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Fuerzas profundas e identidad. Reflexiones en torno a su impacto ...

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La Apertura impuesta por la fuerza de los cañones occid<strong>en</strong>tales produjo<br />

humillación fr<strong>en</strong>te a la agresión pero también des<strong>en</strong>canto y frustración por las propias<br />

limitaciones. De esta manera, puede decirse que el siglo XIX <strong>en</strong> China fue un siglo de<br />

transición y a la vez de crisis. La crisis interna socavó la estructura social y la crisis<br />

externa hizo lo propio con la base política, ambas pusieron <strong>en</strong> peligro la propia<br />

<strong>su</strong>perviv<strong>en</strong>cia del estado y de la nación.<br />

La China del siglo XVIII, había gozado de una paz y prosperidad notables al<br />

punto de ser considerado el siglo más espectacular de la edad de oro manchú. Pese al<br />

gran desarrollo agrario, y a que éste se trasladó al ámbito urbano, el crecimi<strong>en</strong>to no<br />

desembocó <strong>en</strong> una r<strong>en</strong>ovación tecnológica o <strong>en</strong> una p<strong>en</strong>etración industrial. El equilibrio<br />

alcanzado a fines del siglo XVIII se convirtió <strong>en</strong> estancami<strong>en</strong>to. Los datos de saturación<br />

económica se multiplicaron <strong>en</strong> la primera mitad del siglo XIX. La población siguió<br />

creci<strong>en</strong>do <strong>en</strong> este período al ritmo de la edad de Oro, sobrepasando los cuatroci<strong>en</strong>tos<br />

millones de habitantes <strong>en</strong> 1850. Esta catástrofe demográfica acabó con la prosperidad y<br />

rompió con la armonía <strong>en</strong>tre población y medios de <strong>su</strong>bsist<strong>en</strong>cia de una manera trágica<br />

(Elvin, 1973).<br />

La desestabilización del campo <strong>en</strong> un Imperio emin<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te rural instalaron las<br />

p<strong>en</strong>urias de las hambrunas periódicas <strong>en</strong> el medio social chino. La gran masacre de los<br />

desnutridos (1870), remite a la peste negra medieval o a la Guerra de los Treinta Años<br />

<strong>en</strong> Europa para <strong>en</strong>contrar a nivel de contin<strong>en</strong>tes una catástrofe humanitaria similar<br />

(Hisao Kung-Chuan, 1967).<br />

El medio urbano mi<strong>en</strong>tras tanto –durante el siglo XVIII y la primera mitad del<br />

siglo XIX–, logró un desarrollo relativo que le permitió desconectarse del resto del país.<br />

La franja urbana costera integraba un hinterland que también logró sobrevivir ya que<br />

repres<strong>en</strong>tó una parte importante de <strong>su</strong>s mercados y de <strong>su</strong>s c<strong>en</strong>tros de abastecimi<strong>en</strong>to,<br />

convirti<strong>en</strong>do la desestabilización agraria <strong>en</strong> un problema demográfico, g<strong>en</strong>erando un<br />

corte dualista <strong>en</strong> la sociedad que permite comparar a China con los países<br />

<strong>su</strong>bdesarrollados del siglo XX (Bastid, 1979). Así, la exist<strong>en</strong>cia de una franja costera<br />

moderna y de un interior <strong>su</strong>bdesarrollado establecían una contradicción social y política<br />

de base geográfica cuya influ<strong>en</strong>cia se s<strong>en</strong>tiría <strong>en</strong> la Revolución Maoísta y <strong>en</strong> la adopción<br />

de un modelo de revolución agraria-campesina <strong>su</strong>perando al modelo urbano-proletario,<br />

constituy<strong>en</strong>do esta situación una particularidad de la experi<strong>en</strong>cia china.<br />

Con la Rebelión de los Taiping (1853) culminó medio siglo de rebeliones<br />

populares que g<strong>en</strong>eraron un proceso de devolución del poder c<strong>en</strong>tral al interior. Sin<br />

embargo, el poder t<strong>en</strong>dió a escaparse rápidam<strong>en</strong>te de la dinastía al regionalizarse y<br />

militarizarse. El desequilibrio económico estuvo acompañado por el debilitami<strong>en</strong>to del<br />

poder c<strong>en</strong>tral y la desintegración estatal (Bastid, 1979).<br />

La crisis externa a la que China debe <strong>su</strong> apertura y humillación a mediados del<br />

siglo XIX fue la más grave de <strong>su</strong> historia. No se trató <strong>en</strong> esta ocasión de pueblos<br />

bárbaros civilizados a medias, destinados a una interacción cultural rápida como <strong>en</strong> el<br />

caso manchú (1644) o el mongol (1276). En esta ocasión, la am<strong>en</strong>aza prov<strong>en</strong>ía de otra<br />

civilización, la occid<strong>en</strong>tal, que se consideraba <strong>su</strong>perior, con una expansión económica,<br />

política, técnica y militar mayor. Tales difer<strong>en</strong>cias fueron percibidas por los propios<br />

chinos y g<strong>en</strong>eraron una relativización de <strong>su</strong> propia cultura. Sin ser colonia de una

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