En torno al epistolario Jaspers-Heidegger - cristobal holzapfel

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“La fiesta del pensamiento” Realización: Cristóbal Holzapfel Programa No. 252 para la Radio de la Universidad de Chile Ciclo: “En torno al epistolario Jaspers-Heidegger” Audición:miércoles 1 de Noviembre del2000a las 16,45 hrs. En verdad, tras el quiebre de la amistad acontecido el año 1933 entre Jaspers y Heidegger hay algo que se pierde, como en todo quiebre por lo demás, y esto es la fluidez y la espontaneidad. Es decir, se pierden los gestos que habían antes de una entrega amical sin reservas al otro. Ahora inevitablemente comienzan a hacerse presentes la cautela, y seguramente el temor, e incluso, al menos de parte de Jaspers, como él mismo reconoce por lo demás, la desconfianza. En este sentido, esto que se da entre dos personas de profunda espiritualidad, como son estos dos grandes pensadores, no constituye una excepción, si lo comparamos con lo que ocurre en general en las relaciones amicales o amorosas. Justamente en éstas también se da que una vez producido el quiebre, cada paso es difícil, y va acompañado de todo tipo de prevenciones y reservas. Y precisamente nada más apropiado que el género epistolar que ambos pensadores ponen en práctica, para dar libre curso a esas prevenciones y reservas. Tendremos pues que detenernos a reflexionar sobre lo que atañe a este género. Hemos contrastado el género epistolar con la novela o la poesía, por ejemplo, reconociendo al respecto que en las cartas, en cierto modo se multiplican los sentidos y significados de cada cosa, ya que en ellas, además de la polisemia que es propia de las palabras y del estilo, se hacen presentes además gestos, como la dilación en la respuesta a una carta, que tienen en cada caso sus sentidos específicos. P 1 Y ahora podemos contrastar el género espistolar con lo que podríamos llamar una relación directa interpersonal. Podría parecer que en la relación entre dos personas de cuerpo presente hubieran normalmente más sentidos y significados en juego. Pero, si bien reflexionamos sobre esto, cabe decir que sucede exactamente lo contrario: la conversación directa permite un mayor control y comprensión de la semántica que se pone en juego, precisamente por esa contrastación que se va haciendo con nuestro interlocutor de manera inmediata de todo lo que se va diciendo, sugiriendo, relatando, y demás. No obstante lo anterior, ocurre además en una relación directa que al mismo tiempo se suelen manifestar un conjunto de "tácitos", de supuestos y aun de prejuicios inconfesos. En el género epistolar, en cambio, tenemos siempre la posibilidad de estar al abrigo de la mirada del otro. La comparación que se puede hacer entre televisión y radio seguramente que viene al caso. Se trata precisamente de que la televisión satura inmediatamente la imagen, y ésta es la razón por la que en ese medio no pueden permitirse espacios vacíos, ni aunque se trate de unos segundos, porque de ocurrir eso el televidente cambia inmediatamente de canal. En radio, por el contrario, hay una mayor distancia, pues lo que escuchamos es una voz o unos sonidos que, en 34

primer lugar, requieren más tiempo para su asimilación, y, en segundo lugar, calan más hondo en nosotros. P 2 Ello se relaciona a su vez con la polémica cuestión de los privilegios de la vista o del oído, si acaso uno u otro tendrían una mayor capacidad de penetración. Siguiendo a un Heráclito, que incita en un aforismo a escuchar el logos (sentido, razón), para darse cuenta entonces de que todo es uno, y así hasta Heidegger, en el que se trata de oir el ser, nosotros aquí nos sentimos interpretados por esa misma línea, de acuerdo a la cual, el oído tendría un privilegio sobre la vista. Y esto a su vez es relevante en varias otras direcciones, por ejemplo, en lo que se refiere a la comparación que se puede hacer entre la pintura y la música, en lo que cabe atender además a la clasificación de Schopenhauer de las artes, en concordancia con la cual la música puede acercarse más a lo esencial que la pintura. El criterio es allí la capacidad que tiene un arte de abstraerse de una base material: así, por ejemplo, la arquitectura es la más apegada de las artes a lo material, no solamente porque requiere de ciertos materiales para poder realizarse, sino además porque sus diseños, sus planos, tienen que adecuarse a un modo de habitar del hombre en el espacio. En lo que atañe al género espistolar, cabría preguntarse si en él intervienen más el oído o la vista, y, al parecer, a pesar de que una carta es ante todo algo que se lee, lo decisivo es siempre la escucha de la carta. Me atrevería a agregar que lo mismo tendría que ocurrir por cierto con la lectura. Por ejemplo, si estamos leyendo Las elegías del Duino de Rainer Maria Rilke, lo que allí leemos es ante todo lo que escuchamos, aunque al leerlo no pronunciemos palabra. Ahora bien, se podría objetar que está claro que en las Elegías es así porque ante todo es un poema, y en la poesía la escritura se vuelve singularmente musical, con sus cadencias, y demás. Pero, se podría replicar a ello que precisamente la prueba documental de que la lectura está determinada por lo que en ella escuchamos, la constituye precisamente la poesía, y ello no le resta esa misma posibilidad a lo que sea la lectura en general. P 3 Todos estos elementos, como otros que seguramente nos saldrán al paso, podemos suponer de antemano, se presentarán en lo que sigue del rico epistolario de estos dos amigos, que se encuentran ahora en un momento (año 1935) en que ninguno de ellos muestra saber claramente a qué atenerse: si dar definitivamente por terminada una tan bella amistad, o continuar con ella y considerar, por ejemplo, que el mundo con sus demandas y sus urgencias de siempre la ha destruido. Hay una carta del 1.7.35 de Heidegger a Jaspers que la encuentro particularmente decidora, sobre todo en el sentido de que, en cierto modo, podríamos decir, que constituye una explicación de su adhesión al nacional-socialismo y de su Rectoría de la Universidad de Friburgo, como del desencanto que todo ello le ha provocado. Pero esta "explicación" no está así meramente dada, sino más bien, insinuada. Hemos dicho que esto se asocia con el hecho de que a estas alturas la amistad entre ambos ya se encuentra algo deteriorada, se ha perdido la confianza y la espontaneidad. Heidegger comienza diciendo: "Sobre mi escritorio hay un 35

primer lugar, requieren más tiempo para su asimilación, y, en segundo lugar, c<strong>al</strong>an más hondo<br />

en nosotros.<br />

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Ello se relaciona a su vez con la polémica cuestión de los privilegios de la vista o del<br />

oído, si acaso uno u otro tendrían una mayor capacidad de penetración.<br />

Siguiendo a un Heráclito, que incita en un aforismo a escuchar el logos (sentido, razón),<br />

para darse cuenta entonces de que todo es uno, y así hasta <strong>Heidegger</strong>, en el que se trata de oir el<br />

ser, nosotros aquí nos sentimos interpretados por esa misma línea, de acuerdo a la cu<strong>al</strong>, el oído<br />

tendría un privilegio sobre la vista.<br />

Y esto a su vez es relevante en varias otras direcciones, por ejemplo, en lo que se refiere a<br />

la comparación que se puede hacer entre la pintura y la música, en lo que cabe atender además a<br />

la clasificación de Schopenhauer de las artes, en concordancia con la cu<strong>al</strong> la música puede<br />

acercarse más a lo esenci<strong>al</strong> que la pintura. El criterio es <strong>al</strong>lí la capacidad que tiene un arte de<br />

abstraerse de una base materi<strong>al</strong>: así, por ejemplo, la arquitectura es la más apegada de las artes a<br />

lo materi<strong>al</strong>, no solamente porque requiere de ciertos materi<strong>al</strong>es para poder re<strong>al</strong>izarse, sino<br />

además porque sus diseños, sus planos, tienen que adecuarse a un modo de habitar del hombre en<br />

el espacio.<br />

<strong>En</strong> lo que atañe <strong>al</strong> género espistolar, cabría preguntarse si en él intervienen más el oído o<br />

la vista, y, <strong>al</strong> parecer, a pesar de que una carta es ante todo <strong>al</strong>go que se lee, lo decisivo es siempre<br />

la escucha de la carta. Me atrevería a agregar que lo mismo tendría que ocurrir por cierto con la<br />

lectura. Por ejemplo, si estamos leyendo Las elegías del Duino de Rainer Maria Rilke, lo que <strong>al</strong>lí<br />

leemos es ante todo lo que escuchamos, aunque <strong>al</strong> leerlo no pronunciemos p<strong>al</strong>abra.<br />

Ahora bien, se podría objetar que está claro que en las Elegías es así porque ante todo es<br />

un poema, y en la poesía la escritura se vuelve singularmente music<strong>al</strong>, con sus cadencias, y<br />

demás. Pero, se podría replicar a ello que precisamente la prueba document<strong>al</strong> de que la lectura<br />

está determinada por lo que en ella escuchamos, la constituye precisamente la poesía, y ello no le<br />

resta esa misma posibilidad a lo que sea la lectura en gener<strong>al</strong>.<br />

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Todos estos elementos, como otros que seguramente nos s<strong>al</strong>drán <strong>al</strong> paso, podemos<br />

suponer de antemano, se presentarán en lo que sigue del rico <strong>epistolario</strong> de estos dos amigos, que<br />

se encuentran ahora en un momento (año 1935) en que ninguno de ellos muestra saber<br />

claramente a qué atenerse: si dar definitivamente por terminada una tan bella amistad, o<br />

continuar con ella y considerar, por ejemplo, que el mundo con sus demandas y sus urgencias de<br />

siempre la ha destruido.<br />

Hay una carta del 1.7.35 de <strong>Heidegger</strong> a <strong>Jaspers</strong> que la encuentro particularmente<br />

decidora, sobre todo en el sentido de que, en cierto modo, podríamos decir, que constituye una<br />

explicación de su adhesión <strong>al</strong> nacion<strong>al</strong>-soci<strong>al</strong>ismo y de su Rectoría de la Universidad de<br />

Friburgo, como del desencanto que todo ello le ha provocado. Pero esta "explicación" no está así<br />

meramente dada, sino más bien, insinuada. Hemos dicho que esto se asocia con el hecho de que a<br />

estas <strong>al</strong>turas la amistad entre ambos ya se encuentra <strong>al</strong>go deteriorada, se ha perdido la confianza<br />

y la espontaneidad.<br />

<strong>Heidegger</strong> comienza diciendo:<br />

"Sobre mi escritorio hay un<br />

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