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Evangelio de Marcos Marcos 9

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<strong>Evangelio</strong> <strong>de</strong> <strong>Marcos</strong><br />

<strong>Marcos</strong> 9<br />

(Mc 9, 1-8) Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo<br />

[1] Y les <strong>de</strong>cía: «Les aseguro que algunos <strong>de</strong> los que están aquí<br />

presentes no morirán antes <strong>de</strong> haber visto que el Reino <strong>de</strong> Dios ha<br />

llegado con po<strong>de</strong>r». [2] Seis días <strong>de</strong>spués, Jesús tomó a Pedro, Santiago<br />

y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en<br />

presencia <strong>de</strong> ellos. [3] Sus vestiduras se volvieron resplan<strong>de</strong>cientes, tan<br />

blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. [4] Y se les<br />

aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. [5] Pedro dijo a<br />

Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para<br />

ti, otra para Moisés y otra para Elías». [6] Pedro no sabía qué <strong>de</strong>cir,<br />

porque estaban llenos <strong>de</strong> temor. [7] Entonces una nube los cubrió con su<br />

sombra, y salió <strong>de</strong> ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido,<br />

escúchenlo». [8] De pronto miraron a su alre<strong>de</strong>dor y no vieron a nadie,<br />

sino a Jesús solo con ellos.<br />

(C.I.C 151) Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en<br />

aquel que él ha enviado, "su Hijo amado", en quien ha puesto toda su<br />

complacencia (cf. Mc 1,11). Dios nos ha dicho que les escuchemos (cf. Mc 9,7).<br />

El Señor mismo dice a sus discípulos: "Creed en Dios, creed también en mí" (Jn<br />

14,1). Po<strong>de</strong>mos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: "A<br />

Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno <strong>de</strong>l Padre, él lo ha<br />

contado" (Jn 1,18). Porque "ha visto al Padre" (Jn 6,46), él es único en conocerlo<br />

y en po<strong>de</strong>rlo revelar (cf. Mt 11,27). (C.I.C 459) El Verbo se encarnó para ser<br />

nuestro mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y apren<strong>de</strong>d <strong>de</strong> mí ...<br />

"(Mt 11, 29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por<br />

mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte <strong>de</strong> la transfiguración, or<strong>de</strong>na:<br />

"Escuchadle" (Mc 9, 7; cf. Dt 6, 4-5). El es, en efecto, el mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> las<br />

bienaventuranzas y la norma <strong>de</strong> la ley nueva: "Amaos los unos a los otros como<br />

yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda<br />

efectiva <strong>de</strong> sí mismo (cf. Mc 8, 34).<br />

(Mc 9, 9-16) Les aseguro que Elías ya ha venido<br />

[9] Mientras bajaban <strong>de</strong>l monte, Jesús les prohibió contar lo que<br />

habían visto, hasta que el Hijo <strong>de</strong>l hombre resucitara <strong>de</strong> entre los<br />

muertos. [10] Ellos cumplieron esta or<strong>de</strong>n, pero se preguntaban qué<br />

significaría «resucitar <strong>de</strong> entre los muertos». [11] Y le hicieron esta<br />

pregunta: «¿Por qué dicen los escribas que antes <strong>de</strong>be venir Elías”. [12]<br />

Jesús les respondió: «Sí, Elías <strong>de</strong>be venir antes para restablecer el or<strong>de</strong>n<br />

en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>be sufrir<br />

mucho y ser <strong>de</strong>spreciado [13] Les aseguro que Elías ya ha venido e<br />

hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito». [14] Cuando<br />

volvieron a don<strong>de</strong> estaban los otros discípulos, los encontraron en medio<br />

<strong>de</strong> una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. [15] En cuanto la<br />

multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. [16]<br />

Él les preguntó: «¿Sobre qué estaban discutiendo».


(C.I.C 649) En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud<br />

<strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r divino. Jesús anuncia que el Hijo <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>berá sufrir mucho,<br />

morir y luego resucitar (sentido activo <strong>de</strong>l término) (cf. Mc 8, 31; 9, 9-31; 10, 34).<br />

Por otra parte, él afirma explícitamente: "doy mi vida, para recobrarla <strong>de</strong> nuevo...<br />

Tengo po<strong>de</strong>r para darla y po<strong>de</strong>r para recobrarla <strong>de</strong> nuevo" (Jn 10, 17-18).<br />

"Creemos que Jesús murió y resucitó" (1Ts 4, 14).<br />

(Mc 9, 17-23) Todo es posible para el que cree<br />

[17] Uno <strong>de</strong> ellos le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está<br />

poseído <strong>de</strong> un espíritu mudo. [18] Cuando se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> él, lo tira al<br />

suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes<br />

y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no<br />

pudieron». [19] «Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo<br />

estaré con uste<strong>de</strong>s ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos<br />

Tráiganmelo». [20] Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu<br />

sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando<br />

espuma por la boca. [21] Jesús le preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo<br />

hace que está así». «Des<strong>de</strong> la infancia, le respondió, [22] y a menudo lo<br />

hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si pue<strong>de</strong>s hacer algo,<br />

ten piedad <strong>de</strong> nosotros y ayúdanos». [23] «¡Si pue<strong>de</strong>s...!», respondió<br />

Jesús. «Todo es posible para el que cree».<br />

(C.I.C 26) Cuando profesamos nuestra fe, comenzamos diciendo: "Creo" o<br />

"Creemos". Antes <strong>de</strong> exponer la fe <strong>de</strong> la Iglesia tal como es confesada en el<br />

Credo, celebrada en la Liturgia, vivida en la práctica <strong>de</strong> los mandamientos y en la<br />

oración, nos preguntamos qué significa "creer". La fe es la respuesta <strong>de</strong>l hombre a<br />

Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz<br />

sobreabundante al hombre que busca el sentido último <strong>de</strong> su vida. Por ello<br />

consi<strong>de</strong>ramos primeramente esta búsqueda <strong>de</strong>l hombre, a continuación la<br />

Revelación divina, por la cual Dios viene al encuentro <strong>de</strong>l hombre, y finalmente<br />

la respuesta <strong>de</strong> la fe). (C.I.C 89) Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida<br />

espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino <strong>de</strong> nuestra fe, lo<br />

iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra<br />

inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz <strong>de</strong> los dogmas<br />

<strong>de</strong> la fe (cf. Jn 8,31-32).<br />

(Mc 9, 24-29) Creo, ayúdame porque tengo poca fe<br />

[24] Inmediatamente el padre <strong>de</strong>l niño exclamó: «Creo, ayúdame<br />

porque tengo poca fe». [25] Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó<br />

al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo or<strong>de</strong>no, sal<br />

<strong>de</strong> él y no vuelvas más». [26] El <strong>de</strong>monio gritó, sacudió violentamente al<br />

niño y salió <strong>de</strong> él, <strong>de</strong>jándolo como muerto, tanto que muchos <strong>de</strong>cían:<br />

«Está muerto». [27] Pero Jesús, tomándolo <strong>de</strong> la mano, lo levantó, y el<br />

niño se puso <strong>de</strong> pie. [28] Cuando entró en la casa y quedaron solos, los<br />

discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo».<br />

[29] Él les respondió: «Esta clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>monios se expulsa sólo con la<br />

oración».<br />

(C.I.C 276) Fiel al testimonio <strong>de</strong> la Escritura, la Iglesia dirige con<br />

frecuencia su oración al "Dios todopo<strong>de</strong>roso y eterno" ("omnipotens sempiterne<br />

Deus..."), creyendo firmemente que "nada es imposible para Dios" (Lc 1,37; cf.<br />

Gn 18,14; Mt 19,26). (C.I.C 277) Dios manifiesta su omnipotencia<br />

convirtiéndonos <strong>de</strong> nuestros pecados y restableciéndonos en su amistad por la


gracia ("Deus, qui omnipotentiam tuam parcendo maxime et miserando<br />

manifestas..." -"Oh Dios, que manifiestas especialmente tu po<strong>de</strong>r con el perdón y<br />

la misericordia...") (Domingo XXVI <strong>de</strong>l tiempo Ordinario. Colecta: Misal<br />

Romano). (C.I.C 23) El acento <strong>de</strong> este Catecismo se pone en la exposición<br />

doctrinal. Quiere, en efecto, ayudar a profundizar el conocimiento <strong>de</strong> la fe. Por lo<br />

mismo está orientado a la maduración <strong>de</strong> esta fe, su enraizamiento en la vida y su<br />

irradiación en el testimonio (cf. Catechesi tra<strong>de</strong>ndae 20-22; 25).<br />

(Mc 9, 30-32) El Hijo <strong>de</strong>l hombre va a ser entregado<br />

[30] Al salir <strong>de</strong> allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie<br />

lo supiera, [31] porque enseñaba y les <strong>de</strong>cía: «El Hijo <strong>de</strong>l hombre va a ser<br />

entregado en manos <strong>de</strong> los hombres; lo matarán y tres días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

su muerte, resucitará». [32] Pero los discípulos no comprendían esto y<br />

temían hacerle preguntas.<br />

(C.I.C 557) "Como se iban cumpliendo los días <strong>de</strong> su asunción, él se afirmó<br />

en su voluntad <strong>de</strong> ir a Jerusalén" (Lc 9, 51; cf. Jn 13, 1). Por esta <strong>de</strong>cisión,<br />

manifestaba que subía a Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había<br />

repetido el anuncio <strong>de</strong> su Pasión y <strong>de</strong> su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32;<br />

10, 32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que un profeta perezca fuera <strong>de</strong><br />

Jerusalén" (Lc 13, 33).<br />

(Mc 9, 33-37) Hacerse el último <strong>de</strong> todos y el servidor<br />

[33] Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les<br />

preguntó: «¿De qué hablaban en el camino». [34] Ellos callaban, porque<br />

habían estado discutiendo sobre quién era el más gran<strong>de</strong>. [35] Entonces,<br />

sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero,<br />

<strong>de</strong>be hacerse el último <strong>de</strong> todos y el servidor <strong>de</strong> todos». [36] Después,<br />

tomando a un niño, lo puso en medio <strong>de</strong> ellos y, abrazándolo, les dijo: [37]<br />

«El que recibe a uno <strong>de</strong> estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y<br />

el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha<br />

enviado».<br />

(C.I.C 2235) Los que ejercen una autoridad <strong>de</strong>ben ejercerla como un<br />

servicio. ‘El que quiera llegar a ser gran<strong>de</strong> entre vosotros, será vuestro esclavo’<br />

(Mt 20, 26). El ejercicio <strong>de</strong> una autoridad está moralmente regulado por su origen<br />

divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie pue<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar o<br />

establecer lo que es contrario a la dignidad <strong>de</strong> las personas y a la ley natural.<br />

(C.I.C 786) El Pueblo <strong>de</strong> Dios participa, por último, en la función regia <strong>de</strong><br />

Cristo". Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte<br />

y su resurrección (cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor <strong>de</strong>l universo, se hizo el<br />

servidor <strong>de</strong> todos, no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y dar su vida<br />

en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para el cristiano, "servir es reinar" (Lumen<br />

gentium, 36), particularmente "en los pobres y en los que sufren" don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubre<br />

"la imagen <strong>de</strong> su Fundador pobre y sufriente" (Lumen gentium, 8). El pueblo <strong>de</strong><br />

Dios realiza su "dignidad regia" viviendo conforme a esta vocación <strong>de</strong> servir con<br />

Cristo. “La señal <strong>de</strong> la cruz hace reyes a todos los regenerados en Cristo, y la<br />

unción <strong>de</strong>l Espíritu Santo los consagra sacerdotes; y así, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> este especial<br />

servicio <strong>de</strong> nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales y perfectos <strong>de</strong>ben<br />

saber que son partícipes <strong>de</strong>l linaje regio y <strong>de</strong>l oficio sacerdotal. ¿Qué hay más<br />

regio que un espíritu que, sometido a Dios, rige su proprio cuerpo ¿Y qué hay<br />

más sacerdotal que ofrecer a Dios una conciencia pura y las inmaculadas víctimas


<strong>de</strong> nuestra piedad en el altar <strong>de</strong>l corazón (San León Magno, Sermo 4, 1: PL 54,<br />

149).<br />

(Mc 9, 38-41) Uno que expulsaba <strong>de</strong>monios en tu Nombre<br />

[38] Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba<br />

<strong>de</strong>monios en tu Nombre, y tratamos <strong>de</strong> impedírselo porque no es <strong>de</strong> los<br />

nuestros». [39] Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie<br />

pue<strong>de</strong> hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal <strong>de</strong> mí. [40] Y el<br />

que no está contra nosotros, está con nosotros. [41] Les aseguro que no<br />

quedará sin recompensa el que les dé <strong>de</strong> beber un vaso <strong>de</strong> agua por el<br />

hecho <strong>de</strong> que uste<strong>de</strong>s pertenecen a Cristo.<br />

(C.I.C 2008) El mérito <strong>de</strong>l hombre ante Dios en la vida cristiana proviene<br />

<strong>de</strong> que Dios ha dispuesto libremente asociar al hombre a la obra <strong>de</strong> su gracia. La<br />

acción paternal <strong>de</strong> Dios es lo primero, en cuanto que El impulsa, y el libre obrar<br />

<strong>de</strong>l hombre es lo segundo en cuanto que éste colabora, <strong>de</strong> suerte que los méritos<br />

<strong>de</strong> las obras buenas <strong>de</strong>ben atribuirse a la gracia <strong>de</strong> Dios en primer lugar, y al fiel,<br />

seguidamente. Por otra parte, el mérito <strong>de</strong>l hombre recae también en Dios, pues<br />

sus buenas acciones proce<strong>de</strong>n, en Cristo, <strong>de</strong> las gracias prevenientes y <strong>de</strong> los<br />

auxilios <strong>de</strong>l Espíritu Santo. (C.I.C 1821) Po<strong>de</strong>mos, por tanto, esperar la gloria <strong>de</strong>l<br />

cielo prometida por Dios a los que le aman (cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad<br />

(cf. Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno <strong>de</strong>be esperar, con la gracia <strong>de</strong><br />

Dios, ‘perseverar hasta el fin’ (cf. Mt 10, 22; Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1541) y<br />

obtener el gozo <strong>de</strong>l cielo, como eterna recompensa <strong>de</strong> Dios por las obras buenas<br />

realizadas con la gracia <strong>de</strong> Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que ‘todos<br />

los hombres […] se salven’ (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria <strong>de</strong>l cielo unida a<br />

Cristo, su esposo: “Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora.<br />

Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu <strong>de</strong>seo hace lo cierto<br />

dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás<br />

el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y <strong>de</strong>leite<br />

que no pue<strong>de</strong> tener fin. (Santa Teresa <strong>de</strong> Jesús, Exclamaciones <strong>de</strong>l alma a Dios,<br />

15, 3).<br />

(Mc 9, 42-48) Si tu ojo es para ti ocasión <strong>de</strong> pecado<br />

[42] Si alguien llegara a escandalizar a uno <strong>de</strong> estos pequeños que<br />

creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra <strong>de</strong><br />

moler y lo arrojaran al mar. [43] Si tu mano es para ti ocasión <strong>de</strong> pecado,<br />

córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos<br />

manos a la Gehena, al fuego inextinguible. [44] . [45] Y si tu pie es para ti<br />

ocasión <strong>de</strong> pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida,<br />

que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. [46]. [47] Y si tu ojo es<br />

para ti ocasión <strong>de</strong> pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un<br />

solo ojo en el Reino <strong>de</strong> Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la<br />

Gehena, [48] don<strong>de</strong> el gusano no muere y el fuego no se apaga.<br />

(C.I.C 2284) El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a<br />

otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador <strong>de</strong> su prójimo.<br />

Atenta contra la virtud y el <strong>de</strong>recho; pue<strong>de</strong> ocasionar a su hermano la muerte<br />

espiritual. El escándalo constituye una falta grave, si por acción u omisión,<br />

arrastra <strong>de</strong>liberadamente a otro a una falta grave. (C.I.C 2285) El escándalo<br />

adquiere una gravedad particular según la autoridad <strong>de</strong> quienes lo causan o la<br />

<strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> quienes lo pa<strong>de</strong>cen. Inspiró a nuestro Señor esta maldición: “Al que<br />

escandalice a uno <strong>de</strong> estos pequeños que creen en mí […], más le vale que le


cuelguen al cuello una <strong>de</strong> esas piedras <strong>de</strong> molino que mueven los asnos y le<br />

hundan en lo profundo <strong>de</strong>l mar” (Mt 18, 6; cf. 1Co 8, 10-13). El escándalo es<br />

grave cuando es causado por quienes, por naturaleza o por función, están<br />

obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a los escribas y<br />

fariseos: los compara a lobos disfrazados <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ros (cf. Mt 7, 15).<br />

(Mc 9, 49-50) Que haya sal en uste<strong>de</strong>s mismos<br />

[49] Porque cada uno será salado por el fuego. [50] La sal es una<br />

cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar<br />

Que haya sal en uste<strong>de</strong>s mismos y vivan en paz unos con otros».<br />

(C.I.C 1034) Jesús habla con frecuencia <strong>de</strong> la "gehenna" y <strong>de</strong>l "fuego que<br />

nunca se apaga" (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta<br />

el fin <strong>de</strong> su vida rehusan creer y convertirse, y don<strong>de</strong> se pue<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r a la vez el<br />

alma y el cuerpo (cf. Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a<br />

sus ángeles […] que recogerán a todos los autores <strong>de</strong> iniquidad, y los arrojarán al<br />

horno ardiendo" (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la con<strong>de</strong>nación:" ¡Alejaos <strong>de</strong><br />

mí malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41). (C.I.C 1789) En todos los casos son<br />

aplicables algunas reglas: — Nunca está permitido hacer el mal para obtener un<br />

bien. — La ‘regla <strong>de</strong> oro’: ‘Todo […] cuanto queráis que os hagan los hombres,<br />

hacédselo también vosotros’ (Mt 7,12; cf. Lc 6, 31; Tb 4, 15). — La caridad <strong>de</strong>be<br />

actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su conciencia: ‘Pecando así<br />

contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia, pecáis contra Cristo’ (1Co<br />

8,12). ‘Lo bueno es [...] no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión <strong>de</strong> caída,<br />

tropiezo o <strong>de</strong>bilidad’ (Rm 14, 21).<br />

<strong>Marcos</strong> 10<br />

(Mc 10, 1-6) ¿Es lícito al hombre divorciarse <strong>de</strong> su mujer<br />

[1] Después que partió <strong>de</strong> allí, Jesús fue a la región <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a y al<br />

otro lado <strong>de</strong>l Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> él y,<br />

como <strong>de</strong> costumbre, les estuvo enseñando una vez más. [2] Se acercaron<br />

algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión:<br />

«¿Es lícito al hombre divorciarse <strong>de</strong> su mujer». [3] El les respondió:<br />

«¿Qué es lo que Moisés les ha or<strong>de</strong>nado». [4] Ellos dijeron: «Moisés<br />

permitió redactar una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> divorcio y separarse <strong>de</strong> ella». [5]<br />

Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue<br />

<strong>de</strong>bido a la dureza <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s. [6] Pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong><br />

la creación, Dios los hizo varón y mujer.<br />

(C.I.C 1627) El consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los<br />

esposos se dan y se reciben mutuamente" (Gaudium et spes, 48; CIC, canon 1057,<br />

§ 2): "Yo te recibo como esposa" - "Yo te recibo como esposo" (Ritual <strong>de</strong> la<br />

celebración <strong>de</strong>l Matrimonio, 62). Este consentimiento que une a los esposos entre<br />

sí, encuentra su plenitud en el hecho <strong>de</strong> que los dos "vienen a ser una sola carne"<br />

(cf. Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31). (C.I.C 1639) El consentimiento por el que los<br />

esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf. Mc<br />

10,9). De su alianza "nace una institución estable por or<strong>de</strong>nación divina, también<br />

ante la sociedad" (Gaudium et spes, 48). La alianza <strong>de</strong> los esposos está integrada<br />

en la alianza <strong>de</strong> Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido en<br />

el amor divino" (Gaudium et spes, 48). (C.I.C 1640) Por tanto, el vínculo<br />

matrimonial es establecido por Dios mismo, <strong>de</strong> modo que el matrimonio


celebrado y consumado entre bautizados no pue<strong>de</strong> ser disuelto jamás. Este<br />

vínculo que resulta <strong>de</strong>l acto humano libre <strong>de</strong> los esposos y <strong>de</strong> la consumación <strong>de</strong>l<br />

matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada<br />

por la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> Dios. La Iglesia no tiene po<strong>de</strong>r para pronunciarse contra esta<br />

disposición <strong>de</strong> la sabiduría divina (Cf. CIC canon 1141).<br />

(Mc 10, 7-10) El hombre no separe lo que Dios ha unido<br />

[7] Por eso, el hombre <strong>de</strong>jará a su padre y a su madre, y se unirá a<br />

su mujer, [8] y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya<br />

no son dos, sino una sola carne. [9] Que el hombre no separe lo que Dios<br />

ha unido». [10] Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a<br />

preguntar sobre esto.<br />

(C.I.C 1649) Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia<br />

matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales<br />

casos, la Iglesia admite la separación física <strong>de</strong> los esposos y el fin <strong>de</strong> la<br />

cohabitación. Los esposos no cesan <strong>de</strong> ser marido y mujer <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios; ni son<br />

libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución<br />

sería, s i es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a<br />

ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fi<strong>de</strong>lidad al<br />

vínculo <strong>de</strong> su matrimonio que permanece indisoluble (Cf. Familiaris consortio,<br />

84; CIC, cánones 1151-1155). (C.I.C 1650) Hoy son numerosos en muchos países<br />

los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen<br />

también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fi<strong>de</strong>lidad a la<br />

palabra <strong>de</strong> Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete<br />

adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete<br />

adulterio": Mc 10,11-12), que no pue<strong>de</strong> reconocer como válida esta nueva unión,<br />

si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar<br />

civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley <strong>de</strong><br />

Dios. Por lo cual no pue<strong>de</strong>n acce<strong>de</strong>r a la comunión eucarística mientras persista<br />

esta situación, y por la misma razón no pue<strong>de</strong>n ejercer ciertas responsabilida<strong>de</strong>s<br />

eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento <strong>de</strong> la Penitencia no pue<strong>de</strong> ser<br />

concedida más que aquellos que se arrepientan <strong>de</strong> haber violado el signo <strong>de</strong> la<br />

Alianza y <strong>de</strong> la fi<strong>de</strong>lidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total<br />

continencia.<br />

(Mc 10, 11-12) El que se divorcia comete adulterio<br />

[11] Él les dijo: «El que se divorcia <strong>de</strong> su mujer y se casa con otra,<br />

comete adulterio contra aquella; [12] y si una mujer se divorcia <strong>de</strong> su<br />

marido y se casa con otro, también comete adulterio».<br />

(C.I.C 1651) Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con<br />

frecuencia conservan la fe y <strong>de</strong>sean educar cristianamente a sus hijos, los<br />

sacerdotes y toda la comunidad <strong>de</strong>ben dar prueba <strong>de</strong> una atenta solicitud, a fin <strong>de</strong><br />

aquellos no se consi<strong>de</strong>ren como separados <strong>de</strong> la Iglesia, <strong>de</strong> cuya vida pue<strong>de</strong>n y<br />

<strong>de</strong>ben participar en cuanto bautizados: “Exhórteseles a escuchar la Palabra <strong>de</strong><br />

Dios, a frecuentar el sacrificio <strong>de</strong> la misa, a perseverar en la oración, a<br />

incrementar las obras <strong>de</strong> caridad y las iniciativas <strong>de</strong> la comunidad en favor <strong>de</strong> la<br />

justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras <strong>de</strong><br />

penitencia para implorar <strong>de</strong> este modo, día a día, la gracia <strong>de</strong> Dios (Familiaris<br />

consortio, 84).


(Mc 10, 13-16) Dejen que los niños se acerquen a mí<br />

[13] Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los<br />

discípulos los reprendieron. [14] Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo:<br />

«Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el<br />

Reino <strong>de</strong> Dios pertenece a los que son como ellos. [15] Les aseguro que<br />

el que no recibe el Reino <strong>de</strong> Dios como un niño, no entrará en él». [16]<br />

Después los abrazó y los bendijo,<br />

(C.I.C 526) "Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar<br />

en el Reino (cf. Mt 18, 3-4); para eso es necesario abajarse (cf. Mt 23, 12),<br />

hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer <strong>de</strong> lo alto" (Jn 3,7), "nacer <strong>de</strong><br />

Dios" (cf. Jn 1, 13) para "hacerse hijos <strong>de</strong> Dios" (cf. Jn 1, 12). El Misterio <strong>de</strong><br />

Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros (cf. Ga 4,<br />

19). Navidad es el Misterio <strong>de</strong> este "admirable intercambio": “¡Oh admirable<br />

intercambio! El Creador <strong>de</strong>l género humano, tomando cuerpo y alma, nace <strong>de</strong> una<br />

Virgen y, hecho hombre sin concurso <strong>de</strong> varón, nos da parte en su divinidad<br />

(Solemnidad <strong>de</strong> la Santísima Virgen María, Madre <strong>de</strong> Dios, Antífona <strong>de</strong> I y II<br />

Vísperas: Liturgia <strong>de</strong> la Horas, v. 1).<br />

(Mc 10, 17-22) Ven<strong>de</strong> lo que tienes y dalo a los pobres<br />

[17] Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y,<br />

arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué <strong>de</strong>bo hacer para<br />

heredar la Vida eterna». [18] Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno<br />

Sólo Dios es bueno. [19] Tú conoces los mandamientos: No matarás, no<br />

cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no<br />

perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». [20] El hombre le<br />

respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi juventud». [21]<br />

Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, ven<strong>de</strong> lo que<br />

tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven<br />

y sígueme». [22] El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado,<br />

porque poseía muchos bienes.<br />

(C.I.C 2556) El <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> las riquezas es necesario para entrar en<br />

el Reino <strong>de</strong> los cielos. "Bienaventurados los pobres <strong>de</strong> corazón" (Mt 5, 3). (C.I.C<br />

2557) El hombre que anhela dice: "Quiero ver a Dios". La sed <strong>de</strong> Dios es saciada<br />

por el agua <strong>de</strong> la vida (cf. Jn 4,14). (C.I.C 2548) El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la felicidad<br />

verda<strong>de</strong>ra aparta al hombre <strong>de</strong>l apego <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado a los bienes <strong>de</strong> este mundo, y<br />

tendrá su plenitud en la visión y la bienaventuranza <strong>de</strong> Dios. ‘La promesa [<strong>de</strong> ver<br />

a Dios] supera toda felicidad […] En la Escritura, ver es poseer […]. El que ve a<br />

Dios obtiene todos los bienes que se pue<strong>de</strong>n concebir’ (S. Gregorio <strong>de</strong> Nisa, De<br />

beatitudinibus, oratio 6: Gregorii Nysseni opera: PG 44, 1265).<br />

(Mc 10, 23-27) ¡Qué difícil es entrar en el Reino <strong>de</strong> Dios!<br />

[23] Entonces Jesús, mirando alre<strong>de</strong>dor, dijo a sus discípulos: «¡Qué<br />

difícil será para los ricos entrar en el Reino <strong>de</strong> Dios!». [24] Los discípulos<br />

se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos<br />

míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino <strong>de</strong> Dios! [25] Es más fácil que un<br />

camello pase por el ojo <strong>de</strong> una aguja, que un rico entre en el Reino <strong>de</strong><br />

Dios». [26] Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos<br />

a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse». [27] Jesús, fijando en ellos<br />

su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios,<br />

porque para él todo es posible».


(C.I.C 2551) "Don<strong>de</strong> […] está tu tesoro allí estará tu corazón" (Mt 6,21).<br />

(C.I.C 2443) Dios bendice a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se<br />

niegan a hacerlo: ‘A quien te pi<strong>de</strong> da, al que <strong>de</strong>see que le prestes algo no le<br />

vuelvas la espalda’ (Mt 5, 42). ‘Gratis lo recibisteis, dadlo gratis’ (Mt 10, 8).<br />

Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres (cf. Mt<br />

25, 31-36). La buena nueva ‘anunciada a los pobres’ (Mt 11, 5; Lc 4, 18)) es el<br />

signo <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Cristo. (C.I.C 2407) En materia económica el respeto <strong>de</strong><br />

la dignidad humana exige la práctica <strong>de</strong> la virtud <strong>de</strong> la templanza, para mo<strong>de</strong>rar el<br />

apego a los bienes <strong>de</strong> este mundo; <strong>de</strong> la justicia, para preservar los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l<br />

prójimo y darle lo que le es <strong>de</strong>bido; y <strong>de</strong> la solidaridad, siguiendo la regla <strong>de</strong> oro<br />

y según la generosidad <strong>de</strong>l Señor, que ‘siendo rico, por vosotros se hizo pobre a<br />

fin <strong>de</strong> que os enriquecierais con su pobreza’ (cf. 2Co 8, 9). (C.I.C 2445) El amor a<br />

los pobres es incompatible con el amor <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado <strong>de</strong> las riquezas o su uso<br />

egoísta: “Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las <strong>de</strong>sgracias que<br />

están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos<br />

están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados <strong>de</strong> herrumbre y su<br />

herrumbre será testimonio contra vosotros y <strong>de</strong>vorará vuestras carnes como<br />

fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad: el<br />

salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está<br />

gritando; y los gritos <strong>de</strong> los segadores han llegado a los oídos <strong>de</strong>l Señor <strong>de</strong> los<br />

ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los<br />

placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día <strong>de</strong> la matanza. Con<strong>de</strong>nasteis<br />

y matasteis al justo; él no os resiste” (St 5, 1-6).<br />

(Mc 10, 28-30) Recibirá el ciento por uno y la Vida eterna<br />

[28] Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos <strong>de</strong>jado todo y te<br />

hemos seguido». [29] Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya<br />

<strong>de</strong>jado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por<br />

mí y por la Buena Noticia, [30] <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora, en este mundo, recibirá el<br />

ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos,<br />

en medio <strong>de</strong> las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida<br />

eterna.<br />

(C.I.C 1618) Cristo es el centro <strong>de</strong> toda vida cristiana. El vínculo con El<br />

ocupa el primer lugar entre todos los <strong>de</strong>más vínculos, familiares o sociales (cf. Lc<br />

14,26; Mc 10,28-31). Des<strong>de</strong> los comienzos <strong>de</strong> la Iglesia ha habido hombres y<br />

mujeres que han renunciado al gran bien <strong>de</strong>l matrimonio para seguir al Cor<strong>de</strong>ro<br />

don<strong>de</strong>quiera que vaya (cf. Ap 14,4), para ocuparse <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong>l Señor, para<br />

tratar <strong>de</strong> agradarle (cf. 1Co 7,32), para ir al encuentro <strong>de</strong>l Esposo que viene (cf.<br />

Mt 25,6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo <strong>de</strong> vida <strong>de</strong>l que<br />

El es el mo<strong>de</strong>lo: “Hay eunucos que nacieron así <strong>de</strong>l seno materno, y hay eunucos<br />

hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el<br />

Reino <strong>de</strong> los Cielos. Quien pueda enten<strong>de</strong>r, que entienda” (Mt 19,12). (C.I.C<br />

1619) La virginidad por el Reino <strong>de</strong> los Cielos es un <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la gracia<br />

bautismal, un signo po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> la preeminencia <strong>de</strong>l vínculo con Cristo, <strong>de</strong> la<br />

ardiente espera <strong>de</strong> su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio<br />

es una realidad que manifiesta el carácter pasajero <strong>de</strong> este mundo (cf. 1Co 7,31;<br />

Mc 12,25).<br />

(Mc 10, 31) Los últimos serán los primeros<br />

[31] Muchos <strong>de</strong> los primeros serán los últimos y los últimos serán los<br />

primeros».


(C.I.C 1821) Po<strong>de</strong>mos, por tanto, esperar la gloria <strong>de</strong>l cielo prometida por<br />

Dios a los que le aman (cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf. Mt 7, 21). En<br />

toda circunstancia, cada uno <strong>de</strong>be esperar, con la gracia <strong>de</strong> Dios, ‘perseverar hasta<br />

el fin’ (cf. Mt 10, 22; Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1541) y obtener el gozo <strong>de</strong>l cielo,<br />

como eterna recompensa <strong>de</strong> Dios por las obras buenas realizadas con la gracia <strong>de</strong><br />

Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que ‘todos los hombres […] se salven’<br />

(1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria <strong>de</strong>l cielo unida a Cristo, su esposo: “Espera,<br />

espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo<br />

se pasa con brevedad, aunque tu <strong>de</strong>seo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve<br />

largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu<br />

Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y <strong>de</strong>leite que no pue<strong>de</strong> tener fin.<br />

(Santa Teresa <strong>de</strong> Jesús, Exclamaciones <strong>de</strong>l alma a Dios, 15, 3).<br />

(Mc 10, 32-34) El Hijo <strong>de</strong>l hombre será entregado<br />

[32] Mientras iban <strong>de</strong> camino para subir a Jerusalén, Jesús se<br />

a<strong>de</strong>lantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo<br />

seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y<br />

comenzó a <strong>de</strong>cirles lo que le iba a suce<strong>de</strong>r: [33] «Ahora subimos a<br />

Jerusalén; allí el Hijo <strong>de</strong>l hombre será entregado a los sumos sacerdotes<br />

y a los escribas. Lo con<strong>de</strong>narán a muerte y lo entregarán a los paganos:<br />

[34] ellos se burlarán <strong>de</strong> él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres<br />

días <strong>de</strong>spués, resucitará».<br />

(C.I.C 557) "Como se iban cumpliendo los días <strong>de</strong> su asunción, él se afirmó<br />

en su voluntad <strong>de</strong> ir a Jerusalén" (Lc 9, 51; cf. Jn 13, 1). Por esta <strong>de</strong>cisión,<br />

manifestaba que subía a Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había<br />

repetido el anuncio <strong>de</strong> su Pasión y <strong>de</strong> su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32;<br />

10, 32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que un profeta perezca fuera <strong>de</strong><br />

Jerusalén" (Lc 13, 33). (C.I.C 569) Jesús ha subido voluntariamente a Jerusalén<br />

sabiendo perfectamente que allí moriría <strong>de</strong> muerte violenta a causa <strong>de</strong> la<br />

contradicción <strong>de</strong> los pecadores (cf. Hb 12,3).<br />

(Mc 10, 35-40) No saben lo que pi<strong>de</strong>n<br />

[35] Santiago y Juan, los hijos <strong>de</strong> Zebe<strong>de</strong>o, se acercaron a Jesús y<br />

le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a<br />

pedir». [36] Él les respondió: «¿Qué quieren que haga por uste<strong>de</strong>s». [37]<br />

Ellos le dijeron: «Concé<strong>de</strong>nos sentarnos uno a tu <strong>de</strong>recha y el otro a tu<br />

izquierda, cuando estés en tu gloria». [38] Jesús les dijo: «No saben lo<br />

que pi<strong>de</strong>n. ¿Pue<strong>de</strong>n beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo<br />

que yo recibiré». [39] «Po<strong>de</strong>mos», le respondieron. Entonces Jesús<br />

agregó: «Uste<strong>de</strong>s beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo<br />

bautismo que yo. [40] En cuanto a sentarse a mi <strong>de</strong>recha o a mi<br />

izquierda, no me toca a mí conce<strong>de</strong>rlo, sino que esos puestos son para<br />

quienes han sido <strong>de</strong>stinados».<br />

(C.I.C 2235) Los que ejercen una autoridad <strong>de</strong>ben ejercerla como un<br />

servicio. ‘El que quiera llegar a ser gran<strong>de</strong> entre vosotros, será vuestro esclavo’<br />

(Mt 20, 26). El ejercicio <strong>de</strong> una autoridad está moralmente regulado por su origen<br />

divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie pue<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar o<br />

establecer lo que es contrario a la dignidad <strong>de</strong> las personas y a la ley natural.<br />

(C.I.C 876) El carácter <strong>de</strong> servicio <strong>de</strong>l ministerio eclesial está intrínsecamente<br />

ligado a la naturaleza sacramental. En efecto, enteramente <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> Cristo<br />

que da misión y autoridad, los ministros son verda<strong>de</strong>ramente "siervos <strong>de</strong> Cristo"


(cf. Rm 1, 1), a imagen <strong>de</strong> Cristo que, libremente ha tomado por nosotros "la<br />

forma <strong>de</strong> siervo" (Flp 2, 7). Como la palabra y la gracia <strong>de</strong> la cual son ministros<br />

no son <strong>de</strong> ellos, sino <strong>de</strong> Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán<br />

libremente siervos <strong>de</strong> todos (cf. 1Co 9, 19).<br />

(Mc 10, 41-45) El Hijo <strong>de</strong>l hombre no vino para ser servido<br />

[41] Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se<br />

indignaron contra ellos. [42] Jesús los llamó y les dijo: «Uste<strong>de</strong>s saben<br />

que aquellos a quienes se consi<strong>de</strong>ra gobernantes, dominan a las<br />

naciones como si fueran sus dueños, y los po<strong>de</strong>rosos les hacen sentir su<br />

autoridad. [43] Entre uste<strong>de</strong>s no <strong>de</strong>be suce<strong>de</strong>r así. Al contrario, el que<br />

quiera ser gran<strong>de</strong>, que se haga servidor <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s; [44] y el que quiera<br />

ser el primero, que se haga servidor <strong>de</strong> todos. [45] Porque el mismo Hijo<br />

<strong>de</strong>l hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en<br />

rescate por una multitud».<br />

(C.I.C 608) Juan Bautista, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber aceptado bautizarle en<br />

compañía <strong>de</strong> los pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como<br />

el "Cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dios que quita los pecados <strong>de</strong>l mundo" (cf. Jn 1, 29. 36).<br />

Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se <strong>de</strong>ja llevar en<br />

silencio al mata<strong>de</strong>ro (cf. Is 53, 7; Jr 11, 19) y carga con el pecado <strong>de</strong> las<br />

multitu<strong>de</strong>s (cf. Is 53, 12) y el cor<strong>de</strong>ro pascual símbolo <strong>de</strong> la Re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> Israel<br />

cuando celebró la primera Pascua (cf. Ex 12, 3-14; Jn 19, 36; 1Co 5, 7). Toda la<br />

vida <strong>de</strong> Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos"<br />

(cf. Mc 10, 45). (C.I.C 623) Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la<br />

muerte […] <strong>de</strong> cruz" (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53, 10)<br />

<strong>de</strong>l Siervo doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas <strong>de</strong> ellos" (cf.<br />

Is 53, 11; Rm 5, 19).<br />

(Mc 10, 46-48) ¡Jesús, Hijo <strong>de</strong> David, ten piedad <strong>de</strong> mí!<br />

[46] Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía <strong>de</strong> allí,<br />

acompañado <strong>de</strong> sus discípulos y <strong>de</strong> una gran multitud, el hijo <strong>de</strong> Timeo –<br />

Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. [47] Al<br />

enterarse <strong>de</strong> que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús,<br />

Hijo <strong>de</strong> David, ten piedad <strong>de</strong> mí!». [48] Muchos lo reprendían para que se<br />

callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo <strong>de</strong> David, ten piedad <strong>de</strong> mí!».<br />

(C.I.C 439) Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su<br />

esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales <strong>de</strong>l mesiánico "hijo <strong>de</strong><br />

David" prometido por Dios a Israel (cf. Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21,<br />

9. 15). Jesús aceptó el título <strong>de</strong> Mesías al cual tenía <strong>de</strong>recho (cf. Jn 4, 25-26;11,<br />

27), pero no sin reservas porque una parte <strong>de</strong> sus contemporáneos lo comprendían<br />

según una concepción <strong>de</strong>masiado humana (cf. Mt 22, 41-46), esencialmente<br />

política (cf. Jn 6, 15; Lc 24, 21).<br />

(Mc 10, 49-52) Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado»<br />

[49] Jesús se <strong>de</strong>tuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego<br />

y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». [50] Y el ciego, arrojando su<br />

manto, se puso <strong>de</strong> pie <strong>de</strong> un salto y fue hacia él. [51] Jesús le preguntó:<br />

«¿Qué quieres que haga por ti». Él le respondió: «Maestro, que yo<br />

pueda ver». [52] Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida<br />

comenzó a ver y lo siguió por el camino.


(C.I.C 2616) La oración a Jesús ya fue escuchada por El durante su<br />

ministerio, a través <strong>de</strong> los signos que anticipan el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su muerte y <strong>de</strong> su<br />

resurrección: Jesús escucha la oración <strong>de</strong> fe expresada en palabras (<strong>de</strong>l leproso:<br />

cf. Mc 1, 40-41, <strong>de</strong> Jairo cf. Mc 5, 36, <strong>de</strong> la cananea cf. Mc 7, 29, <strong>de</strong>l buen ladrón<br />

cf. Lc 23, 39-43), o en silencio (<strong>de</strong> los portadores <strong>de</strong>l paralítico cf. Mc 2, 5, <strong>de</strong> la<br />

hemorroísa cf. Mc 5, 28 que toca el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> su manto, <strong>de</strong> las lágrimas y el<br />

perfume <strong>de</strong> la pecadora cf. Lc 7, 37-38). La petición apremiante <strong>de</strong> los ciegos:<br />

"¡Ten piedad <strong>de</strong> nosotros, Hijo <strong>de</strong> David!" (Mt 9, 27) o "¡Hijo <strong>de</strong> David, ten<br />

compasión <strong>de</strong> mí!" (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición <strong>de</strong> la Oración a<br />

Jesús: "Señor Jesú Cristo, Hijo <strong>de</strong> Dios, ten piedad <strong>de</strong> mí, pecador". Sanando<br />

enfermeda<strong>de</strong>s o perdonando pecados, Jesús siempre respon<strong>de</strong> a la plegaria que le<br />

suplica con fe: "Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!". San Agustín resume<br />

admirablemente las tres dimensiones <strong>de</strong> la oración <strong>de</strong> Jesús: "Orat pro nobis ut<br />

sacerdos noster, orat in nobis ut caput nostrum, oratur a nobis ut Deus noster.<br />

Agnoscamus ergo et in illo voces nostras et voces eius in nobis" ("Ora por<br />

nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a El se<br />

dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en El<br />

nuestras voces; y la voz <strong>de</strong> El, en nosotros" (San Agustin, Enarratio in Psalmum<br />

85, 1: PL 36, 1081).<br />

<strong>Marcos</strong> 11<br />

(Mc 11, 1-7) Respondieron como Jesús les había dicho<br />

[1] Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie <strong>de</strong>l monte<br />

<strong>de</strong> los Olivos, cerca <strong>de</strong> Betfagé y <strong>de</strong> Betania, Jesús envió a dos <strong>de</strong> sus<br />

discípulos, [2] diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al<br />

entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía.<br />

Desátenlo y tráiganlo; [3] y si alguien les pregunta: “¿Qué están<br />

haciendo”, respondan: “El Señor lo necesita y lo va a <strong>de</strong>volver en<br />

seguida”». [4] Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca <strong>de</strong> una<br />

puerta, en la calle, y lo <strong>de</strong>sataron. [5] Algunos <strong>de</strong> los que estaban allí les<br />

preguntaron: «¿Qué hacen ¿Por qué <strong>de</strong>satan ese asno». [6] Ellos<br />

respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. [7]<br />

Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se<br />

montó.<br />

(C.I.C 570) La entrada <strong>de</strong> Jesús en Jerusalén manifiesta la venida <strong>de</strong>l Reino<br />

que el Rey-Mesías, recibido en su ciudad por los niños y por los humil<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

corazón, va a llevar a cabo por la Pascua <strong>de</strong> su Muerte y <strong>de</strong> su Resurrección.<br />

(C.I.C 560 La entrada <strong>de</strong> Jesús en Jerusalén manifiesta la venida <strong>de</strong>l Reino que<br />

el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua <strong>de</strong> su Muerte y <strong>de</strong> su<br />

Resurrección. Con su celebración, el domingo <strong>de</strong> Ramos, la liturgia <strong>de</strong> la Iglesia<br />

abre la gran Semana Santa. (C.I.C 560) La entrada <strong>de</strong> Jesús en Jerusalén<br />

manifiesta la venida <strong>de</strong>l Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la<br />

Pascua <strong>de</strong> su Muerte y <strong>de</strong> su Resurrección. Con su celebración, el domingo <strong>de</strong><br />

Ramos, la liturgia <strong>de</strong> la Iglesia abre la gran Semana Santa.<br />

(Mc 11, 8-11) ¡Bendito sea el Reino que ya viene!<br />

[8] Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían<br />

con ramas que cortaban en el campo. [9] Los que iban <strong>de</strong>lante y los que<br />

seguían a Jesús, gritaban: «¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre


<strong>de</strong>l Señor! [10] ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino <strong>de</strong> nuestro<br />

padre David! ¡Hosana en las alturas!». [11] Jesús llegó a Jerusalén y fue<br />

al Templo; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> observarlo todo, como ya era tar<strong>de</strong>, salió con los<br />

Doce hacia Betania.<br />

(C.I.C 559) ¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías Jesús rehuyó<br />

siempre las tentativas populares <strong>de</strong> hacerle rey (cf. Jn 6, 15), pero elige el<br />

momento y prepara los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> su entrada mesiánica en la ciudad <strong>de</strong> "David,<br />

su Padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado como hijo <strong>de</strong> David, el que trae<br />

la salvación ("Hosanna" quiere <strong>de</strong>cir "¡sálvanos!", "Danos la salvación!"). Pues<br />

bien, el "Rey <strong>de</strong> la Gloria" (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad "montado en un<br />

asno" (Za 9, 9): no conquista a la hija <strong>de</strong> Sión, figura <strong>de</strong> su Iglesia, ni por la<br />

astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio <strong>de</strong> la Verdad<br />

(cf. Jn 18, 37). Por eso los súbditos <strong>de</strong> su Reino, aquel día fueron los niños (cf. Mt<br />

21, 15-16; Sal 8, 3) y los "pobres <strong>de</strong> Dios", que le aclamaban como los ángeles lo<br />

anunciaron a los pastores (cf. Lc 19, 38; 2, 14). Su aclamación "Bendito el que<br />

viene en el nombre <strong>de</strong>l Señor" (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el<br />

Sanctus <strong>de</strong> la liturgia eucarística para introducir al memorial <strong>de</strong> la Pascua <strong>de</strong>l<br />

Señor.<br />

(Mc 11, 12-14) «Que nadie más coma <strong>de</strong> tus frutos»<br />

[12] Al día siguiente, cuando salieron <strong>de</strong> Betania, Jesús sintió<br />

hambre. [13] Al divisar <strong>de</strong> lejos una higuera cubierta <strong>de</strong> hojas, se acercó<br />

para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque<br />

no era la época <strong>de</strong> los higos. [14] Dirigiéndose a la higuera, le dijo: «Que<br />

nadie más coma <strong>de</strong> tus frutos». Y sus discípulos lo oyeron.<br />

(C.I.C 1724) El Decálogo, el Sermón <strong>de</strong> la Montaña y la catequesis<br />

apostólica nos <strong>de</strong>scriben los caminos que conducen al Reino <strong>de</strong> los cielos. Por<br />

ellos avanzamos paso a paso mediante los actos <strong>de</strong> cada día, sostenidos por la<br />

gracia <strong>de</strong>l Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra <strong>de</strong> Cristo, damos lentamente<br />

frutos en la Iglesia para la gloria <strong>de</strong> Dios (cf. parábola <strong>de</strong>l sembrador: Mt 13, 3-<br />

23).<br />

(Mc 11, 15-19) Mi Casa será llamada Casa <strong>de</strong> oración<br />

[15] Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y<br />

comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las<br />

mesas <strong>de</strong> los cambistas y los puestos <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> palomas, [16]<br />

y prohibió que transportaran cargas por el Templo. [17] Y les enseñaba:<br />

«¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa <strong>de</strong> oración para<br />

todas las naciones Pero uste<strong>de</strong>s la han convertido en una cueva <strong>de</strong><br />

ladrones». [18] Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas,<br />

buscaban la forma <strong>de</strong> matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el<br />

pueblo estaba maravillado <strong>de</strong> su enseñanza. [19] Al caer la tar<strong>de</strong>, Jesús y<br />

sus discípulos salieron <strong>de</strong> la ciudad.<br />

(C.I.C 512) Respecto a la vida <strong>de</strong> Cristo, el Símbolo <strong>de</strong> la Fe no habla más<br />

que <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> la Encarnación (concepción y nacimiento) y <strong>de</strong> la Pascua<br />

(pasión, crucifixión, muerte, sepultura, <strong>de</strong>scenso a los infiernos, resurrección,<br />

ascensión). No dice nada explícitamente <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> la vida oculta y<br />

pública <strong>de</strong> Jesús, pero los artículos <strong>de</strong> la fe referente a la Encarnación y a la<br />

Pascua <strong>de</strong> Jesús iluminan toda la vida terrena <strong>de</strong> Cristo. "Todo lo que Jesús hizo<br />

y enseñó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio hasta el día en que [...] fue llevado al cielo" (Hch 1, 1-<br />

2) hay que verlo a la luz <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> Navidad y <strong>de</strong> Pascua. (C.I.C 576) A


los ojos <strong>de</strong> muchos en Israel, Jesús parece actuar contra las instituciones<br />

esenciales <strong>de</strong>l Pueblo elegido: – contra la sumisión a la Ley en la integridad <strong>de</strong><br />

sus prescripciones escritas, y, para los fariseos, según la interpretación <strong>de</strong> la<br />

tradición oral. – contra el carácter central <strong>de</strong>l Templo <strong>de</strong> Jerusalén como lugar<br />

santo don<strong>de</strong> Dios habita <strong>de</strong> una manera privilegiada. – contra la fe en el Dios<br />

único, cuya gloria ningún hombre pue<strong>de</strong> compartir. (CCC 584) Jesús subió al<br />

Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era<br />

para él la casa <strong>de</strong> su Padre, una casa <strong>de</strong> oración, y se indigna porque el atrio<br />

exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21, 13). Si expulsa a los<br />

merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l Templo es por celo hacia las cosas <strong>de</strong> su Padre: "no hagáis <strong>de</strong> la<br />

Casa <strong>de</strong> mi Padre una casa <strong>de</strong> mercado. Sus discípulos se acordaron <strong>de</strong> que estaba<br />

escrito: 'El celo por tu Casa me <strong>de</strong>vorará' (Sal 69, 10)" (Jn 2, 16-17). Después <strong>de</strong><br />

su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo<br />

(cf. Hch 2, 46; 3, 1; 5, 20. 21; etc.).<br />

(Mc 11, 20-26) Tengan fe en Dios<br />

[20] A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera<br />

se había secado <strong>de</strong> raíz. [21] Pedro, acordándose, dijo a Jesús:<br />

«Maestro, la higuera que has mal<strong>de</strong>cido se ha secado». [22] Jesús le<br />

respondió: «Tengan fe en Dios. [23] Porque yo les aseguro que si alguien<br />

dice a esta montaña: “Retírate <strong>de</strong> ahí y arrójate al mar”, sin vacilar en su<br />

interior, sino creyendo que suce<strong>de</strong>rá lo que dice, lo conseguirá. [24] Por<br />

eso les digo: Cuando pid[an] algo en la oración, crean que ya lo tienen y<br />

lo conseguirán. [25] Y cuando uste<strong>de</strong>s se pongan <strong>de</strong> pie para orar, si<br />

tienen algo en contra <strong>de</strong> alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el<br />

cielo les perdonará también sus faltas». [26] .<br />

(C.I.C 2610) Del mismo modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes<br />

<strong>de</strong> recibir sus dones, nos enseña esta audacia filial: "todo cuanto pidáis en la<br />

oración, creed que ya lo habéis recibido" (Mc 11, 24). Tal es la fuerza <strong>de</strong> la<br />

oración, "todo es posible para quien cree" (Mc 9, 23), con una fe "que no duda"<br />

(Mt 21, 21). Tanto como Jesús se entristece por la "falta <strong>de</strong> fe" <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Nazaret<br />

(Mc 6, 6) y la "poca fe" <strong>de</strong> sus discípulos (cf. Mt 8, 26), así se admira ante la<br />

"gran fe" <strong>de</strong>l centurión romano (cf. Mt 8, 10) y <strong>de</strong> la cananea (cf. Mt 15, 28).<br />

(C.I.C 2611) La oración <strong>de</strong> fe no consiste solamente en <strong>de</strong>cir "Señor, Señor", sino<br />

en disponer el corazón para hacer la voluntad <strong>de</strong>l Padre (cf. Mt 7, 21). Jesús<br />

invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad <strong>de</strong> cooperar con el plan<br />

divino (cf. Mt 9, 38; Lc 10, 2; Jn 4, 34). (C.I.C 2840) Ahora bien, lo temible es<br />

que este <strong>de</strong>sbordamiento <strong>de</strong> misericordia no pue<strong>de</strong> penetrar en nuestro corazón<br />

mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el<br />

Cuerpo <strong>de</strong> Cristo, es indivisible; no po<strong>de</strong>mos amar a Dios a quien no vemos, si no<br />

amamos al hermano, a la hermana a quienes vemos (cf. 1Jn 4, 20). Al negarse a<br />

perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace<br />

impermeable al amor misericordioso <strong>de</strong>l Padre; en la confesión <strong>de</strong>l propio<br />

pecado, el corazón se abre a su gracia. (C.I.C 2841) Esta petición es tan<br />

importante que es la única sobre la cual el Señor vuelve y explicita en el Sermón<br />

<strong>de</strong> la Montaña (cf. Mt 5, 23-24; 6, 14-15; Mc 11, 25). Esta exigencia crucial <strong>de</strong>l<br />

misterio <strong>de</strong> la Alianza es imposible para el hombre. Pero "todo es posible para<br />

Dios" (Mt 19, 26).


(Mc 11, 27-33) ¿Quién te dio autoridad para hacerlo<br />

[27] Y llegaron <strong>de</strong> nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por<br />

el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se<br />

acercaron a él [28] y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas<br />

¿O quién te dio autoridad para hacerlo». [29] Jesús les respondió: «Yo<br />

también quiero hacerles una sola pregunta. Si me respon<strong>de</strong>n, les diré con<br />

qué autoridad hago estas cosas. [30] Díganme: el bautismo <strong>de</strong> Juan,<br />

¿venía <strong>de</strong>l cielo o <strong>de</strong> los hombres». [31] Ellos se hacían este<br />

razonamiento: «Si contestamos: “Del cielo”, él nos dirá: “¿Por qué no<br />

creyeron en él”. [32] ¿Diremos entonces: “De los hombres”». Pero<br />

como temían al pueblo, porque todos consi<strong>de</strong>raban que Juan había sido<br />

realmente un profeta, [33] respondieron a Jesús: «No sabemos». Y él les<br />

respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas».<br />

(C.I.C 240) Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no<br />

lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único,<br />

el cual eternamente es Hijo sólo en relación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo<br />

sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se<br />

lo quiera revelar" (Mt 11,27). (C.I.C 241) Por eso los Apóstoles confiesan a Jesús<br />

como "el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios" (Jn 1,1),<br />

como "la imagen <strong>de</strong>l Dios invisible" (Col 1,15), como "el resplandor <strong>de</strong> su gloria<br />

y la impronta <strong>de</strong> su esencia" Hb 1,3). (C.I.C 239) Al <strong>de</strong>signar a Dios con el<br />

nombre <strong>de</strong> "Padre", el lenguaje <strong>de</strong> la fe indica principalmente dos aspectos: que<br />

Dios es origen primero <strong>de</strong> todo y autoridad transcen<strong>de</strong>nte y que es al mismo<br />

tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal <strong>de</strong><br />

Dios pue<strong>de</strong> ser expresada también mediante la imagen <strong>de</strong> la maternidad (cf. Is<br />

66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia <strong>de</strong> Dios, la<br />

intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje <strong>de</strong> la fe se sirve así <strong>de</strong> la<br />

experiencia humana <strong>de</strong> los padres que son en cierta manera los primeros<br />

representantes <strong>de</strong> Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los<br />

padres humanos son falibles y que pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sfigurar la imagen <strong>de</strong> la paternidad y<br />

<strong>de</strong> la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transcien<strong>de</strong> la distinción<br />

humana <strong>de</strong> los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transcien<strong>de</strong> también la<br />

paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y<br />

medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios.<br />

<strong>Marcos</strong> 12<br />

(Mc 12, 1-9) Este es el here<strong>de</strong>ro: vamos a matarlo<br />

[1] Jesús se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una<br />

viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre <strong>de</strong> vigilancia. Después<br />

la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. [2] A su <strong>de</strong>bido tiempo,<br />

envió a un servidor para percibir <strong>de</strong> los viñadores la parte <strong>de</strong> los frutos<br />

que le correspondía. [3] Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron<br />

con las manos vacías. [4] De nuevo les envió a otro servidor, y a este<br />

también lo maltrataron y lo llenaron <strong>de</strong> ultrajes. [5] Envió a un tercero, y a<br />

este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. [6]<br />

Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en<br />

último término, pensando: “Respetarán a mi hijo”. [7] Pero los viñadores<br />

se dijeron: “Este es el here<strong>de</strong>ro: vamos a matarlo y la herencia será<br />

nuestra”. [8] Y apo<strong>de</strong>rándose <strong>de</strong> él, lo mataron y lo arrojaron fuera <strong>de</strong> la


viña. [9] ¿Qué hará el dueño <strong>de</strong> la viña Vendrá, acabará con los<br />

viñadores y entregará la viña a otros.<br />

(C.I.C 546) Jesús llama a entrar en el Reino a través <strong>de</strong> las parábolas, rasgo<br />

típico <strong>de</strong> su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por medio <strong>de</strong> ellas invita al banquete <strong>de</strong>l<br />

Reino (cf. Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el<br />

Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen<br />

falta obras (cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre:<br />

¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)<br />

¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30) Jesús y la presencia <strong>de</strong>l<br />

Reino en este mundo están secretamente en el corazón <strong>de</strong> las parábolas. Es<br />

preciso entrar en el Reino, es <strong>de</strong>cir, hacerse discípulo <strong>de</strong> Cristo para "conocer los<br />

Misterios <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4,<br />

11), la enseñanza <strong>de</strong> las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15).<br />

(Mc 12, 10-12) Esta es la obra <strong>de</strong>l Señor, admirable<br />

[10] ¿No han leído este pasaje <strong>de</strong> la Escritura: La piedra que los<br />

constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: [11] esta es<br />

la obra <strong>de</strong>l Señor, admirable a nuestros ojos». [12] Entonces buscaban<br />

la manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la<br />

había dicho por ellos, pero tenían miedo <strong>de</strong> la multitud. Y <strong>de</strong>jándolo, se<br />

fueron.<br />

(C.I.C 386) El pecado está presente en la historia <strong>de</strong>l hombre: sería vano<br />

intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar<br />

compren<strong>de</strong>r lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo<br />

profundo <strong>de</strong>l hombre con Dios, porque fuera <strong>de</strong> esta relación, el mal <strong>de</strong>l pecado<br />

no es <strong>de</strong>senmascarado en su verda<strong>de</strong>ra i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> rechazo y oposición a Dios,<br />

aunque continúe pesando sobre la vida <strong>de</strong>l hombre y sobre la historia. (C.I.C 522)<br />

La venida <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios<br />

quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos <strong>de</strong> la<br />

"Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta<br />

venida por boca <strong>de</strong> los profetas que se suce<strong>de</strong>n en Israel. A<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>spierta en el<br />

corazón <strong>de</strong> los paganos una espera, aún confusa, <strong>de</strong> esta venida.<br />

(Mc 12, 13-16) «¿Por qué me tien<strong>de</strong>n una trampa<br />

[13] Le enviaron <strong>de</strong>spués a unos fariseos y herodianos para<br />

sorpren<strong>de</strong>rlo en alguna <strong>de</strong> sus afirmaciones. [14] Ellos fueron y le dijeron:<br />

«Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición<br />

<strong>de</strong> las personas, porque no te fijas en la categoría <strong>de</strong> nadie, sino que<br />

enseñas con toda fi<strong>de</strong>lidad el camino <strong>de</strong> Dios. ¿Está permitido pagar el<br />

impueso al César o no ¿Debemos pagarlo o no». [15] Pero él,<br />

conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tien<strong>de</strong>n una trampa<br />

Muéstrenme un <strong>de</strong>nario». [16] Cuando se lo mostraron, preguntó: «¿De<br />

quién es esta figura y esta inscripción». Respondieron: «Del César».<br />

(C.I.C 2238) Los que están sometidos a la autoridad <strong>de</strong>ben mirar a sus<br />

superiores como representantes <strong>de</strong> Dios que los ha instituido ministros <strong>de</strong> sus<br />

dones (cf. Rm 13, 1-2): “Sed sumisos, a causa <strong>de</strong>l Señor, a toda institución<br />

humana [...]. Obrad como hombres libres, y no como quienes hacen <strong>de</strong> la libertad<br />

un pretexto para la maldad, sino como siervos <strong>de</strong> Dios” (1P 2, 13.16.). Su<br />

colaboración leal entraña el <strong>de</strong>recho, a veces el <strong>de</strong>ber, <strong>de</strong> ejercer una justa crítica<br />

<strong>de</strong> lo que les parece perjudicial para la dignidad <strong>de</strong> las personas o el bien <strong>de</strong> la<br />

comunidad. (C.I.C 450) Des<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> la historia cristiana, la afirmación


<strong>de</strong>l señorío <strong>de</strong> Jesús sobre el mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa<br />

también reconocer que el hombre no <strong>de</strong>be someter su libertad personal, <strong>de</strong> modo<br />

absoluto, a ningún po<strong>de</strong>r terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo:<br />

César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29). "La Iglesia cree que la clave, el<br />

centro y el fin <strong>de</strong> toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro"<br />

(Gaudium et spes, 10; cf. 45).<br />

(Mc 12, 17) Den al César lo que es <strong>de</strong>l César<br />

[17] Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es <strong>de</strong>l César, y a<br />

Dios, lo que es <strong>de</strong> Dios». Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.<br />

(C.I.C 2242) El ciudadano tiene obligación en conciencia <strong>de</strong> no seguir las<br />

prescripciones <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s civiles cuando estos preceptos son contrarios a<br />

las exigencias <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n moral, a los <strong>de</strong>rechos fundamentales <strong>de</strong> las personas o a<br />

las enseñanzas <strong>de</strong>l <strong>Evangelio</strong>. El rechazo <strong>de</strong> la obediencia a las autorida<strong>de</strong>s<br />

civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las <strong>de</strong> la recta conciencia, tiene su<br />

justificación en la distinción entre el servicio <strong>de</strong> Dios y el servicio <strong>de</strong> la<br />

comunidad política. ‘Dad al César lo que es <strong>de</strong>l César y a Dios lo que es <strong>de</strong> Dios’<br />

(Mt 22, 21). ‘Hay que obe<strong>de</strong>cer a Dios antes que a los hombres’ (Hch 5, 29):<br />

“Cuando la autoridad pública, excediéndose en sus competencias, oprime a los<br />

ciudadanos, éstos no <strong>de</strong>ben rechazar las exigencias objetivas <strong>de</strong>l bien común;<br />

pero les es lícito <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r sus <strong>de</strong>rechos y los <strong>de</strong> sus conciudadanos contra el<br />

abuso <strong>de</strong> esta autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y<br />

evangélica” (Gaudium et spes, 74).<br />

(Mc 12, 18-25) Cuando resuciten serán como ángeles<br />

[18] Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la<br />

resurrección, y le propusieron este caso: [19] «Maestro, Moisés nos ha<br />

or<strong>de</strong>nado lo siguiente: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos,<br />

que su hermano, para darle <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia, se case con la viuda”. [20]<br />

Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener<br />

hijos. [21] El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener<br />

hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; [22] y así ninguno <strong>de</strong> los siete <strong>de</strong>jó<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia. Después <strong>de</strong> todos ellos, murió la mujer. [23] Cuando<br />

resuciten los muertos, ¿<strong>de</strong> quién será esposa, ya que los siete la tuvieron<br />

por mujer». [24] Jesús les dijo: «¿No será que uste<strong>de</strong>s están<br />

equivocados por no compren<strong>de</strong>r las Escrituras ni el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios [25]<br />

Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán,<br />

sino que serán como ángeles en el cielo.<br />

(C.I.C 1619) La virginidad por el Reino <strong>de</strong> los Cielos es un <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la<br />

gracia bautismal, un signo po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> la preeminencia <strong>de</strong>l vínculo con Cristo, <strong>de</strong><br />

la ardiente espera <strong>de</strong> su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio<br />

es una realidad que manifiesta el carácter pasajero <strong>de</strong> este mundo (cf. 1Co 7,31;<br />

Mc 12,25).<br />

(Mc 12, 26-27) No es un Dios <strong>de</strong> muertos sino <strong>de</strong> vivientes<br />

[26] Y con respecto a la resurrección <strong>de</strong> los muertos, ¿no han leído<br />

en el Libro <strong>de</strong> Moisés, en el pasaje <strong>de</strong> la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy<br />

el Dios <strong>de</strong> Abraham, el Dios <strong>de</strong> Isaac y el Dios <strong>de</strong> Jacob [27] Él no es un<br />

Dios <strong>de</strong> muertos, sino <strong>de</strong> vivientes. Uste<strong>de</strong>s están en un grave error».<br />

(C.I.C 993) Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos contemporáneos <strong>de</strong>l<br />

Señor (cf. Jn 11, 24) esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los


saduceos que la niegan respon<strong>de</strong>: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios, vosotros estáis en el error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección<br />

<strong>de</strong>scansa en la fe en Dios que "no es un Dios <strong>de</strong> muertos sino <strong>de</strong> vivos" (Mc 12,<br />

27). (C.I.C 994) Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su<br />

propia persona: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús<br />

el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él (cf. Jn 5, 24-25; 6,<br />

40) y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida<br />

pública ofrece ya un signo y una prenda <strong>de</strong> la resurrección <strong>de</strong>volviendo la vida a<br />

algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando así su propia<br />

Resurrección que, no obstante, será <strong>de</strong> otro or<strong>de</strong>n. De este acontecimiento único,<br />

El habla como <strong>de</strong>l "signo <strong>de</strong> Jonás" (Mt 12, 39), <strong>de</strong>l signo <strong>de</strong>l Templo (cf. Jn 2,<br />

19-22): anuncia su Resurrección al tercer día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte (cf. Mc 10,<br />

34).<br />

(Mc 12, 28-34) Tú amarás al Señor tu Dios<br />

[28] Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido<br />

bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero <strong>de</strong> los<br />

mandamientos». [29] Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel:<br />

el Señor nuestro Dios es el único Señor; [30] y tú amarás al Señor, tu<br />

Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con<br />

todas tus fuerzas. [31] El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti<br />

mismo. No hay otro mandamiento más gran<strong>de</strong> que estos». [32] El escriba<br />

le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al <strong>de</strong>cir que hay un solo Dios y<br />

no hay otro más que él, [33] y que amarlo con todo el corazón, con toda la<br />

inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo,<br />

vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios». [34] Jesús, al<br />

ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos<br />

<strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.<br />

(C.I.C 592) Jesús no abolió la Ley <strong>de</strong>l Sinaí, sino que la perfeccionó (cf. Mt<br />

5, 17-19) <strong>de</strong> tal modo (cf. Jn 8, 46) que reveló su hondo sentido (cf. Mt 5, 33) y<br />

satisfizo por las transgresiones contra ella (cf. Hb 9, 15). (C.I.C 595) Entre las<br />

autorida<strong>de</strong>s religiosas <strong>de</strong> Jerusalén, no solamente el fariseo Nico<strong>de</strong>mo (cf. Jn 7,<br />

50) o el notable José <strong>de</strong> Arimatea eran en secreto discípulos <strong>de</strong> Jesús (cf. Jn 19,<br />

38-39), sino que durante mucho tiempo hubo disensiones a propósito <strong>de</strong> El (cf. Jn<br />

9, 16-17; 10, 19-21) hasta el punto <strong>de</strong> que en la misma víspera <strong>de</strong> su pasión, S.<br />

Juan pudo <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> ellos que "un buen número creyó en él", aunque <strong>de</strong> una<br />

manera muy imperfecta (Jn 12, 42). Eso no tiene nada <strong>de</strong> extraño si se consi<strong>de</strong>ra<br />

que al día siguiente <strong>de</strong> Pentecostés "multitud <strong>de</strong> sacerdotes iban aceptando la fe"<br />

(Hch 6, 7) y que "algunos <strong>de</strong> la secta <strong>de</strong> los Fariseos ... habían abrazado la fe"<br />

(Hch 15, 5) hasta el punto <strong>de</strong> que Santiago pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir a S. Pablo que "miles y<br />

miles <strong>de</strong> judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios <strong>de</strong> la Ley"<br />

(Hch 21, 20).<br />

(Mc 12, 35-37) ¿Cómo el Mesías es hijo <strong>de</strong> David<br />

[35] Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: «¿Cómo<br />

pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>cir los escribas que el Mesías es hijo <strong>de</strong> David [36] El mismo<br />

David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor:<br />

Siéntate a mi <strong>de</strong>recha, hasta que ponga a tus enemigos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> tus<br />

pies. [37] Si el mismo David lo llama “Señor”, ¿cómo pue<strong>de</strong> ser hijo<br />

suyo». La multitud escuchaba a Jesús con agrado.


(C.I.C 202) Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es<br />

preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas<br />

las fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo enten<strong>de</strong>r que El mismo es "el<br />

Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio <strong>de</strong> la fe<br />

cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Unico. Creer en el Espíritu Santo,<br />

"que es Señor y dador <strong>de</strong> vida", no introduce ninguna división en el Dios único:<br />

“Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verda<strong>de</strong>ro Dios, inmenso e<br />

inmutable, incomprensible, todopo<strong>de</strong>roso eterno e inefable, Padre, Hijo y Espíritu<br />

Santo: Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza<br />

absolutamente simple (IV Concilio <strong>de</strong> Letrán: DS 800). (C.I.C 590) Sólo la<br />

i<strong>de</strong>ntidad divina <strong>de</strong> la persona <strong>de</strong> Jesús pue<strong>de</strong> justificar una exigencia tan absoluta<br />

como ésta: "El que no está conmigo está contra mí" (Mt 12, 30); lo mismo cuando<br />

dice que él es "más que Jonás [...] más que Salomón" (Mt 12, 41-42), "más que el<br />

Templo" (Cf. Mt 12, 6); cuando recuerda, refiriéndose a que David llama al<br />

Mesías su Señor (Cf. Mt 12, 36-37), cuando afirma: "Antes que naciese Abraham,<br />

Yo soy" (Jn 8, 58); e incluso: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30).<br />

(Mc 12, 38-40) Cuí<strong>de</strong>nse <strong>de</strong> los escribas<br />

[38] Y él les enseñaba: «Cuí<strong>de</strong>nse <strong>de</strong> los escribas, a quienes les<br />

gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas [39] y<br />

ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; [40] que<br />

<strong>de</strong>voran los bienes <strong>de</strong> las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos<br />

serán juzgados con más severidad».<br />

(C.I.C 678) Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Joel 3, 4; Ml 3,19) y a<br />

Juan Bautista (cf. Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el Juicio <strong>de</strong>l<br />

último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta <strong>de</strong> cada uno (cf. Mc 12, 38-<br />

40) y el secreto <strong>de</strong> los corazones (cf. Lc 12, 1-3; Jn 3, 20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4,<br />

5). Entonces será con<strong>de</strong>nada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la<br />

gracia ofrecida por Dios (cf. Mt 11, 20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al<br />

prójimo revelará la acogida o el rechazo <strong>de</strong> la gracia y <strong>de</strong>l amor divino (cf. Mt 5,<br />

22; 7, 1-5). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno <strong>de</strong> estos hermanos<br />

míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). (C.I.C 679) Cristo es Señor<br />

<strong>de</strong> la vida eterna. El pleno <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> juzgar <strong>de</strong>finitivamente las obras y los<br />

corazones <strong>de</strong> los hombres pertenece a Cristo como Re<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong>l mundo.<br />

"Adquirió" este <strong>de</strong>recho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio<br />

al Hijo" (Jn 5, 22; cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2Tm 4, 1). Pues<br />

bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17) y para dar la<br />

vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo <strong>de</strong> la gracia en esta vida por lo<br />

que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; 12, 48); es retribuido según sus<br />

obras (cf. 1Co 3, 12-15) y pue<strong>de</strong> incluso con<strong>de</strong>narse eternamente al rechazar el<br />

Espíritu <strong>de</strong> amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; 10, 26-31).<br />

(Mc 12, 41-44) Esta pobre viuda dio todo lo que poseía<br />

[41] Jesús se sentó frente a la sala <strong>de</strong>l tesoro <strong>de</strong>l Templo y miraba<br />

cómo la gente <strong>de</strong>positaba su limosna. Muchos ricos daban en<br />

abundancia. [42] Llegó una viuda <strong>de</strong> condición humil<strong>de</strong> y colocó dos<br />

pequeñas monedas <strong>de</strong> cobre. [43] Entonces él llamó a sus discípulos y<br />

les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que<br />

cualquiera <strong>de</strong> los otros, [44] porque todos han dado <strong>de</strong> lo que les<br />

sobraba, pero ella, <strong>de</strong> su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que<br />

tenía para vivir».


(C.I.C 2544) Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El respecto a todo<br />

y a todos y les propone ‘renunciar a todos sus bienes’ (cf. Lc 14, 33) por El y por<br />

el <strong>Evangelio</strong> (cf. Mc 8, 35). Poco antes <strong>de</strong> su pasión les mostró como ejemplo la<br />

pobre viuda <strong>de</strong> Jerusalén que, <strong>de</strong> su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir<br />

(cf. Lc 21, 4). El precepto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> las riquezas es obligatorio para<br />

entrar en el Reino <strong>de</strong> los cielos. (C.I.C 2443) Dios bendice a los que ayudan a los<br />

pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo: ‘A quien te pi<strong>de</strong> da, al que <strong>de</strong>see<br />

que le prestes algo no le vuelvas la espalda’ (Mt 5, 42). ‘Gratis lo recibisteis,<br />

dadlo gratis’ (Mt 10, 8). Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan<br />

hecho por los pobres (cf. Mt 25, 31-36). La buena nueva ‘anunciada a los pobres’<br />

(Mt 11, 5; Lc 4, 18)) es el signo <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> Cristo. (C.I.C 2444) ‘El amor<br />

<strong>de</strong> la Iglesia por los pobres [...] pertenece a su constante tradición’ (Centesimus<br />

annus, 57). Está inspirado en el <strong>Evangelio</strong> <strong>de</strong> las bienaventuranzas (cf. Lc 6, 20-<br />

22), en la pobreza <strong>de</strong> Jesús (cf. Mt 8, 20), y en su atención a los pobres (cf. Mc<br />

12, 41-44). El amor a los pobres es también uno <strong>de</strong> los motivos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber <strong>de</strong><br />

trabajar, con el fin <strong>de</strong> hacer partícipe al que se halle en necesidad (Ef 4, 28). No<br />

abarca sólo la pobreza material, sino también las numerosas formas <strong>de</strong> pobreza<br />

cultural y religiosa (cf. Centesimus annus, 57).<br />

<strong>Marcos</strong> 13<br />

(Mc 13, 1-4) De todo esto no quedará piedra sobre piedra<br />

[1] Cuando Jesús salía <strong>de</strong>l Templo, uno <strong>de</strong> sus discípulos le dijo:<br />

«¡Maestro, mira qué piedras enormes y qué construcción!». [2] Jesús le<br />

respondió: «¿Ves esa gran construcción De todo esto no quedará piedra<br />

sobre piedra: todo será <strong>de</strong>struido». [3] Y <strong>de</strong>spués, estando sentado en el<br />

monte <strong>de</strong> los Olivos, frente al Templo, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le<br />

preguntaron en privado: [4] «Dinos cuándo suce<strong>de</strong>rá esto y cuál será la<br />

señal <strong>de</strong> que ya están por cumplirse todas estas cosas».<br />

(C.I.C 586) Lejos <strong>de</strong> haber sido hostil al Templo (cf. Mt 8, 4; 23, 21; Lc 17,<br />

14; Jn 4, 22) don<strong>de</strong> expuso lo esencial <strong>de</strong> su enseñanza (cf. Jn 18, 20), Jesús quiso<br />

pagar el impuesto <strong>de</strong>l Templo asociándose con Pedro (cf. Mt 17, 24-27), a quien<br />

acababa <strong>de</strong> poner como fundamento <strong>de</strong> su futura Iglesia (cf. Mt 16, 18). Aún más,<br />

se i<strong>de</strong>ntificó con el Templo presentándose como la morada <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> Dios<br />

entre los hombres (cf. Jn 2, 21; Mt 12, 6). Por eso su muerte corporal (cf. Jn 2,<br />

18-22) anuncia la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l Templo que señalará la entrada en una nueva<br />

edad <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> la salvación:"Llega la hora en que, ni en este monte, ni en<br />

Jerusalén adoraréis al Padre" (Jn 4, 21; cf. Jn 4, 23-24; Mt 27, 51; Hb 9, 11; Ap<br />

21, 22).<br />

(Mc 13, 5-8) Tengan cuidado <strong>de</strong> que no los engañen<br />

[5] Entonces Jesús comenzó a <strong>de</strong>cirles: «Tengan cuidado <strong>de</strong> que no<br />

los engañen, [6] porque muchos se presentarán en mi [N]ombre, diciendo:<br />

“Soy yo”, y engañarán a mucha gente. [7] No se alarmen cuando oigan<br />

hablar <strong>de</strong> guerras y <strong>de</strong> rumores <strong>de</strong> guerras: es necesario que esto ocurra,<br />

pero todavía no será el fin. [8] Se levantará nación contra nación y reino<br />

contra reino. En muchas partes, habrá terremotos y hambre. Este será el<br />

comienzo <strong>de</strong> los dolores <strong>de</strong>l parto.<br />

(C.I.C 2612) En Jesús "el Reino <strong>de</strong> Dios está próximo" (Mc 1, 15), llama a<br />

la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En la oración, el discípulo


espera atento a Aquél que "es y que viene", en el recuerdo <strong>de</strong> su primera venida<br />

en la humildad <strong>de</strong> la carne, y en la esperanza <strong>de</strong> su segundo advenimiento en la<br />

gloria (cf. Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión con su Maestro, la oración <strong>de</strong> los<br />

discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la<br />

tentación (cf. Lc 22, 40. 46).<br />

(Mc 13, 9-13) El que persevere hasta el fin, se salvará<br />

[9] Estén atentos: los entregarán a los tribunales y los azotarán en<br />

las sinagogas, y por mi causa serán llevados ante gobernadores y reyes,<br />

para dar testimonio <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos. [10] Pero antes, la Buena Noticia<br />

será proclamada a todas las naciones. [11] Cuando los entreguen, no se<br />

preocupen por lo que van a <strong>de</strong>cir: digan lo que se les enseñe en ese<br />

momento, porque no serán uste<strong>de</strong>s los que hablarán, sino el Espíritu<br />

Santo. [12] El hermano entregará a su hermano para que sea con<strong>de</strong>nado<br />

a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y<br />

los matarán. [13] Serán odiados por todos a causa <strong>de</strong> mi Nombre, pero el<br />

que persevere hasta el fin, se salvará.<br />

(C.I.C 2849) Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la<br />

oración. Por medio <strong>de</strong> su oración, Jesús es vencedor <strong>de</strong>l Tentador, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

principio (cf. Mt 4, 11) y en el último combate <strong>de</strong> su agonía (cf. Mt 26, 36-44).<br />

En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La<br />

vigilancia <strong>de</strong>l corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf.<br />

Mc 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda <strong>de</strong>l corazón",<br />

y Jesús pi<strong>de</strong> al Padre que "nos guar<strong>de</strong> en su Nombre" (cf. Jn 17, 11). El Espíritu<br />

Santo trata <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarnos continuamente a esta vigilancia (cf. 1Co 16, 13; Col 4,<br />

2; 1Ts 5, 6; 1P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la<br />

tentación final <strong>de</strong> nuestro combate en la tierra; pi<strong>de</strong> la perseverancia final. "Mira<br />

que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15).<br />

(Mc 13, 14-23) Uste<strong>de</strong>s tengan cuidado<br />

[14] Cuando vean la Abominación <strong>de</strong> la <strong>de</strong>solación usurpando el<br />

lugar que no le correspon<strong>de</strong> –el que lea esto, entiéndalo bien– los que<br />

estén en Ju<strong>de</strong>a, que se refugien en las montañas; [15] el que esté en la<br />

azotea <strong>de</strong> su casa, no baje a buscar sus cosas; [16] y el que esté en el<br />

campo, que no vuelva atrás a buscar su manto. [17] ¡Ay <strong>de</strong> las mujeres<br />

que estén embarazadas o tengan niños <strong>de</strong> pecho en aquellos días! [18]<br />

Rueguen para que no suceda en invierno. [19] Porque habrá entonces<br />

una gran tribulación, como no la hubo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong>l mundo<br />

hasta ahora, ni la habrá jamás. [20] Y si el Señor no abreviara ese tiempo,<br />

nadie se salvaría; pero lo abreviará a causa <strong>de</strong> los elegidos. [21] Si<br />

alguien les dice entonces: “El Mesías está aquí o está allí”, no lo crean.<br />

[22] Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas que harán<br />

milagros y prodigios capaces <strong>de</strong> engañar, si fuera posible, a los mismos<br />

elegidos. [23] Pero uste<strong>de</strong>s tengan cuidado: yo los he prevenido <strong>de</strong> todo.<br />

(C.I.C 673) Des<strong>de</strong> la Ascensión, el advenimiento <strong>de</strong> Cristo en la gloria es<br />

inminente (cf. Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y<br />

el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32).<br />

Este acontecimiento escatológico se pue<strong>de</strong> cumplir en cualquier momento (cf. Mt<br />

24, 44: 1Ts 5, 2), aunque tal hecho y la prueba final que le ha <strong>de</strong> prece<strong>de</strong>r estén<br />

"retenidos" en las manos <strong>de</strong> Dios (cf. 2Ts 2, 3-12). (C.I.C 671) El Reino <strong>de</strong><br />

Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran


po<strong>de</strong>r y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento <strong>de</strong>l Rey a la tierra.<br />

Este Reino aún es objeto <strong>de</strong> los ataques <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l mal (cf. 2Te 2, 7) a<br />

pesar <strong>de</strong> que estos po<strong>de</strong>res hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua <strong>de</strong> Cristo.<br />

Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1Co 15, 28), y "mientras no […] haya<br />

nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva<br />

en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen <strong>de</strong><br />

este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores <strong>de</strong><br />

parto hasta ahora y que esperan la manifestación <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios" (Lumen<br />

gentium, 48). Por esta razón los cristianos pi<strong>de</strong>n, sobre todo en la Eucaristía (cf.<br />

1Co 11, 26), que se apresure el retorno <strong>de</strong> Cristo (cf. 2P 3, 11-12) cuando<br />

suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1Co 16, 22; Ap 22, 17).<br />

(Mc 13, 24-27) Hijo <strong>de</strong>l hombre lleno <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> gloria<br />

[24] En ese tiempo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta tribulación, el sol se<br />

oscurecerá, la luna <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> brillar, [25] las estrellas caerán <strong>de</strong>l cielo y<br />

los astros se conmoverán. [26] Y se verá al Hijo <strong>de</strong>l hombre venir sobre<br />

las nubes, lleno <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> gloria. [27] Y él enviará a los ángeles para<br />

que congreguen a sus elegidos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los cuatro puntos cardinales, <strong>de</strong> un<br />

extremo al otro <strong>de</strong>l horizonte.<br />

(C.I.C 675) Antes <strong>de</strong>l advenimiento <strong>de</strong> Cristo, la Iglesia <strong>de</strong>berá pasar por<br />

una prueba final que sacudirá la fe <strong>de</strong> numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24,<br />

12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21,<br />

12; Jn 15, 19-20) <strong>de</strong>svelará el "Misterio <strong>de</strong> iniquidad" bajo la forma <strong>de</strong> una<br />

impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus<br />

problemas mediante el precio <strong>de</strong> la apostasía <strong>de</strong> la verdad. La impostura religiosa<br />

suprema es la <strong>de</strong>l Anticristo, es <strong>de</strong>cir, la <strong>de</strong> un seudo-mesianismo en que el<br />

hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> su Mesías<br />

venido en la carne (cf. 2Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3;2 Jn 7; 1Jn 2, 18.22).<br />

(Mc 13, 28-32) Ese día y la hora nadie los conoce<br />

[28] Aprendan esta comparación, tomada <strong>de</strong> la higuera: cuando sus<br />

ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, uste<strong>de</strong>s se dan cuenta <strong>de</strong><br />

que se acerca el verano. [29] Así también, cuando vean que suce<strong>de</strong>n<br />

todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. [30] Les<br />

aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. [31] El<br />

cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. [32] En cuanto a<br />

ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles <strong>de</strong>l cielo, ni el Hijo,<br />

nadie sino el Padre.<br />

(C.I.C 470) Puesto que en la unión misteriosa <strong>de</strong> la Encarnación "la<br />

naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida" (Gaudium et spes, 22), la<br />

Iglesia ha llegado a confesar con el correr <strong>de</strong> los siglos, la plena realidad <strong>de</strong>l alma<br />

humana, con sus operaciones <strong>de</strong> inteligencia y <strong>de</strong> voluntad, y <strong>de</strong>l cuerpo humano<br />

<strong>de</strong> Cristo. Pero paralelamente, ha tenido que recordar en cada ocasión que la<br />

naturaleza humana <strong>de</strong> Cristo pertenece propiamente a la persona divina <strong>de</strong>l Hijo<br />

<strong>de</strong> Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella pertenece a "uno <strong>de</strong> la<br />

Trinidad". El Hijo <strong>de</strong> Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo<br />

personal <strong>de</strong> existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo<br />

expresa humanamente las comportamientos divinos <strong>de</strong> la Trinidad (cf. Jn 14, 9-<br />

10): “El Hijo <strong>de</strong> Dios [...] trabajó con manos <strong>de</strong> hombre, pensó con inteligencia<br />

<strong>de</strong> hombre, obró con voluntad <strong>de</strong> hombre, amó con corazón <strong>de</strong> hombre. Nacido<br />

<strong>de</strong> la Virgen María, se hizo verda<strong>de</strong>ramente uno <strong>de</strong> nosotros, en todo semejante a


nosotros, excepto en el pecado (Gaudium et spes, 22). (C.I.C 670) Des<strong>de</strong> la<br />

Ascensión, el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la<br />

"última hora" (1Jn 2, 18; cf. 1P 4, 7). "El final <strong>de</strong> la historia ha llegado ya a<br />

nosotros y la renovación <strong>de</strong>l mundo está ya <strong>de</strong>cidida <strong>de</strong> manera irrevocable e<br />

incluso <strong>de</strong> alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en<br />

efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verda<strong>de</strong>ra santidad, aunque todavía<br />

imperfecta" (Lumen gentium, 48). El Reino <strong>de</strong> Cristo manifiesta ya su presencia<br />

por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la<br />

Iglesia (cf. Mc 16, 20).<br />

(Mc 13, 33-37) Tengan cuidado y estén prevenidos<br />

[33] Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo<br />

llegará el momento. [34] Será como un hombre que se va <strong>de</strong> viaje, <strong>de</strong>ja<br />

su casa al cuidado <strong>de</strong> sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y<br />

recomienda al portero que permanezca en vela. [35] Estén prevenidos,<br />

entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño <strong>de</strong> casa, si al<br />

atar<strong>de</strong>cer, a medianoche, al canto <strong>de</strong>l gallo o por la mañana. [36] No sea<br />

que llegue <strong>de</strong> improviso y los encuentre dormidos. [37] Y esto que les<br />

digo a uste<strong>de</strong>s, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».<br />

(C.I.C 672) Cristo afirmó antes <strong>de</strong> su Ascensión que aún no era la hora <strong>de</strong>l<br />

establecimiento glorioso <strong>de</strong>l Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7)<br />

que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), <strong>de</strong>bía traer a todos los hombres el or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>finitivo <strong>de</strong> la justicia, <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong> la paz. El tiempo presente, según el Señor,<br />

es el tiempo <strong>de</strong>l Espíritu y <strong>de</strong>l testimonio (cf. Hch 1, 8), pero es también un<br />

tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1Co 7, 26) y la prueba <strong>de</strong>l mal (cf.<br />

Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia(cf. 1P 4, 17) e inaugura los combates <strong>de</strong><br />

los últimos días (1Jn 2, 18; 4, 3; 1Tm 4, 1). Es un tiempo <strong>de</strong> espera y <strong>de</strong> vigilia<br />

(cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37). (C.I.C 673) Des<strong>de</strong> la Ascensión, el advenimiento<br />

<strong>de</strong> Cristo en la gloria es inminente (cf. Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos<br />

"toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad"<br />

(Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se pue<strong>de</strong> cumplir en<br />

cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1Ts 5, 2), aunque tal hecho y la prueba final<br />

que le ha <strong>de</strong> prece<strong>de</strong>r estén "retenidos" en las manos <strong>de</strong> Dios (cf. 2Ts 2, 3-12).<br />

<strong>Marcos</strong> 14<br />

(Mc 14, 1-2) Arrestar a Jesús para darle muerte<br />

[1] Faltaban dos días para la fiesta <strong>de</strong> la Pascua y <strong>de</strong> los panes<br />

Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera <strong>de</strong><br />

arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. [2] Porque <strong>de</strong>cían: «No lo<br />

hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el<br />

pueblo».<br />

(C.I.C 2262) En el Sermón <strong>de</strong> la Montaña, el Señor recuerda el precepto:<br />

‘No matarás’ (Mt 5, 21), y aña<strong>de</strong> el rechazo absoluto <strong>de</strong> la ira, <strong>de</strong>l odio y <strong>de</strong> la<br />

venganza. Más aún, Cristo exige a sus discípulos presentar la otra mejilla (cf. Mt<br />

5, 22-39), amar a los enemigos (cf. Mt 5, 44). El mismo no se <strong>de</strong>fendió y dijo a<br />

Pedro que guardase la espada en la vaina (cf. Mt 26, 52). (C.I.C 1739) Libertad y<br />

pecado. La libertad <strong>de</strong>l hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró.<br />

Libremente pecó. Al rechazar el proyecto <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios, se engañó a sí mismo<br />

y se hizo esclavo <strong>de</strong>l pecado. Esta primera alienación engendró una multitud <strong>de</strong>


alienaciones. La historia <strong>de</strong> la humanidad, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus orígenes, atestigua<br />

<strong>de</strong>sgracias y opresiones nacidas <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong>l hombre a consecuencia <strong>de</strong> un mal<br />

uso <strong>de</strong> la libertad.<br />

(Mc 14, 3-9) Ungió mi cuerpo anticipadamente<br />

[3] Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa <strong>de</strong> Simón<br />

el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno <strong>de</strong> un valioso perfume <strong>de</strong><br />

nardo puro, y rompiendo el frasco, <strong>de</strong>rramó el perfume sobre la cabeza<br />

<strong>de</strong> Jesús. [4] Entonces algunos <strong>de</strong> los que estaban allí se indignaron y<br />

comentaban entre sí: «¿Para qué este <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> perfume [5] Se<br />

hubiera podido ven<strong>de</strong>r por más <strong>de</strong> trescientos <strong>de</strong>narios para repartir el<br />

dinero entre los pobres». Y la criticaban. [6] Pero Jesús dijo: «Déjenla,<br />

¿por qué la molestan Ha hecho una buena obra conmigo. [7] A los<br />

pobres los tienen siempre con uste<strong>de</strong>s y pue<strong>de</strong>n hacerles bien cuando<br />

quieran, pero a mí no me tendrán siempre. [8] Ella hizo lo que podía;<br />

ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. [9] Les aseguro que<br />

allí don<strong>de</strong> se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará<br />

también en su memoria lo que ella hizo».<br />

(C.I.C 438) La consagración mesiánica <strong>de</strong> Jesús manifiesta su misión<br />

divina. "Por otra parte eso es lo que significa su mismo nombre, porque en el<br />

nombre <strong>de</strong> Cristo está sobre entendido El que ha ungido, El que ha sido ungido y<br />

la Unción misma con la que ha sido ungido: El que ha ungido, es el Padre. El que<br />

ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción" (S. Ireneo<br />

<strong>de</strong> Lyon, Adversus haereses 3, 18, 3: PG 7, 934). Su eterna consagración<br />

mesiánica fue revelada en el tiempo <strong>de</strong> su vida terrena en el momento <strong>de</strong> su<br />

bautismo, por Juan cuando "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con po<strong>de</strong>r"<br />

(Hch 10, 38) "para que él fuese manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su Mesías.<br />

Sus obras y sus palabras lo dieron a conocer como "el santo <strong>de</strong> Dios" (Cf. Mc 1,<br />

24; Jn 6, 69; Hch 3, 14). (C.I.C 1189) La celebración litúrgica compren<strong>de</strong> signos<br />

y símbolos que se refieren a la creación (luz, agua, fuego), a la vida humana<br />

(lavar, ungir, partir el pan) y a la historia <strong>de</strong> la salvación (los ritos <strong>de</strong> la Pascua).<br />

Insertos en el mundo <strong>de</strong> la fe y asumidos por la fuerza <strong>de</strong>l Espíritu Santo, estos<br />

elementos cósmicos, estos ritos humanos, estos gestos <strong>de</strong>l recuerdo <strong>de</strong> Dios se<br />

hacen portadores <strong>de</strong> la acción salvífica y santificadora <strong>de</strong> Cristo.<br />

(Mc 14, 10-11) Judas buscaba ocasión para entregarlo<br />

[10] Judas Iscariote, uno <strong>de</strong> los Doce, fue a ver a los sumos<br />

sacerdotes para entregarles a Jesús. [11] Al oírlo, ellos se alegraron y<br />

prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para<br />

entregarlo.<br />

(C.I.C 1851) Es precisamente en la Pasión, en la que la misericordia <strong>de</strong><br />

Cristo vencería, done el pecado manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad:<br />

incredulidad, rechazo y burlas por parte <strong>de</strong> los jefes y <strong>de</strong>l pueblo, <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong><br />

Pilato y crueldad <strong>de</strong> los soldados, traición <strong>de</strong> Judas tan dura a Jesús, negaciones<br />

<strong>de</strong> Pedro y abandono <strong>de</strong> los discípulos. Sin embargo, en la hora misma <strong>de</strong> las<br />

tinieblas y <strong>de</strong>l príncipe <strong>de</strong> este mundo (cf. Jn 14, 30), el sacrificio <strong>de</strong> Cristo se<br />

convierte secretamente en la fuente <strong>de</strong> la que brotará inagotable el perdón <strong>de</strong><br />

nuestros pecados.


(Mc 14, 12-16) Los discípulos prepararon la Pascua<br />

[12] El primer día <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong> los panes Ácimos, cuando se<br />

inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dón<strong>de</strong><br />

quieres que vayamos a prepararte la comida pascual». [13] Él envió a<br />

dos <strong>de</strong> sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se<br />

encontrarán con un hombre que lleva un cántaro <strong>de</strong> agua. Síganlo, [14] y<br />

díganle al dueño <strong>de</strong> la casa don<strong>de</strong> entre: El Maestro dice: “¿Dón<strong>de</strong> está<br />

mi sala, en la que voy a comer el cor<strong>de</strong>ro pascual con mis discípulos”.<br />

[15] Él les mostrará en el piso alto una pieza gran<strong>de</strong>, arreglada con<br />

almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario». [16] Los<br />

discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús<br />

les había dicho y prepararon la Pascua.<br />

(C.I.C 1340) Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso<br />

<strong>de</strong>l banquete pascual, Jesús dio su sentido <strong>de</strong>finitivo a la pascua judía. En efecto,<br />

el paso <strong>de</strong> Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es<br />

anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la<br />

pascua judía y anticipa la pascua final <strong>de</strong> la Iglesia en la gloria <strong>de</strong>l Reino.<br />

(Mc 14, 17-24) Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre<br />

[17] Al atar<strong>de</strong>cer, Jesús llegó con los Doce. [18] Y mientras estaban<br />

comiendo, dijo: «Les aseguro que uno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s me entregará, uno que<br />

come conmigo». [19] Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle,<br />

uno tras otro: «¿Seré yo». [20] Él les respondió: «Es uno <strong>de</strong> los Doce,<br />

uno que se sirve <strong>de</strong> la misma fuente que yo. [21] El Hijo <strong>de</strong>l hombre se<br />

va, como está escrito <strong>de</strong> él, pero ¡ay <strong>de</strong> aquel por quien el Hijo <strong>de</strong>l<br />

hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!». [22] Mientras<br />

comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus<br />

discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». [23] Después tomó<br />

una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron <strong>de</strong> ella. [24] Y les<br />

dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre <strong>de</strong> la Alianza, que se <strong>de</strong>rrama por<br />

muchos.<br />

(C.I.C 1324) La Eucaristía es "fuente y culmen <strong>de</strong> toda la vida cristiana"<br />

(Lumen gentium, 11). "Los <strong>de</strong>más sacramentos, como también todos los<br />

ministerios eclesiales y las obras <strong>de</strong> apostolado, están unidos a la Eucaristía y a<br />

ella se or<strong>de</strong>nan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual<br />

<strong>de</strong> la Iglesia, es <strong>de</strong>cir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (Presbyterorum ordinis, 5).<br />

(C.I.C 1333) En el corazón <strong>de</strong> la celebración <strong>de</strong> la Eucaristía se encuentran el pan<br />

y el vino que, por las palabras <strong>de</strong> Cristo y por la invocación <strong>de</strong>l Espíritu Santo, se<br />

convierten en el Cuerpo y la Sangre <strong>de</strong> Cristo. Fiel a la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Señor, la Iglesia<br />

continúa haciendo, en memoria <strong>de</strong> El, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la<br />

víspera <strong>de</strong> su pasión: "Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno <strong>de</strong> vino...". Al<br />

convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre <strong>de</strong> Cristo, los signos <strong>de</strong>l pan<br />

y <strong>de</strong>l vino siguen significando también la bondad <strong>de</strong> la creación. Así, en el<br />

ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf. Sal 104,13-15), fruto<br />

"<strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong>l hombre", pero antes, "fruto <strong>de</strong> la tierra" y "<strong>de</strong> la vid", dones <strong>de</strong>l<br />

Creador. La Iglesia ve en en el gesto <strong>de</strong> Melquise<strong>de</strong>c, rey y sacerdote, que<br />

"ofreció pan y vino" (Gn 14,18) una prefiguración <strong>de</strong> su propia ofrenda (cf.<br />

Plegaría Eucarística I o Canon Romano, 95; Misal Romano).


(Mc 14, 25) El día en que beba el vino nuevo en el Reino<br />

[25] Les aseguro que no beberé más <strong>de</strong>l fruto <strong>de</strong> la vid hasta el día<br />

en que beba el vino nuevo en el Reino <strong>de</strong> Dios».<br />

(C.I.C 1403) En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención <strong>de</strong> sus<br />

discípulos hacia el cumplimiento <strong>de</strong> la Pascua en el reino <strong>de</strong> Dios: "Y os digo que<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora no beberé <strong>de</strong> este fruto <strong>de</strong> la vid hasta el día en que lo beba con<br />

vosotros, <strong>de</strong> nuevo, en el Reino <strong>de</strong> mi Padre" (Mt 26,29; cf. Lc 22,18; Mc 14,25).<br />

Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se<br />

dirige hacia "el que viene" (Ap 1,4). En su oración, implora su venida: "Maran<br />

atha" (1Co 16,22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), "que tu gracia venga y que<br />

este mundo pase" (Didaché 10,6).<br />

(Mc 14, 26-35) Mi alma siente una tristeza <strong>de</strong> muerte<br />

[26] Después <strong>de</strong>l canto <strong>de</strong> los Salmos, salieron hacia el monte <strong>de</strong><br />

los Olivos. [27] Y Jesús les dijo: «Todos uste<strong>de</strong>s se van a escandalizar,<br />

porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. [28]<br />

Pero <strong>de</strong>spués que yo resucite, iré antes que uste<strong>de</strong>s a Galilea». [29]<br />

Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré».<br />

[30] Jesús le respondió: «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes<br />

que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces». [31]<br />

Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y<br />

todos <strong>de</strong>cían lo mismo. [32] Llegaron a una propiedad llamada<br />

Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos. «Qué<strong>de</strong>nse aquí, mientras yo<br />

voy a orar». [33] Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y<br />

comenzó a sentir temor y a angustiarse. [34] Entonces les dijo: «Mi alma<br />

siente una tristeza <strong>de</strong> muerte. Qué<strong>de</strong>nse aquí velando». [35] Y<br />

a<strong>de</strong>lantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, <strong>de</strong> ser posible,<br />

no tuviera que pasar por esa hora.<br />

(C.I.C 613) La muerte <strong>de</strong> Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a<br />

cabo la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> los hombres (cf. 1Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio<br />

<strong>de</strong>l "cor<strong>de</strong>ro que quita el pecado <strong>de</strong>l mundo" (Jn 1, 29; cf. 1P 1, 19) y el sacrificio<br />

<strong>de</strong> la Nueva Alianza (cf. 1Co 11, 25) que <strong>de</strong>vuelve al hombre a la comunión con<br />

Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con El por "la sangre <strong>de</strong>rramada por muchos<br />

para remisión <strong>de</strong> los pecados" (Mt 26, 28;cf. Lv 16, 15-16). (C.I.C 614) Este<br />

sacrificio <strong>de</strong> Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios (cf.<br />

Hb 10, 10). Ante todo es un don <strong>de</strong>l mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega<br />

al Hijo para reconciliarnos consigo (cf. 1Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda<br />

<strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios hecho hombre que, libremente y por amor (cf. Jn 15, 13), ofrece<br />

su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio <strong>de</strong>l Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14),<br />

para reparar nuestra <strong>de</strong>sobediencia.<br />

(Mc 14, 36-42) Que no se haga mi voluntad, sino la tuya<br />

[36] Y <strong>de</strong>cía: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja <strong>de</strong> mí este<br />

cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». [37] Después volvió<br />

y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón,<br />

¿duermes ¿No has podido quedarte <strong>de</strong>spierto ni siquiera una hora [38]<br />

Permanezcan <strong>de</strong>spiertos y oren para no caer en la tentación, porque el<br />

espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». [39] Luego se alejó<br />

nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. [40] Al regresar, los<br />

encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban <strong>de</strong> sueño, y no<br />

sabían qué respon<strong>de</strong>rle. [41] Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora


pue<strong>de</strong>n dormir y <strong>de</strong>scansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el<br />

Hijo <strong>de</strong>l hombre va a ser entregado en manos <strong>de</strong> los pecadores. [42]<br />

¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».<br />

(C.I.C 612) El cáliz <strong>de</strong> la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al<br />

ofrecerse a sí mismo (cf. Lc 22, 20), lo acepta a continuación <strong>de</strong> manos <strong>de</strong>l Padre<br />

en su agonía <strong>de</strong> Getsemaní (cf. Mt 26, 42) haciéndose "obediente hasta la muerte"<br />

(Flp 2, 8; cf. Hb 5, 7-8). Jesús ora: "Padre mío, si es posible, que pase <strong>de</strong> mí este<br />

cáliz..." (Mt 26, 39). Expresa así el horror que representa la muerte para su<br />

naturaleza humana. Esta, en efecto, como la nuestra, está <strong>de</strong>stinada a la vida<br />

eterna; a<strong>de</strong>más, a diferencia <strong>de</strong> la nuestra, está perfectamente exenta <strong>de</strong> pecado<br />

(cf. Hb 4, 15) que es la causa <strong>de</strong> la muerte (cf. Rm 5, 12); pero sobre todo está<br />

asumida por la persona divina <strong>de</strong>l "Príncipe <strong>de</strong> la Vida", <strong>de</strong> "el que vive" (cf. Hch<br />

3, 15), Viventis (cf. Ap 1, 18; Jn 1, 4; 5, 26), assumpta. Al aceptar en su voluntad<br />

humana que se haga la voluntad <strong>de</strong>l Padre (cf. Mt 26, 42), acepta su muerte como<br />

re<strong>de</strong>ntora para "llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre el ma<strong>de</strong>ro" (1P 2, 24).<br />

(Mc 14, 43-52) Entonces todos lo abandonaron y huyeron<br />

[43] Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno<br />

<strong>de</strong> los Doce, acompañado <strong>de</strong> un grupo con espadas y palos, enviado por<br />

los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. [44] El traidor les<br />

había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y<br />

llévenlo bien custodiado». [45] Apenas llegó, se le acercó y le dijo:<br />

«Maestro», y lo besó. [46] Los otros se abalanzaron sobre él y lo<br />

arrestaron. [47] Uno <strong>de</strong> los que estaban allí sacó la espada e hirió al<br />

servidor <strong>de</strong>l Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. [48] Jesús les dijo:<br />

«Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.<br />

[49] Todos los días estaba entre uste<strong>de</strong>s enseñando en el Templo y no<br />

me arrestaron. Pero esto suce<strong>de</strong> para que se cumplan las Escrituras».<br />

[50] Entonces todos lo abandonaron y huyeron. [51] Lo seguía un joven,<br />

envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; [52] pero él, <strong>de</strong>jando<br />

la sábana, se escapó <strong>de</strong>snudo.<br />

(C.I.C 409) Esta situación dramática <strong>de</strong>l mundo que "todo entero yace en<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l maligno" (1Jn 5,19; cf. 1P 5,8), hace <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l hombre un combate:<br />

“A través <strong>de</strong> toda la historia <strong>de</strong>l hombre se extiend e una dura batalla contra los<br />

po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> las tinieblas que, iniciada ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el origen <strong>de</strong>l mundo, durará hasta<br />

el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre <strong>de</strong>be combatir<br />

continuamente para adherirse al bien, y no sin gran<strong>de</strong>s trabajos, con la ayuda <strong>de</strong> la<br />

gracia <strong>de</strong> Dios, es capaz <strong>de</strong> lograr la unidad en sí mismo” (Gaudium et spes, 37).<br />

(Mc 14, 53-59) Se presentaron con falsas acusaciones<br />

[53] Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron<br />

todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. [54] Pedro lo<br />

había seguido <strong>de</strong> lejos hasta el interior <strong>de</strong>l palacio <strong>de</strong>l Sumo Sacerdote y<br />

estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. [55] Los<br />

sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra<br />

Jesús, para po<strong>de</strong>r con<strong>de</strong>narlo a muerte, pero no lo encontraban. [56]<br />

Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero<br />

sus testimonios no concordaban. [57] Algunos <strong>de</strong>claraban falsamente<br />

contra Jesús: [58] «Nosotros lo hemos oído <strong>de</strong>cir: “Yo <strong>de</strong>struiré este<br />

Templo hecho por la mano <strong>de</strong>l hombre, y en tres días volveré a construir


otro que no será hecho por la mano <strong>de</strong>l hombre”». [59] Pero tampoco en<br />

esto concordaban sus <strong>de</strong>claraciones.<br />

(C.I.C 585) Jesús anunció, no obstante, en el umbral <strong>de</strong> su Pasión, la ruina<br />

<strong>de</strong> ese espléndido edificio <strong>de</strong>l cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24, 1-<br />

2). Hay aquí un anuncio <strong>de</strong> una señal <strong>de</strong> los últimos tiempos que se van a abrir<br />

con su propia Pascua (cf. Mt 24, 3; Lc 13, 35). Pero esta profecía pudo ser<br />

<strong>de</strong>formada por falsos testigos en su interrogatorio en casa <strong>de</strong>l sumo sacerdote (cf.<br />

Mc 14, 57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la<br />

cruz (cf. Mt 27, 39-40).<br />

(Mc 14, 60-65) Todos sentenciaron que merecía la muerte<br />

[60] El Sumo Sacerdote, poniéndose <strong>de</strong> pie ante la asamblea,<br />

interrogó a Jesús: «¿No respon<strong>de</strong>s nada a lo que estos atestiguan contra<br />

ti». [61] Él permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo<br />

Sacerdote lo interrogó nuevamente: «¿Eres el Mesías, el Hijo <strong>de</strong>l Dios<br />

bendito». [62] Jesús respondió: «Sí, yo lo soy: y uste<strong>de</strong>s verán al Hijo<br />

<strong>de</strong>l hombre sentarse a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l Todopo<strong>de</strong>roso y venir entre las<br />

nubes <strong>de</strong>l cielo». [63] Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y<br />

exclamó: «¿Qué necesidad tenemos ya <strong>de</strong> testigos [64] Uste<strong>de</strong>s acaban<br />

<strong>de</strong> oír la blasfemia. ¿Qué les parece». Y todos sentenciaron que<br />

merecía la muerte. [65] Después algunos comenzaron a escupirlo y,<br />

tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le <strong>de</strong>cían: «¡Profetiza!». Y<br />

también los servidores le daban bofetadas.<br />

(C.C.I. 443) Si Pedro pudo reconocer el carácter transcen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la<br />

filiación divina <strong>de</strong> Jesús Mesías es porque éste lo <strong>de</strong>jó enten<strong>de</strong>r claramente. Ante<br />

el Sanedrín, a la pregunta <strong>de</strong> sus acusadores: "Entonces, ¿tú eres el Hijo <strong>de</strong><br />

Dios", Jesús ha respondido: "Vosotros lo <strong>de</strong>cís: yo soy" (Lc 22, 70; cf. Mt 26,<br />

64; Mc 14, 61). Ya mucho antes, El se <strong>de</strong>signó como el "Hijo" que conoce al<br />

Padre (cf. Mt 11, 27; 21, 37-38), que es distinto <strong>de</strong> los "siervos" que Dios envió<br />

antes a su pueblo (cf. Mt 21, 34-36), superior a los propios ángeles (cf. Mt 24,<br />

36). Distinguió su filiación <strong>de</strong> la <strong>de</strong> sus discípulos, no diciendo jamás "nuestro<br />

Padre" (cf. Mt 5, 48; 6, 8; 7, 21; Lc 11, 13) salvo para or<strong>de</strong>narles "vosotros, pues,<br />

orad así: Padre Nuestro" (Mt 6, 9); y subrayó esta distinción: "Mi Padre y vuestro<br />

Padre" (Jn 20, 17). (C.I.C. 572) La Iglesia permanece fiel a "la interpretación <strong>de</strong><br />

todas las Escrituras" dada por Jesús mismo, tanto antes como <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />

Pascua: "¿No era necesario que Cristo pa<strong>de</strong>ciera eso y entrara así en su gloria"<br />

(Lc 24, 26-27. 44-45). Los pa<strong>de</strong>cimientos <strong>de</strong> Jesús han tomado una forma<br />

histórica concreta por el hecho <strong>de</strong> haber sido "reprobado por los ancianos, los<br />

sumos sacerdotes y los escribas" (Mc 8, 31), que lo "entregaron a los gentiles,<br />

para burlarse <strong>de</strong> él, azotarle y crucificarle" (Mt 20, 19).<br />

(Mc 14, 66-72) Antes que cante el gallo me habrás negado<br />

[66] Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una <strong>de</strong> las<br />

sirvientas <strong>de</strong>l Sumo Sacerdote [67] y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró<br />

fijamente y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno». [68] Él<br />

lo negó, diciendo: «No sé nada; no entiendo <strong>de</strong> qué estás hablando».<br />

Luego salió al vestíbulo y cantó el gallo. [69] La sirvienta, al verlo, volvió a<br />

<strong>de</strong>cir a los presentes: «Este es uno <strong>de</strong> ellos». [70] Pero él lo negó<br />

nuevamente. Un poco más tar<strong>de</strong>, los que estaban allí dijeron a Pedro:<br />

«Seguro que eres uno <strong>de</strong> ellos, porque tú también eres galileo». [71]<br />

Entonces él se puso a mal<strong>de</strong>cir y a jurar que no conocía a ese hombre <strong>de</strong>l


que estaban hablando. [72] En seguida cantó el gallo por segunda vez.<br />

Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el<br />

gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces». Y se puso a<br />

llorar.<br />

(C.I.C. 1427) Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte<br />

esencial <strong>de</strong>l anuncio <strong>de</strong>l Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino <strong>de</strong> Dios está<br />

cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación <strong>de</strong> la<br />

Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo<br />

y su <strong>Evangelio</strong>. Así, el Bautismo es el lugar principal <strong>de</strong> la conversión primera y<br />

fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Hch 2,38) se<br />

renuncia al mal y se alcanza la salvación, es <strong>de</strong>cir, la remisión <strong>de</strong> todos los<br />

pecados y el don <strong>de</strong> la vida nueva. (C.I.C 1429) De ello da testimonio la<br />

conversión <strong>de</strong> S. Pedro tras la triple negación <strong>de</strong> su Maestro. La mirada <strong>de</strong> infinita<br />

misericordia <strong>de</strong> Jesús provoca las lágrimas <strong>de</strong>l arrepentimiento (cf. Lc 22,61) y,<br />

tras la resurrección <strong>de</strong>l Señor, la triple afirmación <strong>de</strong> su amor hacia él (cf. Jn<br />

21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto<br />

aparece en la llamada <strong>de</strong>l Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2, 5. 16).<br />

S. Ambrosio dice acerca <strong>de</strong> las dos conversiones que, “en la Iglesia, existen el<br />

agua y las lágrimas: el agua <strong>de</strong>l Bautismo y las lágrimas <strong>de</strong> la Penitencia" (San<br />

Ambrosio, Epistula extra collectionem 1 [41], 12: PL 16, 1116).<br />

<strong>Marcos</strong> 15<br />

(Mc 15, 1-8) ¿Tú eres el rey <strong>de</strong> los judíos «Tú lo dices»<br />

[1] En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en<br />

Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. [2] Este lo interrogó:<br />

«¿Tú eres el rey <strong>de</strong> los judíos». Jesús le respondió: «Tú lo dices». [3]<br />

Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. [4] Pilato<br />

lo interrogó nuevamente: «¿No respon<strong>de</strong>s nada ¡Mira <strong>de</strong> todo lo que te<br />

acusan!». [5] Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto <strong>de</strong>jó muy<br />

admirado a Pilato. [6] En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso,<br />

a elección <strong>de</strong>l pueblo. [7] Había en la cárcel uno llamado Barrabás,<br />

arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante<br />

la sedición. [8] La multitud subió y comenzó a pedir el indulto<br />

acostumbrado.<br />

(C.I.C 594) Jesús realizó obras como el perdón <strong>de</strong> los pecados que lo<br />

revelaron como Dios Salvador (cf. Jn 5, 16-18). Algunos judíos que no le<br />

reconocían como Dios hecho hombre (cf. Jn 1, 14) veían en él a "un hombre que<br />

se hace Dios" (Jn 10, 33), y lo juzgaron como un blasfemo. (C.I.C 596) Las<br />

autorida<strong>de</strong>s religiosas <strong>de</strong> Jerusalén no fueron unánimes en la conducta a seguir<br />

respecto <strong>de</strong> Jesús (cf. Jn 9, 16; 10, 19). Los fariseos amenazaron <strong>de</strong> excomunión a<br />

los que le siguieran (cf. Jn 9, 22). A los que temían que "todos creerían en él; y<br />

vendrían los romanos y <strong>de</strong>struirían nuestro Lugar Santo y nuestra nación" (Jn 11,<br />

48), el sumo sacerdote Caifás les propuso profetizando: "Es mejor que muera uno<br />

solo por el pueblo y no que perezca toda la nación" (Jn 11, 50). El Sanedrín<br />

<strong>de</strong>claró a Jesús "reo <strong>de</strong> muerte" (cf. Mt 26, 66) como blasfemo, pero, habiendo<br />

perdido el <strong>de</strong>recho a con<strong>de</strong>nar a muerte a nadie (cf. Jn 18, 31), entregó a Jesús a<br />

los romanos acusándole <strong>de</strong> revuelta política (cf. Lc 23, 2) lo que le pondrá en<br />

paralelo con Barrabás acusado <strong>de</strong> "sedición" (Lc 23, 19). Son también las


amenazas políticas las que los sumos sacerdotes ejercen sobre Pilato para que éste<br />

con<strong>de</strong>ne a muerte a Jesús (cf. Jn 19, 12. 15. 21).<br />

(Mc 15, 9-15) Gritaban cada vez más fuerte: ¡Crucifícalo!<br />

[9] Pilato les dijo: «¿Quieren que les ponga en libertad al rey <strong>de</strong> los<br />

judíos». [10] Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían<br />

entregado por envidia. [11] Pero los sumos sacerdotes incitaron a la<br />

multitud a pedir la libertad <strong>de</strong> Barrabás. [12] Pilato continuó diciendo:<br />

«¿Qué quieren que haga, entonces, con el que uste<strong>de</strong>s llaman rey <strong>de</strong> los<br />

judíos». [13] Ellos gritaron <strong>de</strong> nuevo: «¡Crucifícalo!». [14] Pilato les dijo:<br />

«¿Qué mal ha hecho». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:<br />

«¡Crucifícalo!». [15] Pilato, para contentar a la multitud, les puso en<br />

libertad a Barrabás; y a Jesús, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlo hecho azotar, lo<br />

entregó para que fuera crucificado.<br />

(C.I.C. 597) Teniendo en cuenta la complejidad histórica manifestada en las<br />

narraciones evangélicas sobre el proceso <strong>de</strong> Jesús y sea cual sea el pecado<br />

personal <strong>de</strong> los protagonistas <strong>de</strong>l proceso (Judas, el Sanedrín, Pilato) lo cual sólo<br />

Dios conoce, no se pue<strong>de</strong> atribuir la responsabilidad <strong>de</strong>l proceso al conjunto <strong>de</strong><br />

los judíos <strong>de</strong> Jerusalén, a pesar <strong>de</strong> los gritos <strong>de</strong> una muchedumbre manipulada<br />

(Cf. Mc 15, 11) y <strong>de</strong> las acusaciones colectivas contenidas en las exhortaciones a<br />

la conversión <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Pentecostés (cf. Hch 2, 23. 36; 3, 13-14; 4, 10; 5, 30; 7,<br />

52; 10, 39; 13, 27-28; 1Ts 2, 14-15). El mismo Jesús perdonando en la Cruz (cf.<br />

Lc 23, 34) y Pedro siguiendo su ejemplo apelan a "la ignorancia" (cf. Hch 3, 17)<br />

<strong>de</strong> los judíos <strong>de</strong> Jerusalén e incluso <strong>de</strong> sus jefes. Menos todavia se podría ampliar<br />

esta responsabilidad a los restantes judíos en el tiempo y en el espacio,<br />

apoyándose en el grito <strong>de</strong>l pueblo: "¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros<br />

hijos!" (Mt 27, 25), que equivale a una fórmula <strong>de</strong> ratificación (cf. Hch 5, 28; 18,<br />

6): Tanto es así que la Iglesia ha <strong>de</strong>clarado en el Concilio Vaticano II: "Lo que se<br />

perpetró en su pasión no pue<strong>de</strong> ser imputado indistintamente a todos los judíos<br />

que vivían entonces ni a los judíos <strong>de</strong> ho [...] No se ha <strong>de</strong> señalar a los judíos<br />

como reprobados por Dios y malditos como si tal cosa se <strong>de</strong>dujera <strong>de</strong> la Sagrada<br />

Escritura" (Nostra aetate, 4).<br />

(Mc 15, 16-20) Hicieron una corona <strong>de</strong> espinas<br />

[16] Los soldados lo llevaron <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l palacio, al pretorio, y<br />

convocaron a toda la guardia. [17] Lo vistieron con un manto <strong>de</strong> púrpura,<br />

hicieron una corona <strong>de</strong> espinas y se la colocaron. [18] Y comenzaron a<br />

saludarlo: «¡Salud, rey <strong>de</strong> los judíos!». [19] Y le golpeaban la cabeza con<br />

una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. [20]<br />

Después <strong>de</strong> haberse burlado <strong>de</strong> él, le quitaron el manto <strong>de</strong> púrpura y le<br />

pusieron <strong>de</strong> nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.<br />

(C.I.C 672) Cristo afirmó antes <strong>de</strong> su Ascensión que aún no era la hora <strong>de</strong>l<br />

establecimiento glorioso <strong>de</strong>l Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7)<br />

que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), <strong>de</strong>bía traer a todos los hombres el or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>finitivo <strong>de</strong> la justicia, <strong>de</strong>l amor y <strong>de</strong> la paz. El tiempo presente, según el Señor,<br />

es el tiempo <strong>de</strong>l Espíritu y <strong>de</strong>l testimonio (cf. Hch 1, 8), pero es también un<br />

tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1Co 7, 26) y la prueba <strong>de</strong>l mal (cf.<br />

Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia(cf. 1P 4, 17) e inaugura los combates <strong>de</strong><br />

los últimos días (1Jn 2, 18; 4, 3; 1Tm 4, 1). Es un tiempo <strong>de</strong> espera y <strong>de</strong> vigilia<br />

(cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37). (C.I.C 671) El Reino <strong>de</strong> Cristo, presente ya en su<br />

Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran po<strong>de</strong>r y gloria" (Lc 21,


27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento <strong>de</strong>l Rey a la tierra. Este Reino aún es<br />

objeto <strong>de</strong> los ataques <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l mal (cf. 2Te 2, 7) a pesar <strong>de</strong> que estos<br />

po<strong>de</strong>res hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua <strong>de</strong> Cristo. Hasta que todo le<br />

haya sido sometido (cf. 1Co 15, 28), y "mientras no […] haya nuevos cielos y<br />

nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus<br />

sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen <strong>de</strong> este<br />

mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores <strong>de</strong><br />

parto hasta ahora y que esperan la manifestación <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Dios" (Lumen<br />

gentium, 48). Por esta razón los cristianos pi<strong>de</strong>n, sobre todo en la Eucaristía (cf.<br />

1Co 11, 26), que se apresure el retorno <strong>de</strong> Cristo (cf. 2P 3, 11-12) cuando<br />

suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1Co 16, 22; Ap 22, 17).<br />

(Mc 15, 21-32) Después lo crucificaron<br />

[21] Como pasaba por allí Simón <strong>de</strong> Cirene, padre <strong>de</strong> Alejandro y <strong>de</strong><br />

Rufo, que regresaba <strong>de</strong>l campo, lo obligaron a llevar la cruz <strong>de</strong> Jesús.<br />

[22] Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa:<br />

«lugar <strong>de</strong>l Cráneo». [23] Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él<br />

no lo tomó. [24] Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus<br />

vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. [25] Ya<br />

mediaba la mañana cuando lo crucificaron. [26] La inscripción que<br />

indicaba la causa <strong>de</strong> su con<strong>de</strong>na <strong>de</strong>cía: «El rey <strong>de</strong> los judíos». [27] Con él<br />

crucificaron a dos bandidos, uno a su <strong>de</strong>recha y el otro a su izquierda.<br />

[28] . [29] Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y <strong>de</strong>cían:<br />

«¡Eh, tú, que <strong>de</strong>struyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, 30<br />

sálvate a ti mismo y baja <strong>de</strong> la cruz!». [31] De la misma manera, los<br />

sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y <strong>de</strong>cían entre sí: «¡Ha<br />

salvado a otros y no pue<strong>de</strong> salvarse a sí mismo! [32] Es el Mesías, el rey<br />

<strong>de</strong> Israel, ¡que baje ahora <strong>de</strong> la cruz, para que veamos y crea-mos!».<br />

También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.<br />

(C.I.C 571) El Misterio pascual <strong>de</strong> la cruz y <strong>de</strong> la resurrección <strong>de</strong> Cristo está<br />

en el centro <strong>de</strong> la Buena Nueva que los Apóstoles, y la Iglesia a continuación <strong>de</strong><br />

ellos, <strong>de</strong>ben anunciar al mundo. El <strong>de</strong>signio salvador <strong>de</strong> Dios se ha cumplido <strong>de</strong><br />

"una vez por todas" (Hb 9, 26) por la muerte re<strong>de</strong>ntora <strong>de</strong> su Hijo Jesucristo.<br />

(C.I.C 573) Por lo tanto, la fe pue<strong>de</strong> escrutar las circunstancias <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong><br />

Jesús, que han sido transmitidas fielmente por los <strong>Evangelio</strong>s (cf. Dei Verbum,<br />

19) e iluminadas por otras fuentes históricas, a fin <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r mejor el sentido<br />

<strong>de</strong> la Re<strong>de</strong>nción. (C.I.C 591) Jesús pidió a las autorida<strong>de</strong>s religiosas <strong>de</strong> Jerusalén<br />

creer en él en virtud <strong>de</strong> las obras <strong>de</strong> su Padre que el realizaba (cf. Jn 10, 36-38).<br />

Pero tal acto <strong>de</strong> fe <strong>de</strong>bía pasar por una misteriosa muerte a sí mismo para un<br />

nuevo "nacimiento <strong>de</strong> lo alto" (cf. Jn 3, 7) atraído por la gracia divina (cf. Jn 6,<br />

44). Tal exigencia <strong>de</strong> conversión frente a un cumplimiento tan sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las<br />

promesas (cf. Is 53, 1) permite compren<strong>de</strong>r el trágico <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l sanhedrín al<br />

estimar que Jesús merecía la muerte como blasfemo (cf. Mc 3, 6; Mt 26, 64-66).<br />

Sus miembros obraban así tanto por "ignorancia" (cf. Lc 23, 34; Hch 3, 17-18)<br />

como por el "endurecimiento" (cf. Mc 3, 5; Rm 11, 25) <strong>de</strong> la "incredulidad" (cf.<br />

Rm 11, 20).<br />

(Mc 15, 33-37) Jesús, dando un gran grito, expiró<br />

[33] Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong>; [34] y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi, lamá<br />

sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has


abandonado». [35] Algunos <strong>de</strong> los que se encontraban allí, al oírlo,<br />

dijeron: «Está llamando a Elías». [36] Uno corrió a mojar una esponja en<br />

vinagre y, poniéndola en la punta <strong>de</strong> una caña, le dio <strong>de</strong> beber, diciendo:<br />

«Vamos a ver si Elías viene a bajarlo». [37] Entonces Jesús, dando un<br />

gran grito, expiró.<br />

(C.I.C 609) Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor <strong>de</strong>l Padre hacia<br />

los hombres, "los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "nadie tiene mayor<br />

amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento<br />

como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto <strong>de</strong> su<br />

amor divino que quiere la salvación <strong>de</strong> los hombres (cf. Hb 2, 10. 17-18; 4, 15; 5,<br />

7-9). En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a<br />

los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me quita [la vida]; yo la doy<br />

voluntariamente" (Jn 10, 18). De aquí la soberana libertad <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios<br />

cuando Él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4-6; Mt 26, 53). (C.I.C<br />

613) La muerte <strong>de</strong> Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la<br />

re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> los hombres (cf. 1Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio <strong>de</strong>l<br />

"cor<strong>de</strong>ro que quita el pecado <strong>de</strong>l mundo" (Jn 1, 29; cf. 1P 1, 19) y el sacrificio <strong>de</strong><br />

la Nueva Alianza (cf. 1Co 11, 25) que <strong>de</strong>vuelve al hombre a la comunión con<br />

Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con El por "la sangre <strong>de</strong>rramada por muchos<br />

para remisión <strong>de</strong> los pecados" (Mt 26, 28; cf. Lv 16, 15-16).<br />

(Mc 15, 38-39) ¡Este hombre era Hijo <strong>de</strong> Dios!<br />

[38] El velo <strong>de</strong>l Templo se rasgó en dos, <strong>de</strong> arriba abajo. [39] Al<br />

verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:<br />

«¡Verda<strong>de</strong>ramente, este hombre era Hijo <strong>de</strong> Dios!<br />

(C.I.C 614) Este sacrificio <strong>de</strong> Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a<br />

todos los sacrificios (cf. Hb 10, 10). Ante todo es un don <strong>de</strong>l mismo Dios Padre:<br />

es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo (cf. 1Jn 4, 10). Al<br />

mismo tiempo es ofrenda <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios hecho hombre que, libremente y por<br />

amor (cf. Jn 15, 13), ofrece su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio <strong>de</strong>l<br />

Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14), para reparar nuestra <strong>de</strong>sobediencia. (C.I.C 615)<br />

"Como […] por la <strong>de</strong>sobediencia <strong>de</strong> un solo hombre, todos fueron constituidos<br />

pecadores, así también por la obediencia <strong>de</strong> uno solo todos serán constituidos<br />

justos" (Rm 5, 19). Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la<br />

sustitución <strong>de</strong>l Siervo doliente que "se dio a sí mismo en expiación", "cuando<br />

llevó el pecado <strong>de</strong> muchos", a quienes "justificará y cuyas culpas soportará" (Is<br />

53, 10-12). Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros<br />

pecados (cf. Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1529). (C.I.C 1009) La muerte fue<br />

transformada por Cristo. Jesús, el Hijo <strong>de</strong> Dios, sufrió también la muerte, propia<br />

<strong>de</strong> la condición h umana. Pero, a pesar <strong>de</strong> su angustia frente a ella (cf. Mc 14, 33-<br />

34; Hb 5, 7-8), la asumió en un acto <strong>de</strong> sometimiento total y libre a la voluntad<br />

<strong>de</strong>l Padre.La obediencia <strong>de</strong> Jesús transformó la maldición <strong>de</strong> la muerte en<br />

bendición (cf. Rm 5, 19-21).<br />

(Mc 15, 40-41) Había también allí algunas mujeres<br />

[40] Había también allí algunas mujeres que miraban <strong>de</strong> lejos. Entre<br />

ellas estaban María Magdalena, María, la madre <strong>de</strong> Santiago el menor y<br />

<strong>de</strong> José, y Salomé, [41] que seguían a Jesús y lo habían servido cuando<br />

estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.<br />

(C.I.C 2618) El <strong>Evangelio</strong> nos revela cómo María ora e interce<strong>de</strong> en la fe:<br />

en Caná (cf. Jn 2, 1-12) la madre <strong>de</strong> Jesús ruega a su hijo por las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>


un banquete <strong>de</strong> bodas, signo <strong>de</strong> otro banquete, el <strong>de</strong> las bodas <strong>de</strong>l Cor<strong>de</strong>ro que da<br />

su Cuerpo y su Sangre a petición <strong>de</strong> la Iglesia, su Esposa. Y en la hora <strong>de</strong> la<br />

nueva Alianza, al pie <strong>de</strong> la Cruz, María es escuchada como la Mujer, la nueva<br />

Eva, la verda<strong>de</strong>ra "madre <strong>de</strong> los que viven". (C.I.C 144) Obe<strong>de</strong>cer (ob-audire) en<br />

la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está<br />

garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el<br />

mo<strong>de</strong>lo que nos propone la sagrada Escritura. La Virgen María es la realización<br />

más perfecta <strong>de</strong> la misma. (C.I.C 165) Entonces es cuando <strong>de</strong>bemos volvernos<br />

hacia los testigos <strong>de</strong> la fe: Abraham, que creyó, "esperando contra toda<br />

esperanza" (Rom 4,18); la Virgen María que, en "la peregrinación <strong>de</strong> la fe"<br />

(Lumen gentium, 58), llegó hasta la "noche <strong>de</strong> la fe" (Juan Pablo II, Re<strong>de</strong>mptoris<br />

Mater, 17) participando en el sufrimiento <strong>de</strong> su Hijo y en la noche <strong>de</strong> su sepulcro<br />

(Re<strong>de</strong>mptoris Mater, 18); y tantos otros testigos <strong>de</strong> la fe: "También nosotros,<br />

teniendo en torno nuestro tan gran nube <strong>de</strong> testigos, sacudamos todo lastre y el<br />

pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone,<br />

fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe" (Hb 12,1-2).<br />

(Mc 15, 42-47) Lo <strong>de</strong>positó en un sepulcro<br />

[42] Era día <strong>de</strong> Preparación, es <strong>de</strong>cir, víspera <strong>de</strong> sábado. Por eso, al<br />

atar<strong>de</strong>cer, [43] José <strong>de</strong> Arimatea –miembro notable <strong>de</strong>l Sanedrín, que<br />

también esperaba el Reino <strong>de</strong> Dios– tuvo la audacia <strong>de</strong> presentarse ante<br />

Pilato para pedirle el cuerpo <strong>de</strong> Jesús. [44] Pilato se asombró <strong>de</strong> que ya<br />

hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que<br />

había muerto. [45] Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.<br />

[46] Este compró una sábana, bajó el cuerpo <strong>de</strong> Jesús, lo envolvió en ella<br />

y lo <strong>de</strong>positó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una<br />

piedra a la entrada <strong>de</strong>l sepulcro. [47] María Magdalena y María, la madre<br />

<strong>de</strong> José, miraban dón<strong>de</strong> lo habían puesto.<br />

(C.I.C 623) Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la muerte […] <strong>de</strong><br />

cruz" (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53, 10) <strong>de</strong>l Siervo<br />

doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas <strong>de</strong> ellos" (cf. Is 53, 11;<br />

Rm 5, 19). (C.I.C 624) "Por la gracia <strong>de</strong> Dios, gustó la muerte para bien <strong>de</strong> todos"<br />

(Hb 2, 9). En su <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente<br />

"muriese por nuestros pecados" (1Co 15, 3) sino también que "gustase la muerte",<br />

es <strong>de</strong>cir, que conociera el estado <strong>de</strong> muerte, el estado <strong>de</strong> separación entre su alma<br />

y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en<br />

la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado <strong>de</strong> Cristo muerto es el misterio<br />

<strong>de</strong>l sepulcro y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scenso a los infiernos. Es el misterio <strong>de</strong>l Sábado Santo en el<br />

que Cristo <strong>de</strong>positado en la tumba (cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo<br />

sabático <strong>de</strong> Dios (cf. Hb 4, 4-9) <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> realizar (cf. Jn 19, 30) la salvación <strong>de</strong><br />

los hombres, que establece en la paz el universo entero (cf. Col 1, 18-20). (C.I.C<br />

625) La permanencia <strong>de</strong> Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el<br />

estado pasible <strong>de</strong> Cristo antes <strong>de</strong> Pascua y su actual estado glorioso <strong>de</strong> resucitado.<br />

Es la misma persona <strong>de</strong> "El que vive" que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: "estuve muerto, pero<br />

ahora estoy vivo por los siglos <strong>de</strong> los siglos" (Ap 1, 18): “Y este es el misterio <strong>de</strong>l<br />

plan provi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Dios sobre la muerte y la Resurreción <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> entre los<br />

muertos: que Dios no impidió a la muerte separar el alma <strong>de</strong>l cuerpo, según el<br />

or<strong>de</strong>n necesario <strong>de</strong> la naturaleza, pero los reunió <strong>de</strong> nuevo, uno con otro, por<br />

medio <strong>de</strong> la Resurrección, a fin <strong>de</strong> ser El mismo en persona el punto <strong>de</strong> encuentro<br />

<strong>de</strong> la muerte y <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>teniendo en El la <strong>de</strong>scomposición <strong>de</strong> la naturaleza que


produce la muerte y resultando El mismo el principio <strong>de</strong> reunión <strong>de</strong> las partes<br />

separadas (S. Gregorio Niceno, Oratio catechetica, 16: PG 45, 52).<br />

<strong>Marcos</strong> 16<br />

(Mc 16, 1-8) El Crucificado ha resucitado, no está aquí<br />

[1] Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre <strong>de</strong><br />

Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo <strong>de</strong> Jesús.<br />

[2] A la madrugada <strong>de</strong>l primer día <strong>de</strong> la semana, cuando salía el sol,<br />

fueron al sepulcro. [3] Y <strong>de</strong>cían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra<br />

<strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong>l sepulcro». [4] Pero al mirar, vieron que la piedra había<br />

sido corrida; era una piedra muy gran<strong>de</strong>. [5] Al entrar al sepulcro, vieron a<br />

un joven sentado a la <strong>de</strong>recha, vestido con una túnica blanca. Ellas<br />

quedaron sorprendidas, [6] pero él les dijo: «No teman. Uste<strong>de</strong>s buscan a<br />

Jesús <strong>de</strong> Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el<br />

lugar don<strong>de</strong> lo habían puesto. [7] Vayan ahora a <strong>de</strong>cir a sus discípulos y a<br />

Pedro que él irá antes que uste<strong>de</strong>s a Galilea; allí lo verán, como él se lo<br />

había dicho». [8] Ellas salieron corriendo <strong>de</strong>l sepulcro, porque estaban<br />

temblando y fuera <strong>de</strong> sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.<br />

(C.I.C 641) María Magdalena y las santas mujeres, que venían <strong>de</strong><br />

embalsamar el cuerpo <strong>de</strong> Jesús (cf. Mc 16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la<br />

tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Viernes Santo por la llegada <strong>de</strong>l Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las<br />

primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10;Jn 20, 11-18). Así las<br />

mujeres fueron las primeras mensajeras <strong>de</strong> la Resurrección <strong>de</strong> Cristo para los<br />

propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero<br />

a Pedro, <strong>de</strong>spués a los Doce (cf. 1Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a<br />

sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los <strong>de</strong>más y<br />

sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor<br />

ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34). (C.I.C 2174) Jesús resucitó<br />

<strong>de</strong> entre los muertos ‘el primer día <strong>de</strong> la semana’ (Mc 16, 2; Mt 28, 1; Lc 24, 1; Jn<br />

20, 1). En cuanto es el ‘primer día’, el día <strong>de</strong> la Resurrección <strong>de</strong> Cristo recuerda la<br />

primera creación. En cuanto es el ‘octavo día’, que sigue al sábado (cf. Mc 16, 1;<br />

Mt 28, 1), significa la nueva creación inaugurada con la resurrección <strong>de</strong> Cristo.<br />

Para los cristianos vino a ser el primero <strong>de</strong> todos los días, la primera <strong>de</strong> todas las<br />

fiestas, el día <strong>de</strong>l Señor (Hè kyriakè hèmera, dies dominica), el ‘domingo’: “Nos<br />

reunimos todos el día <strong>de</strong>l sol porque es el primer día (<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l sábado judío,<br />

pero también el primer día), en que Dios, sacando la materia <strong>de</strong> las tinieblas, creó<br />

al mundo; ese mismo día, Jesucristo nuestro Salvador resucitó <strong>de</strong> entre los<br />

muertos (San Justino, Apologia, 1, 67: PG 6, 429-432).<br />

(Mc 16, 9-13) Se apareció primero a María Magdalena<br />

[9] Jesús, que había resucitado a la mañana <strong>de</strong>l primer día <strong>de</strong> la<br />

semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella <strong>de</strong> quien había<br />

echado siete <strong>de</strong>monios. [10] Ella fue a contarlo a los que siempre lo<br />

habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. [11] Cuando la<br />

oyeron <strong>de</strong>cir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.<br />

[12] Después, se mostró con otro aspecto a dos <strong>de</strong> ellos, que iban<br />

caminando hacia un poblado. [13] Y ellos fueron a anunciarlo a los<br />

<strong>de</strong>más, pero tampoco les creyeron.


(C.I.C 643) Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección<br />

<strong>de</strong> Cristo fuera <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n físico, y no reconocerlo como un hecho histórico.<br />

Sabemos por los hechos que la fe <strong>de</strong> los discípulos fue sometida a la prueba<br />

radical <strong>de</strong> la pasión y <strong>de</strong> la muerte en cruz <strong>de</strong> su Maestro, anunciada por Él <strong>de</strong><br />

antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan gran<strong>de</strong><br />

que los discípulos (por lo menos, algunos <strong>de</strong> ellos) no creyeron tan pronto en la<br />

noticia <strong>de</strong> la resurrección. Los evangelios, lejos <strong>de</strong> mostrarnos una comunidad<br />

arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos ("la<br />

cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las<br />

santas mujeres que regresaban <strong>de</strong>l sepulcro y "sus palabras les parecían como<br />

<strong>de</strong>satinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once<br />

en la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza <strong>de</strong> cabeza por<br />

no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14). (C.I.C 644)<br />

Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad <strong>de</strong> Jesús<br />

resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf.<br />

Lc 24, 39). "No acaban <strong>de</strong> creerlo a causa <strong>de</strong> la alegría y estaban asombrados" (Lc<br />

24, 41). Tomás conocerá la misma prueba <strong>de</strong> la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su<br />

última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron"<br />

(Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un<br />

"producto" <strong>de</strong> la fe (o <strong>de</strong> la credulidad) <strong>de</strong> los apóstoles no tiene consistencia.<br />

Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la a644 Tan imposible les<br />

parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad <strong>de</strong> Jesús resucitado, los<br />

discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No<br />

acaban <strong>de</strong> creerlo a causa <strong>de</strong> la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás<br />

conocerá la misma prueba <strong>de</strong> la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición<br />

en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por<br />

esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" <strong>de</strong> la fe (o<br />

<strong>de</strong> la credulidad) <strong>de</strong> los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en<br />

la Resurrección nació - bajo la acción <strong>de</strong> la gracia divina- <strong>de</strong> la experiencia<br />

directa <strong>de</strong> la realidad <strong>de</strong> Jesús resucitado.<br />

(Mc 16, 14) En seguida, se apareció a los Once<br />

[14] En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban<br />

comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no<br />

habían creído a quienes lo habían visto resucitado.<br />

(C.I.C 645) Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas<br />

mediante el tacto (cf. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24,<br />

30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf.<br />

Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que<br />

se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que<br />

sigue llevando las huellas <strong>de</strong> su pasión (cf. Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo<br />

auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las propieda<strong>de</strong>s nuevas <strong>de</strong> un<br />

cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero pue<strong>de</strong> hacerse<br />

presente a su voluntad don<strong>de</strong> quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24,<br />

15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no pue<strong>de</strong> ser retenida en<br />

la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino <strong>de</strong>l Padre (cf. Jn 20, 17).<br />

Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre <strong>de</strong> aparecer como<br />

quiere: bajo la apariencia <strong>de</strong> un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura"<br />

(Mc 16, 12) distinta <strong>de</strong> la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar<br />

su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).


(Mc 16, 15-18) Vayan por todo el mundo<br />

[15] Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la<br />

Buena Noticia a toda la creación. [16] El que crea y se bautice, se<br />

salvará. El que no crea, se con<strong>de</strong>nará. [17] Y estos prodigios<br />

acompañarán a los que crean: arrojarán a los <strong>de</strong>monios en mi Nombre y<br />

hablarán nuevas lenguas; [18] podrán tomar a las serpientes con sus<br />

manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán<br />

las manos sobre los enfermos y los curarán».<br />

(C.I.C 1257) El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la<br />

salvación (cf. Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el <strong>Evangelio</strong> y<br />

bautizar a todas las naciones (cf. Mt 28, 20; cf. Concilio <strong>de</strong> Trento: DS 1618;<br />

Lumen gentium, 14; Ad gentes, 5). El Bautismo es necesario para la salvación en<br />

aquellos a los que el <strong>Evangelio</strong> ha sido anunciado y han tenido la posibilidad <strong>de</strong><br />

pedir este sacramento (cf. Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el<br />

Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está<br />

obligada a no <strong>de</strong>scuidar la misión que ha recibido <strong>de</strong>l Señor <strong>de</strong> hacer "renacer <strong>de</strong>l<br />

agua y <strong>de</strong>l Espíritu" a todos los que pue<strong>de</strong>n ser bautizados. Dios ha vinculado la<br />

salvación al sacramento <strong>de</strong>l Bautismo, pero su intervención salvífica no queda<br />

reducida a los sacramentos. (C.I.C 666) Jesucristo, Cabeza <strong>de</strong> la Iglesia, nos<br />

prece<strong>de</strong> en el Reino glorioso <strong>de</strong>l Padre para que nosotros, miembros <strong>de</strong> su cuerpo,<br />

vivamos en la esperanza <strong>de</strong> estar un día con El eternamente.<br />

(Mc 16, 19-20) El Señor Jesús fue llevado al cielo<br />

[19] Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y<br />

está sentado a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> Dios. [20] Ellos fueron a predicar por todas<br />

partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros<br />

que la acompañaban.<br />

(C.I.C 665) La ascensión <strong>de</strong> Jesucristo marca la entrada <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> la<br />

humanidad <strong>de</strong> Jesús en el dominio celeste <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> don<strong>de</strong> ha <strong>de</strong> volver (cf. Hch<br />

1, 11), aunque mientras tanto lo escon<strong>de</strong> a los ojos <strong>de</strong> los hombres (cf. Col 3, 3).<br />

(C.I.C 668) "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor <strong>de</strong> muertos y<br />

vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión <strong>de</strong> Cristo al Cielo significa su participación, en<br />

su humanidad, en el po<strong>de</strong>r y en la autoridad <strong>de</strong> Dios mismo. Jesucristo es Señor:<br />

posee todo po<strong>de</strong>r en los cielos y en la tierra. El está "por encima <strong>de</strong> todo<br />

principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió<br />

todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor <strong>de</strong>l cosmos (cf. Ef 4, 10; 1Co 15,<br />

24. 27-28) y <strong>de</strong> la historia. En él, la historia <strong>de</strong> la humanidad e incluso toda la<br />

Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcen<strong>de</strong>nte.<br />

(C.I.C 670) Des<strong>de</strong> la Ascensión, el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> Dios ha entrado en su<br />

consumación. Estamos ya en la "última hora" (1Jn 2, 18; cf. 1P 4, 7). "El final <strong>de</strong><br />

la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación <strong>de</strong>l mundo está ya <strong>de</strong>cidida <strong>de</strong><br />

manera irrevocable e incluso <strong>de</strong> alguna manera real está ya por anticipado en este<br />

mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verda<strong>de</strong>ra<br />

santidad, aunque todavía imperfecta" (Lumen gentium, 48). El Reino <strong>de</strong> Cristo<br />

manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que<br />

acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).

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