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Patricia de la Torre A.<br />
3. El cerebro político: el Estado<br />
Con lo anteriormente expuesto, se ha pretendido justificar la analogía entre el cerebro biológico<br />
humano y el cerebro político (Estado y sociedad). Lo importante ahora es destacar al Estado como<br />
un cerebro político.<br />
El Estado es un entramado de relaciones altamente complejas, en donde el poder es el hilo conductor<br />
de este entramado. Pero el poder no es abstracto, se concreta en relaciones de dominación<br />
por medio de sus organizaciones, que son de doble vía; así los dominados con relaciones desiguales<br />
tienen un poder de interpelación al que domina y este, a su vez, domina. Así, la resistencia indígena<br />
es un buen ejemplo: han sido dominados a lo largo de siglos, han sido explotados y reprimidos,<br />
pero no anulados, resistir a lo largo de siglos implica tener poder. Se podría cuestionar que estas<br />
redes asimétricas y simétricas de dominación, en esta perspectiva analítica, carecen de ideología;<br />
lo cual parece que no es tan cierto, porque las múltiples relaciones están impregnadas de las mismas,<br />
pues son autopoiéticas, y productores de sus componentes realizan este proceso para conservar<br />
su identidad organizacional.<br />
Las organizaciones materializan los sistemas, los subsistemas, las redes sinápticas, como se<br />
planteó en párrafos anteriores. Tan solo pensar en las millones de conexiones que se dan entre los<br />
diferentes aparatos burocráticos, entre ellos y los millones de ecuatorianos —la sociedad— daría un<br />
balance de desorden organizado, pero desorden al fin.<br />
La cultura política ecuatoriana tiene sus distintivos y, dada la forma como esta se ha ido configurando<br />
a través de los diferentes estadios de desarrollo del cerebro político, se puede decir que<br />
existen a los menos patrones únicos (a lo mejor no evolucionados) de autoridad, como son: el cacicazgo,<br />
el patronazgo, autoridades autoritarias, propia de los sistemas patriarcales que están en el<br />
poder, pero también al interior de la vida cotidiana de la familia y en las relaciones sociales.<br />
El tema en cuestión es cómo abordar la complejidad de este cerebro político, ya que sin duda<br />
existen muchas formas, pero las seleccionadas son las siguientes:<br />
Hay tres cerebros políticos en Ecuador, que coexisten con estructuras y organizaciones estatales<br />
de antigua data, como son el Indígena, el colonial y el republicano. Cada una de estas ha formado<br />
una compleja organización social con culturas diferentes, pero unidas por el Estado; y es en<br />
esta aseveración en donde Gramsci es esclarecedor. Pero también se había hablado en páginas<br />
anteriores sobre la Teoría del Cerebro Triuno, pues las capas anteriores cerebrales no desaparecen,<br />
permanecen latentes; pero no tienen el mismo desempeño, como por ejemplo: la capacidad de vivir<br />
en democracia, en función del bien común, como ciudadanos y no como grupos étnicos, pluriculturales<br />
o burgueses, es decir que cada subsistema permanece en diferentes estadios evolutivos.<br />
Cada uno de estos sistemas y subsistemas tiene una organización administrativa y territorial,<br />
que es política; son los poderes locales con diferente matriz étnica: indígena, mestiza, negra; de clases<br />
sociales; y de sistemas ecológicos diferenciados por el clima y sus ecosistemas, que van desde<br />
los 6 mil metros de altura hasta el nivel del mar. Es decir, un cúmulo de diferencias unidas bajo un<br />
mismo apelativo llamado Estado ecuatoriano.<br />
Un cerebro configurado de esta manera es producto de una evolución a lo largo del tiempo,<br />
pero la pregunta es: ¿Cuáles son los componentes esenciales del mismo<br />
Se considera que estos subsistemas nombrados tendrían un funcionamiento como el neuronal,<br />
en donde la cultura funcionaría como el limbo, con sus componentes del hipotálamo, el tálamo, el<br />
giro del cíngulo, la corteza endocrina y el hipocampo.<br />
Es en la cultura, la comunicación, donde reside la capacidad de conectarse con el medio externo.<br />
Son los entornos los que van definiendo esta relación sináptica entre el Estado y la sociedad, las cuales<br />
adoptan formas adaptativas y diferenciadas. Las percepciones de ese entorno, con alarmas de alta<br />
intensidad llamadas crisis sistémicas —que tiene un ciclo de vigencia y de comunicación en el tiempo y el<br />
espacio—, provocan alertas de daño al Estado y a los diferentes niveles de la sociedad; en donde,<br />
mediante la neuroplasticidad, crean mecanismos propiciando, en el caso político, que surja un líder<br />
carismático para evitar una necrosis cerebral. Vale resaltar que el Estado es un cerebro compuesto<br />
por tres cerebros: inca, colonial, republicano.<br />
Estos líderes son los constructores del Estado republicano nacional, en donde se cree que,<br />
sobre la base del funcionamiento talámico del mismo, las cartas constitucionales serían la solución;<br />
pues cumplen la función de ese 90% de imaginación, que es rebasado por el 10% de realidad, vale<br />
decir, de racionalidad. En este sentido, la parte emocional de cerebro político —Estado—, como<br />
son las crisis de alta intensidad que se constatan a lo largo de los años de la historia republicana