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Antiteologismo, Bakunin - Folletos Libertad

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34<br />

Mijail <strong>Bakunin</strong><br />

<strong>Antiteologismo</strong> 15<br />

la sociedad primitiva haya sido establecida por un contrato libre, formado por los<br />

salvajes. Pero J. J. Rousseau no es el único que lo afirma. La mayoría de los juristas<br />

y de los publicistas modernos, sean de la escuela de Kant, sean de otra escuela individualista<br />

y liberal cualquiera, y que no admiten ni la sociedad fundada en el derecho<br />

divino de los teólogos, ni la sociedad determinada por la escuela hegeliana, como<br />

la realización más o menos mística de la moral objetiva, ni la sociedad primitivamente<br />

animal de los naturalistas, toman nolens volens y por falta de otro fundamento<br />

el contrato tácito 5 como punto de partida. ¡Un contrato tácito! Es decir, un<br />

contrato sin palabras y por consiguiente sin pensamiento y sin voluntad, ¡una repulsiva<br />

insensatez! ¡Una absurda ficción y, lo que es más, una maléfica ficción! ¡Una<br />

indigna superchería! porque supone que cuando yo no estaba en estado de querer, de<br />

pensar ni de hablar, me he dejado esquilmar sin protesta, he podido consentir, para<br />

mí y para mi descendencia entera, una eterna esclavitud.<br />

Las consecuencias del contrato social son, en efecto, funestas, porque culminan<br />

en la absoluta dominación del Estado. Y sin embargo el principio, tomado como<br />

punto de partida, parece excesivamente liberal. Los individuos antes de formular ese<br />

contrato son considerados como gozando de una libertad absoluta, porque, según<br />

esa teoría, el hombre natural, el salvaje es el único completamente libre. Hemos dicho<br />

lo que pensamos de esa libertad natural, que no es nada más que la absoluta dependencia<br />

del hombre gorila de la obsesión permanente del mundo exterior. Pero<br />

supongamos que sea realmente libre en su punto de partida, ¿por qué habría de formar<br />

entonces la sociedad Para afianzar, se responde, su seguridad contra todas las<br />

invasiones posibles de ese mismo mundo exterior, inclusive de otros hombres, asociados<br />

o no asociados, pero que no pertenecían a esa nueva sociedad que se forma.<br />

He ahí, pues, a los hombres primitivos, absolutamente libres, cada uno en sí y por<br />

sí, y que no gozan de esa libertad ilimitada más que en tanto que no se encuentran,<br />

más que en tanto que permanecen sumergidos cada cual en un aislamiento individual<br />

absoluto. La libertad de uno no tiene necesidad de la libertad del otro, al contrario,<br />

bastándose cada una de esas libertades individuales a sí misma, existiendo<br />

por sí, la libertad de cada uno aparece necesariamente como la negación de la de todos<br />

los demás, y todas esas libertades, al encontrarse, deben limitarse a empequeñecerse<br />

mutuamente, a contradecirse, a destruirse...<br />

Para no destruirse hasta el fin, forman también un contrato explícito o táctico, por<br />

el cual abandonan una parte de sí mismos para asegurar el resto. Ese contrato se<br />

5 En la edición de Júcar de las Obras de <strong>Bakunin</strong>, tomo III, traducción de D. A de Santillán,<br />

de donde está extraído este escrito, la palabra que figura en lugar de tácito es<br />

táctico, tanto en ésta como en la siguiente. (Nota de los editores)<br />

los desenvolvimientos históricos del mundo humano No es culpa suya si hemos separado<br />

en nuestro espíritu ese mundo, la humana sociedad, de lo que llamamos exclusivamente<br />

el mundo natural.<br />

La razón de esta separación está en la naturaleza misma de nuestro espíritu, que separa<br />

esencialmente al hombre de los animales y de todas las demás especies. Debemos<br />

reconocer, por consiguiente, que el hombre no es el único animal inteligente sobre<br />

la Tierra. Lejos de eso, la psicología comparada nos demuestra que no hay animal<br />

que esté desprovisto de inteligencia y que cuanto más una especie se aproxima a<br />

la especie humana, por su organización y sobre todo por el desenvolvimiento de su<br />

cerebro, más se eleva también su inteligencia. Pero sólo en el hombre llega al punto<br />

de poder ser llamada facultad de pensar, es decir, de combinar las representaciones<br />

de los objetos tanto exteriores como interiores que nos son dados por nuestros sentidos,<br />

de formar grupos, luego de comparar y de combinar de nuevo esos grupos diferentes,<br />

que no son ya seres reales, objetos de nuestros sentidos, sino nociones formadas<br />

en nosotros por el primer ejercicio de esa facultad que llamamos juicio, retenidas<br />

por nuestra memoria y cuya combinación posterior por esa misma facultad constituye<br />

lo que llamamos las ideas, para deducir, luego, consecuencias o aplicaciones<br />

lógicamente necesarias. Volvemos por desgracia a encontrar, bastante a menudo,<br />

hombres que no han llegado aún al pleno ejercicio de esa facultad, pero no hemos<br />

visto nunca ni oído hablar de ningún individuo de especie inferior que la haya ejercido<br />

jamás, a menos que se nos quiera citar el ejemplo del asno de Balaam o de otros<br />

animales recomendados a nuestra fe y a nuestro respeto por una religión cualquiera.<br />

Podemos, pues, decir, sin temor a ser refutados, que de todos los animales de la Tierra<br />

sólo el hombre piensa.<br />

Sólo él está dotado de ese poder de abstracción, fortificado y desarrollado sin duda<br />

en la especie por el ejercicio de los siglos, que al elevarlo sucesivamente en sí por<br />

sobre todos los objetos que le rodean, por encima de todo lo que se llama el mundo<br />

exterior y aún por encima de él mismo, como individuo, le permite concebir, crear la<br />

idea de la totalidad de los seres, del universo, del infinito o del absoluto, idea completamente<br />

abstracta y vacía de todo contenido si se quiere; pero, no obstante, omnipotente<br />

y causa de todas las conquistas posteriores del hombre, porque sólo ella lo<br />

arranca a las pretendidas beatitudes y a la estúpida inocencia del paraíso animal, para<br />

lanzarlo en los triunfos y en los tormentos infinitos de un desenvolvimiento sin<br />

límites...<br />

Gracias a esa facultad de abstracción, al elevarse el hombre por encima de la presión<br />

inmediata, que no deja nunca de ejercer sobre cada individuo los objetos exteriores,<br />

puede compararlos unos con otros, observar sus relaciones. He ahí el comienzo<br />

del análisis y de la ciencia experimental. Gracias a esa misma facultad se desdobla<br />

y, al separarse de sí mismo en sí mismo, se eleva por encima de sus movimientos

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