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Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

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drets <strong>humans</strong> <strong>al</strong> <strong>carrer</strong>. Cuentos <strong>infantiles</strong> <strong>sobre</strong> <strong>derechos</strong> <strong>humanos</strong><br />

muy bien y podía lanzar la pelota desde el medio de la cancha <strong>al</strong> aro, pero sus colegas de<br />

la escuela, nunca le dieron una oportunidad para que pudiese jugar.<br />

Julián practicaba en la pared del jardín de su casa. Allí su papá le había puesto un<br />

aro hecho de chatarra con madera que había encontrado en la basura y la pelota la había<br />

pedido de reg<strong>al</strong>o de cumpleaños. Como vivían lejos de una zona urbana, la mayoría de<br />

las veces jugaba solo, de vez en cuando aparecía un amigo para jugar con él, pero luego<br />

su amigo tenía que volver a su casa y Julián continuaba jugando con su papá hasta que<br />

su mamá los llamaba para cenar y dormir.<br />

Un día, sus papás decidieron mudarse de casa, <strong>al</strong>go que produjo mucho miedo a<br />

Julián porque tenía el recelo de quedarse sin el aro en el que practicaba. Sin embargo,<br />

sus papás le garantizaron que en el nuevo barrio había una cancha pública donde iban<br />

varios jóvenes a jugar todos los días. La felicidad de Julián duró poco tiempo. La primera<br />

cosa que hizo después de dejar sus cosas en la casa nueva, fue irse corriendo a la cancha<br />

del barrio. Ahí se quedó petrificado observando a los chicos que jugaban porque todos<br />

eran mucho más <strong>al</strong>tos que él y también mayores en la edad. Se resignó a la idea de que<br />

nunca jugaría a b<strong>al</strong>oncesto. Volvió a su casa muy triste y viendo la <strong>al</strong>egría de su mamá<br />

con la casa nueva, decidió no incomodarla con sus problemas y se fue a arreglar su<br />

nuevo cuarto. Estaba sacando su ropa de las cajas, cuando escuchó gritos que venían de<br />

afuera. Se asomó por su ventana del cuarto piso y vio a nueve chicos de su edad jugando<br />

a b<strong>al</strong>oncesto y moviendo velozmente la pelota de un lado <strong>al</strong> otro. Julián se quedó mirándolos<br />

hasta que uno de ellos se dio cuenta de su presencia y lo invitó a bajar para unirse<br />

<strong>al</strong> grupo.<br />

Julián agarró su pelota y bajo rápidamente por las esc<strong>al</strong>eras hasta que llegó y no vio a<br />

nadie. Empezó a buscar por todo el patio del edificio hasta que se encontró con el portero<br />

que echaba humo por la nariz, gritando ferozmente que ese no era lugar para jugar y<br />

le sacó la pelota que tenía en las manos de un solo golpe. Dijo que sólo se la devolvería<br />

cuando sus papás fueran a hablar con el administrador del edificio. Volvió a su casa y<br />

contó la historia a sus padres, que fueron inmediatamente a hablar con el administrador<br />

y el portero. Pese a la insistencia de su padre, le prohibieron jugar en las dependencias<br />

del edificio. Le devolvieron la pelota y se fue a su cuarto a llorar.<br />

Al día siguiente, escuchó de nuevo los gritos de los chicos y bajó sin la pelota para<br />

hablar con ellos. Todos los chicos le explicaron que no se podía jugar ahí, pero lo hacían<br />

porque era imposible jugar en la cancha pública, porque siempre los mayores los echaban.

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