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para las Letras, otros para teólogo, médico, abogado, o zapatero,<br />

o… Cada individuo es finito y limitado, acertado en unas<br />

prácticas y fallido en otras. Su padre remata con que elija un oficio<br />

porque si no sirve para el estudio, y le faltan los medios para<br />

sobrevivir, podría acabar en la “ganzúa” o la “horca” (1990a:<br />

75); “no aproveché este conocimiento” (1990a: 153), dice él.<br />

La madre insiste en que siga con una carrera universitaria,<br />

que le aportaría más honor y pesetas. A pesar de las circunstancias,<br />

el padre cede a los caprichos de su esposa, enajenada en la<br />

vieja y grosera preocupación de que los oficios o manualidades<br />

(banausía en griego) envilecen a quienes los ejecutan.<br />

La lección de la obra es consultar el genio y la constitución<br />

física para que el joven seleccione el oficio adecuado. El espíritu<br />

dominante de la madre repitió que un hidalgo sin oficio es mejor<br />

recibido que un sastre o un pintor. Lizardi escogió las letras y<br />

murió como Cervantes, pidiendo limosna (1990a: 152).<br />

2. Los oficios<br />

El intelecto requiere que las manos se muevan. A partir del Renacimiento,<br />

se trató sin éxito de desterrar la “vieja y grosera<br />

preocupación de que los oficios convierten en ser-vil a quien los<br />

ejercita” (1990a: 268). Como este prejuicio, proveniente de la<br />

Grecia esclavista, significa sumir en la pobreza, se está hablando<br />

de la tiranía y la altivez contra quien nos da comida, habitación y<br />

vestido a las poblaciones.<br />

Como la imitación de este añejo hábito es mera necedad,<br />

los habitantes de Manila, adonde va a dar El Periquillo, no comprenden<br />

la nobleza de los amos, ni el desprecio de ciertas profesiones,<br />

ni la negación de valor a los oficios. No convencido aún<br />

de este juicio, a partir de su segundo naufragio nuestro protago-<br />

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