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Patricia de la Torre A.<br />

Al tálamo —que le correspondería representar a los tres subsistemas-cerebros políticos y la burocracia—,<br />

llegan los estímulos que posteriormente se traducen en decisiones. Estos subsistemas<br />

representan las «estaciones de relevo sensorial», donde la información cambia de tren para proseguir<br />

con el transporte de mensajes procedentes de los sentidos. El tálamo es un complejo centro en<br />

el que se integran todas las informaciones de todas las capas: es informado no solo de lo que ha<br />

sucedido y detectado por los sentidos, sino también de lo que se ha decidido; y en función de ello,<br />

libera señales que «ordenan» respuestas a todos los niveles, según sucesos, contextos, aprendizajes<br />

y condicionamiento.<br />

A esa simple «estación de relevo sensorial», también llegan señales que transportan información<br />

sobre predicciones de las neuronas pensantes, intelectuales, de las aristocráticas seis capas<br />

del neocórtex y del más plebeyo allocórtex de tres capas. Este es el centro del poder político de las<br />

altas decisiones del gobierno.<br />

El tálamo es como una eficiente secretaria que conoce lo que entra desde fuera y lo que los<br />

jefes opinan de ello. La proporción de entradas pensantes —opinión de la autoridad— respecto a<br />

las sensoriales—reporteros— es de 90 a 10. Es decir, el tálamo, en todo caso, sería una «simple<br />

estación de relevo» pero de decisiones tomadas en las diversas capas de procesamiento (Goicochea,<br />

2009).<br />

Se sostiene que en el tálamo confluyen un 90% de imaginación, de hipótesis, de lo pasado y<br />

futuro; y un 10% de realidad, de datos percibidos. La mayor parte del contenido no espera a que los<br />

sentidos informen. Es conocido de antemano, está grabado. El cerebro sueña el pasado y el futuro<br />

y valora el presente como portador de señales predictivas, a las que atribuye un valor variable; integra<br />

flujos informativos de todo tipo y de esta función surgen percepciones, emociones y acciones.<br />

Así es la política.<br />

El tálamo, por tanto, regula los tráficos informativos tanto de las neuronas sensoriales, que miran sólo lo inmediato, del aquí y<br />

ahora de su pequeño campo receptor, y ordenan respuestas egoístas también dirigidas al mismo lugar y momento, como también<br />

de las neuronas especulativas, las que van más allá de la inmediatez y piensan en futuros de mediano y largo alcance, además de<br />

respetar las aperturas de lo relevante del allí y ahora. El tálamo no distingue entre lo que entra y sale: entran salidas y salen llegadas.<br />

Cada acción motora —eferencia— lleva consigo una información sobre los efectos sensoriales que va a producir. Toda la<br />

red neuronal sabe lo que suele suceder cada vez que una neurona responde. No hay secretos. La red trabaja de memoria.<br />

La orden motora pasa una copia de lo ordenado al llamado cerebro «sensitivo». El cerebro «sensitivo» sabe así que va a recibir<br />

información de algo que ya conoce. Se limita entonces a comparar y comprobar que lo que sucede es, precisamente, lo<br />

que se le ha informado que va a suceder. Si coinciden las previsiones con los efectos del yo que ha generado esa acción y<br />

no hay nada relevante que lo interfiera (Goicochea, 2009).<br />

Es así que también las rutinas políticas que hacen la cultura son cadenas de acciones que no requieren<br />

de la toma de decisiones, sino que se disparan automáticamente cuando se presentan ciertas<br />

condiciones; las rutinas son creadas con un objetivo administrativo. Ahora bien, la permanencia de<br />

la memoria política implica un complejo proceso cuando se quiere instalar cambios profundos; es el<br />

cambio de rutinas, pues el arraigo de normas y tradiciones alrededor de esta lo bloquean, impiden<br />

cambios acelerados de comportamiento. Sin embargo, tanto en el cerebro humano como en el cerebro<br />

político, en sus constantes vaivenes generan variación en la conservación, es decir que pueden<br />

cambiar estructuralmente manteniendo su identidad.<br />

El gyrus cinguli, 6 representando al poder privado-local y la anomia, corresponde al entorno cultural<br />

que la sociedad ofrece como marco institucional, es decir, el filtro en donde convergen las diferentes<br />

formas de interacción social. «La comunicación entre el hipocampo y la corteza cerebral —<br />

neocorteza— se lleva a cabo de manera recíproca. De esta forma, la neocorteza y el hipotálamo<br />

están en comunicación constante y una estructura influye en la otra por medio del giro cingulado»<br />

(López, Valdovinos, Méndez y Mendoza, 2009: 63). La función del gyrus cinguli consiste en integrar<br />

las señales receptadas.<br />

La construcción de la emoción-estímulo, el circuito que atraviesa la corteza endocrina (sima) y el<br />

hipocampo (cima) son las señales con mayor poder informativo (nociceptivas), pues contienen mucha<br />

información que puede ser dañina al sistema. Son señales-aviso que, si no estuvieran condicionadas<br />

por las influencias del medio externo, no servirían para generar hipótesis creíbles; así ellas convierten los<br />

datos sensoriales en relevantes, por ejemplo, si hace frío dolerán los huesos o las articulaciones.<br />

6 Corteza cingulada o giro cingulado.

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