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18.01.2015 Views

42/228 para subrayar la diferencia–. Vivíamos como en la Edad Media... Todo ha cambiado mucho en Islandia en los últimos años. Antes éramos un país aislado y frío, alejados de todo, desconectados del mundo, y ahora en verano la isla se llena de turistas... –¿Qué es lo que era distinto –Pues que antes se hacía todo en casa. Éramos pobres y teníamos que vivir con lo que había alrededor. Ahora todo se compra hecho. Vas a una tienda, lo compras y ya está. Antes no era así. Había que trabajárselo. No había ni dinero ni tiendas donde comprar tantas cosas. –Dice que su padre era granjero. –Granjero y pescador. Entonces todos lo eran. Trabajaba la tierra, pero una parte importante de la comida salía del mar. Él salía a pescar en una barca de remos, pero sólo cuando el mar estaba calmado. Aquí el mar puede ser muy traidor... Nunca hay que fiarse. Nos detuvimos ante una vitrina en la que se exponían una serie de objetos relacionados con los elfos y otros seres ocultos, un clásico en Islandia. –Aquí hay muchas rocas en las que habitan espíritus –me comentó Thórdur, absolutamente convencido de su existencia–. En Islandia viven hadas, elfos, espíritus... Tienes que ir con cuidado de no molestarlos, porque si lo haces te pueden acarrear desgracias. –¿Usted los ha visto alguna vez –Yo no –dijo con un fastidio evidente–, pero los ha visto mucha gente. Yo siento su presencia cuando paso por determinados lugares, pero nunca los he podido ver. Me giro de repente y ya no están. Son muy hábiles... Thórdur alargó la mano para mostrarme tres piezas que, según me informó, un elfo había dejado a una mujer que no creía en los seres ocultos. –Ella soñó que un elfo le decía que encontraría algo suyo en una arca que tenía cerrada con llave –me explicó bajando la voz, como si

43/228 hubiéramos entrado en un terreno minado y hubiera que extremar las precauciones–. Cuando se levantó, fue directamente al arca, la abrió con la llave que tenía escondida y encontró en el interior un peine. –¡¿Un peine hecho por los elfos! –Sí, claro –respondió sin inmutarse–. Este peine... ¿Quién si no podía haberlo dejado allí Unos días después aparecieron unas tijeras, y después una aguja. Todo eran cosas hechas por los elfos. De nuevo me encontraba con alguien que creía a pies juntillas en los seres ocultos. No es que sea poco habitual en Islandia, una isla, según dicen, llena de elfos, pero digamos que en Reykiavik la gente no tendía a ser tan crédula. –Pero, vamos a ver, ¿usted cree de verdad en esos seres ocultos –le pregunté abiertamente, recordando que según las encuestas oficiales un 55% de los islandeses cree en ellos.... y un 5% incluso afirma haberlos visto alguna vez. –¡Por supuesto que sí! –me clavó una mirada desafiadora, como si el solo hecho de ponerlo en duda fuera un sacrilegio–. La verdad es que los islandeses nunca hemos sido cristianos al cien por cien. Siempre hemos creído en temas paganos, y especialmente en los seres ocultos que viven en la naturaleza. Aquí la naturaleza es muy, pero que muy poderosa. Basta con dar una vuelta por la isla para comprobarlo. Mientras empezaba a sospechar que Thórdur era un elfo disfrazado de anciano –había algo en el brillo de sus ojos y en su manera de caminar que parecía indicarlo–, me mostró un riñón de madera que se usaba antiguamente en las granjas para prevenir el fuego, un pedazo de lava que protegía de los truenos, una piedra con forma de pan que se utilizaba para que no faltara la comida en las casas, amuletos de la suerte de los pescadores y unas cuantas pajitas hechas con huesos de pescado para que los niños bebieran la leche. –Todo está hecho por los propios campesinos con lo que había a su

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para subrayar la diferencia–. Vivíamos como en la Edad Media... Todo ha<br />

cambiado mucho en Islandia en los últimos años. Antes éramos un país<br />

aislado y frío, alejados de todo, desconectados d<strong>el</strong> mundo, y ahora en verano<br />

la isla se llena de turistas...<br />

–¿Qué es lo que era distinto<br />

–Pues que antes se hacía todo en casa. Éramos pobres y teníamos que<br />

vivir con lo que había alrededor. Ahora todo se compra hecho. Vas a una<br />

tienda, lo compras y ya está. Antes no era así. Había que trabajárs<strong>el</strong>o. No<br />

había ni dinero ni tiendas donde comprar tantas cosas.<br />

–Dice que su padre era granjero.<br />

–Granjero y pescador. Entonces todos lo eran. Trabajaba la tierra, pero<br />

una parte importante de la comida salía d<strong>el</strong> mar. Él salía a pescar en una<br />

barca de remos, pero sólo cuando <strong>el</strong> mar estaba calmado. Aquí <strong>el</strong> mar<br />

puede ser muy traidor... Nunca hay que fiarse.<br />

Nos detuvimos ante una vitrina en la que se exponían una serie de objetos<br />

r<strong>el</strong>acionados con los <strong>el</strong>fos y otros seres ocultos, un clásico en<br />

Islandia.<br />

–Aquí hay muchas rocas en las que habitan espíritus –me comentó<br />

Thórdur, absolutamente convencido de su existencia–. En Islandia viven<br />

hadas, <strong>el</strong>fos, espíritus... Tienes que ir con cuidado de no molestarlos,<br />

porque si lo haces te pueden acarrear desgracias.<br />

–¿Usted los ha visto alguna vez<br />

–Yo no –dijo con un fastidio evidente–, pero los ha visto mucha gente.<br />

Yo siento su presencia cuando paso por determinados lugares, pero<br />

nunca los he podido ver. Me giro de repente y ya no están. Son muy<br />

hábiles...<br />

Thórdur alargó la mano para mostrarme tres piezas que, según me informó,<br />

un <strong>el</strong>fo había dejado a una mujer que no creía en los seres ocultos.<br />

–Ella soñó que un <strong>el</strong>fo le decía que encontraría algo suyo en una arca<br />

que tenía cerrada con llave –me explicó bajando la voz, como si

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