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LOS CONSTRUCTORES DEL ESTADO NACIONAL 1830-2010 27<br />

En otra línea, en la tradición teórica respecto al todo y las partes, el problema consistió en que «la<br />

totalidad debía ser pensada en una doble dirección: como unidad y como totalidad de las partes, más que<br />

la simple suma de las partes… pero no quedó aclarado cómo el todo que está constituido por las partes y<br />

un excedente, pudiera constituirse, con validez, en la unidad en el nivel de las partes» (Luhmann, 1998: 33).<br />

Luhmann al respecto plantea:<br />

Se suponía que las sociedades estaban constituidas por hombres individuales, como partes con respecto al todo; de esta<br />

manera, la respuesta en torno a la convivencia humana quedaba a la mano […] Los hombres debían ser capaces de reconocer<br />

la totalidad a la que pertenecían y estar dispuestos a orientar su vida según dicho conocimiento. Esto debió considerarse<br />

como condición de su ser social, de su inclusión en la sociedad, de su participación y, con ello, de su naturaleza.<br />

Esta visión ha sido sustituida por la diferencia entre el sistema y el entorno; la diferencia entre sistemas abiertos y sistemas<br />

cerrados, estos últimos en donde el entorno no tiene ningún significado (1889: 30-31).<br />

Con ello da a entender que la teoría de sistemas es una súper teoría, que alcanza un grado alto de<br />

centralización de la diferencia; por ello, es posible un cambio de paradigma en las ciencias sociales.<br />

Aquello que se entendía como diferencia entre el todo y las partes se reformula como teoría de la<br />

diferenciación del sistema y así se incorpora en el paradigma nuevo. La diferenciación del sistema es<br />

la repetición de la diferencia entre sistema y entorno dentro de los sistemas. El sistema total se utiliza<br />

a sí mismo formando sistemas parciales, pero también cumple la función de entorno interno para<br />

ellos. Dicho autor señala que la «nueva teoría se vuelve más sustancial que la precedente, alcanza<br />

una complejidad más elevada y, por esta razón, se vuelve paulatinamente más adecuada para el<br />

tratamiento de los hechos sociales» (1889: 30). Este planteamiento fue contestado por Maturana.<br />

Por su lado, Edgar Morin (1921- ) y su teoría de la complejidad nos remite a procesos que «cambian<br />

y se adecúan ante patrones de alta movilidad» influidos por una diversidad de ámbitos, entre<br />

los que se incluye la «lógica humana del poder y del conflicto». Así, esta relación compleja se establece<br />

entre la estructura, el actor y la acción, en las relaciones de poder entre los mismos actores,<br />

entre estos y las organizaciones, así como entre estas. La complejidad permea el contexto cultural,<br />

entendido como el proceso donde tiene lugar las identidades, los valores, las formas simbólicas que<br />

distinguen a las colectividades (nación, sociedad, grupo social) y que tiene lugar fundamentalmente<br />

a través de la comunicación. Esto es, a la final, una estructura concebida como un sistema de autorregulación<br />

propia de la teoría de los sistemas (Morin, 1997).<br />

Para Edgar Morin, la complejidad es un macro concepto y pretende relacionar un cúmulo de<br />

eventos de un circuito que se atraen mutuamente, aleja el reduccionismo, simplifica el conocimiento<br />

y la interdisciplinariedad es esencial. Morin plantea tres desafíos en el análisis complejo:<br />

• La relación entre orden, desorden y organización (Morin, 1981: 14-156)<br />

• La cuestión de la separatividad o la diferenciación entre lo separable y lo no separable (Morin, 1995).<br />

• El problema de la lógica (Morin, 1997).<br />

Es importante destacar que la complejidad conjuga el caos, si el orden/desorden y la autoorganización<br />

que los procesos sociales contienen, es decir, es una acción continua entre la estabilidad,<br />

la desestabilidad caótica y la vuelta a la estabilidad y así sucesivamente. La diferencia<br />

con un fenómeno social radica en que, al final del proceso, el nuevo equilibrio creado no será el<br />

mismo al anterior del proceso caótico.<br />

El neo-institucionalismo hace otro aporte: escapa de la dimensión racional en el estudio de<br />

la política tal y como había sido concebida hasta la década del 80 por la ciencia política anglosajona,<br />

para aproximarse a la dimensión institucional y sus contextos políticos, sociales, económicos,<br />

culturales; los procesos por los cuales las instituciones desarrollan características particulares<br />

y cómo estas influyen en el comportamiento de sus miembros. Sostienen que los actores<br />

comparten concepciones específicas del mundo, crean identidades colectivas e interactúan dentro<br />

de espacios institucionalizados de actividad política; así, los elementos culturales explicarían la<br />

estabilidad de los procesos sociales y la cohesión institucional (March y Olsen, 1997: 9-20).<br />

La importancia de esta corriente es que elabora una pertinente crítica al paradigma de<br />

la racionalidad del comportamiento organizacional, reconociendo que las organizaciones operan<br />

con escasos recursos a la hora de tomar de decisiones, pues intervienen factores como el<br />

tiempo, la información y la capacidad para procesar resultados (March y Olsen, 1997: 9-11).<br />

En este sentido, del neo-institucionalismo se desprenden dos aristas analíticas: por un lado, que<br />

las normas y reglas institucionales influyen sobre el comportamiento individual; y, por otro lado, que<br />

las instituciones cambian sobre plazos de tiempo relativamente largos. Las instituciones (sistemas) y el<br />

ambiente (entornos) son el origen de todo cambio institucional (March y Olsen, 1997: 21).

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