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como Januario, sino a los malvados o corruptos adinerados que<br />
cometen ilegalidades y violencias, que hoy llamaríamos bandidos<br />
de cuello blanco. Esta tendencia es la más destacada para la<br />
supervivencia o actualizaciones de esta novela.<br />
Nadie ha dejado de conocer al grosero por sus majaderías,<br />
al inmoral por su pésima conducta, al embustero por sus historias<br />
y sus juramentos, al fullero por sus drogas, al ambicioso por<br />
su codicia y al mezquino por sus cicaterías. La lección no debe<br />
olvidarse.<br />
Al anotar sus cuadernos, la intención de Don Pedro es laudable,<br />
porque se orienta a enmendar vicios aborrecibles y a ensalzar<br />
virtudes como la generosidad. Moraliza con el valor de<br />
la sinceridad para enmienda de periquillos viciosos y disipados<br />
cuya vida tiene efectos insoportables para la comunidad, es decir,<br />
pondera a las personalidades arregladas en el “buen vivir”<br />
(1990a: 315) en el hogar y en el terruño propios.<br />
En forma declinada en vocativo —¡oh, hijos!, por ejemplo—,<br />
Sarmiento les dice a sus hijos no afanarse en lograr bienes fugitivos<br />
por reglas aciagas que los alejan de la felicidad interna<br />
(noción propia de la cultura heredada de la Grecia clásica y del<br />
cristianismo primitivo); por buscar los bienes, las mercancías y<br />
los lujos sin valor social, Perico Sarniento la perdió durante mucho<br />
tiempo. Su vida no fue ni la presenta como la de un santucho,<br />
sino como desviada en un ambiente de rapiña mayoritaria,<br />
porque lo mismo es el que roba en coche que el que roba a pie;<br />
y tan dañoso a la sociedad, o más, es el salteador en las ciudades<br />
que en los caminos despoblados (1990a: 328).<br />
Roban el oficial, el soldado, el mercader, el escribano, el juez,<br />
el abogado, el alto clero… El verbo “rapio se conjuga en todos<br />
los modos y tiempos: se hurta por activa, por pasiva, por circunloquio<br />
y por participio” (1990a: 329).<br />
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