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Fuerzas profundas e identidad. Reflexiones en torno a su impacto ...

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sino que <strong>en</strong> muchos puntos correspondía a las teorías democráticas y republicanas más<br />

absolutas” (Tocqueville, 1987: 57). Dado que la mayor parte de las sectas protestantes<br />

son congregacionalistas y no jerárquicas, han fom<strong>en</strong>tado los valores igualitarios,<br />

individualistas y populistas, que son anti-elitistas. Por tanto, la m<strong>en</strong>talidad política y la<br />

religiosa se han reforzado mutuam<strong>en</strong>te.<br />

Los norteamericanos son moralistas utópicos, qui<strong>en</strong>es se esfuerzan por<br />

institucionalizar la virtud, por destruir a los malos y por eliminar las instituciones y las<br />

prácticas malignas. Una mayoría dijo que Dios era la fuerza moral que guiaba la<br />

democracia norteamericana. Ti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> a considerar los dramas sociales y políticos como<br />

obras moralizantes, como batallas <strong>en</strong>tre Dios y el diablo, de modo que es imposible un<br />

acuerdo <strong>en</strong>tre ellos. Samuel Huntington estableció que los norteamericanos atribuy<strong>en</strong> a<br />

<strong>su</strong> nación y a <strong>su</strong> credo “muchos de los atributos y funciones de una iglesia”<br />

(Huntington, 1981: 158-159 citado por Lipset, 2000: 81). Éstos se reflejan, tal como lo<br />

señala Bellah, <strong>en</strong> la "religión cívica" norteamericana, que ha dado “una dim<strong>en</strong>sión<br />

religiosa a toda la urdimbre de la vida norteamericana, incluso la esfera política”<br />

(Bellah, 1970: 175 citado por Lipset, 2000: 82). Este país se consideraba ya desde la<br />

época de los Padres Fundadores una nueva Israel: “Estados Unidos es la tierra<br />

prometida. Dios ha guiado a <strong>su</strong> pueblo para que establezca una nueva especie de ord<strong>en</strong><br />

social que será luz para todas las naciones” (Wald, 1987: 48-55 citado por Lipset, 2000:<br />

81).<br />

Esta característica ha hecho que los estadounid<strong>en</strong>ses se pres<strong>en</strong>t<strong>en</strong> como el país<br />

más moralista del mundo desarrollado. Ese moralismo provi<strong>en</strong>e <strong>en</strong> gran parte de los<br />

compromisos protestantes, sectarios e ideológicos, que caracterizan al país. Las<br />

controversias que <strong>en</strong> los últimos años más han dividido a Estados Unidos, relacionadas<br />

con la religión –por el aborto y los derechos de los homosexuales–, no han causado<br />

problemas <strong>en</strong> todos los países industrializados de Europa, incluso <strong>en</strong> los católicos (con<br />

excepción de Irlanda y Polonia). Dado el hincapié <strong>en</strong> el moralismo, los políticos<br />

norteamericanos defin<strong>en</strong> las cuestiones de interés así como los conflictos <strong>en</strong> términos<br />

éticos.<br />

El moralismo de inspiración protestante ha afectado la oposición a las guerras y<br />

ha determinado el estilo norteamericano de las relaciones exteriores <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral,<br />

incluy<strong>en</strong>do la manera de <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> guerra. A difer<strong>en</strong>cia de otros estados, donde los<br />

ciudadanos han apoyado las guerras, a m<strong>en</strong>os y hasta que se vea claram<strong>en</strong>te que el país<br />

ha sido derrotado, los norteamericanos han t<strong>en</strong>dido a oponerse a cada conflicto <strong>en</strong> el que<br />

<strong>su</strong>s gobiernos decidieron participar, con excepción de la Segunda Guerra Mundial, la<br />

cual, para la sociedad, com<strong>en</strong>zó con un ataque. Sin embargo, el moralismo no sólo se<br />

expresa <strong>en</strong> la actividad anti-bélica. También, el apoyo a la guerra ha sido moral, por lo<br />

que, <strong>en</strong> este aspecto nuevam<strong>en</strong>te, Estados Unidos se pres<strong>en</strong>ta como difer<strong>en</strong>te a casi<br />

todos los demás países. Supone que, como nación con principios, debe ir a la guerra por<br />

razones morales, como por ejemplo, “hacer más seguro el mundo para la democracia”, y<br />

de allí también que las guerras deb<strong>en</strong> terminar con la r<strong>en</strong>dición incondicional del<br />

<strong>en</strong>emigo satánico (Lipset, 2000: 85-87). Desde esta perspectiva de la religiosidad se<br />

argum<strong>en</strong>ta que los norteamericanos no han dado la primacía a “<strong>su</strong> país, con razón o sin<br />

ella”, sino, antes bi<strong>en</strong>, a la “obedi<strong>en</strong>cia de conci<strong>en</strong>cia”. Por tanto, los que se opusieron a<br />

ir a la guerra antes de que fuese declarada, continuaron <strong>en</strong> contra de ella después de que<br />

el Congreso había votado por ella. En ese marco el apoyo a una guerra es tan moralista<br />

como la resist<strong>en</strong>cia a ella. Para apoyar una guerra y llamar al pueblo a matar a otros y a<br />

morir por la patria, los norteamericanos deb<strong>en</strong> definir <strong>su</strong> papel <strong>en</strong> un conflicto como el<br />

bando de Dios contra el de Satanás; <strong>en</strong> favor de la moral y <strong>en</strong> contra del mal.

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