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64 Patricia de la Torre A. local y el poder imperial. Posteriormente, durante la Colonia —cerebro límbico—, el carácter privado de la conquista, la ausencia real del Estado español, la progresiva apropiación de tierras, la inestable dependencia de la Real Audiencia de Quito frente a los Virreinatos de Nueva Granada y el Perú dieron origen a la configuración de poderes privados y locales, encarnados en las élites americanas. Finalmente, en los albores de la República, la vigencia señorial de los intereses privados y locales, frente a un poder central en formación, generó nuevos episodios de conflicto en cuestiones de administración pública a nivel interior. Si solo nos ubicamos en el año de fundación del Estado republicano —cerebro cortical—, fueron las élites criollas, diversificadas en propietarios terratenientes, militares posindependencia y clero de alto rango, los que ascendieron al poder político como los únicos sectores capacitados para dotarle al país de un nuevo ordenamiento social. No obstante, sus características como poderes privados y locales, constituidos desde la época colonial, desencadenaron formas contrarias a las características de un Estado nacional. En primer lugar, estos intereses se afincaron de forma relevante en la hacienda, de corte serrano, y en la banca, de corte guayaquileño. • La hacienda como trama de intereses privados En los inicios de la República, la reproducción social de la mayoría de la población —indígenas— estuvo garantizada por las unidades comunales de producción y explotación de la tierra. 34 Es frente al debilitamiento de este rezago colonial, constituido a finales del siglo XVIII, que se fue abriendo paso un nuevo sistema: la hacienda. En nuestro concepto, en este período, se producen cambios dentro de la organización y funcionamiento del Estado ecuatoriano y, con ello, se modifican, de modo particular, el estatus y las condiciones de reproducción de los sectores indígenas, especialmente, de aquellos de comunidad. Estas modificaciones estuvieron guiadas por un intento de igualar a los indígenas a la condición de ciudadanos, lo que a su vez hizo que el Estado dejara insubsistentes a las estructuras de organización comunales, cabildos. Así, pasaron a depender sus miembros o vecinos de los concejos municipales. Asimismo, las formas de propiedad comunales que daban sustento a los cabildos son derogadas en favor de la propiedad municipal de esas tierras: «se sientan así las bases para un debilitamiento de las unidades comunales […] que actuarán positivamente para que la hacienda consolide su hegemonía». 35 Además, tras la desarticulación de la producción textil orientada al mercado de Potosí, se provocó «la reorientación económica de la región serrana hacia la producción agrícola…» (Vega, 1991: 22). Así, la hacienda fue el modelo de producción dominante en el Ecuador, a partir de mediados del siglo XIX, pasando por el primer auge cacaotero y, posteriormente, hasta bien avanzado del siglo XX. Con ello, ya podríamos vislumbrar los estrechos lazos de esta forma de poder económico con el poder político. Según Hurtado (1977: 78), la influencia de los propietarios de la tierra (considerando que eran pocos) sobre la región debió ser determinante para el gobierno local. Tanto así que «si algún funcionario intenta aplicar las leyes se encuentra con que el gamonal ejerce un poder ilimitado en su dominio territorial, frente al cual no cuenta la autoridad del estado o los controles legales que son relegados a un lugar subalterno». Es por demás significativo que los sectores indígenas acudan a sus patrones y soliciten «protección frente a los agentes municipales y estatales, estableciéndose nuevas relaciones de producción y poder». 36 Pero, más allá de ese dominio del hacendado sobre sus extensas tierras y la no-injerencia, léase no-importancia de la legalidad y legitimidad del Estado, «...el hacendado se sirve del aparato represivo del Estado para aplacar las manifestaciones de protesta de las clases dominadas» (De la Torre A., 1989: 78-79). Es decir, no solo hay una autonomía del poder sobre gran parte del territorio, sino también un uso de lo público desde la trama de intereses privados: «al coincidir el “interés general” con el mantenimiento de las relaciones sociales de explotación, todos de alguna manera se encuentran comprometidos con la supervivencia de la estructura productiva de la hacienda, fuente de privilegios y beneficios» (Hurtado, 1993: 78-79). 34 Fuentealba, Gerardo.. «Sobre la producción textil o manufacturera en distintos contextos históricos de la formación social ecuatoriana y en particular de su forma artesanal» (tesis de grado), Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito, p. 73. 35 Ibíd., p. 73. 36 Ibíd., p. 73.
LOS CONSTRUCTORES DEL ESTADO NACIONAL 1830-2010 65 Si prescindimos de la figura del hacendado, aún nos queda el hecho de que «los valores y actitudes creados por el sistema de hacienda se proyectan en toda la vida nacional» (Hurtado, 1977: 68). Al nivel de los significados, esto es realmente importante, pues es desde esta construcción de la cultura política que se explica la vigencia de caciques locales, sin que sea extraño encontrarlos fungiendo como alcaldes, gobernadores, concejales o, incluso, legisladores. Esta es una clara situación de la formal existencia del Estado, que al no ser asimilado en el conjunto de las representaciones sociales de la política, no existe. La población, entonces, al desconocer la existencia, o al menos la vigencia (conocer las atribuciones y responsabilidades), de un Estado de derecho, liga «en una sola persona las calidades de patrón y gobernante […]» (Hurtado, 1993: 68). Esta es la matriz de la autoridad autoritaria del cerebro político ecuatoriano hasta nuestros días, inserta en las minúsculas redes sociales como la familia y el papel patriarcal del hombre. Por último, debemos señalar la presencia de instituciones políticas formales e informales que, si bien no son constitutivas de la relación de lo local y lo central, condicionan la reproducción social del Ecuador del siglo XIX, a saber, la Iglesia, el Ejército y el corporativismo. La Iglesia en este siglo actuó como un actor con poder entre otros. Poseyó tantas tierras como para ser el principal terrateniente de la época. Pese a que en los inicios de la República la Iglesia era parte del Estado, esta actuó bajo una lógica propia. Si ya desde la Colonia venía aglutinando intereses propios con respecto al Estado, en el período que aquí nos concierne, acentuó su participación pública como un ente corporativo que condicionó la lógica social y política del poder central. Empero, el carácter corporativista no le fue exclusivo; fue más bien característico de la sociedad ecuatoriana en general. Por ejemplo, varios autores coinciden en señalar al Municipio del siglo XIX como una entidad corporativa, con alto nivel de descentralización y, por ende, como un interlocutor con poder frente a la constitución del poder central-nacional. En cuanto al Ejército, debemos señalar que en los inicios de la República, varios grupos armados eran mantenidos y usados a favor de ciertas élites secesionistas, lo que impedía el monopolio del uso de la fuerza, característica de la formación de un Estado. Es bajo esas circunstancias que debemos entender la frecuente toma de poder por las armas y las consiguientes dificultades para la puesta en escena de un poder central-nacional. • La banca, intereses privados locales fundidos con los nacionales Entre 1880 y 1920, es decir, durante cuatro décadas, se produjo el gran auge de las exportaciones del cacao ecuatoriano. Acompañando a ese boom, se fortaleció la hacienda-plantación en la Costa ecuatoriana y particularmente en la cuenca del río Guayas. Además, se desarrolló el pri cleo de una burguesía comercial y financiera en el país, concentrada en la ciudad de Guayaquil (Paz y Miño, 2011: 1). A consecuencia de la circulación de las rentas del cacao, también surgieron en Guayaquil otros capitalistas, que llegaron a crear poderosas corporaciones basadas en intereses accionarios compartidos. Incursionaron en empresas de servicios, como carros urbanos, alumbrado, teléfonos, luz y seguros; establecieron nuevos bancos y casas comerciales; y fundaron las primeras industrias de alimentos, sodas y bebidas, fideos, galletas, harinas, etc. A comienzos del siglo XX, eran visibles en Guayaquil varias fracciones de una incipiente burguesía conformada, en esencia, por el sector comercial-bancario exportador, el sector importador y el sector de industriales (Paz y Miño, 2011: 4-5). Con el dinamismo del comercio nacional, los primeros bancos privados se establecieron como lugares de depósito de los ingresos de las exportaciones de cacao. Estos bancos tuvieron la capacidad de emitir su propio dinero, establecer sus reglas y adoptar el papel de reguladores y prestamistas. Los bancos privados tenían la capacidad de emitir créditos, para permitir el crecimiento agrícola, comercial, productivo a nivel nacional. Asimismo, se crearon toda una serie de organismos no estatales por parte de migrantes y de los mismos banqueros, que permitirían la movilidad económica interna del país. 37 El resultado de esto fue un auge monetario sin control estatal al interior del país, pues las monedas con diferentes valores no proporcionaron un intercambio equivalente en los salarios, obstaculizando la movilidad del flujo monetario. 37 La investigación de Patricia de la Torre Arauz: «Lo público y lo privado en el Estado Ecuatoriano: la Junta de Beneficencia de Guayaquil, 1880-1980», publicado por Abya-Yala en 1999; y en su segunda edición, con el título de «Stato Nostro, la cara oculta de la beneficencia en el Ecuador», publicado en 2004, realiza un síntesis sobre el tema bancario del Ecuador.
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Si prescindimos de la figura del hacendado, aún nos queda el hecho de que «los valores y actitudes<br />
creados por el sistema de hacienda se proyectan en toda la vida nacional» (Hurtado, 1977:<br />
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cultura política que se explica la vigencia de caciques locales, sin que sea extraño encontrarlos fungiendo<br />
como alcaldes, gobernadores, concejales o, incluso, legisladores. Esta es una clara situación<br />
de la formal existencia del Estado, que al no ser asimilado en el conjunto de las representaciones<br />
sociales de la política, no existe. La población, entonces, al desconocer la existencia, o al menos la<br />
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persona las calidades de patrón y gobernante […]» (Hurtado, 1993: 68). Esta es la matriz de la autoridad<br />
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Por último, debemos señalar la presencia de instituciones políticas formales e informales que,<br />
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La Iglesia en este siglo actuó como un actor con poder entre otros. Poseyó tantas tierras<br />
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Empero, el carácter corporativista no le fue exclusivo; fue más bien característico de la sociedad<br />
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En cuanto al Ejército, debemos señalar que en los inicios de la República, varios grupos armados<br />
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Entre 1880 y 1920, es decir, durante cuatro décadas, se produjo el gran auge de las exportaciones<br />
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Costa ecuatoriana y particularmente en la cuenca del río Guayas. Además, se desarrolló el pri cleo<br />
de una burguesía comercial y financiera en el país, concentrada en la ciudad de Guayaquil (Paz y<br />
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A consecuencia de la circulación de las rentas del cacao, también surgieron en Guayaquil<br />
otros capitalistas, que llegaron a crear poderosas corporaciones basadas en intereses accionarios<br />
compartidos. Incursionaron en empresas de servicios, como carros urbanos, alumbrado, teléfonos,<br />
luz y seguros; establecieron nuevos bancos y casas comerciales; y fundaron las primeras<br />
industrias de alimentos, sodas y bebidas, fideos, galletas, harinas, etc. A comienzos del siglo XX,<br />
eran visibles en Guayaquil varias fracciones de una incipiente burguesía conformada, en esencia,<br />
por el sector comercial-bancario exportador, el sector importador y el sector de industriales (Paz<br />
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Con el dinamismo del comercio nacional, los primeros bancos privados se establecieron como<br />
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de emitir su propio dinero, establecer sus reglas y adoptar el papel de reguladores y prestamistas.<br />
Los bancos privados tenían la capacidad de emitir créditos, para permitir el crecimiento agrícola,<br />
comercial, productivo a nivel nacional. Asimismo, se crearon toda una serie de organismos no<br />
estatales por parte de migrantes y de los mismos banqueros, que permitirían la movilidad económica<br />
interna del país. 37 El resultado de esto fue un auge monetario sin control estatal al interior del país,<br />
pues las monedas con diferentes valores no proporcionaron un intercambio equivalente en los salarios,<br />
obstaculizando la movilidad del flujo monetario.<br />
37 La investigación de Patricia de la Torre Arauz: «Lo público y lo privado en el Estado Ecuatoriano: la Junta de Beneficencia de Guayaquil, 1880-1980»,<br />
publicado por Abya-Yala en 1999; y en su segunda edición, con el título de «Stato Nostro, la cara oculta de la beneficencia en el Ecuador», publicado<br />
en 2004, realiza un síntesis sobre el tema bancario del Ecuador.