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Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

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drets <strong>humans</strong> <strong>al</strong> <strong>carrer</strong>. Cuentos <strong>infantiles</strong> <strong>sobre</strong> <strong>derechos</strong> <strong>humanos</strong><br />

Bajo la mirada seria e interrogante del Director empezaron los relatos de las víctimas.<br />

Medio-relatos, diría yo, porque ninguno armaba ni una frase completa. Por eso se<br />

los voy a ir aclarando. El Toto decía que se había vuelto loca (ella), estaban muy tranquilos<br />

(ellos), cuando le dio un ataque (a ella), ni siquiera comían empanadas de queso (¿serían<br />

ellos|) y empezó a gritar (ella), tiraba botellas y patadas (ella) y apenas logró esquivar el<br />

botellazo (él) pero quedó bañado (él, también), una patada le dio durísimo donde ustedes<br />

saben (a Manuelón) y los gritos todavía más fuerte (no sé si de ella o de Manuelón) y se<br />

reían (todos los demás).<br />

El Manuelón seguía retorciéndose y por razones obvias usó pocas p<strong>al</strong>abras y muchos<br />

quejidos. “Nada… ¡ay! nada…no sé… ¡ay, ay! hicimos nada… ¡ay!!! nada le hicimos… se<br />

puso loca… ¡ay! por las empanadas… ¡ay! me dio con todo… loca… ¡ay!!!” La enfermera<br />

lo sostenía y le ponía un trapo húmedo en la frente (a saber por qué, porque el dolor no<br />

parecía venir precisamente de ahí.) El Toto, más c<strong>al</strong>mado, empezó a repetir que a la chica<br />

ésa había que encerrarla y el Manuelón asentía, a quejido por p<strong>al</strong>abra.<br />

Las madres estaban fuera de sí. “Es un abuso, ¿qué se cree esa chica| “Es un peligro”.<br />

“Fue como…casi un ataque armado”. “Es un asunto para la policía. ¡Delito de agresión!”<br />

“¿De dónde s<strong>al</strong>ió esa s<strong>al</strong>vaje|”<br />

Esa s<strong>al</strong>vaje —la chica— no abrió la boca. El Director le hizo preguntas y nada. Las<br />

madres y varias profes la increparon y nada. El Orientador le puso cara simpática para ver<br />

si aflojaba y nada. La encargada de la cafetería, que la había contratado para atender y limpiar,<br />

la amenazó con echarla y hasta mandarla a un Reformatorio y nada. Si-len-cio. To-t<strong>al</strong>.<br />

En eso el Director me vio a mí, que con el <strong>al</strong>boroto me había metido también <strong>al</strong> despacho<br />

para no perderme los sucesos. Después de todo soy delegada de Noveno, donde<br />

están el Toto y el Manuelón, y los líos son parte de mis funciones. Se me acercó y me<br />

pidió que le hablara a la chica —la s<strong>al</strong>vaje—, a ver si a mí me iba mejor.<br />

Y me fue. Me la llevé afuera y cuando le pregunté qué quería, habló de inmediato.<br />

(Fue una tranquilidad< por lo menos no era muda.) Poco, pero suficiente. Volvimos a<br />

entrar y yo expuse> “Quiere Consejo”.<br />

“¡Castigo, no consejo, te voy a dar yo, atrevida!”, gritó la mamá de Manuelón.<br />

“Que busque consejo en la Iglesia, m<strong>al</strong>enseñada!”, reforzó la mamá del Toto.<br />

“Déjenme a mí. Yo estoy para dar buenos consejos”, se ofreció el Orientador.<br />

Intervine. “No, no es eso. Consejo de estudiantes, quiere. Bueno, ella dijo ‘Tribun<strong>al</strong>’,<br />

pero no se llama así. Sólo ahí va a hablar”.

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