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90 Patricia de la Torre A. configuraron puntos coyunturales para que tanto conservadores como liberales y progresistas anticiparan a sus futuros líderes, es decir que el derrocamiento de un mandatario creaba una oportunidad para que los líderes o representantes de cada partido pudieran acceder al poder. Estos comportamientos políticos son distintivos en el marco institucional de la cultura política ecuatoriana, pues muestran una tendencia ambigua y superficial entre la seriedad de una opción ideológica y la fortaleza de un pacto político. La ausencia de regulación estatal en el sistema político y la vigencia de prácticas políticas viciadas fueron determinantes a finales del siglo XIX. 2.3. La prensa como actor político Una vez más, la pluma de los denominados periodistas se configuró como una de las armas más sutiles para exacerbar la lucha política partidista. Durante estas décadas, tanto el gobierno como el sector privado se valieron de la prensa escrita para expresar sus opiniones sobre temas de interés nacional, sus filiaciones partidistas, sus críticas o incentivos al gobierno. Dichos escritos fueron publicados en la mayoría de los periódicos de la época, de forma libre y pública. Antonio Flores, por ejemplo, garantizó la libertad de imprenta. Entre los formatos periodísticos sobresalieron: semanarios, bisemanarios, periódicos eventuales y regulares, oficialistas u opositores. Eran de tipo: político-noticioso, históricos, literarios, religiosos, económicos, industriales, de crónica social, satíricos y burlescos —denominados «prensa chica»— y otros de tipo electoral, que patrocinaron las candidaturas de Pedro Carbo, Francisco Javier Salazar, Antonio Flores, Camilo Ponce y Luis Cordero: • La Unión (1881) • La Unión Republicana (1887) • La Soberanía Nacional (1888) • El Tiempo (1891) • La Bruja (1891) • La Opinión Libre (1891) • El Independiente (1891) 81 De acuerdo a Ayala (2012: 8), algunos periódicos se publicaban con auspicio de municipios o corporaciones locales. Pero la inmensa mayoría eran privados y los editaban grupos de personas, que deseaban influir en el público y promover iniciativas, fundamentalmente, políticas. Cabe recalcar que, al igual que en el anterior período de crisis, los propietarios o fundadores de medios de comunicación eran individuos que poseían un considerable nivel económico, pues eran capaces de invertir en un negocio de tal naturaleza. Asimismo, los colaboradores de estos diarios eran personajes de la escena política, algunos de ellos vinculados a negocios privados y locales. Precisamente, hubo asociaciones, corporaciones y sociedades que fundaron sus propios periódicos con el fin de dar a conocer sus labores, tales son los casos de: • El Eco Industrial, órgano de los intereses económicos de Guayaquil representados por la Bolsa Mercantil, institución en la que figuraban personalidades de la banca y el comercio de la ciudad (1880). • El Pueblo, semanario de cooperativas, artes y oficios e instrucción popular, dirigido por Modesto Sánchez, secretario de la Sociedad Filantrópica del Guayas (1881). • El Bombero, periódico concerniente a la actividad del Cuerpo de Bomberos, dirigido por el Comandante de la Compañía de Bomberos de Guayaquil, Bolívar Enrique Baquerizo Moreno (1884). • El Ecuador Filatélico (1886). • El Guayas, hojas mensuales de jóvenes aficionados a la filatelia, dirigidos por la Sociedad Filatélica del Guayas (1887). • El Foro Ecuatoriano, hoja mensual de asuntos judiciales (1887). • Revista de la Compañía del Ferrocarril y Obras Públicas de Guayaquil, dirigido por el presidente de la compañía Rodrigo Arrarte (1888). • El Obrero, periódico quincenal de las clases agremiadas, editado por la Sociedad de Tipógrafos de Auxilios Mutuos (1890). • Boletín de la Cámara de Comercio de Guayaquil (1891). • La Patria, órgano de publicidad de la colonia italiana residente en Guayaquil (1891). • La Gaceta Médica, revista de medicina, cirugía y farmacia, editada por César Borja Lavayen (1893) (ver Anexo 24). 81 Estos datos fueron extraídos de: Gómez, José (1998). Los periódicos guayaquileños en la historia, I: 404-89, II: 22-218. Guayaquil: Colección Guayaquil.
LOS CONSTRUCTORES DEL ESTADO NACIONAL 1830-2010 91 Los fundadores y colaboradores vieron en la prensa escrita una forma directa de influir en la opinión pública, política y social, pues esto aseguraba la vigencia de sus intereses. Podemos evidenciar esta característica en algunos de los escritos realizados en contra de las presidencias de Borrero, Veintimilla, Plácido Caamaño, Flores o Cordero (ver Anexo 25). No desesperemos, pues, de conseguir la implantación en la república de las reformas verdaderamente democráticas. Viendo estamos la decadencia del terrorismo teocrático y que sus fuerzas se debilitan y ceden el campo a las fuerzas regeneradoras que, más poderosas de día en día, avanzan sin cesar, teniendo por firme apoyo el progreso indefinido de los pueblos. ¿Qué pasa hoy ¿Qué es lo que les sucede a los vencedores Que el partido liberal a pesar de las persecuciones, se levanta arrogante y con dignidad, y, ya por la prensa, ya en el Congreso, acusa a los magistrados y más gentes del poder y protesta contra sus crímenes y felonías; mientras tanto, los vencedores se quejan que los ciudadanos los acusan, que la prensa los combate y que la opinión los condena. Parece una anomalía que el vencedor sea el vencido, y no es sino el cumplimiento de una ley natural: que sucumba quien no tenga la justicia y el derecho; y sucumbirán los enemigos de la libertad y el progreso, porque la actual lucha que el pueblo sostiene contra sus enemigos será el oriente de su prosperidad y la tumba del ultramontismo («El Diablo». En Gómez, 1998: 96-97). Lara (2007: 4) identifica la creación de varios diarios a nivel nacional durante la fase del progresismo: La Nación (1878), que nació para oponerse al gobierno de Veintimilla, La Candela. El Desperezo y El Bálsamo, de la misma ideología. Remigio Crespo Toral redactó El Correo del Azuay, El Progreso y La Voz del Azuay. Los periódicos gobiernistas fueron El Constituyente, El Artesano, La Semana, El Pastor y El 10 de Agosto. Finalmente, Cabrera y Domínguez (2001) presentan datos sobre diarios publicados en dos provincias del sur del Ecuador: en Cuenca, El Centinela en Campaña (fundado por Antonio Borrero, Juan Bautista Vásquez y José Rafael Arízaga); en Azogues, El Iris (fundado por Emilio Abad) y La Luz (fundado por Víctor Elías Veintimilla), enfocado en conceptos sobre la libertad y la Iglesia. 2.4. El descontento social De acuerdo a datos presentados por Quintero y Silva (1991: 147-148), entre los años 1882 y 1898, el sector indígena fue protagonista de nuevas manifestaciones de resistencia frente a la estructura de explotación y dominación de las élites terratenientes de la Sierra: sublevaciones por despojo de tierras, requisa de animales, cobro de diezmos, impuesto del 1 por mil, condiciones de explotación, confrontaciones, disputas, conflictos laborales y las secuelas de levantamiento de 1871 de Fernando Daquilema. 82 Estos sucesos se dieron cita en varias parroquias rurales, principalmente de las provincias de Chimborazo y Tungurahua, y en menor medida, en León. Para López-Ocón (1986: 114), durante el siglo XIX, los indígenas, con múltiples actos de resistencia, se negaron a integrarse en una organización política que desarrolló respecto a ellos nuevas relaciones de dominio y explotación. En las haciendas, los campesinos conciertos vivían bajo condiciones precarias de explotación, con un endeudamiento de por vida 83 (ver Anexo 26). Por otro lado, la crisis artesanal y de exportación de productos en la región Sierra y su poder tradicional trajeron como consecuencia un proceso de migración progresiva hacia la región Costa. La oferta de trabajo en la Sierra era de bajo alcance y se hacía imposible para el campesino encontrar trabajo, 84 mientras la Costa requería de una gran cantidad de mano de obra con buenos 82 Fernando Daquilema protagonizó la sublevación indígena de 1871 en Yaruquíes (Riobamba-Chimborazo), en resistencia al diezmo y al trabajo subsidiario: El lunes 18 de diciembre de 1871 salió de Yaruquíes, poblado indo-mestizo muy cercano a Riobamba, con dirección al anejo de Cacha, el recaudador de diezmos, el mestizo D. Rudecindo River. Le interceptaron en su camino gran cantidad de indios de Cacha y Amulá y Fernando Daquilema y Mariano Bansuy le preguntaron que si era verdad que había venido a cobrar la aduana. Después de un rato de discusión fue apresado y posteriormente matado. Aquella misma noche en una asamblea celebrada en la capilla del anejo de Cacha, dedicada a la Virgen del Rosario, fue elegido Rey de Cacha Fernando Daquilema y fue nombrado general del ejército de los indios de Yaruquíes José Morocho. Los sublevados, en un número de 2 o 3 mil, atacaron a la mañana siguiente el pueblo de Yaruquíes. La coincidencia de estar a pocos kilómetros de Riobamba y la llegada de auxilio armado evitó que el pueblo fuese arrasado. Después de esta derrota los Generales o camayucs indígenas decidieron atacar a Cajabamba con un ejército más numeroso y mejor organizado de 20 mil hombres. En Sicalpa, en las proximidades de Cajabamba, se libró una sangrienta batalla (López-Ocón, 1986: 126). 83 Patricia de la Torre A., en su libro Patrones y Conciertos, una hacienda serrana, publicado en 1989, con la Corporación Editora Nacional, analiza a manera de una radiografía el sistema del concertaje. 84 «Para el año de 1877 un informe oficial publicado hablaba de la caída constante de la industria del interior. Sin bien la crisis no implicaría la extinción de la producción artesanal, a partir de entonces, esta se limitó a abastecer el propio mercado doméstico de los indígenas. Esto significaba […] la desocupación de muchas unidades campesinas y su absorción por el sistema de hacienda, o la migración hacia la costa […] Imposibilitados de generar excedentes monetarios en la cantidad requerida por la carga tributaria, muchos campesinos debieron endeudarse con los hacendados o realizar largos viajes a la costa para escapar del tributo» (Ayala, 1996: 68).
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Los fundadores y colaboradores vieron en la prensa escrita una forma directa de influir en la opinión<br />
pública, política y social, pues esto aseguraba la vigencia de sus intereses. Podemos evidenciar esta<br />
característica en algunos de los escritos realizados en contra de las presidencias de Borrero, Veintimilla,<br />
Plácido Caamaño, Flores o Cordero (ver Anexo 25).<br />
No desesperemos, pues, de conseguir la implantación en la república de las reformas verdaderamente democráticas.<br />
Viendo estamos la decadencia del terrorismo teocrático y que sus fuerzas se debilitan y ceden el campo a las fuerzas regeneradoras<br />
que, más poderosas de día en día, avanzan sin cesar, teniendo por firme apoyo el progreso indefinido de los pueblos.<br />
¿Qué pasa hoy ¿Qué es lo que les sucede a los vencedores Que el partido liberal a pesar de las persecuciones, se<br />
levanta arrogante y con dignidad, y, ya por la prensa, ya en el Congreso, acusa a los magistrados y más gentes del poder<br />
y protesta contra sus crímenes y felonías; mientras tanto, los vencedores se quejan que los ciudadanos los acusan, que la<br />
prensa los combate y que la opinión los condena. Parece una anomalía que el vencedor sea el vencido, y no es sino el cumplimiento<br />
de una ley natural: que sucumba quien no tenga la justicia y el derecho; y sucumbirán los enemigos de la libertad<br />
y el progreso, porque la actual lucha que el pueblo sostiene contra sus enemigos será el oriente de su prosperidad y la<br />
tumba del ultramontismo («El Diablo». En Gómez, 1998: 96-97).<br />
Lara (2007: 4) identifica la creación de varios diarios a nivel nacional durante la fase del progresismo:<br />
La Nación (1878), que nació para oponerse al gobierno de Veintimilla, La Candela. El Desperezo y El<br />
Bálsamo, de la misma ideología. Remigio Crespo Toral redactó El Correo del Azuay, El Progreso y La<br />
Voz del Azuay. Los periódicos gobiernistas fueron El Constituyente, El Artesano, La Semana, El Pastor<br />
y El 10 de Agosto.<br />
Finalmente, Cabrera y Domínguez (2001) presentan datos sobre diarios publicados en dos provincias<br />
del sur del Ecuador: en Cuenca, El Centinela en Campaña (fundado por Antonio Borrero,<br />
Juan Bautista Vásquez y José Rafael Arízaga); en Azogues, El Iris (fundado por Emilio Abad) y La Luz<br />
(fundado por Víctor Elías Veintimilla), enfocado en conceptos sobre la libertad y la Iglesia.<br />
2.4. El descontento social<br />
De acuerdo a datos presentados por Quintero y Silva (1991: 147-148), entre los años 1882 y 1898,<br />
el sector indígena fue protagonista de nuevas manifestaciones de resistencia frente a la estructura<br />
de explotación y dominación de las élites terratenientes de la Sierra: sublevaciones por despojo<br />
de tierras, requisa de animales, cobro de diezmos, impuesto del 1 por mil, condiciones de explotación,<br />
confrontaciones, disputas, conflictos laborales y las secuelas de levantamiento de 1871 de<br />
Fernando Daquilema. 82 Estos sucesos se dieron cita en varias parroquias rurales, principalmente de<br />
las provincias de Chimborazo y Tungurahua, y en menor medida, en León. Para López-Ocón (1986:<br />
114), durante el siglo XIX, los indígenas, con múltiples actos de resistencia, se negaron a integrarse<br />
en una organización política que desarrolló respecto a ellos nuevas relaciones de dominio y explotación.<br />
En las haciendas, los campesinos conciertos vivían bajo condiciones precarias de explotación,<br />
con un endeudamiento de por vida 83 (ver Anexo 26).<br />
Por otro lado, la crisis artesanal y de exportación de productos en la región Sierra y su poder<br />
tradicional trajeron como consecuencia un proceso de migración progresiva hacia la región Costa.<br />
La oferta de trabajo en la Sierra era de bajo alcance y se hacía imposible para el campesino<br />
encontrar trabajo, 84 mientras la Costa requería de una gran cantidad de mano de obra con buenos<br />
82 Fernando Daquilema protagonizó la sublevación indígena de 1871 en Yaruquíes (Riobamba-Chimborazo), en resistencia al diezmo y al trabajo<br />
subsidiario: El lunes 18 de diciembre de 1871 salió de Yaruquíes, poblado indo-mestizo muy cercano a Riobamba, con dirección al anejo de Cacha,<br />
el recaudador de diezmos, el mestizo D. Rudecindo River. Le interceptaron en su camino gran cantidad de indios de Cacha y Amulá y Fernando<br />
Daquilema y Mariano Bansuy le preguntaron que si era verdad que había venido a cobrar la aduana. Después de un rato de discusión fue apresado<br />
y posteriormente matado. Aquella misma noche en una asamblea celebrada en la capilla del anejo de Cacha, dedicada a la Virgen del Rosario, fue<br />
elegido Rey de Cacha Fernando Daquilema y fue nombrado general del ejército de los indios de Yaruquíes José Morocho. Los sublevados, en un<br />
número de 2 o 3 mil, atacaron a la mañana siguiente el pueblo de Yaruquíes. La coincidencia de estar a pocos kilómetros de Riobamba y la llegada<br />
de auxilio armado evitó que el pueblo fuese arrasado. Después de esta derrota los Generales o camayucs indígenas decidieron atacar a Cajabamba<br />
con un ejército más numeroso y mejor organizado de 20 mil hombres. En Sicalpa, en las proximidades de Cajabamba, se libró una sangrienta batalla<br />
(López-Ocón, 1986: 126).<br />
83 Patricia de la Torre A., en su libro Patrones y Conciertos, una hacienda serrana, publicado en 1989, con la Corporación Editora Nacional, analiza a<br />
manera de una radiografía el sistema del concertaje.<br />
84 «Para el año de 1877 un informe oficial publicado hablaba de la caída constante de la industria del interior. Sin bien la crisis no implicaría la extinción<br />
de la producción artesanal, a partir de entonces, esta se limitó a abastecer el propio mercado doméstico de los indígenas. Esto significaba […] la<br />
desocupación de muchas unidades campesinas y su absorción por el sistema de hacienda, o la migración hacia la costa […] Imposibilitados de<br />
generar excedentes monetarios en la cantidad requerida por la carga tributaria, muchos campesinos debieron endeudarse con los hacendados o<br />
realizar largos viajes a la costa para escapar del tributo» (Ayala, 1996: 68).