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Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

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drets <strong>humans</strong> <strong>al</strong> <strong>carrer</strong>. Cuentos <strong>infantiles</strong> <strong>sobre</strong> <strong>derechos</strong> <strong>humanos</strong><br />

nunciaran a todas horas. Y me empezaba a asustar la ausencia de los pequeños <strong>humanos</strong>,<br />

no los había escuchado y mucho menos visto. ¡Qué extraño, re<strong>al</strong>mente extraño!<br />

Estaba consternada. Con ésta, eran ya cuatro o cinco lunas llenas que había contemplado,<br />

dando vueltas con mi globo colorido. Había <strong>sobre</strong>volado todos los parques y había<br />

descubierto que en este nuevo mundo no había ni niñas ni niños y en cambio encontraba<br />

siempre muchas personas ancianas.<br />

¡Niñaaaaaaaaaaaaasssss! ¡Niñooooooosssssssss! ¿Dónde estáis| ¿Por qué os escondéis|<br />

¡Venid a jugar conmigo! Yo os puedo enseñar mi idioma y un mundo infinito de<br />

danzas. Puedo compartir con vosotros los pasteles perfumados que me ha hecho mi<br />

abuela antes del viaje, esos pasteles que nos reg<strong>al</strong>aron nuestros antepasados (sí, esos<br />

otros <strong>humanos</strong> que fueron hechos con las bolitas de maíz y de agua. Sí, esos <strong>humanos</strong> a<br />

los que hoy llaman “indios”, es decir, mis abuelas y mis tatarabuelas). ¡Awwwwwwwwww!<br />

¡Venid por favor, yo os quiero conocer! Quiero aprender vuestro lenguaje y comer las<br />

g<strong>al</strong>letas de vuestras abuelas. Quiero jugar con vosotros y conocer la magia de vuestro<br />

escondite. ¡Por favor dejadme entrar en el globo luminoso de este nuevo mundo!<br />

Durante muchos años nadie respondió a mi llamada ni tampoco a mis súplicas.<br />

Me entristecía pensar que tuviesen miedo de mi presencia y creía que podía ser porque<br />

nunca habían visto una niña como yo. T<strong>al</strong> vez, habían nacido y vivido desde siempre<br />

entre las máquinas, esas que caminan por los ríos metálicos en la tierra. T<strong>al</strong> vez, no<br />

estaban acostumbrados a volar entre las nubes, a jugar con el viento y las mariposas, las<br />

piñas y los mangos.<br />

En medio de mi tristeza, un día me animé a bajar de mi globo y a aterrizar en un<br />

lugar lejano a la gran ciudad. Quería ver de cerca ese nuevo mundo.<br />

Seguía conmovida <strong>al</strong> ver a tantas personas ancianas solas caminando por las c<strong>al</strong>les o sentadas<br />

en los parques, con un rostro solitario y una sonrisa descolorida por el paso del tiempo.<br />

Entendí que el ser un habitante de un mundo lejano y con una lengua diferente, no<br />

me permitiría, por ahora, acercarme a ningún habitante de ese nuevo mundo. Así, decidí<br />

convertirme en una mariposa amarilla y desde entonces cada día visito los parques de<br />

la ciudad escondida entre las flores y entre los árboles. Así viví durante días, semanas,<br />

meses y años< ¡casi veinte años escondida entre los árboles! De esa forma entendí que no<br />

causaba miedo y que no molestaba a los ancianos.<br />

Durante toda mi vida de mariposa amarilla escuché muchas historias> <strong>al</strong>gunas bellas,<br />

otras tristes y dolorosas… Hubiese querido escribirlas todas, pero a veces o porque no

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