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Otro empleo que<br />

consigue Periquillo<br />

es el de boticario.<br />

Aprende las malas<br />

mañas que los boticarios<br />

tenían. Después<br />

ejerce el oficio de<br />

barbero-dentista<br />

en el cual también<br />

hizo de las suyas.<br />

lo busque para vengarse de la infidelidad<br />

que cometió con Luisa. Encuentra al barbero<br />

Agustín Rapamentas, amigo de sus<br />

padres, y a quien conoció siendo niño. Lo<br />

conmueve con “llanto de viudas” (1990b:<br />

7), refiriéndole la muerte de su padre y un<br />

altero de malas vivencias como embargos<br />

y la pérdida de múl tiples empleos. En su<br />

entusiasmo discursivo va apropiándose de<br />

personajes literarios como el mariscal Birón,<br />

que le rompió un plato en la cabeza y lo persiguió con un<br />

cuchillo porque, siendo su mayordomo, le sirvió la sopa fría. El<br />

Barbero sonríe: ha invocado como reales a personajes nobles de<br />

comedia que Periquillo suponía olvidados, como les estaba sucediendo<br />

a los nobles: la herencia por motivos de sangre era ya<br />

un anacronismo.<br />

Cuando acepta aprender el oficio de barbero y dentista, que<br />

a la sazón se ejercían juntos, rapa inicialmente a un perro, el cual<br />

gemía lastimosamente debido a las cuchilladas que le infringía.<br />

Hubo de sacarle la muela a una vieja. Le cortó una cantidad de<br />

trozos de mandíbula que sirvieron de almuerzo para el gato del<br />

lugar (1990b: 11 y ss.). La vieja le regresa las ofensas bañándolo y<br />

chamuscándolo. Los barberos raramente eran buenos en su<br />

oficio de odontólogos, pero una minoría exageró su impericia,<br />

como Periquillo.<br />

IX. La redención<br />

Más adelante, al finalizar la diégesis, Perico se casa con la hija<br />

de Don Antonio, de catorce años (1990b: 376), quien lo había<br />

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