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18.01.2015 Views

10/228 deslumbraba al mundo por su modernidad y su espectacular crecimiento a una isla golpeada sin compasión por la crisis financiera. La mejor lección de aquella crisis, que llegó cargada de malas noticias para la economía del país, fue que los islandeses, lejos de quedarse en casa, decidieron reaccionar y salir a la calle. Lo hicieron de un modo pacífico, concentrándose cada sábado en la plaza del Parlamento de Reykiavik para protestar ante unos políticos que, en su opinión, habían permitido los desmanes de unos banqueros corruptos que habían llevado el país a la ruina. Se manifestaron sin caer en la violencia a lo largo de diecisiete semanas, sin quemar ni un solo coche, pero con una determinación a toda prueba. Fue aquella una revolución silenciada, una revuelta popular que ocupó muy poco espacio en los informativos del resto del mundo, pero que logró al fin su objetivo. En febrero de 2009, a consecuencia de la presión ciudadana, el Gobierno conservador islandés optó por dimitir y se convocaron elecciones para el 25 de abril. El nuevo Gobierno de centroizquierda que salió de las urnas supuso un radical cambio de rumbo, tras dieciocho años con los conservadores del Partido de la Independencia en el poder. Pero, a pesar de este espectacular vuelco, el pueblo islandés decidió continuar alerta, ya que seguía desconfiando de los políticos tradicionales. No bajó los brazos, sino que redobló la protesta. Después de que el Gobierno aceptara un acuerdo con Inglaterra y Holanda para devolver unos 4.000 millones de euros, que los ciudadanos de estos países habían depositado en bancos islandeses y que habían perdido a raíz de la crisis de 2008, los islandeses recogieron firmas para celebrar un referéndum, en marzo de 2009, en el que el No triunfó claramente, con un 93% de los votos. Un segundo acuerdo, más favorable para los islandeses, también fue rechazado en abril de 2011, en esta ocasión con un 59% de los votos en contra, dejando claro que muchos ciudadanos se negaban a pagar los errores de sus corruptos banqueros y de los políticos que en su opinión

11/228 habían actuado como cómplices. Llevados por este espíritu irreductible, los manifestantes consiguieron que David Oddson, gobernador del Banco Central que anteriormente había sido primer ministro, fuera apartado de su cargo, que se abriera un proceso judicial contra el que fue primer ministro Geir Haarde y que se dictara una orden de arresto internacional contra el ex presidente del banco Kaupthing, Sigurdur Einarsson, que fue finalmente detenido en Londres en marzo de 2011. En el marco de estas reformas impulsadas por la presión pacífica de los ciudadanos, en abril de 2011 el Parlamento nombró una Asamblea Constituyente para que redactara, en una iniciativa única de democracia directa, una nueva Constitución que sustituyera a la actual, que es de hecho una copia de la danesa redactada a raíz de la indepedencia. Para esta asamblea se eligieron 31 ciudadanos sin filiación política, avalados por un mínimo de treinta firmas, entre los que hay profesores universitarios, abogados, un pastor luterano, periodistas y camioneros, que mientras dure su trabajo recibirán un salario igual al de los diputados. La Constitución que salga de esta Asamblea, cuyas sesiones pueden seguirse por Intenet, deberá ser avalada por el Parlamento islandés. «Ésta es la primera vez en la historia del mundo que una Constitución se renueva de este modo», ha subrayado la portavoz del comité organizador, Berghildur Erla Bergthorsdóttir. Y la primera ministra, Johanna Sigurdardóttir, ha declarado por su parte: «Esperamos que la nueva Constitución sea una nueva base social que nos llevará a la reconstrucción y a la reconciliación, y para que esto suceda toda la nación tiene que implicarse». Mientras se iban sucediendo éstas y otras convulsiones en el panorama político islandés, en enero de 2011 llegó una noticia sorprendente: la economía islandesa, por primera vez desde octubre de 2008, conseguía salir de la recesión, según datos de la Oficina Oficial de Estadística de Islandia. El Producto Interior Bruto creció un 1,2% en el tercer trimestre de 2010, lo que suponía el final de un período de siete trimestres seguidos en

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deslumbraba al mundo por su modernidad y su espectacular crecimiento<br />

a una isla golpeada sin compasión por la crisis financiera.<br />

La mejor lección de aqu<strong>el</strong>la crisis, que llegó cargada de malas noticias<br />

para la economía d<strong>el</strong> país, fue que los islandeses, lejos de quedarse en<br />

casa, decidieron reaccionar y salir a la calle. Lo hicieron de un modo<br />

pacífico, concentrándose cada sábado en la plaza d<strong>el</strong> Parlamento de<br />

Reykiavik para protestar ante unos políticos que, en su opinión, habían<br />

permitido los desmanes de unos banqueros corruptos que habían llevado<br />

<strong>el</strong> país a la ruina. Se manifestaron sin caer en la violencia a lo largo de<br />

diecisiete semanas, sin quemar ni un solo coche, pero con una determinación<br />

a toda prueba. Fue aqu<strong>el</strong>la una revolución silenciada, una revu<strong>el</strong>ta<br />

popular que ocupó muy poco espacio en los informativos d<strong>el</strong> resto<br />

d<strong>el</strong> mundo, pero que logró al fin su objetivo. En febrero de 2009, a consecuencia<br />

de la presión ciudadana, <strong>el</strong> Gobierno conservador islandés optó<br />

por dimitir y se convocaron <strong>el</strong>ecciones para <strong>el</strong> 25 de abril. El nuevo Gobierno<br />

de centroizquierda que salió de las urnas supuso un radical cambio<br />

de rumbo, tras dieciocho años con los conservadores d<strong>el</strong> Partido de la<br />

Independencia en <strong>el</strong> poder.<br />

Pero, a pesar de este espectacular vu<strong>el</strong>co, <strong>el</strong> pueblo islandés decidió<br />

continuar alerta, ya que seguía desconfiando de los políticos tradicionales.<br />

No bajó los brazos, sino que redobló la protesta. Después de que<br />

<strong>el</strong> Gobierno aceptara un acuerdo con Inglaterra y Holanda para devolver<br />

unos 4.000 millones de euros, que los ciudadanos de estos países habían<br />

depositado en bancos islandeses y que habían perdido a raíz de la crisis<br />

de 2008, los islandeses recogieron firmas para c<strong>el</strong>ebrar un referéndum,<br />

en marzo de 2009, en <strong>el</strong> que <strong>el</strong> No triunfó claramente, con un 93% de los<br />

votos. Un segundo acuerdo, más favorable para los islandeses, también<br />

fue rechazado en abril de 2011, en esta ocasión con un 59% de los votos<br />

en contra, dejando claro que muchos ciudadanos se negaban a pagar los<br />

errores de sus corruptos banqueros y de los políticos que en su opinión

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