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Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

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drets <strong>humans</strong> <strong>al</strong> <strong>carrer</strong>. Cuentos <strong>infantiles</strong> <strong>sobre</strong> <strong>derechos</strong> <strong>humanos</strong><br />

El Presidente tuvo que llamar <strong>al</strong> orden para que la chica siguiera. Y siguió, en serio. “Sí<br />

las dejaron. Y ahí vino lo peor. Me gritaron ‘a vos qué te importa, negrita sucia’ y ‘cerrá el<br />

hocico, piojosa, y otras cosas feas que pena me da repetir. Y yo seré negrita —y eso ¿qué|—<br />

pero no soy ni sucia, ni piojosa, ni chancho para tener hocico. Todos los días me levanto<br />

bien temprano para ir a buscar el agua a la canilla pública para llenar la tina y bañarme, y<br />

después se la lleno a mi hermanito y a mi mamá… todo antes de venir aquí. Cuando termino<br />

a la tarde me vuelvo a lavar bien, porque tengo escuela. ¡Yo no soy sucia! Me dio una<br />

rabia rabiosísima. A uno le tiré un vaso de Coca (de plástico, ni era para tanto lío…) y <strong>al</strong> otro<br />

una buena patada, para que le doliera…”<br />

No paraba ni para tomar aire. “Porque una quiere respeto, como quieren todos. Yo a<br />

ellos no los insulté. Sólo pedí que dejaran las empanadas porque no las compraron. Les<br />

iba a explicar que si no, después las tengo que pagar yo. No me dejaron hablar. No oían,<br />

sólo insultaban. Es injusto. ¡Qué me importan las empanadas! Importan los <strong>derechos</strong>><br />

que respeten a una persona, que la escuchen. ¡Con o sin empanadas!”<br />

Por fin, tomó aire. “Y basta de decirme ‘la chica’. Me llamo Cecilia, ¿oyeron|”<br />

Si-len-cio. To-t<strong>al</strong>.<br />

No voy a cansarlos con el resto, aunque en re<strong>al</strong>idad fue cortito. Nadie discutió, nadie<br />

argumentó, ni se abrió una boca. El Manuelón y el Toto miraban fijo <strong>al</strong> suelo, como si<br />

fuera una tele pasando su serie favorita. Tenían la cara roja (y no era del c<strong>al</strong>or).<br />

Por unanimidad el Consejo decidió que había doble f<strong>al</strong>ta y debía haber doble reparación><br />

el Manuelón y el Toto debían disculparse por irrespetuosos, Cecilia por descontrolada,<br />

y los tres tenían que comprometerse a no repetir su comportamiento. Todo en<br />

acto público y solemne ante estudiantes, profes, Director, Orientador, la encargada de la<br />

cafetería y los padres, por supuesto. Y si no había objeciones de los imputados, el asunto<br />

quedaba así resuelto. No hubo y resuelto quedó.<br />

¡Ah! Además, recomendó que todos aprendiéramos <strong>derechos</strong> en clase. Empezando<br />

por Noveno, que buena f<strong>al</strong>ta nos hacía.<br />

El Presidente cerró la sesión. “Aunque es de desear que con esto hayan aprendido”.<br />

“Alguito”, susurró el Manuelón.<br />

“Espero” murmuró la chi..., perdón, Cecilia. La Ceci.

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