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62<br />

Patricia de la Torre A.<br />

a. Lo central y lo local<br />

El proceso de implementación de una división político-administrativa del Estado ecuatoriano en el<br />

siglo XIX y, por consiguiente, la estructuración de un poder central y de poderes locales de corte<br />

republicano, debe entenderse como un proceso inacabado que, liderado por las élites criollas terratenientes<br />

con proyectos nacionales poco claros, fue la principal fuente de conflictos políticos de la<br />

naciente República, hasta los inicios del siglo XXI. Entre las particularidades de la conformación de<br />

un centro político nacional estatal, está el establecimiento de la legitimidad de las nuevas estructuras<br />

estatales y sociales; es decir, del nuevo orden social y político, por sobre unas estructuras heredadas<br />

de la Colonia que ya no tenían lugar en los proyectos republicanos de esas élites (Guerrero, 1990). 33<br />

Sin embargo, el solo intento de una formal constitución del Estado ecuatoriano no proporciona<br />

luces sobre las prácticas y conflictos reales, ni sobre las formas establecidas en la relación de lo central<br />

(en formación) y lo local (en metamorfosis); pues hubo prácticas y lógicas sociopolíticas sedimentadas<br />

y vigentes, de herencia colonial e indígena, que ejercieron las principales resistencias al<br />

cambio. Lo que estaba en el subterráneo de estos conflictos era la autoconservación y, con ella, la<br />

autoreferencia, la autopoiesis con el temor a desparecer.<br />

En este sentido, la coexistencia de los tres cerebros políticos implicó no solo la superposición de<br />

sus estructuras propias de organización y control, sino también el conflicto permanente entre ellos y la<br />

pugna de intereses en términos de supervivencia.<br />

De allí que sea pertinente precisar los andariveles desde los cuales haremos una lectura de los<br />

hechos. En primer lugar, pretendemos contextualizar los cambios y continuidades de la relación entre lo<br />

local y lo central, sobre la base de los principales hechos políticos y sociales en el Ecuador decimonónico;<br />

entre ellos, el ascenso y la caída de los diversos gobiernos y sus respectivos proyectos estatales.<br />

En segundo lugar, consideramos que existen elementos —regularidades y cambios_ que no<br />

pueden leerse a través de los hechos históricos del período a estudiar, pues constituyen un continuum<br />

de la lógica social heredada desde el Incario, la Colonia y, en algunos casos, presentes en el<br />

siglo XXI (regionalismo, representación política paternalista, sistemas productivos locales y regionales<br />

—hacienda, plantaciones—, caudillismo, entre otros).<br />

Bajo estas dos consideraciones, intentaremos ver los cambiantes o regulares procesos en la relación<br />

de lo local y lo central.<br />

• La región geográfica ratifica el poder local<br />

El Ecuador de inicios de siglo XX estuvo claramente dividido en tres regiones. Estas no son meros<br />

conjuntos geográficos, sino son concentraciones autónomas que garantizan la reproducción de la<br />

vida social y económica (Saint-Geours, 1983: 42). Esas tres regiones, a saber, son la Sierra Centro-<br />

Norte, la Sierra Sur y la Costa.<br />

La institucionalidad republicana comenzó su vida cuando se gestaban cambios en la estructura<br />

económica de la sociedad ecuatoriana: «esos cambios se referían a la vinculación creciente<br />

del Litoral al mercado mundial, por la exportación cacaotera, que experimentó su primer auge entre<br />

1779 y 1842» (Vega, 1991: 22). Esto provocó una migración de la Sierra a la Costa, la «dinamización<br />

del comercio ultramarino», el «fortalecimiento de la burguesía comercial y una nueva forma de<br />

articulación regional marcada por la paulatina preminencia del litoral» (Vega, 1991: 22). Eso nos hace<br />

pensar que la variable migratoria interregional explica, en parte, la no desarticulación del territorio<br />

ecuatoriano en una época en la que había muchos grupos levantados en armas. Se dio paso más<br />

bien a una «articulación regional» propia del país.<br />

Empero, «si bien el regionalismo tuvo una raíz económica», dice Hurtado (1993: 167), «también<br />

influyeron factores de muy diverso orden —históricos, geográficos, culturales, políticos— que explican<br />

la extensión alcanzada por los sentimientos regionalistas...». El carácter regional mostró su primera<br />

huella en la conformación del fundacional Congreso de la República, a donde asistieron representantes<br />

de los tres departamentos en igual proporción; condición para la adhesión de Cuenca<br />

y Guayaquil a Ecuador, pese a que la desproporción poblacional condicionó una representación<br />

mayor para Quito (Hurtado, 1993: 149; Maiguashca, 1994: 406).<br />

33 Entre otras, podemos adelantar que la lógica excluyente que rige en la República (voto censatario, no universalidad de la ciudadanía, etc.) solo hace<br />

posible un proyecto social de y para las élites, la formación de un Estado de y para las élites, pero que rige a toda la población y es extensible a<br />

todo el territorio. Las vinculaciones de esta particular estructuración del Estado evidencian la primordial lógica privada que impera en el gobierno, la<br />

administración y el uso de lo público. Volveremos sobre esto más adelante.

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