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Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

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LOS TÍTERES DE LA SOMBRA<br />

29<br />

estaba tumbado en el suelo con un disparo en la pierna. El joven intentaba huir, en re<strong>al</strong>idad<br />

había pensado miles de veces marcharme lejos del dolor, de la sangre, del miedo. Al<br />

joven lo dejaron sangrando mientras nos obligaban a darle p<strong>al</strong>izas. Él como mucho debía<br />

tener como unos quince años, y en menos de 15 minutos lo habían matado a golpes.<br />

Pero… ¿por qué pasaba todo esto| ¿Cómo lo podían hacer| ¿No tenían sentimientos|<br />

Cada una de estas preguntas e imágenes, me iban consumiendo día y noche, iba perdiendo<br />

la inocencia de mi infancia mezclándose con la muerte, la soledad, las heridas…<br />

Todas las noches pido perdón, perdón por lo que estaba haciendo, por lo que puedo<br />

hacer a la mañana siguiente, pero… ¿con quién hablo| ¿A quién le pido perdón| Mis<br />

únicas respuestas son las preguntas, cada una me lleva a otra. Mi único confidente es<br />

el silencio, el aire de la noche. Me quedo c<strong>al</strong>lado, pudiendo despertar con tan sólo un<br />

ladrido. Un día se apagará la luz, yo me he quedado aquí y tan sólo puedo gritar. Mi<br />

corazón se envenena vena por vena. La muerte es el veneno que quema cada día mi inocencia,<br />

mi infancia. Desde que estoy aquí, veo la pequeña re<strong>al</strong>idad que nos envuelve, pero<br />

no entiendo, no llego a entender cómo puede haber <strong>al</strong>guien que sea capaz de robarnos la<br />

vida y decidir nuestro destino.<br />

Qué poder tiene el dinero <strong>sobre</strong> las personas, quizá <strong>sobre</strong> ti también. ¡Cómo mata la<br />

ambición!<br />

No quiero recordar más, me destroza, y no puedo y no quiero recordar, me han<br />

hecho ser de hierro, me han querido convertir en una pared que no tiene sentimientos.<br />

Quiero despertar de esta pesadilla.<br />

Son las cinco, nos tenemos que levantar, poner nuestras máscaras para esconder el<br />

dolor detrás de ellas, como un disfraz en el <strong>al</strong>ma para que no veamos lo que nos espera<br />

hoy. Es un día norm<strong>al</strong>, sólo cambia el número de niños que hoy no volverán a lamentar<br />

sus vidas. Quizá, ese soy yo, pero qué más da> no tengo vida, soy un títere en manos de<br />

<strong>al</strong>guien.<br />

Me pongo en pie, veo centenares de niños igu<strong>al</strong>es que yo. Seguimos a nuestro capitán.<br />

No sé dónde nos llevan, andamos y andamos hasta que el olor a pólvora penetra<br />

en mi nariz como un ácido que me quema. Nos tropezamos una y otra vez, no porque<br />

haya piedras o agujeros> son cuerpos, sólo son niños con armas que son más grandes<br />

que ellos. De repente, noto que <strong>al</strong>guien me coge del pie. Es él, mi hermano, lo puedo<br />

reconocer por la cicatriz del cuello que se hizo cuando éramos pequeños. Pero… ¿por qué<br />

tiene que pasarnos esto a nosotros|, ¿qué hemos hecho m<strong>al</strong>| No, otra vez por qué… ¿por

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