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Fuerzas profundas e identidad. Reflexiones en torno a su impacto ...

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Holsti (1998/1999), a una tercera ola de preguntas sobre las relaciones cívico-militares.<br />

Estados Unidos ha vuelto a una vieja tradición de voluntariado militar, que prevalecerá<br />

más que <strong>en</strong> períodos de paz previos. Al mismo tiempo, temas como los extraordinarios<br />

esfuerzos para evitar el servicio militar durante la Guerra de Vietnam por políticos y<br />

líderes de opinión <strong>en</strong> Washington (el presid<strong>en</strong>te Bill Clinton, el presid<strong>en</strong>te de la Cámara<br />

de Repres<strong>en</strong>tantes Newt Gingrich, el líder de la mayoría <strong>en</strong> el S<strong>en</strong>ado Tr<strong>en</strong>t Lott y<br />

columnistas como George Hill y Patrick Buchanan), el trato a las mujeres uniformadas,<br />

escándalos sexuales <strong>en</strong>tre los militares, incid<strong>en</strong>tes de falta de respeto <strong>en</strong>tre militares y<br />

miembros de la administración Clinton, y las políticas hacia gays y lesbianas<br />

uniformados <strong>en</strong>turbiaron más las relaciones cívico-militares. 4<br />

Por otra parte, los años nov<strong>en</strong>ta trajeron consigo un fuerte re<strong>torno</strong> de las ideas<br />

liberales y una redefinición de las am<strong>en</strong>azas a la seguridad. En este contexto, apareció la<br />

controversia respecto al posible uso de las fuerzas armadas para hacer fr<strong>en</strong>te a un<br />

conjunto de problemas domésticos como los disturbios producidos <strong>en</strong> Los Ángeles <strong>en</strong><br />

1992, el terrorismo interno, el narcotráfico, el control migratorio, <strong>en</strong>tre otros. Además,<br />

<strong>su</strong>rgieron planteos <strong>en</strong> los sectores militares que apuntaban a un marcado deterioro de la<br />

sociedad americana como consecu<strong>en</strong>cia de un exceso de liberalismo y el abandono de<br />

los valores tradicionales que contribuían a una mayor disciplina social. En este marco<br />

podríamos afirmar que el debate <strong>su</strong>pera ampliam<strong>en</strong>te las difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre los líderes<br />

civiles y militares <strong>en</strong> <strong>torno</strong> a cómo diseñar la política exterior y de def<strong>en</strong>sa o cómo<br />

administrar una guerra, y adquiere una dim<strong>en</strong>sión sociológica que los especialistas<br />

caracterizan como una brecha <strong>en</strong>tre los militares (como organización) y la sociedad civil<br />

americana a la cual deb<strong>en</strong> def<strong>en</strong>der. Dicha brecha ha llevado a plantear a algunos<br />

integrantes de la institución militar que, <strong>en</strong> el esc<strong>en</strong>ario de la década de los nov<strong>en</strong>ta,<br />

Estados Unidos t<strong>en</strong>dría que com<strong>en</strong>zar a p<strong>en</strong>sar que no sólo ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong>emigos externos,<br />

sino también importantes <strong>en</strong>emigos internos.<br />

Sin embargo, desde nuestra perspectiva, la complejidad de las relaciones cívicomilitares<br />

es hoy aún mayor que <strong>en</strong> los años nov<strong>en</strong>ta cuando los especialistas llamaron la<br />

at<strong>en</strong>ción sobre el increm<strong>en</strong>to de las difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre ambos sectores. La llegada a la<br />

Casa Blanca de George W. Bush implicó el re<strong>torno</strong> de las ideas neoconservadoras que,<br />

junto al <strong>impacto</strong> g<strong>en</strong>erado por los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001,<br />

reabrieron el debate sobre las relaciones cívico-militares. Una política exterior basada<br />

<strong>en</strong> el uso de la fuerza y la idea de lograr una condición de primacía traían consigo la<br />

revaloración de las fuerza armadas, implicaban una mayor participación de estas <strong>en</strong> el<br />

diseño de la política exterior y de def<strong>en</strong>sa y el increm<strong>en</strong>to del pre<strong>su</strong>puesto militar.<br />

Por otra parte, desde una perspectiva política los repres<strong>en</strong>tantes del sector<br />

castr<strong>en</strong>se adquirieron una importancia c<strong>en</strong>tral <strong>en</strong> tanto eran parte, <strong>en</strong> términos de<br />

Wallerstein (2004), de uno de los grandes agrupami<strong>en</strong>tos políticos que acompañaban la<br />

gestión de Bush: los militaristas. Este grupo no sólo abarcaba a los militares, sino a<br />

civiles id<strong>en</strong>tificados con un conservadurismo militante que –según Tokatlián (2006)–,<br />

desde el <strong>su</strong>r del país, <strong>en</strong>globaba a grupos evangelistas, sectores reaccionarios e intereses<br />

petroleros.<br />

4 Según Holsti (1998/1999) las t<strong>en</strong>siones <strong>en</strong>tre la primera administración Clinton y los militares se hicieron visibles<br />

muy rápidam<strong>en</strong>te. Diez semanas después de la a<strong>su</strong>nción del nuevo presid<strong>en</strong>te la con<strong>su</strong>ltora Gallup, cuyas <strong>en</strong>cuestas<br />

raram<strong>en</strong>te incluían preguntas sobre las relaciones cívico – militares, le solicitó al público que evaluara las relaciones<br />

<strong>en</strong>tre Clinton y los militares. Casi las dos terceras partes de las respuestas señalaron que “no eran bu<strong>en</strong>as”, y d<strong>en</strong>tro<br />

de este grupo, el 65 % <strong>su</strong>brayó que el Presid<strong>en</strong>te era el culpable del estado de dicha relación. Véase George Gallup,<br />

Jr. (1994) citado <strong>en</strong> Holsti (1998/1999).

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