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Patricia de la Torre A.<br />
• En el año 2007, en Guayaquil, se daban simultáneamente dos marchas multitudinarias en calles diferentes,<br />
la una liderada por el alcalde Jaime Nebot —cuyo tema era la defensa de lo local guayaquileño—; y la<br />
otra del presidente Correa —que defendía lo nacional—. El objeto material de la disputa era el puente de<br />
la Unidad Nacional: el uno reclamaba la regulación como competencia municipal, el otro afirmaba que era<br />
una obra nacional.<br />
• Esto desnuda el problema medular no entendido por el ciudadano común ni por algunos analistas, que no<br />
era sino la constatación de la subordinación de los intereses locales guayaquileños frente a los nacionales.<br />
La polémica era la separación entre lo local y lo nacional y la puesta en marcha de un proyecto nacional<br />
subordinando lo local a lo nacional. El tema de fondo era la vigencia de instituciones coloniales, como<br />
el Municipio y sus élites, en opuesto a lo nacional, vale decir, de todos los ecuatorianos.<br />
• El sindicalismo estatal, como el de la Unión Nacional de Educadores (UNE) y el de la salud (FETSAE), tenía<br />
un poder superior al mismo gobierno de turno. Su capacidad reivindicatoria paralizaba dichos sectores en<br />
detrimento del bien común, que era casi una ligera nube que desaparecía rápidamente de sus discursos.<br />
Estos hechos daban cuenta de que la formación del Estado republicano era un proceso evolutivo,<br />
con momentos clave de formación y que no había un proceso homogéneo; al contrario, era<br />
caótico y desigual, pero único.<br />
La evolución del Estado nacional transitó lentamente sobre las rieles de estas dos grandes rutas<br />
y las hipótesis emergieron por sí solas: el Estado ecuatoriano no había logrado constituirse como tal,<br />
dada la existencia de tres estructuras estatales vigentes y heredadas —el Estado inca, el Estado colonial<br />
y las que se iban organizando a través del Estado republicano—. Si bien el Estado republicano<br />
nació en 1830, este transitó articulando lo local a lo nacional, incluyendo a las sociedades indígenas y<br />
coloniales locales en la misma matriz del Estado nacional republicano. La ruta seguida en la edificación<br />
de lo nacional fue constante, con ciclos dinámicos y otros endebles, a lo largo de 180 años.<br />
La segunda hipótesis consistía en que los intereses privados boicotearon la construcción de lo<br />
nacional al desnaturalizar lo que le corresponde al Estado y lo que le corresponde a la sociedad; así<br />
lo privado- local era lo nacional, para la concepción de las élites dominantes bancarias, comerciales,<br />
industriales y agropecuarias; y esta matriz se extendía a los intersticios de la sociedad en su vida<br />
cotidiana, era la cultura política. Construir el Estado nacional significaba desestatizar los intereses y<br />
el poder privado-local que se sobreponían a los nacionales, en donde las mismas personas y grupos<br />
corporativos privados-locales actuaban en los altos cargos del Estado. Había una fusión entre<br />
el corporativismo social con el estatal, donde sus límites eran virtuales.<br />
La tercera hipótesis tiene que ver con el carácter anómico de la cultura política y social ecuatoriana.<br />
El grafiti que apareció al día siguiente de instaurada la Republica en el siglo XIX fue lapidario<br />
y concentró magistralmente una práctica antigua y actual: «Obedezco pero no cumplo». Sociedad,<br />
partidos políticos, movimientos sociales, ciudadano común, autoridades políticas y administrativas<br />
demandaban leyes y cada vez renovaban la Carta Constitucional como una expresión de refundar<br />
el país; a eso se debe en parte las elaboración de veinte Cartas Constitucionales. El tema sustancial<br />
era el incumplimiento de las mismas, eran Constituciones de papel, no obedecidas.<br />
La anomia encarnó la desobediencia civil, porque una sociedad tan fracturada y opuesta entre<br />
sí tenía sus propias leyes, adaptadas según conveniencias y convivencias, de acuerdo a sus identidades<br />
culturales locales y a la dinámica propia de la vida cotidiana, con la poca efectividad de un<br />
Estado regulador y de control casi inexistente, al que no se le hacía caso. Sin duda, la anomia fue<br />
el útero en donde germinaba la corrupción, no solo de las instancias políticas, sino que estaba en el<br />
tejido de la sociedad, en donde las prácticas corruptas eran vistas como normales con el nombre de<br />
«viveza criolla». La anomia enfermó al Estado y a la sociedad. 1<br />
No obstante, la evolución del Estado nacional siguió su proceso lento y tortuoso al construir<br />
lo estatal nacional, que fue dramáticamente interrumpido por el neoliberalismo en la década de los<br />
1 Una de estas patologías sociales en la vida cotidiana es la corrupción en diferentes grados. Muchas historias pueden ser contadas, describiré unas<br />
pocas. Compraba plantas en Nayón, un señor también lo hacía y seleccionaba plantas parecidas a las mías. El momento de acomodarlas en mi<br />
carro, algunas no estaban. Luego, el señor, desde la venta de su carro, me dijo: «Mil disculpas, no quería robarle». Pero, lo hizo. En la fila de atención<br />
especial de un banco, una señora prestaba a los usuarios a su niño de meses de edad, el favor no era gratuito. Zoila de Racines y su marido viven en<br />
la planta alta del condominio Comonsa 2, de dos pisos, en donde vivo; rompió la fachada para colocar una tubería de agua desde la cisterna hasta su<br />
departamento, la cual abastece a cuatro departamentos y dos casas. No consultó, no hizo caso al reglamento de condominio que prohíbe hacerlo. El<br />
reclamo terminó en agresiones verbales y físicas por parte de dicha señora. La denuncia en la Fiscalía no prosperó, trámites engorrosos. El consejo<br />
de un policía fue dejar las cosas como están. En la calle Carvajal y Mariana de Jesús, los propietarios de un centro de capacitación se apropiaron<br />
de las calles colocando conos para parquear sus carros. Hay una ordenanza que prohíbe hacerlo, pero no son obedecidas. El reclamo terminó en<br />
insultos por parte del guardia de seguridad y la propietaria del inmueble. Millones de ciudadanos pueden contar historias similares.