarado en su verda<strong>de</strong>ra i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> rechazo y oposición a Dios,<br />
aunque continúe pesando sobre la vida <strong>de</strong>l hombre y sobre la historia. (C.I.C 522)<br />
La venida <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios<br />
quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos <strong>de</strong> la<br />
"Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta<br />
venida por boca <strong>de</strong> los profetas que se suce<strong>de</strong>n en Israel. A<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>spierta en el<br />
corazón <strong>de</strong> los paganos una espera, aún confusa, <strong>de</strong> esta venida.<br />
(Mc 12, 13-16) «¿Por qué me tien<strong>de</strong>n una trampa<br />
[13] Le enviaron <strong>de</strong>spués a unos fariseos y herodianos para<br />
sorpren<strong>de</strong>rlo en alguna <strong>de</strong> sus afirmaciones. [14] Ellos fueron y le dijeron:<br />
«Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición<br />
<strong>de</strong> las personas, porque no te fijas en la categoría <strong>de</strong> nadie, sino que<br />
enseñas con toda fi<strong>de</strong>lidad el camino <strong>de</strong> Dios. ¿Está permitido pagar el<br />
impueso al César o no ¿Debemos pagarlo o no». [15] Pero él,<br />
conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tien<strong>de</strong>n una trampa<br />
Muéstrenme un <strong>de</strong>nario». [16] Cuando se lo mostraron, preguntó: «¿De<br />
quién es esta figura y esta inscripción». Respondieron: «Del César».<br />
(C.I.C 2238) Los que están sometidos a la autoridad <strong>de</strong>ben mirar a sus<br />
superiores como representantes <strong>de</strong> Dios que los ha instituido ministros <strong>de</strong> sus<br />
dones (cf. Rm 13, 1-2): “Sed sumisos, a causa <strong>de</strong>l Señor, a toda institución<br />
humana [...]. Obrad como hombres libres, y no como quienes hacen <strong>de</strong> la libertad<br />
un pretexto para la maldad, sino como siervos <strong>de</strong> Dios” (1P 2, 13.16.). Su<br />
colaboración leal entraña el <strong>de</strong>recho, a veces el <strong>de</strong>ber, <strong>de</strong> ejercer una justa crítica<br />
<strong>de</strong> lo que les parece perjudicial para la dignidad <strong>de</strong> las personas o el bien <strong>de</strong> la<br />
comunidad. (C.I.C 450) Des<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> la historia cristiana, la afirmación
<strong>de</strong>l señorío <strong>de</strong> Jesús sobre el mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa<br />
también reconocer que el hombre no <strong>de</strong>be someter su libertad personal, <strong>de</strong> modo<br />
absoluto, a ningún po<strong>de</strong>r terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo:<br />
César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29). "La Iglesia cree que la clave, el<br />
centro y el fin <strong>de</strong> toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro"<br />
(Gaudium et spes, 10; cf. 45).<br />
(Mc 12, 17) Den al César lo que es <strong>de</strong>l César<br />
[17] Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es <strong>de</strong>l César, y a<br />
Dios, lo que es <strong>de</strong> Dios». Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.<br />
(C.I.C 2242) El ciudadano tiene obligación en conciencia <strong>de</strong> no seguir las<br />
prescripciones <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s civiles cuando estos preceptos son contrarios a<br />
las exigencias <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n moral, a los <strong>de</strong>rechos fundamentales <strong>de</strong> las personas o a<br />
las enseñanzas <strong>de</strong>l <strong>Evangelio</strong>. El rechazo <strong>de</strong> la obediencia a las autorida<strong>de</strong>s<br />
civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las <strong>de</strong> la recta conciencia, tiene su<br />
justificación en la distinción entre el servicio <strong>de</strong> Dios y el servicio <strong>de</strong> la<br />
comunidad política. ‘Dad al César lo que es <strong>de</strong>l César y a Dios lo que es <strong>de</strong> Dios’<br />
(Mt 22, 21). ‘Hay que obe<strong>de</strong>cer a Dios antes que a los hombres’ (Hch 5, 29):<br />
“Cuando la autoridad pública, excediéndose en sus competencias, oprime a los<br />
ciudadanos, éstos no <strong>de</strong>ben rechazar las exigencias objetivas <strong>de</strong>l bien común;<br />
pero les es lícito <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r sus <strong>de</strong>rechos y los <strong>de</strong> sus conciudadanos contra el<br />
abuso <strong>de</strong> esta autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y<br />
evangélica” (Gaudium et spes, 74).<br />
(Mc 12, 18-25) Cuando resuciten serán como ángeles<br />
[18] Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la<br />
resurrección, y le propusieron este caso: [19] «Maestro, Moisés nos ha<br />
or<strong>de</strong>nado lo siguiente: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos,<br />
que su hermano, para darle <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia, se case con la viuda”. [20]<br />
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener<br />
hijos. [21] El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener<br />
hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; [22] y así ninguno <strong>de</strong> los siete <strong>de</strong>jó<br />
<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia. Después <strong>de</strong> todos ellos, murió la mujer. [23] Cuando<br />
resuciten los muertos, ¿<strong>de</strong> quién será esposa, ya que los siete la tuvieron<br />
por mujer». [24] Jesús les dijo: «¿No será que uste<strong>de</strong>s están<br />
equivocados por no compren<strong>de</strong>r las Escrituras ni el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios [25]<br />
Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán,<br />
sino que serán como ángeles en el cielo.<br />
(C.I.C 1619) La virginidad por el Reino <strong>de</strong> los Cielos es un <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la<br />
gracia bautismal, un signo po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> la preeminencia <strong>de</strong>l vínculo con Cristo, <strong>de</strong><br />
la ardiente espera <strong>de</strong> su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio<br />
es una realidad que manifiesta el carácter pasajero <strong>de</strong> este mundo (cf. 1Co 7,31;<br />
Mc 12,25).<br />
(Mc 12, 26-27) No es un Dios <strong>de</strong> muertos sino <strong>de</strong> vivientes<br />
[26] Y con respecto a la resurrección <strong>de</strong> los muertos, ¿no han leído<br />
en el Libro <strong>de</strong> Moisés, en el pasaje <strong>de</strong> la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy<br />
el Dios <strong>de</strong> Abraham, el Dios <strong>de</strong> Isaac y el Dios <strong>de</strong> Jacob [27] Él no es un<br />
Dios <strong>de</strong> muertos, sino <strong>de</strong> vivientes. Uste<strong>de</strong>s están en un grave error».<br />
(C.I.C 993) Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos contemporáneos <strong>de</strong>l<br />
Señor (cf. Jn 11, 24) esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los
saduceos que la niegan respon<strong>de</strong>: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el<br />
po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios, vosotros estáis en el error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección<br />
<strong>de</strong>scansa en la fe en Dios que "no es un Dios <strong>de</strong> muertos sino <strong>de</strong> vivos" (Mc 12,<br />
27). (C.I.C 994) Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su<br />
propia persona: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús<br />
el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él (cf. Jn 5, 24-25; 6,<br />
40) y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida<br />
pública ofrece ya un signo y una prenda <strong>de</strong> la resurrección <strong>de</strong>volviendo la vida a<br />
algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando así su propia<br />
Resurrección que, no obstante, será <strong>de</strong> otro or<strong>de</strong>n. De este acontecimiento único,<br />
El habla como <strong>de</strong>l "signo <strong>de</strong> Jonás" (Mt 12, 39), <strong>de</strong>l signo <strong>de</strong>l Templo (cf. Jn 2,<br />
19-22): anuncia su Resurrección al tercer día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte (cf. Mc 10,<br />
34).<br />
(Mc 12, 28-34) Tú amarás al Señor tu Dios<br />
[28] Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido<br />
bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero <strong>de</strong> los<br />
mandamientos». [29] Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel:<br />
el Señor nuestro Dios es el único Señor; [30] y tú amarás al Señor, tu<br />
Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con<br />
todas tus fuerzas. [31] El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti<br />
mismo. No hay otro mandamiento más gran<strong>de</strong> que estos». [32] El escriba<br />
le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al <strong>de</strong>cir que hay un solo Dios y<br />
no hay otro más que él, [33] y que amarlo con todo el corazón, con toda la<br />
inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo,<br />
vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios». [34] Jesús, al<br />
ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos<br />
<strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.<br />
(C.I.C 592) Jesús no abolió la Ley <strong>de</strong>l Sinaí, sino que la perfeccionó (cf. Mt<br />
5, 17-19) <strong>de</strong> tal modo (cf. Jn 8, 46) que reveló su hondo sentido (cf. Mt 5, 33) y<br />
satisfizo por las transgresiones contra ella (cf. Hb 9, 15). (C.I.C 595) Entre las<br />
autorida<strong>de</strong>s religiosas <strong>de</strong> Jerusalén, no solamente el fariseo Nico<strong>de</strong>mo (cf. Jn 7,<br />
50) o el notable José <strong>de</strong> Arimatea eran en secreto discípulos <strong>de</strong> Jesús (cf. Jn 19,<br />
38-39), sino que durante mucho tiempo hubo disensiones a propósito <strong>de</strong> El (cf. Jn<br />
9, 16-17; 10, 19-21) hasta el punto <strong>de</strong> que en la misma víspera <strong>de</strong> su pasión, S.<br />
Juan pudo <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> ellos que "un buen número creyó en él", aunque <strong>de</strong> una<br />
manera muy imperfecta (Jn 12, 42). Eso no tiene nada <strong>de</strong> extraño si se consi<strong>de</strong>ra<br />
que al día siguiente <strong>de</strong> Pentecostés "multitud <strong>de</strong> sacerdotes iban aceptando la fe"<br />
(Hch 6, 7) y que "algunos <strong>de</strong> la secta <strong>de</strong> los Fariseos ... habían abrazado la fe"<br />
(Hch 15, 5) hasta el punto <strong>de</strong> que Santiago pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir a S. Pablo que "miles y<br />
miles <strong>de</strong> judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios <strong>de</strong> la Ley"<br />
(Hch 21, 20).<br />
(Mc 12, 35-37) ¿Cómo el Mesías es hijo <strong>de</strong> David<br />
[35] Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: «¿Cómo<br />
pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>cir los escribas que el Mesías es hijo <strong>de</strong> David [36] El mismo<br />
David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor:<br />
Siéntate a mi <strong>de</strong>recha, hasta que ponga a tus enemigos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> tus<br />
pies. [37] Si el mismo David lo llama “Señor”, ¿cómo pue<strong>de</strong> ser hijo<br />
suyo». La multitud escuchaba a Jesús con agrado.
(C.I.C 202) Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es<br />
preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas<br />
las fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo enten<strong>de</strong>r que El mismo es "el<br />
Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio <strong>de</strong> la fe<br />
cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Unico. Creer en el Espíritu Santo,<br />
"que es Señor y dador <strong>de</strong> vida", no introduce ninguna división en el Dios único:<br />
“Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verda<strong>de</strong>ro Dios, inmenso e<br />
inmutable, incomprensible, todopo<strong>de</strong>roso eterno e inefable, Padre, Hijo y Espíritu<br />
Santo: Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza<br />
absolutamente simple (IV Concilio <strong>de</strong> Letrán: DS 800). (C.I.C 590) Sólo la<br />
i<strong>de</strong>ntidad divina <strong>de</strong> la persona <strong>de</strong> Jesús pue<strong>de</strong> justificar una exigencia tan absoluta<br />
como ésta: "El que no está conmigo está contra mí" (Mt 12, 30); lo mismo cuando<br />
dice que él es "más que Jonás [...] más que Salomón" (Mt 12, 41-42), "más que el<br />
Templo" (Cf. Mt 12, 6); cuando recuerda, refiriéndose a que David llama al<br />
Mesías su Señor (Cf. Mt 12, 36-37), cuando afirma: "Antes que naciese Abraham,<br />
Yo soy" (Jn 8, 58); e incluso: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30).<br />
(Mc 12, 38-40) Cuí<strong>de</strong>nse <strong>de</strong> los escribas<br />
[38] Y él les enseñaba: «Cuí<strong>de</strong>nse <strong>de</strong> los escribas, a quienes les<br />
gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas [39] y<br />
ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; [40] que<br />
<strong>de</strong>voran los bienes <strong>de</strong> las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos<br />
serán juzgados con más severidad».<br />
(C.I.C 678) Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Joel 3, 4; Ml 3,19) y a<br />
Juan Bautista (cf. Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el Juicio <strong>de</strong>l<br />
último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta <strong>de</strong> cada uno (cf. Mc 12, 38-<br />
40) y el secreto <strong>de</strong> los corazones (cf. Lc 12, 1-3; Jn 3, 20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4,<br />
5). Entonces será con<strong>de</strong>nada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la<br />
gracia ofrecida por Dios (cf. Mt 11, 20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al<br />
prójimo revelará la acogida o el rechazo <strong>de</strong> la gracia y <strong>de</strong>l amor divino (cf. Mt 5,<br />
22; 7, 1-5). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno <strong>de</strong> estos hermanos<br />
míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). (C.I.C 679) Cristo es Señor<br />
<strong>de</strong> la vida eterna. El pleno <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> juzgar <strong>de</strong>finitivamente las obras y los<br />
corazones <strong>de</strong> los hombres pertenece a Cristo como Re<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong>l mundo.<br />
"Adquirió" este <strong>de</strong>recho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio<br />
al Hijo" (Jn 5, 22; cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2Tm 4, 1). Pues<br />
bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17) y para dar la<br />
vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo <strong>de</strong> la gracia en esta vida por lo<br />
que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; 12, 48); es retribuido según sus<br />
obras (cf. 1Co 3, 12-15) y pue<strong>de</strong> incluso con<strong>de</strong>narse eternamente al rechazar el<br />
Espíritu <strong>de</strong> amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; 10, 26-31).<br />
(Mc 12, 41-44) Esta pobre viuda dio todo lo que poseía<br />
[41] Jesús se sentó frente a la sala <strong>de</strong>l tesoro <strong>de</strong>l Templo y miraba<br />
cómo la gente <strong>de</strong>positaba su limosna. Muchos ricos daban en<br />
abundancia. [42] Llegó una viuda <strong>de</strong> condición humil<strong>de</strong> y colocó dos<br />
pequeñas monedas <strong>de</strong> cobre. [43] Entonces él llamó a sus discípulos y<br />
les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que<br />
cualquiera <strong>de</strong> los otros, [44] porque todos han dado <strong>de</strong> lo que les<br />
sobraba, pero ella, <strong>de</strong> su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que<br />
tenía para vivir».
(C.I.C 2544) Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El respecto a todo<br />
y a todos y les propone ‘renunciar a todos sus bienes’ (cf. Lc 14, 33) por El y por<br />
el <strong>Evangelio</strong> (cf. Mc 8, 35). Poco antes <strong>de</strong> su pasión les mostró como ejemplo la<br />
pobre viuda <strong>de</strong> Jerusalén que, <strong>de</strong> su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir<br />
(cf. Lc 21, 4). El precepto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> las riquezas es obligatorio para<br />
entrar en el Reino <strong>de</strong> los cielos. (C.I.C 2443) Dios bendice a los que ayudan a los<br />
pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo: ‘A quien te pi<strong>de</strong> da, al que <strong>de</strong>see<br />
que le prestes algo no le vuelvas la espalda’ (Mt 5, 42). ‘Gratis lo recibisteis,<br />
dadlo gratis’ (Mt 10, 8). Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan<br />
hecho por los pobres (cf. Mt 25, 31-36). La buena nueva ‘anunciada a los pobres’<br />
(Mt 11, 5; Lc 4, 18)) es el signo <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Cristo. (C.I.C 2444) ‘El amor<br />
<strong>de</strong> la Iglesia por los pobres [...] pertenece a su constante tradición’ (Centesimus<br />
annus, 57). Está inspirado en el <strong>Evangelio</strong> <strong>de</strong> las bienaventuranzas (cf. Lc 6, 20-<br />
22), en la pobreza <strong>de</strong> Jesús (cf. Mt 8, 20), y en su atención a los pobres (cf. Mc<br />
12, 41-44). El amor a los pobres es también uno <strong>de</strong> los motivos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber <strong>de</strong><br />
trabajar, con el fin <strong>de</strong> hacer partícipe al que se halle en necesidad (Ef 4, 28). No<br />
abarca sólo la pobreza material, sino también las numerosas formas <strong>de</strong> pobreza<br />
cultural y religiosa (cf. Centesimus annus, 57).<br />
<strong>Marcos</strong> 13<br />
(Mc 13, 1-4) De todo esto no quedará piedra sobre piedra<br />
[1] Cuando Jesús salía <strong>de</strong>l Templo, uno <strong>de</strong> sus discípulos le dijo:<br />
«¡Maestro, mira qué piedras enormes y qué construcción!». [2] Jesús le<br />
respondió: «¿Ves esa gran construcción De todo esto no quedará piedra<br />
sobre piedra: todo será <strong>de</strong>struido». [3] Y <strong>de</strong>spués, estando sentado en el<br />
monte <strong>de</strong> los Olivos, frente al Templo, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le<br />
preguntaron en privado: [4] «Dinos cuándo suce<strong>de</strong>rá esto y cuál será la<br />
señal <strong>de</strong> que ya están por cumplirse todas estas cosas».<br />
(C.I.C 586) Lejos <strong>de</strong> haber sido hostil al Templo (cf. Mt 8, 4; 23, 21; Lc 17,<br />
14; Jn 4, 22) don<strong>de</strong> expuso lo esencial <strong>de</strong> su enseñanza (cf. Jn 18, 20), Jesús quiso<br />
pagar el impuesto <strong>de</strong>l Templo asociándose con Pedro (cf. Mt 17, 24-27), a quien<br />
acababa <strong>de</strong> poner como fundamento <strong>de</strong> su futura Iglesia (cf. Mt 16, 18). Aún más,<br />
se i<strong>de</strong>ntificó con el Templo presentándose como la morada <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> Dios<br />
entre los hombres (cf. Jn 2, 21; Mt 12, 6). Por eso su muerte corporal (cf. Jn 2,<br />
18-22) anuncia la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l Templo que señalará la entrada en una nueva<br />
edad <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> la salvación:"Llega la hora en que, ni en este monte, ni en<br />
Jerusalén adoraréis al Padre" (Jn 4, 21; cf. Jn 4, 23-24; Mt 27, 51; Hb 9, 11; Ap<br />
21, 22).<br />
(Mc 13, 5-8) Tengan cuidado <strong>de</strong> que no los engañen<br />
[5] Entonces Jesús comenzó a <strong>de</strong>cirles: «Tengan cuidado <strong>de</strong> que no<br />
los engañen, [6] porque muchos se presentarán en mi [N]ombre, diciendo:<br />
“Soy yo”, y engañarán a mucha gente. [7] No se alarmen cuando oigan<br />
hablar <strong>de</strong> guerras y <strong>de</strong> rumores <strong>de</strong> guerras: es necesario que esto ocurra,<br />
pero todavía no será el fin. [8] Se levantará nación contra nación y reino<br />
contra reino. En muchas partes, habrá terremotos y hambre. Este será el<br />
comienzo <strong>de</strong> los dolores <strong>de</strong>l parto.<br />
(C.I.C 2612) En Jesús "el Reino <strong>de</strong> Dios está próximo" (Mc 1, 15), llama a<br />
la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En la oración, el discípulo
espera atento a Aquél que "es y que viene", en el recuerdo <strong>de</strong> su primera venida<br />
en la humildad <strong>de</strong> la carne, y en la esperanza <strong>de</strong> su segundo advenimiento en la<br />
gloria (cf. Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión con su Maestro, la oración <strong>de</strong> los<br />
discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la<br />
tentación (cf. Lc 22, 40. 46).<br />
(Mc 13, 9-13) El que persevere hasta el fin, se salvará<br />
[9] Estén atentos: los entregarán a los tribunales y los azotarán en<br />
las sinagogas, y por mi causa serán llevados ante gobernadores y reyes,<br />
para dar testimonio <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos. [10] Pero antes, la Buena Noticia<br />
será proclamada a todas las naciones. [11] Cuando los entreguen, no se<br />
preocupen por lo que van a <strong>de</strong>cir: digan lo que se les enseñe en ese<br />
momento, porque no serán uste<strong>de</strong>s los que hablarán, sino el Espíritu<br />
Santo. [12] El hermano entregará a su hermano para que sea con<strong>de</strong>nado<br />
a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y<br />
los matarán. [13] Serán odiados por todos a causa <strong>de</strong> mi Nombre, pero el<br />
que persevere hasta el fin, se salvará.<br />
(C.I.C 2849) Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la<br />
oración. Por medio <strong>de</strong> su oración, Jesús es vencedor <strong>de</strong>l Tentador, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
principio (cf. Mt 4, 11) y en el último combate <strong>de</strong> su agonía (cf. Mt 26, 36-44).<br />
En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La<br />
vigilancia <strong>de</strong>l corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf.<br />
Mc 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda <strong>de</strong>l corazón",<br />
y Jesús pi<strong>de</strong> al Padre que "nos guar<strong>de</strong> en su Nombre" (cf. Jn 17, 11). El Espíritu<br />
Santo trata <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarnos continuamente a esta vigilancia (cf. 1Co 16, 13; Col 4,<br />
2; 1Ts 5, 6; 1P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la<br />
tentación final <strong>de</strong> nuestro combate en la tierra; pi<strong>de</strong> la perseverancia final. "Mira<br />
que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15).<br />
(Mc 13, 14-23) Uste<strong>de</strong>s tengan cuidado<br />
[14] Cuando vean la Abominación <strong>de</strong> la <strong>de</strong>solación usurpando el<br />
lugar que no le correspon<strong>de</strong> –el que lea esto, entiéndalo bien– los que<br />
estén en Ju<strong>de</strong>a, que se refugien en las montañas; [15] el que esté en la<br />
azotea <strong>de</strong> su casa, no baje a buscar sus cosas; [16] y el que esté en el<br />
campo, que no vuelva atrás a buscar su manto. [17] ¡Ay <strong>de</strong> las mujeres<br />
que estén embarazadas o tengan niños <strong>de</strong> pecho en aquellos días! [18]<br />
Rueguen para que no suceda en invierno. [19] Porque habrá entonces<br />
una gran tribulación, como no la hubo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong>l mundo<br />
hasta ahora, ni la habrá jamás. [20] Y si el Señor no abreviara ese tiempo,<br />
nadie se salvaría; pero lo abreviará a causa <strong>de</strong> los elegidos. [21] Si<br />
alguien les dice entonces: “El Mesías está aquí o está allí”, no lo crean.<br />
[22] Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas que harán<br />
milagros y prodigios capaces <strong>de</strong> engañar, si fuera posible, a los mismos<br />
elegidos. [23] Pero uste<strong>de</strong>s tengan cuidado: yo los he prevenido <strong>de</strong> todo.<br />
(C.I.C 673) Des<strong>de</strong> la Ascensión, el advenimiento <strong>de</strong> Cristo en la gloria es<br />
inminente (cf. Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y<br />
el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32).<br />
Este acontecimiento escatológico se pue<strong>de</strong> cumplir en cualquier momento (cf. Mt<br />
24, 44: 1Ts 5, 2), aunque tal hecho y la prueba final que le ha <strong>de</strong> prece<strong>de</strong>r estén<br />
"retenidos" en las manos <strong>de</strong> Dios (cf. 2Ts 2, 3-12). (C.I.C 671) El Reino <strong>de</strong><br />
Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran
po<strong>de</strong>r y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento <strong>de</strong>l Rey a la tierra.<br />
Este Reino aún es objeto <strong>de</strong> los ataques <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l mal (cf. 2Te 2, 7) a<br />
pesar <strong>de</strong> que estos po<strong>de</strong>res hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua <strong>de</strong> Cristo.<br />
Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1Co 15, 28), y "mientras no […] haya<br />
nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva<br />
en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen <strong>de</strong><br />
este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores <strong>de</strong><br />
parto hasta ahora y que esperan la manifestación <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios" (Lumen<br />
gentium, 48). Por esta razón los cristianos pi<strong>de</strong>n, sobre todo en la Eucaristía (cf.<br />
1Co 11, 26), que se apresure el retorno <strong>de</strong> Cristo (cf. 2P 3, 11-12) cuando<br />
suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1Co 16, 22; Ap 22, 17).<br />
(Mc 13, 24-27) Hijo <strong>de</strong>l hombre lleno <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> gloria<br />
[24] En ese tiempo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta tribulación, el sol se<br />
oscurecerá, la luna <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> brillar, [25] las estrellas caerán <strong>de</strong>l cielo y<br />
los astros se conmoverán. [26] Y se verá al Hijo <strong>de</strong>l hombre venir sobre<br />
las nubes, lleno <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> gloria. [27] Y él enviará a los ángeles para<br />
que congreguen a sus elegidos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los cuatro puntos cardinales, <strong>de</strong> un<br />
extremo al otro <strong>de</strong>l horizonte.<br />
(C.I.C 675) Antes <strong>de</strong>l advenimiento <strong>de</strong> Cristo, la Iglesia <strong>de</strong>berá pasar por<br />
una prueba final que sacudirá la fe <strong>de</strong> numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24,<br />
12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21,<br />
12; Jn 15, 19-20) <strong>de</strong>svelará el "Misterio <strong>de</strong> iniquidad" bajo la forma <strong>de</strong> una<br />
impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus<br />
problemas mediante el precio <strong>de</strong> la apostasía <strong>de</strong> la verdad. La impostura religiosa<br />
suprema es la <strong>de</strong>l Anticristo, es <strong>de</strong>cir, la <strong>de</strong> un seudo-mesianismo en que el<br />
hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> su Mesías<br />
venido en la carne (cf. 2Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3;2 Jn 7; 1Jn 2, 18.22).<br />
(Mc 13, 28-32) Ese día y la hora nadie los conoce<br />
[28] Aprendan esta comparación, tomada <strong>de</strong> la higuera: cuando sus<br />
ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, uste<strong>de</strong>s se dan cuenta <strong>de</strong><br />
que se acerca el verano. [29] Así también, cuando vean que suce<strong>de</strong>n<br />
todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. [30] Les<br />
aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. [31] El<br />
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. [32] En cuanto a<br />
ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles <strong>de</strong>l cielo, ni el Hijo,<br />
nadie sino el Padre.<br />
(C.I.C 470) Puesto que en la unión misteriosa <strong>de</strong> la Encarnación "la<br />
naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida" (Gaudium et spes, 22), la<br />
Iglesia ha llegado a confesar con el correr <strong>de</strong> los siglos, la plena realidad <strong>de</strong>l alma<br />
humana, con sus operaciones <strong>de</strong> inteligencia y <strong>de</strong> voluntad, y <strong>de</strong>l cuerpo humano<br />
<strong>de</strong> Cristo. Pero paralelamente, ha tenido que recordar en cada ocasión que la<br />
naturaleza humana <strong>de</strong> Cristo pertenece propiamente a la persona divina <strong>de</strong>l Hijo<br />
<strong>de</strong> Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella pertenece a "uno <strong>de</strong> la<br />
Trinidad". El Hijo <strong>de</strong> Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo<br />
personal <strong>de</strong> existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo<br />
expresa humanamente las comportamientos divinos <strong>de</strong> la Trinidad (cf. Jn 14, 9-<br />
10): “El Hijo <strong>de</strong> Dios [...] trabajó con manos <strong>de</strong> hombre, pensó con inteligencia<br />
<strong>de</strong> hombre, obró con voluntad <strong>de</strong> hombre, amó con corazón <strong>de</strong> hombre. Nacido<br />
<strong>de</strong> la Virgen María, se hizo verda<strong>de</strong>ramente uno <strong>de</strong> nosotros, en todo semejante a
nosotros, excepto en el pecado (Gaudium et spes, 22). (C.I.C 670) Des<strong>de</strong> la<br />
Ascensión, el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la<br />
"última hora" (1Jn 2, 18; cf. 1P 4, 7). "El final <strong>de</strong> la historia ha llegado ya a<br />
nosotros y la renovación <strong>de</strong>l mundo está ya <strong>de</strong>cidida <strong>de</strong> manera irrevocable e<br />
incluso <strong>de</strong> alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en<br />
efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verda<strong>de</strong>ra santidad, aunque todavía<br />
imperfecta" (Lumen gentium, 48). El Reino <strong>de</strong> Cristo manifiesta ya su presencia<br />
por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la<br />
Iglesia (cf. Mc 16, 20).<br />
(Mc 13, 33-37) Tengan cuidado y estén prevenidos<br />
[33] Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo<br />
llegará el momento. [34] Será como un hombre que se va <strong>de</strong> viaje, <strong>de</strong>ja<br />
su casa al cuidado <strong>de</strong> sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y<br />
recomienda al portero que permanezca en vela. [35] Estén prevenidos,<br />
entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño <strong>de</strong> casa, si al<br />
atar<strong>de</strong>cer, a medianoche, al canto <strong>de</strong>l gallo o por la mañana. [36] No sea<br />
que llegue <strong>de</strong> improviso y los encuentre dormidos. [37] Y esto que les<br />
digo a uste<strong>de</strong>s, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».<br />
(C.I.C 672) Cristo afirmó antes <strong>de</strong> su Ascensión que aún no era la hora <strong>de</strong>l<br />
establecimiento glorioso <strong>de</strong>l Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7)<br />
que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), <strong>de</strong>bía traer a todos los hombres el or<strong>de</strong>n<br />
<strong>de</strong>finitivo <strong>de</strong> la justicia, <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong> la paz. El tiempo presente, según el Señor,<br />
es el tiempo <strong>de</strong>l Espíritu y <strong>de</strong>l testimonio (cf. Hch 1, 8), pero es también un<br />
tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1Co 7, 26) y la prueba <strong>de</strong>l mal (cf.<br />
Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia(cf. 1P 4, 17) e inaugura los combates <strong>de</strong><br />
los últimos días (1Jn 2, 18; 4, 3; 1Tm 4, 1). Es un tiempo <strong>de</strong> espera y <strong>de</strong> vigilia<br />
(cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37). (C.I.C 673) Des<strong>de</strong> la Ascensión, el advenimiento<br />
<strong>de</strong> Cristo en la gloria es inminente (cf. Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos<br />
"toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad"<br />
(Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se pue<strong>de</strong> cumplir en<br />
cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1Ts 5, 2), aunque tal hecho y la prueba final<br />
que le ha <strong>de</strong> prece<strong>de</strong>r estén "retenidos" en las manos <strong>de</strong> Dios (cf. 2Ts 2, 3-12).<br />
<strong>Marcos</strong> 14<br />
(Mc 14, 1-2) Arrestar a Jesús para darle muerte<br />
[1] Faltaban dos días para la fiesta <strong>de</strong> la Pascua y <strong>de</strong> los panes<br />
Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera <strong>de</strong><br />
arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. [2] Porque <strong>de</strong>cían: «No lo<br />
hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el<br />
pueblo».<br />
(C.I.C 2262) En el Sermón <strong>de</strong> la Montaña, el Señor recuerda el precepto:<br />
‘No matarás’ (Mt 5, 21), y aña<strong>de</strong> el rechazo absoluto <strong>de</strong> la ira, <strong>de</strong>l odio y <strong>de</strong> la<br />
venganza. Más aún, Cristo exige a sus discípulos presentar la otra mejilla (cf. Mt<br />
5, 22-39), amar a los enemigos (cf. Mt 5, 44). El mismo no se <strong>de</strong>fendió y dijo a<br />
Pedro que guardase la espada en la vaina (cf. Mt 26, 52). (C.I.C 1739) Libertad y<br />
pecado. La libertad <strong>de</strong>l hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró.<br />
Libremente pecó. Al rechazar el proyecto <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios, se engañó a sí mismo<br />
y se hizo esclavo <strong>de</strong>l pecado. Esta primera alienación engendró una multitud <strong>de</strong>
alienaciones. La historia <strong>de</strong> la humanidad, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus orígenes, atestigua<br />
<strong>de</strong>sgracias y opresiones nacidas <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong>l hombre a consecuencia <strong>de</strong> un mal<br />
uso <strong>de</strong> la libertad.<br />
(Mc 14, 3-9) Ungió mi cuerpo anticipadamente<br />
[3] Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa <strong>de</strong> Simón<br />
el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno <strong>de</strong> un valioso perfume <strong>de</strong><br />
nardo puro, y rompiendo el frasco, <strong>de</strong>rramó el perfume sobre la cabeza<br />
<strong>de</strong> Jesús. [4] Entonces algunos <strong>de</strong> los que estaban allí se indignaron y<br />
comentaban entre sí: «¿Para qué este <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> perfume [5] Se<br />
hubiera podido ven<strong>de</strong>r por más <strong>de</strong> trescientos <strong>de</strong>narios para repartir el<br />
dinero entre los pobres». Y la criticaban. [6] Pero Jesús dijo: «Déjenla,<br />
¿por qué la molestan Ha hecho una buena obra conmigo. [7] A los<br />
pobres los tienen siempre con uste<strong>de</strong>s y pue<strong>de</strong>n hacerles bien cuando<br />
quieran, pero a mí no me tendrán siempre. [8] Ella hizo lo que podía;<br />
ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. [9] Les aseguro que<br />
allí don<strong>de</strong> se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará<br />
también en su memoria lo que ella hizo».<br />
(C.I.C 438) La consagración mesiánica <strong>de</strong> Jesús manifiesta su misión<br />
divina. "Por otra parte eso es lo que significa su mismo nombre, porque en el<br />
nombre <strong>de</strong> Cristo está sobre entendido El que ha ungido, El que ha sido ungido y<br />
la Unción misma con la que ha sido ungido: El que ha ungido, es el Padre. El que<br />
ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción" (S. Ireneo<br />
<strong>de</strong> Lyon, Adversus haereses 3, 18, 3: PG 7, 934). Su eterna consagración<br />
mesiánica fue revelada en el tiempo <strong>de</strong> su vida terrena en el momento <strong>de</strong> su<br />
bautismo, por Juan cuando "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con po<strong>de</strong>r"<br />
(Hch 10, 38) "para que él fuese manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su Mesías.<br />
Sus obras y sus palabras lo dieron a conocer como "el santo <strong>de</strong> Dios" (Cf. Mc 1,<br />
24; Jn 6, 69; Hch 3, 14). (C.I.C 1189) La celebración litúrgica compren<strong>de</strong> signos<br />
y símbolos que se refieren a la creación (luz, agua, fuego), a la vida humana<br />
(lavar, ungir, partir el pan) y a la historia <strong>de</strong> la salvación (los ritos <strong>de</strong> la Pascua).<br />
Insertos en el mundo <strong>de</strong> la fe y asumidos por la fuerza <strong>de</strong>l Espíritu Santo, estos<br />
elementos cósmicos, estos ritos humanos, estos gestos <strong>de</strong>l recuerdo <strong>de</strong> Dios se<br />
hacen portadores <strong>de</strong> la acción salvífica y santificadora <strong>de</strong> Cristo.<br />
(Mc 14, 10-11) Judas buscaba ocasión para entregarlo<br />
[10] Judas Iscariote, uno <strong>de</strong> los Doce, fue a ver a los sumos<br />
sacerdotes para entregarles a Jesús. [11] Al oírlo, ellos se alegraron y<br />
prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para<br />
entregarlo.<br />
(C.I.C 1851) Es precisamente en la Pasión, en la que la misericordia <strong>de</strong><br />
Cristo vencería, done el pecado manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad:<br />
incredulidad, rechazo y burlas por parte <strong>de</strong> los jefes y <strong>de</strong>l pueblo, <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong><br />
Pilato y crueldad <strong>de</strong> los soldados, traición <strong>de</strong> Judas tan dura a Jesús, negaciones<br />
<strong>de</strong> Pedro y abandono <strong>de</strong> los discípulos. Sin embargo, en la hora misma <strong>de</strong> las<br />
tinieblas y <strong>de</strong>l príncipe <strong>de</strong> este mundo (cf. Jn 14, 30), el sacrificio <strong>de</strong> Cristo se<br />
convierte secretamente en la fuente <strong>de</strong> la que brotará inagotable el perdón <strong>de</strong><br />
nuestros pecados.
(Mc 14, 12-16) Los discípulos prepararon la Pascua<br />
[12] El primer día <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong> los panes Ácimos, cuando se<br />
inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dón<strong>de</strong><br />
quieres que vayamos a prepararte la comida pascual». [13] Él envió a<br />
dos <strong>de</strong> sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se<br />
encontrarán con un hombre que lleva un cántaro <strong>de</strong> agua. Síganlo, [14] y<br />
díganle al dueño <strong>de</strong> la casa don<strong>de</strong> entre: El Maestro dice: “¿Dón<strong>de</strong> está<br />
mi sala, en la que voy a comer el cor<strong>de</strong>ro pascual con mis discípulos”.<br />
[15] Él les mostrará en el piso alto una pieza gran<strong>de</strong>, arreglada con<br />
almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario». [16] Los<br />
discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús<br />
les había dicho y prepararon la Pascua.<br />
(C.I.C 1340) Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso<br />
<strong>de</strong>l banquete pascual, Jesús dio su sentido <strong>de</strong>finitivo a la pascua judía. En efecto,<br />
el paso <strong>de</strong> Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es<br />
anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la<br />
pascua judía y anticipa la pascua final <strong>de</strong> la Iglesia en la gloria <strong>de</strong>l Reino.<br />
(Mc 14, 17-24) Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre<br />
[17] Al atar<strong>de</strong>cer, Jesús llegó con los Doce. [18] Y mientras estaban<br />
comiendo, dijo: «Les aseguro que uno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s me entregará, uno que<br />
come conmigo». [19] Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle,<br />
uno tras otro: «¿Seré yo». [20] Él les respondió: «Es uno <strong>de</strong> los Doce,<br />
uno que se sirve <strong>de</strong> la misma fuente que yo. [21] El Hijo <strong>de</strong>l hombre se<br />
va, como está escrito <strong>de</strong> él, pero ¡ay <strong>de</strong> aquel por quien el Hijo <strong>de</strong>l<br />
hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!». [22] Mientras<br />
comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus<br />
discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». [23] Después tomó<br />
una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron <strong>de</strong> ella. [24] Y les<br />
dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre <strong>de</strong> la Alianza, que se <strong>de</strong>rrama por<br />
muchos.<br />
(C.I.C 1324) La Eucaristía es "fuente y culmen <strong>de</strong> toda la vida cristiana"<br />
(Lumen gentium, 11). "Los <strong>de</strong>más sacramentos, como también todos los<br />
ministerios eclesiales y las obras <strong>de</strong> apostolado, están unidos a la Eucaristía y a<br />
ella se or<strong>de</strong>nan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual<br />
<strong>de</strong> la Iglesia, es <strong>de</strong>cir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (Presbyterorum ordinis, 5).<br />
(C.I.C 1333) En el corazón <strong>de</strong> la celebración <strong>de</strong> la Eucaristía se encuentran el pan<br />
y el vino que, por las palabras <strong>de</strong> Cristo y por la invocación <strong>de</strong>l Espíritu Santo, se<br />
convierten en el Cuerpo y la Sangre <strong>de</strong> Cristo. Fiel a la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Señor, la Iglesia<br />
continúa haciendo, en memoria <strong>de</strong> El, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la<br />
víspera <strong>de</strong> su pasión: "Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno <strong>de</strong> vino...". Al<br />
convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre <strong>de</strong> Cristo, los signos <strong>de</strong>l pan<br />
y <strong>de</strong>l vino siguen significando también la bondad <strong>de</strong> la creación. Así, en el<br />
ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf. Sal 104,13-15), fruto<br />
"<strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong>l hombre", pero antes, "fruto <strong>de</strong> la tierra" y "<strong>de</strong> la vid", dones <strong>de</strong>l<br />
Creador. La Iglesia ve en en el gesto <strong>de</strong> Melquise<strong>de</strong>c, rey y sacerdote, que<br />
"ofreció pan y vino" (Gn 14,18) una prefiguración <strong>de</strong> su propia ofrenda (cf.<br />
Plegaría Eucarística I o Canon Romano, 95; Misal Romano).
(Mc 14, 25) El día en que beba el vino nuevo en el Reino<br />
[25] Les aseguro que no beberé más <strong>de</strong>l fruto <strong>de</strong> la vid hasta el día<br />
en que beba el vino nuevo en el Reino <strong>de</strong> Dios».<br />
(C.I.C 1403) En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención <strong>de</strong> sus<br />
discípulos hacia el cumplimiento <strong>de</strong> la Pascua en el reino <strong>de</strong> Dios: "Y os digo que<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora no beberé <strong>de</strong> este fruto <strong>de</strong> la vid hasta el día en que lo beba con<br />
vosotros, <strong>de</strong> nuevo, en el Reino <strong>de</strong> mi Padre" (Mt 26,29; cf. Lc 22,18; Mc 14,25).<br />
Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se<br />
dirige hacia "el que viene" (Ap 1,4). En su oración, implora su venida: "Maran<br />
atha" (1Co 16,22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), "que tu gracia venga y que<br />
este mundo pase" (Didaché 10,6).<br />
(Mc 14, 26-35) Mi alma siente una tristeza <strong>de</strong> muerte<br />
[26] Después <strong>de</strong>l canto <strong>de</strong> los Salmos, salieron hacia el monte <strong>de</strong><br />
los Olivos. [27] Y Jesús les dijo: «Todos uste<strong>de</strong>s se van a escandalizar,<br />
porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. [28]<br />
Pero <strong>de</strong>spués que yo resucite, iré antes que uste<strong>de</strong>s a Galilea». [29]<br />
Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré».<br />
[30] Jesús le respondió: «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes<br />
que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces». [31]<br />
Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y<br />
todos <strong>de</strong>cían lo mismo. [32] Llegaron a una propiedad llamada<br />
Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos. «Qué<strong>de</strong>nse aquí, mientras yo<br />
voy a orar». [33] Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y<br />
comenzó a sentir temor y a angustiarse. [34] Entonces les dijo: «Mi alma<br />
siente una tristeza <strong>de</strong> muerte. Qué<strong>de</strong>nse aquí velando». [35] Y<br />
a<strong>de</strong>lantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, <strong>de</strong> ser posible,<br />
no tuviera que pasar por esa hora.<br />
(C.I.C 613) La muerte <strong>de</strong> Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a<br />
cabo la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> los hombres (cf. 1Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio<br />
<strong>de</strong>l "cor<strong>de</strong>ro que quita el pecado <strong>de</strong>l mundo" (Jn 1, 29; cf. 1P 1, 19) y el sacrificio<br />
<strong>de</strong> la Nueva Alianza (cf. 1Co 11, 25) que <strong>de</strong>vuelve al hombre a la comunión con<br />
Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con El por "la sangre <strong>de</strong>rramada por muchos<br />
para remisión <strong>de</strong> los pecados" (Mt 26, 28;cf. Lv 16, 15-16). (C.I.C 614) Este<br />
sacrificio <strong>de</strong> Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios (cf.<br />
Hb 10, 10). Ante todo es un don <strong>de</strong>l mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega<br />
al Hijo para reconciliarnos consigo (cf. 1Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda<br />
<strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios hecho hombre que, libremente y por amor (cf. Jn 15, 13), ofrece<br />
su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio <strong>de</strong>l Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14),<br />
para reparar nuestra <strong>de</strong>sobediencia.<br />
(Mc 14, 36-42) Que no se haga mi voluntad, sino la tuya<br />
[36] Y <strong>de</strong>cía: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja <strong>de</strong> mí este<br />
cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». [37] Después volvió<br />
y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón,<br />
¿duermes ¿No has podido quedarte <strong>de</strong>spierto ni siquiera una hora [38]<br />
Permanezcan <strong>de</strong>spiertos y oren para no caer en la tentación, porque el<br />
espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». [39] Luego se alejó<br />
nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. [40] Al regresar, los<br />
encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban <strong>de</strong> sueño, y no<br />
sabían qué respon<strong>de</strong>rle. [41] Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora
pue<strong>de</strong>n dormir y <strong>de</strong>scansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el<br />
Hijo <strong>de</strong>l hombre va a ser entregado en manos <strong>de</strong> los pecadores. [42]<br />
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».<br />
(C.I.C 612) El cáliz <strong>de</strong> la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al<br />
ofrecerse a sí mismo (cf. Lc 22, 20), lo acepta a continuación <strong>de</strong> manos <strong>de</strong>l Padre<br />
en su agonía <strong>de</strong> Getsemaní (cf. Mt 26, 42) haciéndose "obediente hasta la muerte"<br />
(Flp 2, 8; cf. Hb 5, 7-8). Jesús ora: "Padre mío, si es posible, que pase <strong>de</strong> mí este<br />
cáliz..." (Mt 26, 39). Expresa así el horror que representa la muerte para su<br />
naturaleza humana. Esta, en efecto, como la nuestra, está <strong>de</strong>stinada a la vida<br />
eterna; a<strong>de</strong>más, a diferencia <strong>de</strong> la nuestra, está perfectamente exenta <strong>de</strong> pecado<br />
(cf. Hb 4, 15) que es la causa <strong>de</strong> la muerte (cf. Rm 5, 12); pero sobre todo está<br />
asumida por la persona divina <strong>de</strong>l "Príncipe <strong>de</strong> la Vida", <strong>de</strong> "el que vive" (cf. Hch<br />
3, 15), Viventis (cf. Ap 1, 18; Jn 1, 4; 5, 26), assumpta. Al aceptar en su voluntad<br />
humana que se haga la voluntad <strong>de</strong>l Padre (cf. Mt 26, 42), acepta su muerte como<br />
re<strong>de</strong>ntora para "llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre el ma<strong>de</strong>ro" (1P 2, 24).<br />
(Mc 14, 43-52) Entonces todos lo abandonaron y huyeron<br />
[43] Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno<br />
<strong>de</strong> los Doce, acompañado <strong>de</strong> un grupo con espadas y palos, enviado por<br />
los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. [44] El traidor les<br />
había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y<br />
llévenlo bien custodiado». [45] Apenas llegó, se le acercó y le dijo:<br />
«Maestro», y lo besó. [46] Los otros se abalanzaron sobre él y lo<br />
arrestaron. [47] Uno <strong>de</strong> los que estaban allí sacó la espada e hirió al<br />
servidor <strong>de</strong>l Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. [48] Jesús les dijo:<br />
«Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.<br />
[49] Todos los días estaba entre uste<strong>de</strong>s enseñando en el Templo y no<br />
me arrestaron. Pero esto suce<strong>de</strong> para que se cumplan las Escrituras».<br />
[50] Entonces todos lo abandonaron y huyeron. [51] Lo seguía un joven,<br />
envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; [52] pero él, <strong>de</strong>jando<br />
la sábana, se escapó <strong>de</strong>snudo.<br />
(C.I.C 409) Esta situación dramática <strong>de</strong>l mundo que "todo entero yace en<br />
po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l maligno" (1Jn 5,19; cf. 1P 5,8), hace <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l hombre un combate:<br />
“A través <strong>de</strong> toda la historia <strong>de</strong>l hombre se extiend e una dura batalla contra los<br />
po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> las tinieblas que, iniciada ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el origen <strong>de</strong>l mundo, durará hasta<br />
el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre <strong>de</strong>be combatir<br />
continuamente para adherirse al bien, y no sin gran<strong>de</strong>s trabajos, con la ayuda <strong>de</strong> la<br />
gracia <strong>de</strong> Dios, es capaz <strong>de</strong> lograr la unidad en sí mismo” (Gaudium et spes, 37).<br />
(Mc 14, 53-59) Se presentaron con falsas acusaciones<br />
[53] Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron<br />
todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. [54] Pedro lo<br />
había seguido <strong>de</strong> lejos hasta el interior <strong>de</strong>l palacio <strong>de</strong>l Sumo Sacerdote y<br />
estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. [55] Los<br />
sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra<br />
Jesús, para po<strong>de</strong>r con<strong>de</strong>narlo a muerte, pero no lo encontraban. [56]<br />
Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero<br />
sus testimonios no concordaban. [57] Algunos <strong>de</strong>claraban falsamente<br />
contra Jesús: [58] «Nosotros lo hemos oído <strong>de</strong>cir: “Yo <strong>de</strong>struiré este<br />
Templo hecho por la mano <strong>de</strong>l hombre, y en tres días volveré a construir
otro que no será hecho por la mano <strong>de</strong>l hombre”». [59] Pero tampoco en<br />
esto concordaban sus <strong>de</strong>claraciones.<br />
(C.I.C 585) Jesús anunció, no obstante, en el umbral <strong>de</strong> su Pasión, la ruina<br />
<strong>de</strong> ese espléndido edificio <strong>de</strong>l cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24, 1-<br />
2). Hay aquí un anuncio <strong>de</strong> una señal <strong>de</strong> los últimos tiempos que se van a abrir<br />
con su propia Pascua (cf. Mt 24, 3; Lc 13, 35). Pero esta profecía pudo ser<br />
<strong>de</strong>formada por falsos testigos en su interrogatorio en casa <strong>de</strong>l sumo sacerdote (cf.<br />
Mc 14, 57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la<br />
cruz (cf. Mt 27, 39-40).<br />
(Mc 14, 60-65) Todos sentenciaron que merecía la muerte<br />
[60] El Sumo Sacerdote, poniéndose <strong>de</strong> pie ante la asamblea,<br />
interrogó a Jesús: «¿No respon<strong>de</strong>s nada a lo que estos atestiguan contra<br />
ti». [61] Él permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo<br />
Sacerdote lo interrogó nuevamente: «¿Eres el Mesías, el Hijo <strong>de</strong>l Dios<br />
bendito». [62] Jesús respondió: «Sí, yo lo soy: y uste<strong>de</strong>s verán al Hijo<br />
<strong>de</strong>l hombre sentarse a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l Todopo<strong>de</strong>roso y venir entre las<br />
nubes <strong>de</strong>l cielo». [63] Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y<br />
exclamó: «¿Qué necesidad tenemos ya <strong>de</strong> testigos [64] Uste<strong>de</strong>s acaban<br />
<strong>de</strong> oír la blasfemia. ¿Qué les parece». Y todos sentenciaron que<br />
merecía la muerte. [65] Después algunos comenzaron a escupirlo y,<br />
tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le <strong>de</strong>cían: «¡Profetiza!». Y<br />
también los servidores le daban bofetadas.<br />
(C.C.I. 443) Si Pedro pudo reconocer el carácter transcen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la<br />
filiación divina <strong>de</strong> Jesús Mesías es porque éste lo <strong>de</strong>jó enten<strong>de</strong>r claramente. Ante<br />
el Sanedrín, a la pregunta <strong>de</strong> sus acusadores: "Entonces, ¿tú eres el Hijo <strong>de</strong><br />
Dios", Jesús ha respondido: "Vosotros lo <strong>de</strong>cís: yo soy" (Lc 22, 70; cf. Mt 26,<br />
64; Mc 14, 61). Ya mucho antes, El se <strong>de</strong>signó como el "Hijo" que conoce al<br />
Padre (cf. Mt 11, 27; 21, 37-38), que es distinto <strong>de</strong> los "siervos" que Dios envió<br />
antes a su pueblo (cf. Mt 21, 34-36), superior a los propios ángeles (cf. Mt 24,<br />
36). Distinguió su filiación <strong>de</strong> la <strong>de</strong> sus discípulos, no diciendo jamás "nuestro<br />
Padre" (cf. Mt 5, 48; 6, 8; 7, 21; Lc 11, 13) salvo para or<strong>de</strong>narles "vosotros, pues,<br />
orad así: Padre Nuestro" (Mt 6, 9); y subrayó esta distinción: "Mi Padre y vuestro<br />
Padre" (Jn 20, 17). (C.I.C. 572) La Iglesia permanece fiel a "la interpretación <strong>de</strong><br />
todas las Escrituras" dada por Jesús mismo, tanto antes como <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />
Pascua: "¿No era necesario que Cristo pa<strong>de</strong>ciera eso y entrara así en su gloria"<br />
(Lc 24, 26-27. 44-45). Los pa<strong>de</strong>cimientos <strong>de</strong> Jesús han tomado una forma<br />
histórica concreta por el hecho <strong>de</strong> haber sido "reprobado por los ancianos, los<br />
sumos sacerdotes y los escribas" (Mc 8, 31), que lo "entregaron a los gentiles,<br />
para burlarse <strong>de</strong> él, azotarle y crucificarle" (Mt 20, 19).<br />
(Mc 14, 66-72) Antes que cante el gallo me habrás negado<br />
[66] Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una <strong>de</strong> las<br />
sirvientas <strong>de</strong>l Sumo Sacerdote [67] y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró<br />
fijamente y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno». [68] Él<br />
lo negó, diciendo: «No sé nada; no entiendo <strong>de</strong> qué estás hablando».<br />
Luego salió al vestíbulo y cantó el gallo. [69] La sirvienta, al verlo, volvió a<br />
<strong>de</strong>cir a los presentes: «Este es uno <strong>de</strong> ellos». [70] Pero él lo negó<br />
nuevamente. Un poco más tar<strong>de</strong>, los que estaban allí dijeron a Pedro:<br />
«Seguro que eres uno <strong>de</strong> ellos, porque tú también eres galileo». [71]<br />
Entonces él se puso a mal<strong>de</strong>cir y a jurar que no conocía a ese hombre <strong>de</strong>l
que estaban hablando. [72] En seguida cantó el gallo por segunda vez.<br />
Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el<br />
gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces». Y se puso a<br />
llorar.<br />
(C.I.C. 1427) Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte<br />
esencial <strong>de</strong>l anuncio <strong>de</strong>l Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino <strong>de</strong> Dios está<br />
cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación <strong>de</strong> la<br />
Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo<br />
y su <strong>Evangelio</strong>. Así, el Bautismo es el lugar principal <strong>de</strong> la conversión primera y<br />
fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Hch 2,38) se<br />
renuncia al mal y se alcanza la salvación, es <strong>de</strong>cir, la remisión <strong>de</strong> todos los<br />
pecados y el don <strong>de</strong> la vida nueva. (C.I.C 1429) De ello da testimonio la<br />
conversión <strong>de</strong> S. Pedro tras la triple negación <strong>de</strong> su Maestro. La mirada <strong>de</strong> infinita<br />
misericordia <strong>de</strong> Jesús provoca las lágrimas <strong>de</strong>l arrepentimiento (cf. Lc 22,61) y,<br />
tras la resurrección <strong>de</strong>l Señor, la triple afirmación <strong>de</strong> su amor hacia él (cf. Jn<br />
21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto<br />
aparece en la llamada <strong>de</strong>l Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2, 5. 16).<br />
S. Ambrosio dice acerca <strong>de</strong> las dos conversiones que, “en la Iglesia, existen el<br />
agua y las lágrimas: el agua <strong>de</strong>l Bautismo y las lágrimas <strong>de</strong> la Penitencia" (San<br />
Ambrosio, Epistula extra collectionem 1 [41], 12: PL 16, 1116).<br />
<strong>Marcos</strong> 15<br />
(Mc 15, 1-8) ¿Tú eres el rey <strong>de</strong> los judíos «Tú lo dices»<br />
[1] En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en<br />
Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. [2] Este lo interrogó:<br />
«¿Tú eres el rey <strong>de</strong> los judíos». Jesús le respondió: «Tú lo dices». [3]<br />
Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. [4] Pilato<br />
lo interrogó nuevamente: «¿No respon<strong>de</strong>s nada ¡Mira <strong>de</strong> todo lo que te<br />
acusan!». [5] Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto <strong>de</strong>jó muy<br />
admirado a Pilato. [6] En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso,<br />
a elección <strong>de</strong>l pueblo. [7] Había en la cárcel uno llamado Barrabás,<br />
arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante<br />
la sedición. [8] La multitud subió y comenzó a pedir el indulto<br />
acostumbrado.<br />
(C.I.C 594) Jesús realizó obras como el perdón <strong>de</strong> los pecados que lo<br />
revelaron como Dios Salvador (cf. Jn 5, 16-18). Algunos judíos que no le<br />
reconocían como Dios hecho hombre (cf. Jn 1, 14) veían en él a "un hombre que<br />
se hace Dios" (Jn 10, 33), y lo juzgaron como un blasfemo. (C.I.C 596) Las<br />
autorida<strong>de</strong>s religiosas <strong>de</strong> Jerusalén no fueron unánimes en la conducta a seguir<br />
respecto <strong>de</strong> Jesús (cf. Jn 9, 16; 10, 19). Los fariseos amenazaron <strong>de</strong> excomunión a<br />
los que le siguieran (cf. Jn 9, 22). A los que temían que "todos creerían en él; y<br />
vendrían los romanos y <strong>de</strong>struirían nuestro Lugar Santo y nuestra nación" (Jn 11,<br />
48), el sumo sacerdote Caifás les propuso profetizando: "Es mejor que muera uno<br />
solo por el pueblo y no que perezca toda la nación" (Jn 11, 50). El Sanedrín<br />
<strong>de</strong>claró a Jesús "reo <strong>de</strong> muerte" (cf. Mt 26, 66) como blasfemo, pero, habiendo<br />
perdido el <strong>de</strong>recho a con<strong>de</strong>nar a muerte a nadie (cf. Jn 18, 31), entregó a Jesús a<br />
los romanos acusándole <strong>de</strong> revuelta política (cf. Lc 23, 2) lo que le pondrá en<br />
paralelo con Barrabás acusado <strong>de</strong> "sedición" (Lc 23, 19). Son también las
amenazas políticas las que los sumos sacerdotes ejercen sobre Pilato para que éste<br />
con<strong>de</strong>ne a muerte a Jesús (cf. Jn 19, 12. 15. 21).<br />
(Mc 15, 9-15) Gritaban cada vez más fuerte: ¡Crucifícalo!<br />
[9] Pilato les dijo: «¿Quieren que les ponga en libertad al rey <strong>de</strong> los<br />
judíos». [10] Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían<br />
entregado por envidia. [11] Pero los sumos sacerdotes incitaron a la<br />
multitud a pedir la libertad <strong>de</strong> Barrabás. [12] Pilato continuó diciendo:<br />
«¿Qué quieren que haga, entonces, con el que uste<strong>de</strong>s llaman rey <strong>de</strong> los<br />
judíos». [13] Ellos gritaron <strong>de</strong> nuevo: «¡Crucifícalo!». [14] Pilato les dijo:<br />
«¿Qué mal ha hecho». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:<br />
«¡Crucifícalo!». [15] Pilato, para contentar a la multitud, les puso en<br />
libertad a Barrabás; y a Jesús, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo hecho azotar, lo<br />
entregó para que fuera crucificado.<br />
(C.I.C. 597) Teniendo en cuenta la complejidad histórica manifestada en las<br />
narraciones evangélicas sobre el proceso <strong>de</strong> Jesús y sea cual sea el pecado<br />
personal <strong>de</strong> los protagonistas <strong>de</strong>l proceso (Judas, el Sanedrín, Pilato) lo cual sólo<br />
Dios conoce, no se pue<strong>de</strong> atribuir la responsabilidad <strong>de</strong>l proceso al conjunto <strong>de</strong><br />
los judíos <strong>de</strong> Jerusalén, a pesar <strong>de</strong> los gritos <strong>de</strong> una muchedumbre manipulada<br />
(Cf. Mc 15, 11) y <strong>de</strong> las acusaciones colectivas contenidas en las exhortaciones a<br />
la conversión <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Pentecostés (cf. Hch 2, 23. 36; 3, 13-14; 4, 10; 5, 30; 7,<br />
52; 10, 39; 13, 27-28; 1Ts 2, 14-15). El mismo Jesús perdonando en la Cruz (cf.<br />
Lc 23, 34) y Pedro siguiendo su ejemplo apelan a "la ignorancia" (cf. Hch 3, 17)<br />
<strong>de</strong> los judíos <strong>de</strong> Jerusalén e incluso <strong>de</strong> sus jefes. Menos todavia se podría ampliar<br />
esta responsabilidad a los restantes judíos en el tiempo y en el espacio,<br />
apoyándose en el grito <strong>de</strong>l pueblo: "¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros<br />
hijos!" (Mt 27, 25), que equivale a una fórmula <strong>de</strong> ratificación (cf. Hch 5, 28; 18,<br />
6): Tanto es así que la Iglesia ha <strong>de</strong>clarado en el Concilio Vaticano II: "Lo que se<br />
perpetró en su pasión no pue<strong>de</strong> ser imputado indistintamente a todos los judíos<br />
que vivían entonces ni a los judíos <strong>de</strong> ho [...] No se ha <strong>de</strong> señalar a los judíos<br />
como reprobados por Dios y malditos como si tal cosa se <strong>de</strong>dujera <strong>de</strong> la Sagrada<br />
Escritura" (Nostra aetate, 4).<br />
(Mc 15, 16-20) Hicieron una corona <strong>de</strong> espinas<br />
[16] Los soldados lo llevaron <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l palacio, al pretorio, y<br />
convocaron a toda la guardia. [17] Lo vistieron con un manto <strong>de</strong> púrpura,<br />
hicieron una corona <strong>de</strong> espinas y se la colocaron. [18] Y comenzaron a<br />
saludarlo: «¡Salud, rey <strong>de</strong> los judíos!». [19] Y le golpeaban la cabeza con<br />
una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. [20]<br />
Después <strong>de</strong> haberse burlado <strong>de</strong> él, le quitaron el manto <strong>de</strong> púrpura y le<br />
pusieron <strong>de</strong> nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.<br />
(C.I.C 672) Cristo afirmó antes <strong>de</strong> su Ascensión que aún no era la hora <strong>de</strong>l<br />
establecimiento glorioso <strong>de</strong>l Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7)<br />
que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), <strong>de</strong>bía traer a todos los hombres el or<strong>de</strong>n<br />
<strong>de</strong>finitivo <strong>de</strong> la justicia, <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong> la paz. El tiempo presente, según el Señor,<br />
es el tiempo <strong>de</strong>l Espíritu y <strong>de</strong>l testimonio (cf. Hch 1, 8), pero es también un<br />
tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1Co 7, 26) y la prueba <strong>de</strong>l mal (cf.<br />
Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia(cf. 1P 4, 17) e inaugura los combates <strong>de</strong><br />
los últimos días (1Jn 2, 18; 4, 3; 1Tm 4, 1). Es un tiempo <strong>de</strong> espera y <strong>de</strong> vigilia<br />
(cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37). (C.I.C 671) El Reino <strong>de</strong> Cristo, presente ya en su<br />
Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran po<strong>de</strong>r y gloria" (Lc 21,
27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento <strong>de</strong>l Rey a la tierra. Este Reino aún es<br />
objeto <strong>de</strong> los ataques <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l mal (cf. 2Te 2, 7) a pesar <strong>de</strong> que estos<br />
po<strong>de</strong>res hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua <strong>de</strong> Cristo. Hasta que todo le<br />
haya sido sometido (cf. 1Co 15, 28), y "mientras no […] haya nuevos cielos y<br />
nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus<br />
sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen <strong>de</strong> este<br />
mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores <strong>de</strong><br />
parto hasta ahora y que esperan la manifestación <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios" (Lumen<br />
gentium, 48). Por esta razón los cristianos pi<strong>de</strong>n, sobre todo en la Eucaristía (cf.<br />
1Co 11, 26), que se apresure el retorno <strong>de</strong> Cristo (cf. 2P 3, 11-12) cuando<br />
suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1Co 16, 22; Ap 22, 17).<br />
(Mc 15, 21-32) Después lo crucificaron<br />
[21] Como pasaba por allí Simón <strong>de</strong> Cirene, padre <strong>de</strong> Alejandro y <strong>de</strong><br />
Rufo, que regresaba <strong>de</strong>l campo, lo obligaron a llevar la cruz <strong>de</strong> Jesús.<br />
[22] Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa:<br />
«lugar <strong>de</strong>l Cráneo». [23] Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él<br />
no lo tomó. [24] Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus<br />
vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. [25] Ya<br />
mediaba la mañana cuando lo crucificaron. [26] La inscripción que<br />
indicaba la causa <strong>de</strong> su con<strong>de</strong>na <strong>de</strong>cía: «El rey <strong>de</strong> los judíos». [27] Con él<br />
crucificaron a dos bandidos, uno a su <strong>de</strong>recha y el otro a su izquierda.<br />
[28] . [29] Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y <strong>de</strong>cían:<br />
«¡Eh, tú, que <strong>de</strong>struyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, 30<br />
sálvate a ti mismo y baja <strong>de</strong> la cruz!». [31] De la misma manera, los<br />
sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y <strong>de</strong>cían entre sí: «¡Ha<br />
salvado a otros y no pue<strong>de</strong> salvarse a sí mismo! [32] Es el Mesías, el rey<br />
<strong>de</strong> Israel, ¡que baje ahora <strong>de</strong> la cruz, para que veamos y crea-mos!».<br />
También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.<br />
(C.I.C 571) El Misterio pascual <strong>de</strong> la cruz y <strong>de</strong> la resurrección <strong>de</strong> Cristo está<br />
en el centro <strong>de</strong> la Buena Nueva que los Apóstoles, y la Iglesia a continuación <strong>de</strong><br />
ellos, <strong>de</strong>ben anunciar al mundo. El <strong>de</strong>signio salvador <strong>de</strong> Dios se ha cumplido <strong>de</strong><br />
"una vez por todas" (Hb 9, 26) por la muerte re<strong>de</strong>ntora <strong>de</strong> su Hijo Jesucristo.<br />
(C.I.C 573) Por lo tanto, la fe pue<strong>de</strong> escrutar las circunstancias <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong><br />
Jesús, que han sido transmitidas fielmente por los <strong>Evangelio</strong>s (cf. Dei Verbum,<br />
19) e iluminadas por otras fuentes históricas, a fin <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r mejor el sentido<br />
<strong>de</strong> la Re<strong>de</strong>nción. (C.I.C 591) Jesús pidió a las autorida<strong>de</strong>s religiosas <strong>de</strong> Jerusalén<br />
creer en él en virtud <strong>de</strong> las obras <strong>de</strong> su Padre que el realizaba (cf. Jn 10, 36-38).<br />
Pero tal acto <strong>de</strong> fe <strong>de</strong>bía pasar por una misteriosa muerte a sí mismo para un<br />
nuevo "nacimiento <strong>de</strong> lo alto" (cf. Jn 3, 7) atraído por la gracia divina (cf. Jn 6,<br />
44). Tal exigencia <strong>de</strong> conversión frente a un cumplimiento tan sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las<br />
promesas (cf. Is 53, 1) permite compren<strong>de</strong>r el trágico <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l sanhedrín al<br />
estimar que Jesús merecía la muerte como blasfemo (cf. Mc 3, 6; Mt 26, 64-66).<br />
Sus miembros obraban así tanto por "ignorancia" (cf. Lc 23, 34; Hch 3, 17-18)<br />
como por el "endurecimiento" (cf. Mc 3, 5; Rm 11, 25) <strong>de</strong> la "incredulidad" (cf.<br />
Rm 11, 20).<br />
(Mc 15, 33-37) Jesús, dando un gran grito, expiró<br />
[33] Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres <strong>de</strong> la<br />
tar<strong>de</strong>; [34] y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi, lamá<br />
sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado». [35] Algunos <strong>de</strong> los que se encontraban allí, al oírlo,<br />
dijeron: «Está llamando a Elías». [36] Uno corrió a mojar una esponja en<br />
vinagre y, poniéndola en la punta <strong>de</strong> una caña, le dio <strong>de</strong> beber, diciendo:<br />
«Vamos a ver si Elías viene a bajarlo». [37] Entonces Jesús, dando un<br />
gran grito, expiró.<br />
(C.I.C 609) Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor <strong>de</strong>l Padre hacia<br />
los hombres, "los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "nadie tiene mayor<br />
amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento<br />
como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto <strong>de</strong> su<br />
amor divino que quiere la salvación <strong>de</strong> los hombres (cf. Hb 2, 10. 17-18; 4, 15; 5,<br />
7-9). En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a<br />
los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me quita [la vida]; yo la doy<br />
voluntariamente" (Jn 10, 18). De aquí la soberana libertad <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios<br />
cuando Él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4-6; Mt 26, 53). (C.I.C<br />
613) La muerte <strong>de</strong> Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la<br />
re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> los hombres (cf. 1Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio <strong>de</strong>l<br />
"cor<strong>de</strong>ro que quita el pecado <strong>de</strong>l mundo" (Jn 1, 29; cf. 1P 1, 19) y el sacrificio <strong>de</strong><br />
la Nueva Alianza (cf. 1Co 11, 25) que <strong>de</strong>vuelve al hombre a la comunión con<br />
Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con El por "la sangre <strong>de</strong>rramada por muchos<br />
para remisión <strong>de</strong> los pecados" (Mt 26, 28; cf. Lv 16, 15-16).<br />
(Mc 15, 38-39) ¡Este hombre era Hijo <strong>de</strong> Dios!<br />
[38] El velo <strong>de</strong>l Templo se rasgó en dos, <strong>de</strong> arriba abajo. [39] Al<br />
verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:<br />
«¡Verda<strong>de</strong>ramente, este hombre era Hijo <strong>de</strong> Dios!<br />
(C.I.C 614) Este sacrificio <strong>de</strong> Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a<br />
todos los sacrificios (cf. Hb 10, 10). Ante todo es un don <strong>de</strong>l mismo Dios Padre:<br />
es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo (cf. 1Jn 4, 10). Al<br />
mismo tiempo es ofrenda <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios hecho hombre que, libremente y por<br />
amor (cf. Jn 15, 13), ofrece su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio <strong>de</strong>l<br />
Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14), para reparar nuestra <strong>de</strong>sobediencia. (C.I.C 615)<br />
"Como […] por la <strong>de</strong>sobediencia <strong>de</strong> un solo hombre, todos fueron constituidos<br />
pecadores, así también por la obediencia <strong>de</strong> uno solo todos serán constituidos<br />
justos" (Rm 5, 19). Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la<br />
sustitución <strong>de</strong>l Siervo doliente que "se dio a sí mismo en expiación", "cuando<br />
llevó el pecado <strong>de</strong> muchos", a quienes "justificará y cuyas culpas soportará" (Is<br />
53, 10-12). Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros<br />
pecados (cf. Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1529). (C.I.C 1009) La muerte fue<br />
transformada por Cristo. Jesús, el Hijo <strong>de</strong> Dios, sufrió también la muerte, propia<br />
<strong>de</strong> la condición h umana. Pero, a pesar <strong>de</strong> su angustia frente a ella (cf. Mc 14, 33-<br />
34; Hb 5, 7-8), la asumió en un acto <strong>de</strong> sometimiento total y libre a la voluntad<br />
<strong>de</strong>l Padre.La obediencia <strong>de</strong> Jesús transformó la maldición <strong>de</strong> la muerte en<br />
bendición (cf. Rm 5, 19-21).<br />
(Mc 15, 40-41) Había también allí algunas mujeres<br />
[40] Había también allí algunas mujeres que miraban <strong>de</strong> lejos. Entre<br />
ellas estaban María Magdalena, María, la madre <strong>de</strong> Santiago el menor y<br />
<strong>de</strong> José, y Salomé, [41] que seguían a Jesús y lo habían servido cuando<br />
estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.<br />
(C.I.C 2618) El <strong>Evangelio</strong> nos revela cómo María ora e interce<strong>de</strong> en la fe:<br />
en Caná (cf. Jn 2, 1-12) la madre <strong>de</strong> Jesús ruega a su hijo por las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>
un banquete <strong>de</strong> bodas, signo <strong>de</strong> otro banquete, el <strong>de</strong> las bodas <strong>de</strong>l Cor<strong>de</strong>ro que da<br />
su Cuerpo y su Sangre a petición <strong>de</strong> la Iglesia, su Esposa. Y en la hora <strong>de</strong> la<br />
nueva Alianza, al pie <strong>de</strong> la Cruz, María es escuchada como la Mujer, la nueva<br />
Eva, la verda<strong>de</strong>ra "madre <strong>de</strong> los que viven". (C.I.C 144) Obe<strong>de</strong>cer (ob-audire) en<br />
la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está<br />
garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el<br />
mo<strong>de</strong>lo que nos propone la sagrada Escritura. La Virgen María es la realización<br />
más perfecta <strong>de</strong> la misma. (C.I.C 165) Entonces es cuando <strong>de</strong>bemos volvernos<br />
hacia los testigos <strong>de</strong> la fe: Abraham, que creyó, "esperando contra toda<br />
esperanza" (Rom 4,18); la Virgen María que, en "la peregrinación <strong>de</strong> la fe"<br />
(Lumen gentium, 58), llegó hasta la "noche <strong>de</strong> la fe" (Juan Pablo II, Re<strong>de</strong>mptoris<br />
Mater, 17) participando en el sufrimiento <strong>de</strong> su Hijo y en la noche <strong>de</strong> su sepulcro<br />
(Re<strong>de</strong>mptoris Mater, 18); y tantos otros testigos <strong>de</strong> la fe: "También nosotros,<br />
teniendo en torno nuestro tan gran nube <strong>de</strong> testigos, sacudamos todo lastre y el<br />
pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone,<br />
fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe" (Hb 12,1-2).<br />
(Mc 15, 42-47) Lo <strong>de</strong>positó en un sepulcro<br />
[42] Era día <strong>de</strong> Preparación, es <strong>de</strong>cir, víspera <strong>de</strong> sábado. Por eso, al<br />
atar<strong>de</strong>cer, [43] José <strong>de</strong> Arimatea –miembro notable <strong>de</strong>l Sanedrín, que<br />
también esperaba el Reino <strong>de</strong> Dios– tuvo la audacia <strong>de</strong> presentarse ante<br />
Pilato para pedirle el cuerpo <strong>de</strong> Jesús. [44] Pilato se asombró <strong>de</strong> que ya<br />
hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que<br />
había muerto. [45] Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.<br />
[46] Este compró una sábana, bajó el cuerpo <strong>de</strong> Jesús, lo envolvió en ella<br />
y lo <strong>de</strong>positó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una<br />
piedra a la entrada <strong>de</strong>l sepulcro. [47] María Magdalena y María, la madre<br />
<strong>de</strong> José, miraban dón<strong>de</strong> lo habían puesto.<br />
(C.I.C 623) Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la muerte […] <strong>de</strong><br />
cruz" (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53, 10) <strong>de</strong>l Siervo<br />
doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas <strong>de</strong> ellos" (cf. Is 53, 11;<br />
Rm 5, 19). (C.I.C 624) "Por la gracia <strong>de</strong> Dios, gustó la muerte para bien <strong>de</strong> todos"<br />
(Hb 2, 9). En su <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente<br />
"muriese por nuestros pecados" (1Co 15, 3) sino también que "gustase la muerte",<br />
es <strong>de</strong>cir, que conociera el estado <strong>de</strong> muerte, el estado <strong>de</strong> separación entre su alma<br />
y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en<br />
la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado <strong>de</strong> Cristo muerto es el misterio<br />
<strong>de</strong>l sepulcro y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scenso a los infiernos. Es el misterio <strong>de</strong>l Sábado Santo en el<br />
que Cristo <strong>de</strong>positado en la tumba (cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo<br />
sabático <strong>de</strong> Dios (cf. Hb 4, 4-9) <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> realizar (cf. Jn 19, 30) la salvación <strong>de</strong><br />
los hombres, que establece en la paz el universo entero (cf. Col 1, 18-20). (C.I.C<br />
625) La permanencia <strong>de</strong> Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el<br />
estado pasible <strong>de</strong> Cristo antes <strong>de</strong> Pascua y su actual estado glorioso <strong>de</strong> resucitado.<br />
Es la misma persona <strong>de</strong> "El que vive" que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: "estuve muerto, pero<br />
ahora estoy vivo por los siglos <strong>de</strong> los siglos" (Ap 1, 18): “Y este es el misterio <strong>de</strong>l<br />
plan provi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Dios sobre la muerte y la Resurreción <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> entre los<br />
muertos: que Dios no impidió a la muerte separar el alma <strong>de</strong>l cuerpo, según el<br />
or<strong>de</strong>n necesario <strong>de</strong> la naturaleza, pero los reunió <strong>de</strong> nuevo, uno con otro, por<br />
medio <strong>de</strong> la Resurrección, a fin <strong>de</strong> ser El mismo en persona el punto <strong>de</strong> encuentro<br />
<strong>de</strong> la muerte y <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>teniendo en El la <strong>de</strong>scomposición <strong>de</strong> la naturaleza que
produce la muerte y resultando El mismo el principio <strong>de</strong> reunión <strong>de</strong> las partes<br />
separadas (S. Gregorio Niceno, Oratio catechetica, 16: PG 45, 52).<br />
<strong>Marcos</strong> 16<br />
(Mc 16, 1-8) El Crucificado ha resucitado, no está aquí<br />
[1] Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre <strong>de</strong><br />
Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo <strong>de</strong> Jesús.<br />
[2] A la madrugada <strong>de</strong>l primer día <strong>de</strong> la semana, cuando salía el sol,<br />
fueron al sepulcro. [3] Y <strong>de</strong>cían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra<br />
<strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong>l sepulcro». [4] Pero al mirar, vieron que la piedra había<br />
sido corrida; era una piedra muy gran<strong>de</strong>. [5] Al entrar al sepulcro, vieron a<br />
un joven sentado a la <strong>de</strong>recha, vestido con una túnica blanca. Ellas<br />
quedaron sorprendidas, [6] pero él les dijo: «No teman. Uste<strong>de</strong>s buscan a<br />
Jesús <strong>de</strong> Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el<br />
lugar don<strong>de</strong> lo habían puesto. [7] Vayan ahora a <strong>de</strong>cir a sus discípulos y a<br />
Pedro que él irá antes que uste<strong>de</strong>s a Galilea; allí lo verán, como él se lo<br />
había dicho». [8] Ellas salieron corriendo <strong>de</strong>l sepulcro, porque estaban<br />
temblando y fuera <strong>de</strong> sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.<br />
(C.I.C 641) María Magdalena y las santas mujeres, que venían <strong>de</strong><br />
embalsamar el cuerpo <strong>de</strong> Jesús (cf. Mc 16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la<br />
tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Viernes Santo por la llegada <strong>de</strong>l Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las<br />
primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10;Jn 20, 11-18). Así las<br />
mujeres fueron las primeras mensajeras <strong>de</strong> la Resurrección <strong>de</strong> Cristo para los<br />
propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero<br />
a Pedro, <strong>de</strong>spués a los Doce (cf. 1Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a<br />
sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los <strong>de</strong>más y<br />
sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor<br />
ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34). (C.I.C 2174) Jesús resucitó<br />
<strong>de</strong> entre los muertos ‘el primer día <strong>de</strong> la semana’ (Mc 16, 2; Mt 28, 1; Lc 24, 1; Jn<br />
20, 1). En cuanto es el ‘primer día’, el día <strong>de</strong> la Resurrección <strong>de</strong> Cristo recuerda la<br />
primera creación. En cuanto es el ‘octavo día’, que sigue al sábado (cf. Mc 16, 1;<br />
Mt 28, 1), significa la nueva creación inaugurada con la resurrección <strong>de</strong> Cristo.<br />
Para los cristianos vino a ser el primero <strong>de</strong> todos los días, la primera <strong>de</strong> todas las<br />
fiestas, el día <strong>de</strong>l Señor (Hè kyriakè hèmera, dies dominica), el ‘domingo’: “Nos<br />
reunimos todos el día <strong>de</strong>l sol porque es el primer día (<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l sábado judío,<br />
pero también el primer día), en que Dios, sacando la materia <strong>de</strong> las tinieblas, creó<br />
al mundo; ese mismo día, Jesucristo nuestro Salvador resucitó <strong>de</strong> entre los<br />
muertos (San Justino, Apologia, 1, 67: PG 6, 429-432).<br />
(Mc 16, 9-13) Se apareció primero a María Magdalena<br />
[9] Jesús, que había resucitado a la mañana <strong>de</strong>l primer día <strong>de</strong> la<br />
semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella <strong>de</strong> quien había<br />
echado siete <strong>de</strong>monios. [10] Ella fue a contarlo a los que siempre lo<br />
habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. [11] Cuando la<br />
oyeron <strong>de</strong>cir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.<br />
[12] Después, se mostró con otro aspecto a dos <strong>de</strong> ellos, que iban<br />
caminando hacia un poblado. [13] Y ellos fueron a anunciarlo a los<br />
<strong>de</strong>más, pero tampoco les creyeron.
(C.I.C 643) Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección<br />
<strong>de</strong> Cristo fuera <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n físico, y no reconocerlo como un hecho histórico.<br />
Sabemos por los hechos que la fe <strong>de</strong> los discípulos fue sometida a la prueba<br />
radical <strong>de</strong> la pasión y <strong>de</strong> la muerte en cruz <strong>de</strong> su Maestro, anunciada por Él <strong>de</strong><br />
antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan gran<strong>de</strong><br />
que los discípulos (por lo menos, algunos <strong>de</strong> ellos) no creyeron tan pronto en la<br />
noticia <strong>de</strong> la resurrección. Los evangelios, lejos <strong>de</strong> mostrarnos una comunidad<br />
arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos ("la<br />
cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las<br />
santas mujeres que regresaban <strong>de</strong>l sepulcro y "sus palabras les parecían como<br />
<strong>de</strong>satinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once<br />
en la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza <strong>de</strong> cabeza por<br />
no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14). (C.I.C 644)<br />
Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad <strong>de</strong> Jesús<br />
resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf.<br />
Lc 24, 39). "No acaban <strong>de</strong> creerlo a causa <strong>de</strong> la alegría y estaban asombrados" (Lc<br />
24, 41). Tomás conocerá la misma prueba <strong>de</strong> la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su<br />
última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron"<br />
(Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un<br />
"producto" <strong>de</strong> la fe (o <strong>de</strong> la credulidad) <strong>de</strong> los apóstoles no tiene consistencia.<br />
Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la a644 Tan imposible les<br />
parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad <strong>de</strong> Jesús resucitado, los<br />
discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No<br />
acaban <strong>de</strong> creerlo a causa <strong>de</strong> la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás<br />
conocerá la misma prueba <strong>de</strong> la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición<br />
en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por<br />
esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" <strong>de</strong> la fe (o<br />
<strong>de</strong> la credulidad) <strong>de</strong> los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en<br />
la Resurrección nació - bajo la acción <strong>de</strong> la gracia divina- <strong>de</strong> la experiencia<br />
directa <strong>de</strong> la realidad <strong>de</strong> Jesús resucitado.<br />
(Mc 16, 14) En seguida, se apareció a los Once<br />
[14] En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban<br />
comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no<br />
habían creído a quienes lo habían visto resucitado.<br />
(C.I.C 645) Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas<br />
mediante el tacto (cf. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24,<br />
30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf.<br />
Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que<br />
se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que<br />
sigue llevando las huellas <strong>de</strong> su pasión (cf. Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo<br />
auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las propieda<strong>de</strong>s nuevas <strong>de</strong> un<br />
cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero pue<strong>de</strong> hacerse<br />
presente a su voluntad don<strong>de</strong> quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24,<br />
15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no pue<strong>de</strong> ser retenida en<br />
la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino <strong>de</strong>l Padre (cf. Jn 20, 17).<br />
Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre <strong>de</strong> aparecer como<br />
quiere: bajo la apariencia <strong>de</strong> un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura"<br />
(Mc 16, 12) distinta <strong>de</strong> la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar<br />
su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).
(Mc 16, 15-18) Vayan por todo el mundo<br />
[15] Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la<br />
Buena Noticia a toda la creación. [16] El que crea y se bautice, se<br />
salvará. El que no crea, se con<strong>de</strong>nará. [17] Y estos prodigios<br />
acompañarán a los que crean: arrojarán a los <strong>de</strong>monios en mi Nombre y<br />
hablarán nuevas lenguas; [18] podrán tomar a las serpientes con sus<br />
manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán<br />
las manos sobre los enfermos y los curarán».<br />
(C.I.C 1257) El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la<br />
salvación (cf. Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el <strong>Evangelio</strong> y<br />
bautizar a todas las naciones (cf. Mt 28, 20; cf. Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1618;<br />
Lumen gentium, 14; Ad gentes, 5). El Bautismo es necesario para la salvación en<br />
aquellos a los que el <strong>Evangelio</strong> ha sido anunciado y han tenido la posibilidad <strong>de</strong><br />
pedir este sacramento (cf. Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el<br />
Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está<br />
obligada a no <strong>de</strong>scuidar la misión que ha recibido <strong>de</strong>l Señor <strong>de</strong> hacer "renacer <strong>de</strong>l<br />
agua y <strong>de</strong>l Espíritu" a todos los que pue<strong>de</strong>n ser bautizados. Dios ha vinculado la<br />
salvación al sacramento <strong>de</strong>l Bautismo, pero su intervención salvífica no queda<br />
reducida a los sacramentos. (C.I.C 666) Jesucristo, Cabeza <strong>de</strong> la Iglesia, nos<br />
prece<strong>de</strong> en el Reino glorioso <strong>de</strong>l Padre para que nosotros, miembros <strong>de</strong> su cuerpo,<br />
vivamos en la esperanza <strong>de</strong> estar un día con El eternamente.<br />
(Mc 16, 19-20) El Señor Jesús fue llevado al cielo<br />
[19] Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y<br />
está sentado a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> Dios. [20] Ellos fueron a predicar por todas<br />
partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros<br />
que la acompañaban.<br />
(C.I.C 665) La ascensión <strong>de</strong> Jesucristo marca la entrada <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> la<br />
humanidad <strong>de</strong> Jesús en el dominio celeste <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> don<strong>de</strong> ha <strong>de</strong> volver (cf. Hch<br />
1, 11), aunque mientras tanto lo escon<strong>de</strong> a los ojos <strong>de</strong> los hombres (cf. Col 3, 3).<br />
(C.I.C 668) "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor <strong>de</strong> muertos y<br />
vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión <strong>de</strong> Cristo al Cielo significa su participación, en<br />
su humanidad, en el po<strong>de</strong>r y en la autoridad <strong>de</strong> Dios mismo. Jesucristo es Señor:<br />
posee todo po<strong>de</strong>r en los cielos y en la tierra. El está "por encima <strong>de</strong> todo<br />
principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió<br />
todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor <strong>de</strong>l cosmos (cf. Ef 4, 10; 1Co 15,<br />
24. 27-28) y <strong>de</strong> la historia. En él, la historia <strong>de</strong> la humanidad e incluso toda la<br />
Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcen<strong>de</strong>nte.<br />
(C.I.C 670) Des<strong>de</strong> la Ascensión, el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> Dios ha entrado en su<br />
consumación. Estamos ya en la "última hora" (1Jn 2, 18; cf. 1P 4, 7). "El final <strong>de</strong><br />
la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación <strong>de</strong>l mundo está ya <strong>de</strong>cidida <strong>de</strong><br />
manera irrevocable e incluso <strong>de</strong> alguna manera real está ya por anticipado en este<br />
mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verda<strong>de</strong>ra<br />
santidad, aunque todavía imperfecta" (Lumen gentium, 48). El Reino <strong>de</strong> Cristo<br />
manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que<br />
acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).