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CAPÍTULO 1 - Universidad de Deusto

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dimos el curso pasado en el capítulo <strong>de</strong>dicado a la legitimidad <strong>de</strong> la educación. Decíamos allí<br />

que son los padres, en principio, los que tienen la obligación <strong>de</strong> asegurar que sus hijos se eduquen,<br />

y si ellos no cumplen con esa obligación, es el Estado el que asume subsidiariamente la<br />

obligación y la responsabilidad. El Estado es, pues, en última instancia, el garante <strong>de</strong> la educación<br />

<strong>de</strong>l niño.<br />

2. ¿Con qué contenidos Si en el futuro el niño va a tener que <strong>de</strong>senvolverse en una <strong>de</strong>terminada<br />

sociedad, lo lógico será que se eduque según los patrones culturales <strong>de</strong> esa sociedad,<br />

una parte <strong>de</strong> los cuales se recogen en las materias que conforman la educación formal obligatoria,<br />

y la otra parte se difun<strong>de</strong> socialmente como educación no formal y educación informal.<br />

Pero en todo caso, los contenidos (formales o no) los proporciona el medio sociocultural.<br />

Ahora bien, esta respuesta, más que solucionarla, lo que hace es complicar aún más la cuestión,<br />

por la sencilla razón <strong>de</strong> que nuestra sociedad no es una sociedad claramente <strong>de</strong>finida, con<br />

unos patrones culturales igualmente claros y una imagen <strong>de</strong> varón y mujer que necesariamente<br />

todas las personas habrán <strong>de</strong> asumir. Todo lo contrario: ni la sociedad está claramente <strong>de</strong>finida,<br />

ni los patrones culturales tienen unos contornos claros sino más bien difusos, ni hay una<br />

sola imagen sino muchas y muy dispares para las personas que en ella viven. En <strong>de</strong>finitiva:<br />

vivimos en una sociedad abierta que ofrece una gran variedad <strong>de</strong> imágenes antropológicas<br />

posibles. Son, a<strong>de</strong>más, a diferencia <strong>de</strong> lo que ocurría en el pasado, imágenes que cambian y se<br />

transforman a una velocidad cada vez mayor.<br />

Ciñéndonos a nuestra historia occi<strong>de</strong>ntal, lo primero que tendremos que hacer es clasificar<br />

esas imágenes <strong>de</strong> alguna manera, y para ello vamos a utilizar el criterio más sencillo, que es<br />

precisamente el criterio cronológico, la propia historia. Si miramos las imágenes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />

punto <strong>de</strong> vista histórico, po<strong>de</strong>mos clasificarlas en dos gran<strong>de</strong>s grupos: a) el <strong>de</strong> las imágenes<br />

clásicas (hasta el siglo XX); y b) el <strong>de</strong> las imágenes contemporáneas (a partir <strong>de</strong>l siglo XX).<br />

El punto <strong>de</strong> ruptura la marca la obra <strong>de</strong> un autor, Max Scheler, consi<strong>de</strong>rado el iniciador <strong>de</strong> la<br />

Antropología Filosófica contemporánea. A diferencia <strong>de</strong> las imágenes clásicas, que se caracterizan<br />

sobre todo por ser imágenes disgregadoras (por separar las dos dimensiones <strong>de</strong>l ser<br />

humano, la corporal y la espiritual), las imágenes contemporáneas, partiendo <strong>de</strong> la que propuso<br />

el mismo Scheler, se van a caracterizar en general por su pretensión integradora. Se va a<br />

buscar así, a partir <strong>de</strong>l siglo XX, una imagen más ajustada a la naturaleza <strong>de</strong>l ser humano.<br />

2.5.1. Las imágenes clásicas<br />

Por imágenes clásicas enten<strong>de</strong>mos aquellas que, con unas u otras variantes, se han mantenido<br />

a lo largo <strong>de</strong> la historia. Todas ellas po<strong>de</strong>mos reducirlas a dos genéricas que cruzan toda<br />

la historia <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte: la imagen <strong>de</strong>l “homo sapiens” (“el hombre que piensa”) y la imagen<br />

<strong>de</strong>l “homo faber” (“el hombre que trabaja”).<br />

2.5.1.1. La imagen <strong>de</strong>l “homo sapiens”<br />

La imagen <strong>de</strong>l hombre como ser pensante supone una contemplación <strong>de</strong>l ser humano “<strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

arriba”, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su componente espiritual, en los dos sentidos en que esta palabra<br />

pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse: a) “espiritual” como aquello distinto <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> la materia o <strong>de</strong> la naturaleza<br />

(y aquí, entonces, “espiritual” equivale a “cultural”); y b) “espiritual” como partícipe <strong>de</strong><br />

un Espíritu trascen<strong>de</strong>nte al mundo, al Universo. En este segundo sentido, la componente espiritual<br />

<strong>de</strong>l hombre implica que éste es un ser hecho a imagen y semejanza <strong>de</strong> un Dios creador<br />

<strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> todo lo que existe (como reza la doctrina <strong>de</strong>l Cristianismo).<br />

La imagen <strong>de</strong>l “homo sapiens” es la que mejor <strong>de</strong>scribe nuestra historia occi<strong>de</strong>ntal y esen-<br />

Antropología <strong>de</strong> la Educación. Capítulos 1 y 2. Página 25

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