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en el primer capítulo, para señalar la tesis de la autora: que no se conforma más con las dualidades<br />

público-privado y nacional-local.<br />

No hay duda de que surgirán críticas, sobre todo de aquellos que no aceptan la incomodidad<br />

que trae lo nuevo, la invención, la creatividad, prisioneros de las fórmulas consagradas, reduccionistas<br />

y positivistas por naturaleza. Aquí no importa tanto si De la Torre tiene razón u osadía de poner la<br />

complejidad en el centro de la reflexión política. Las dualidades ahora son múltiples: micro y macro,<br />

nacional y local, nacional e internacional, local y central, irracionalidad y racionalidad, desorden y<br />

orden, violencia y tranquilidad, inestabilidad y estabilidad, estatal y societal. Son dualidades que se<br />

manifiestan históricamente en un cuadro triple, formado por la imbricación y permanencia de las culturas<br />

incas y preincaicas de la cultura colonial y de la floreciente cultura nacional.<br />

El paradigma de la física pre cuántica o de la mecánica es abandonado por una matriz biológica:<br />

la sociedad es un cuerpo, un sistema político, un cerebro; y las relaciones sociales son como<br />

las neuronas, conectando las diversas partes del organismo, que tiene vida, historia e irreversibilidad.<br />

En este juego, la crisis desempeña un papel central: «… es en la crisis de alta intensidad en<br />

donde emergen los constructores del Estado nacional»; o sea, la crisis es la amenaza de desintegración.<br />

Así, el cuerpo social reacciona dotándose de un caudillo que restablece el orden a través<br />

de medidas, entre las cuales está la proclamación de una carta magna —que es el símbolo de un<br />

nuevo orden, de la superación de la crisis, que sin embargo permanece latente en el cuerpo de la<br />

sociedad—.<br />

En el presente trabajo, queda claro que el Ecuador está marcado por la inestabilidad, desde<br />

la delimitación de sus fronteras hasta el esbozo jurídico institucional: las constituciones se dan a lo<br />

largo de la historia del país. El sentimiento nacional es una realidad que se construye con resistencia,<br />

pues no es propio del Estado inca ni del colonial. La fragilidad de la sociedad civil es evidente, y se<br />

traduce en la inmersión constante de la anomia, impidiendo la formación de grupos de interés y partidos<br />

políticos. Así como en otras partes del mundo la economía mercantil es impuesta por la fuerza<br />

y por el dominio del Estado republicano, en este caso se alía con las oligarquías locales.<br />

Las conclusiones son otro terreno de divergencias, no por exceso de osadía, pero sí de normatividad.<br />

En las páginas finales del libro, la investigadora da lugar a la ciudadana, que tiene esperanza<br />

y cree que el penoso trayecto de la construcción del Estado ha llegado a su fin. Esto le permite<br />

aclarar: «parece que ha llegado a su punto final cerrando el ciclo de las patológicas crisis». Correa<br />

sería el último constructor del Estado, gracias al presidente… «Lo privado se rige bajo políticas de<br />

Estado que regula la distribución equitativa de la riqueza privada, marcando una línea opuesta a los<br />

180 años desde el nacimiento de la República». Por esta razón, la fragmentación del país se supera<br />

poco a poco: «Al final, hay una sincronía entre Pachamama y Patria».<br />

No se puede culpar a la autora por este sentimiento de seguridad y fuerte creencia en la estabilidad<br />

de la democracia y en la conclusión del Estado nacional, pues este domina en América Latina<br />

en el momento actual. No se sabe por cuánto tiempo más. Deseo, pero no creo, que la calma sea<br />

permanente y que no dé lugar a una nueva tempestad.<br />

Pinheiro do Nascimento<br />

Brasilia, 13 de agosto de 2013

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