Miguel Zugaza - Centro de Estudios Garrigues

EL CENTRO POR DENTRO
EL CENTRO POR DENTRO
Carta
del director
Ángel Bizcarrondo
Director del Centro de Estudios Garrigues
La universidad española vive tiempos de cambio,
aunque esto no represente una novedad en una
institución de origen medieval, ocho veces centenaria,
que a lo largo de su dilatada historia ha experimentado
tiempos de convulsión seguidos de otros
de calma y periodos florecientes tras largas fases de
atonía. No obstante, en esta ocasión concurre una
característica diferencial porque el movimiento viene
impulsado desde Europa y está inspirado por un
deseo de apertura y por un propósito tan encomiable
como arduo de emular a las mejores universidades del
mundo.
En el último cuarto de siglo la universidad española
ha experimentado un crecimiento extraordinario, de
modo que el número de universitarios que apenas
alcanzaba la cifra de doscientos cincuenta mil a
mediados de la década de los años 70, ha superado
la cifra de millón y medio a comienzos del nuevo siglo.
Esta expansión ha sido posible por el aumento en el
número de universidades, tanto privadas como públicas,
hasta el punto de que en estas últimas su número
ha pasado desde las diez existentes en 1968 a las
más de cincuenta que se registran en la actualidad.
Esta transformación del panorama de la universidad
española ha sido también reflejo del nuevo estado
autonómico al haberse traspasado buena parte de
las competencias en materia de universidades a las
comunidades autónomas que atendiendo a un amplio
deseo social han emprendido una carrera, a la que no
son ajenos intereses electorales, para la creación de
nuevos centros sin reparar suficientemente en razones
de oportunidad presente o futura que garanticen
la viabilidad de los proyectos acometidos.
Pero más allá de las luces y sombras del proceso,
ocurre paradójicamente que en la era de la globalización,
la universidad que ha de ser, por esencia, universal
se ha hecho entre nosotros más local. Esta
deriva en dirección opuesta a la que señala la brújula
de nuestro tiempo, no provoca pero agrava un problema
inherente a la universidad, que en todo tiempo
y lugar ejerce su función en un entorno geográfico
con el que está comprometida; al que sirve y del que
recibe sus recursos y donde establece las principales
relaciones.
Cómo hacer compatible universalidad y territorialidad
es el gran dilema de cuyo acertado planteamiento
y solución dependerá el futuro de nuestra universidad.
No es este el momento para abordar tan compleja
cuestión, pero no parece difícil de concluir que solo
una especialización que tenga presente las capacidades
diferenciales de cada territorio y de cada universidad
podrán situarla en condiciones adecuadas de
competir en el nuevo ámbito europeo.
Por este motivo, hay que celebrar la iniciativa de
una joven institución y al tiempo ejemplar en su
estructura y funcionamiento: la Universidad de Cantabria
que acaba de publicar con la colaboración del
Banco de Santander el Atlas digital de la España universitaria
en el que se aborda de forma rigurosa un
análisis de la universidad y el territorio que contribuirá
de forma eficaz a la necesaria reflexión sobre este
asunto decisivo.
PS: A quienes afirman que la historia es pendular
les resultará curioso recordar que en el año 1807 se inició
una profunda reforma organizativa de la universidad
de entonces, que supuso la disminución de las
veintidós universidades existentes a las diez que
sobrevivieron durante más de un siglo desde 1845
hasta 1968.
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