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54<br />

Patricia de la Torre A.<br />

privados y locales de estos, donde se incluían a todos aquellos actores que, a través de su posición<br />

política, social o económica, estaban en condiciones de entrar en disputa con lo central.<br />

En este sentido, haremos hincapié en que, al interior del cerebro colonial instaurado en América,<br />

se construyó una relación política antagónica entre el Estado español —ausente— y los cabildos<br />

como los órganos representativos del poder local español. 22<br />

2.5. El carácter de la Colonia: Un Estado ausente<br />

Para entender a profundidad las relaciones intersistémicas y neurales que estamos estudiando,<br />

es indispensable comprender las características de la conquista y del subsistema colonial. Bustos<br />

(1983: 54) plantea que la Corona española no actuó formalmente como una potencia conquistadora<br />

—la responsabilidad de la Corona se limitó a expedir las autorizaciones legales—, pues las<br />

expediciones fueron organizadas particularmente. Según este autor, la conquista fue una especie de<br />

empresa privada a cuenta y riesgo de los participantes; lo que movió la empresa de los conquistadores<br />

fue la búsqueda del metal precioso (Halperin, 1993: 17).<br />

Los colonizadores eran originarios de una sociedad feudal caracterizada por: la apropiación<br />

de la tierra y los excedentes por la nobleza, una organización social jerárquica, las relaciones de<br />

vasallaje, el pago de tributos, entre otras características. Esta sociedad funcionaba a través de la<br />

apropiación y control de la tierra como principal recurso. La importancia de la tierra como símbolo<br />

social y económico se trasladó a las colonias. Hurtado (1977: 20), al respecto, nos dice: «si alguien<br />

hace fortuna en el comercio y desea pertenecer al cabildo, compra tierras y realiza sus operaciones<br />

mercantiles a través de intermediarios»; recalca, después, que el poder se asentaba en el control<br />

territorial.<br />

Una vez producida la conquista, los primeros españoles, recibieron a manera de recompensa<br />

encomiendas de indios. Esta institución daba derecho al colono a recibir tributos por parte de los indios<br />

y a controlar la fuerza de trabajo, lo que generó enormes ingresos a los encomenderos (Jácome, cit.<br />

en Ayala, 1988: 136-144). Esta relación socioeconómica se diferenció de las sociedades tributarias<br />

feudales en el hecho de que los encomenderos no controlaban la tierra, pues habían disposiciones<br />

legales que les impedía tener propiedades dentro de su encomienda. Esta prohibición no fue<br />

respetada y, a la larga, fue eliminada; dio origen a lo que después sería el subsistema hacendario.<br />

Esta forma de relación provocó la fortaleza de poder de las élites locales, la mayoría<br />

encomenderos, que controlaban casi todos los recursos disponibles. Además, se conformaron<br />

espacios locales que, en lo común y cotidiano, podían autoadministrarse y autoabastecerse. Este<br />

«aislamiento» provocó que las élites locales no buscasen la interacción para construir un poder<br />

central.<br />

Adriana Aguilar menciona que, 23 el sistema colonial de la Real Audiencia de Quito (1534-1800)<br />

no solo estuvo atravesado por la relación de dominación política, económica e ideológica, de blancos<br />

hacia indios, sino también por el conflicto de intereses económicos y políticos entre españoles<br />

peninsulares (chapetones o gachupines) y españoles americanos (criollos). Ya desde los primeros<br />

años de conquista, se presentaron disputas entre estas dos minorías en torno al dominio de tierras<br />

y al control de la mano de obra indígena. 24<br />

Hay que tomar en cuenta que el Estado central español no estaba físicamente en el territorio<br />

americano, lo que potenció el carácter autonomista y privatista de la sociedad colonial. Según Hurtado<br />

(1977: 36), el sistema administrativo colonial, a pesar de las prescripciones formales, en la práctica<br />

fue muy descentralizado. La distancia, la lentitud de los trámites, los fueros y excepciones inutilizaron<br />

la autoridad real y fortalecieron el poder de los funcionarios. Más aun, es necesario recordar<br />

22 Vale la pena recalcar que, durante 300 años de vida colonial, la organización social y política sufrió muchos cambios. Estamos conscientes de la<br />

imposibilidad de agotar el tema. Nuestra intención no es realizar un amplio trabajo historiográfico, sino abordar los elementos que consideremos<br />

fundamentales para la configuración de la relación entre lo central y lo local.<br />

23 Aguilar Molina, Adriana. «La Anomia en la Construcción del Estado Nacional: Grupos de Poder en la Presidencia de Gabriel García Moreno» (tesis de<br />

grado), Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito, 2012, p. 19.<br />

24 Ayala (1995: 31-54) divide la etapa colonial de la Real Audiencia de Quito en tres momentos: 1.- 1534-1600: consolidación del régimen colonial<br />

español; 2.- 1600-1700: producción textil como eje de la actividad económica y; 3.- 1700-1800: agotamiento del sistema colonial y primeros años<br />

del proceso independentista. «Los blancos, especialmente los españoles de origen peninsular (miembros de la burocracia civil y eclesiástica, encomenderos,<br />

obrajeros y comerciantes) estaban en la cúspide de la pirámide social. Ellos controlaban los principales centros de producción económica,<br />

así como la circulación de bienes. Al mismo tiempo ejercían el poder político tanto en el nivel de la Audiencia como en el plano local» (1995: 40). «El<br />

indígena estaba sujeto a un sistema combinado que abarcaba la explotación, por un lado, y el paternalismo, por otro; si bien se le consideraba como<br />

una fuerza de trabajo, también era un ser dependiente y merecedor de protección» (Mills, 1994: 133).

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