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40 Patricia de la Torre A. Luhmann (2012), el creador de la teoría de los sistemas sociales, denuncia la incapacidad de la sociedad mundial para describirse a sí misma, distinguiendo en su producción teórica una tendencia a la caracterización de la sociedad en términos negativos. Para este autor, el análisis teórico necesita de enfoques interdisciplinarios que integren la diferencia como la fuerza que motiva el movimiento. En este marco, la crisis es entendida como movimiento, es decir, una situación inestable que requiere un paso más allá, que lleva a otra situación inestable. Los pasos tomados son fruto de un proceso de selección evolutiva, determinada por la acumulación de información. El movimiento se da como parte de dinámicas propias del sistema social; así, la crisis de un sistema es auto-producida. Por otra parte, Claus Offe (1981) entiende a las crisis como procesos que violan la gramática de los procesos sociales y sus resultados pueden ser impredecibles e indeterminados; son mecanismos que generan acontecimientos. Esta concepción se opone al enfoque tradicional de crisis como acontecimiento o evento catastrófico, que provoca una decisión con carácter de urgencia temporal. Ante esta definición, surge la necesidad de identificar, por un lado, cuáles son los mecanismos productores de acontecimientos y, por otro, describir y definir sus límites. El planteamiento de Offe localiza estos mecanismos en cuatro áreas: sistemas de intercambio, sistemas de elección política, sistema burocrático y procesos de negociación. El planteamiento de Offe radica en que el movimiento de capital produce sistemáticamente fenómenos y elementos estructurales que afectan funcionalmente el desarrollo capitalista, lo cual genera un continuo ciclo de crisis del modelo. A la luz de estos dos enfoques sistémicos, consideramos que la teoría de la crisis de Luhmann es la más apropiada para el análisis del ciclo de la crisis del cerebro político del Ecuador, en donde emergen los constructores del Estado nacional. En el proceso de formación del Estado ecuatoriano, a lo largo de 180 años (1830-2010), la crisis es un eje conductor de dicho proceso. Muestra ciclos que se asemejan al trazado de un electroencefalograma de un epiléptico; en cuya línea medida horizontal, que es el tiempo, es el eje en donde el trazado sube o baja el tiempo y los acontecimientos, en diferente intensidad, cuyos movimientos oscilan entre la cima y la sima formando ciclos continuos, variables y definidos, en medio de un sinnúmero de acontecimientos simultáneamente sociales, políticos, económicos y culturales, que son sinuosos y pueden ser observados a lo largo de la historia republicana del país. La sucesión de períodos de tiempo se caracteriza por demostrar recurrencia de anticlímax, que su ubican en la cima y es allí, en ese punto, en donde se inician los cambios, cuando las situaciones, vale decir el sistema en su conjunto, ha llegado a un clímax de alta intensidad de crisis, que se asemeja a momentos de caos y de disolución del sistema y el trazado baja en picada hacia la sima, cerrando e iniciando un nuevo ciclo. De los datos procesados, este ciclo de la crisis dura entre 24 a 30 años en el Ecuador. Es así como, a partir de esta realidad, se puede sostener que existe una mediana estabilidad institucional. Así, empiezan a sucederse una serie de acontecimientos que ponen en evidencia las fallas estructurales y sistémicas del Estado ecuatoriano, provocando nuevamente un aumento en los niveles de conflictividad entre los diferentes actores políticos y una continua pérdida de legitimidad de las decisiones de la cabeza de Gobierno. Dicha pérdida, junto a otros factores, estimula a que la estabilidad institucional se debilite, lo cual contribuye a un estado generalizado de anomia. Es decir, en la crisis recurrente, cuando está en la fase de una pseudo-estabilidad, la anomia se convierte en el hilo integrador del sistema para que no se pulverice. La anomia juega el papel de unir sinápticamente las redes que mantienen al cerebro político y a la sociedad en estado de alerta; pero, al mismo tiempo, en situación de latencia apatía, es un acto de autopoyesis. Por un lado, el ciclo de la crisis recrea la existencia de un subsistema integrante y fundante del cerebro político-Estado republicano, que se auto-reproduce de manera constante y continua. Este en su relación con la sociedad, hay un entorno en donde se gestan las microscópicas formas de relaciones inter-sistémicas, es decir, relaciones sociales anómicas que se pasean libremente por los intersticios del conflicto entre los tres cerebros políticos. Esto quiere decir que la anomia puede ser el resultado de la habitabilidad de esos tres cerebros políticos. Debido a la condición auto-referente de cada cerebro político, la reproducción de las relaciones y elementos se genera de manera contingente al interior del sistema institucional, creando así nuevas instituciones, con el mismo tipo de contradicción que las que originalmente constituían parte del sistema. Estas se convierten en el entorno de los nuevos subsistemas cerebrales, por la dinámica de diferenciación por estratificación. En tal panorama, podemos identificar subsistemas institucionales que responden a sus propios intereses y reglas; pero que conforman un amplio sistema que intenta resolver dicha contradicción que es el Estado. La obediencia a reglas institucionales no es siempre viable cuando cada uno de los subsistemas ha generado sus propias reglas y rutinas que las

LOS CONSTRUCTORES DEL ESTADO NACIONAL 1830-2010 41 legitiman. Esto ha creado, a su vez, instituciones fragmentadas, cuyas reglas muchas veces se contraponen y superponen en la interacción de cada uno de los subsistemas. Estos subsistemas institucionales, que se generan por la diferenciación interna del ciclo de la crisis, que responden a sus propias reglas y que construyen el escenario para el surgimiento del caudillo, redentor de la Patria y constructor del Estado nacional, constituyen los siguientes entornos: 1. Los límites territoriales del Ecuador tanto, a nivel internacional como nacional, sellados mediante varios acuerdos con países limítrofes y a través de la promulgación de leyes territoriales y/o decretos orientados a la delimitación y administración interna del territorio. Uno y otro con la constante pugna entre la pertenencia histórica «legítima» del territorio de cada uno de los tres cerebros estatales, desde los límites de la Real Audiencia de Quito y sus conflictos con Colombia y Perú; hasta la evolución de comunidades y caseríos hacia parroquias rurales, urbanas, cantones, dependientes de provincias y regiones, en la configuración del Estado moderno republicano. 2. La inestabilidad política y social, desde las perspectivas analíticas de la confrontación entre el poder privado-local (élites) con el público-nacional; el comportamiento de los partidos políticos y sus tendencias ideológicas en la disputa por el poder; la prensa como otro actor político que se suma y asume su rol dentro de esta inestabilidad; y, finalmente, el descontento social (pueblo) como el último espacio donde convergen todos los elementos que llevan al punto máximo, a la explosión del conflicto y al caos del sistema. 3. La situación económica como el último factor, pero no menos importante, en la consolidación de capitales privados que tienden a asentarse en el sistema estatal, con el objetivo de dar salida a sus intereses. Tenemos por ejemplo a los réditos de la producción interna, la agroexportación y la banca, que entrelazan sus recursos con las decisiones públicas-estatales. Se incluyen, también, las actividades económicas ya sea de subsistencia, a manera de organizaciones económicas domésticas. 4.2. LOS CINCO CICLOS DE LA CRISIS ECUATORIANA El seguimiento, con base en datos empíricos, de cómo se da el proceso de edificación del Estado con estas características permite, en un primer momento, hacer la distinción entre crisis de alta intensidad y las crónicas asimiladas como «normales» en la vida cotidiana. Las primeras reclaman el cambio mediante convulsiones sociales o revoluciones, en donde surge un líder carismático, populista, que logra aglutinar las demandas del sistema en su conjunto para cohesionar al Estado y a la sociedad, cuyo primer efecto es una nueva carta constitucional como una forma de sellar la disolución; y los de baja intensidad, en donde aparece la huidiza y permanente anomia a manera de un cemento que cohesiona al sistema en su conjunto, y que es el caldo de cultivo para reunir nuevamente las condiciones ideales para enganchar hacia un nuevo ciclo de crisis de alta intensidad. De esta manera, el sistema institucional del Estado ecuatoriano se encuentra constantemente auto produciendo crisis, como una manera de búsqueda de estabilidad. Pero para conseguirla, es necesario reestructurar las instituciones que han sucumbido a la anomia. Bajo los principios sistémicos, entendemos anomia en el sentido «otro orden» o forma organizativa que no responde a la conocida habitualmente. 7 Las crisis evidencian un estado excepcional del sistema en el que lo normal es lo no permitido; en las crisis se puede hacer lo extraordinario, como cambiar estructuras que generalmente no se cambiarían. Así, las crisis permiten una gradación del sistema por niveles. Es este último concepto de cambio el que va a constituirse sobre la base de nuestro análisis del ciclo de la crisis del Estado ecuatoriano. En esta visión sistémica y neo-institucionalista, se han detectado cinco ciclos de la crisis, en donde se destaca lo siguiente: • Los entornos de la crisis incitan a una revolución o disolución de las instituciones gubernamentales, siendo el punto medio la aparición del líder carismático, en donde su presencia ya está presente en actividades políticas de relevancia. 7 Si bien Durkheim explica la anomia, hay otros autores que han trabajado este tema como: Kunz, Ana (2000): «Anomia, ilegalidad y justicia», en Farinati, Alicia, coord. El valor justicia en la convivencia democrática, Buenos Aires, Sociedad Anónima Editora, pp. 77-85. Merton, Robert (1964): Teoría y Estructura Sociales, México, Fondo de Cultura Económica. Mizruchi, Ephraim (1969): «Alienación y anomia: perspectivas teóricas y empíricas», en Horowitz, Irving, comp. La nueva sociología – Ensayos en honor de C. Wright Mills, Buenos Aires, Amorrortu editores, pp. 23-38. Morentes, Felipe (2004): «Anomia y complejidad social», en Valero, Jesús, coord. Sociología de la ciencia, Madrid, Editorial EDAF S. A., pp. 307-333. Reyes, Víctor (2009): «El concepto de anomia: antes, en y después de Durkheim», en Tejeiro, Clemencia (editora), Émile Durkheim: entre su tiempo y el nuestro, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/Departamento de Sociología, pp. 159-179. Waldmann, Peter (2003): El Estado anómico. Derecho, seguridad pública y vida cotidiana en América Latina, Venezuela, Editorial Nueva Sociedad. La conceptualización de la anomia usada en esta investigación es producto de la reflexión propia surgida a lo largo de la investigación.

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Patricia de la Torre A.<br />

Luhmann (2012), el creador de la teoría de los sistemas sociales, denuncia la incapacidad de la<br />

sociedad mundial para describirse a sí misma, distinguiendo en su producción teórica una tendencia<br />

a la caracterización de la sociedad en términos negativos. Para este autor, el análisis teórico necesita<br />

de enfoques interdisciplinarios que integren la diferencia como la fuerza que motiva el movimiento.<br />

En este marco, la crisis es entendida como movimiento, es decir, una situación inestable que requiere<br />

un paso más allá, que lleva a otra situación inestable. Los pasos tomados son fruto de un proceso<br />

de selección evolutiva, determinada por la acumulación de información. El movimiento se da como<br />

parte de dinámicas propias del sistema social; así, la crisis de un sistema es auto-producida.<br />

Por otra parte, Claus Offe (1981) entiende a las crisis como procesos que violan la gramática de<br />

los procesos sociales y sus resultados pueden ser impredecibles e indeterminados; son mecanismos<br />

que generan acontecimientos. Esta concepción se opone al enfoque tradicional de crisis como<br />

acontecimiento o evento catastrófico, que provoca una decisión con carácter de urgencia temporal.<br />

Ante esta definición, surge la necesidad de identificar, por un lado, cuáles son los mecanismos<br />

productores de acontecimientos y, por otro, describir y definir sus límites. El planteamiento de<br />

Offe localiza estos mecanismos en cuatro áreas: sistemas de intercambio, sistemas de elección<br />

política, sistema burocrático y procesos de negociación. El planteamiento de Offe radica en que el<br />

movimiento de capital produce sistemáticamente fenómenos y elementos estructurales que afectan<br />

funcionalmente el desarrollo capitalista, lo cual genera un continuo ciclo de crisis del modelo.<br />

A la luz de estos dos enfoques sistémicos, consideramos que la teoría de la crisis de Luhmann<br />

es la más apropiada para el análisis del ciclo de la crisis del cerebro político del Ecuador, en donde<br />

emergen los constructores del Estado nacional.<br />

En el proceso de formación del Estado ecuatoriano, a lo largo de 180 años (1830-2010), la<br />

crisis es un eje conductor de dicho proceso. Muestra ciclos que se asemejan al trazado de un<br />

electroencefalograma de un epiléptico; en cuya línea medida horizontal, que es el tiempo, es el eje<br />

en donde el trazado sube o baja el tiempo y los acontecimientos, en diferente intensidad, cuyos<br />

movimientos oscilan entre la cima y la sima formando ciclos continuos, variables y definidos, en<br />

medio de un sinnúmero de acontecimientos simultáneamente sociales, políticos, económicos y<br />

culturales, que son sinuosos y pueden ser observados a lo largo de la historia republicana del país.<br />

La sucesión de períodos de tiempo se caracteriza por demostrar recurrencia de anticlímax, que su<br />

ubican en la cima y es allí, en ese punto, en donde se inician los cambios, cuando las situaciones,<br />

vale decir el sistema en su conjunto, ha llegado a un clímax de alta intensidad de crisis, que se<br />

asemeja a momentos de caos y de disolución del sistema y el trazado baja en picada hacia la sima,<br />

cerrando e iniciando un nuevo ciclo. De los datos procesados, este ciclo de la crisis dura entre 24 a<br />

30 años en el Ecuador.<br />

Es así como, a partir de esta realidad, se puede sostener que existe una mediana estabilidad<br />

institucional. Así, empiezan a sucederse una serie de acontecimientos que ponen en evidencia las<br />

fallas estructurales y sistémicas del Estado ecuatoriano, provocando nuevamente un aumento en los<br />

niveles de conflictividad entre los diferentes actores políticos y una continua pérdida de legitimidad<br />

de las decisiones de la cabeza de Gobierno. Dicha pérdida, junto a otros factores, estimula a que la<br />

estabilidad institucional se debilite, lo cual contribuye a un estado generalizado de anomia. Es decir,<br />

en la crisis recurrente, cuando está en la fase de una pseudo-estabilidad, la anomia se convierte en el<br />

hilo integrador del sistema para que no se pulverice. La anomia juega el papel de unir sinápticamente<br />

las redes que mantienen al cerebro político y a la sociedad en estado de alerta; pero, al mismo<br />

tiempo, en situación de latencia apatía, es un acto de autopoyesis. Por un lado, el ciclo de la crisis<br />

recrea la existencia de un subsistema integrante y fundante del cerebro político-Estado republicano,<br />

que se auto-reproduce de manera constante y continua. Este en su relación con la sociedad, hay<br />

un entorno en donde se gestan las microscópicas formas de relaciones inter-sistémicas, es decir,<br />

relaciones sociales anómicas que se pasean libremente por los intersticios del conflicto entre los<br />

tres cerebros políticos. Esto quiere decir que la anomia puede ser el resultado de la habitabilidad de<br />

esos tres cerebros políticos.<br />

Debido a la condición auto-referente de cada cerebro político, la reproducción de las relaciones<br />

y elementos se genera de manera contingente al interior del sistema institucional, creando así nuevas<br />

instituciones, con el mismo tipo de contradicción que las que originalmente constituían parte del<br />

sistema. Estas se convierten en el entorno de los nuevos subsistemas cerebrales, por la dinámica de<br />

diferenciación por estratificación. En tal panorama, podemos identificar subsistemas institucionales<br />

que responden a sus propios intereses y reglas; pero que conforman un amplio sistema que intenta<br />

resolver dicha contradicción que es el Estado. La obediencia a reglas institucionales no es siempre<br />

viable cuando cada uno de los subsistemas ha generado sus propias reglas y rutinas que las

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