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Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

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Los once años<br />

41<br />

Por la mañana fui <strong>al</strong> baño, y una de esas niñas con las que intentamos hablar se me<br />

acercó, me encerró en un baño con ella y me explicó lo que sucedía en ese monstruoso<br />

lugar. Al principio no podía creer ninguna de las p<strong>al</strong>abras que estaba oyendo. Por la tarde<br />

me cogieron a mí y a diez niñas más, nos pusieron un antifaz para que no pudiéramos<br />

ver nada de lo que pasaría desde entonces a nuestro <strong>al</strong>rededor y nos llevaron en una especie<br />

de vehículo, que debía ser una furgoneta por el ruido que hacía y por las dimensiones<br />

que parecía tener. El trayecto fue muy largo y parecía que nos llevaban <strong>al</strong> fin del mundo.<br />

Cuando fin<strong>al</strong>mente se paró, bajamos y nos quitaron los antifaces de un golpe. Abrí los<br />

ojos y estaba en un lugar muy oscuro y lleno de hombres que empezaron a escogernos<br />

como si fuéramos piezas de una g<strong>al</strong>ería de arte por las que se puede apostar. Al fin lo<br />

entendí todo> nos estaban comprando. En ese momento, me vino a la mente todo lo que<br />

nos había prometido mi padre y los ojos se me llenaron de lágrimas. Cuando reaccioné<br />

ya estaba en otro vehículo que nos llevaba a otro lugar que no prometía ser mejor que los<br />

anteriores. Bajé del coche y estaba en otro edificio lleno de otras niñas, pero el aspecto de<br />

todas ellas no era diferente y el sitio tampoco. Fue a partir del día veinticinco de octubre<br />

cuando empezó la peor época de mi vida, que, por desgracia, duraría muchos años.<br />

Todos los días era lo mismo, nos m<strong>al</strong>trataban, nos obligaban a estar con hombres,<br />

abusaban de nosotras… nos trataban como a perros. Cuando a ese hombre le parecía que<br />

ya había sido bastante veía que se iba, y <strong>al</strong> s<strong>al</strong>ir le daba dinero <strong>al</strong> que le llamaban amo.<br />

¡Yo sólo tenía doce años!<br />

Todo esto se repetía día tras día. Lo peor era cuando nos íbamos a dormir, cuando<br />

empezaba a pensar en mi hermana, mi madre, mi padre y en todas esas vecinas que<br />

extrañamente habían desaparecido. Con todo este ambiente fui creciendo y cambiando<br />

de países o ciudades. Hablaba con otras chicas que me contaban que más o menos ya<br />

se habían acostumbrado a toda esa vida que les había tocado, pero yo, por más que lo<br />

intentara, no podía acostumbrarme a ello en ningún momento. Cuando tuve veintitrés<br />

años, estaba en Austria, donde conocí a un chico llamado Herman. Empezamos a tener<br />

mucha confianza el uno en el otro, tanta, que le conté todo lo que estaba viviendo. Fue<br />

él quien me ayudó a dejar de tener miedo de esa gente que nos estaba haciendo sufrir<br />

esos abusos. También me animó a dar el paso más importante de mi vida> denunciar a<br />

esa gente que trafica con niñas, después las humilla y abusa de ellas. Al fin lo hice, los<br />

denuncié a la policía. Al cabo de una semana detuvieron a todo el grupo de traficantes<br />

y es que, por lo visto, hacía tiempo que iban detrás de ellos. A partir de ahí, empecé a

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