10.01.2015 Views

Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Esa presumida de la luna<br />

59<br />

—Ya veo —dijo Neptuno, sin entender nada—. ¿Y…|<br />

—Por su culpa nos s<strong>al</strong>en canas a todas…—chilló una nubecita raquítica del Sáhara.<br />

—Vaya, vaya… ¿y|<br />

—Señor Juez, siempre está jugando con nosotras <strong>al</strong> escondite —dijo una nube infantil<br />

y <strong>al</strong>go tontorrona.<br />

—Pero eso está muy bien —bromeó Neptuno— es lo que hacen conmigo las medusas…<br />

digo, los delfines.<br />

—Pero… —gimió apenada la pobrecilla— es que siempre nos gana.<br />

—¡Por el tridente de Homero! Eso no está bien… Bueno, claro que si no hace trampas…<br />

—No, eso no, señoría —confesó la nube que, por ser como una niña, no mentía nunca.<br />

Al ver que el caso se complicaba una nube monzónica se encrespó y sopló de esta<br />

manera><br />

—¡Nos hace burla, señoría, nos pone cuernos!<br />

Y la nube adoptó la forma de los cuernos de la luna.<br />

—¡Ah, no! Eso sí que no… Treinta días <strong>al</strong> c<strong>al</strong>abozo. ¡Que se cumpla mi sentencia!<br />

Pero de pronto se dio cuenta de que no sabía a quién estaba juzgando.<br />

—Ejem, ejem… —carraspeó— sólo por curiosidad… ¿<strong>al</strong>guien me puede decir quién<br />

comete todos esos crímenes contra la nubosidad|<br />

—¿Quién| Pues quién va a ser —se decían unas a otras las nubes, sin querer tirar la<br />

primera piedra.<br />

—Venga, el nombre…<br />

Y una nube de los Mares del Sur, acostumbrada a presenciar los amaneceres más<br />

bellos del mundo, dijo desdeñosa><br />

—La luna. Esa presumida.<br />

—La verdad —reconoció el juez— no caigo… Es igu<strong>al</strong>. Sea quien sea, treinta días.<br />

A las nubes les pareció poca cosa y se retiraron murmurando mientras recogían la<br />

larga cola de su indignación.<br />

Pero Neptuno se quedó tan ancho, y sacó su periódico, que le traía cada tarde un<br />

tritón y en el que venían los nombres de todos los barcos que hacen cosquillitas en la piel<br />

a la mar. Estaba precisamente leyendo los nombres de los barcos que atracan en Yokohama<br />

cuando se quedó sin luz.<br />

—¿Qué pasa ahora, es que no puede uno ni leer el nombre de los trasatlánticos sin<br />

que le molesten|

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!