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Drets humans al carrer, cuentos infantiles sobre derechos humanos

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El cruasán <strong>al</strong>ternativo<br />

123<br />

ya deberías saber que muchos niños de este mundo matarían por conseguir comerse<br />

este cuerno que me queda. Eso hubiera estado muy, pero que muy bien — el cruasán<br />

hablaba con una voz envolvente, llena de paz y conocimiento, lo que acabó de despistar<br />

y asombrar a su interlocutor, un niño listo, pero no tanto como para estar a la <strong>al</strong>tura<br />

de una conversación tan profunda. —También deberías buscar un lugar donde estuviéramos<br />

cómodos los dos para re<strong>al</strong>izar con una cierta ceremonia y atención el acto de<br />

desayunar, una acción muy importante <strong>al</strong> empezar el día. ¿Qué te parece aquel banco,<br />

junto a aquella niña que no ha desayunado todavía| —Con el cuerno que le quedaba, el<br />

cruasán señ<strong>al</strong>ó un banco de piedra donde se sentaba una niña de unos ocho años, vestida<br />

pobremente. El niño, como hipnotizado, s<strong>al</strong>ió de la tienda, caminó unos pasos y se sentó<br />

en el banco, s<strong>al</strong>udando con un hilo de voz a la pequeña que, con unos ojos como platos,<br />

miraba <strong>al</strong> cruasán con hambre atrasada.<br />

—Ahora —prosiguió el cruasán—, deberías masticar lenta y ceremoniosamente<br />

cada bocado unas cuarenta veces, s<strong>al</strong>ivando convenientemente y gozando de todos mis<br />

sabores combinados, pensando en el amor con que he sido amasado y en los ingredientes<br />

de primera c<strong>al</strong>idad, así como en las personas que han intervenido en todo el<br />

proceso> el agricultor que cultivó el trigo< el ganadero que ordeñó a la vaca para hacer la<br />

mantequilla< el agua, ese preciado bien común, que se empleó <strong>al</strong> amasarlo, y dar gracias<br />

a todos ellos…— El niño ya se disponía a hacer lo que su nuevo amigo le pedía, cuando<br />

éste lo interrumpió con voz firme, no exenta de mando> Pero antes, ofrécele el cuerno<br />

que queda a la niña. ¡Y buen provecho! — El cruasán dio por concluido su discurso y se<br />

esponjó, preparándose <strong>al</strong>egremente para cumplir con su destino.<br />

El niño compartió su cruasán con la niña y siguió las indicaciones de éste, deglutiendo<br />

lenta y agradecidamente la parte que le tocó. Y, cuando hubo terminado hasta la<br />

última miga, oyó como el cruasán se despedía de él desde lo más profundo de su estómago><br />

RECUERDA, AMIGO> Las cosas te son dadas en propiedad, pero no son TUYAS, son<br />

para que las utilices debidamente y las compartas con los que las necesitan más que tú.

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