Primeros-tiempos-de-la-fotografía-en-Zaragoza

9 Apéndice documental
de exterior. Las placas de vidrio con la emulsión
fresca y reciente, goteando literalmente, debían ser
colocadas en condiciones de oscuridad en la cámara
fotográfica. Esto obligaba a realizar la operación
previa de preparado de la emulsión en el interior
de una estancia cerrada. Y, en el caso de paisajes
naturales, en el interior de tiendas de campañalaboratorio.
Y todo ese esfuerzo antes de poder
impresionar durante un par de segundos, una sola
toma fotográfica, siempre aprovechando las mejores
condiciones lumínicas diurnas.
Por otra parte, la principal fuente de ingresos del
fotógrafo de entonces era fundamentalmente el
retrato. Así que solo algunos de entre los numerosos
retratistas locales, bien por su espíritu emprendedor,
bien por su inclinación artística hacia
el paisaje, se aventuraban a sacar de su estudio los
aparatosos bártulos de fotógrafo. Ese fue afortunadamente
el caso de Júdez, que llegó a realizar,
como podrá comprobar el visitante de la exposición,
más de una treintena de vistas urbanas de la
ciudad de Zaragoza, así como las ya citadas series
del Monasterio de Piedra.
Pero decía que hoy día es difícil situarnos ante aquel
tiempo de los inicios de la fotografía comercial de
mediados del siglo XIX. El hallazgo y cotejo de
unas inscripciones numéricas, manuscritas en el reverso
de algunas de las nuevas tarjetas de visita recuperadas,
tanto en el caso de vistas urbanas, como
en la serie de tipos aragoneses, arrojan algo de luz
sobre el número de copias que fotógrafos como Júdez
realizaban a partir de cada uno de los negativos
al colodión. Así, en los reversos de las fotografías
recientemente recuperadas como “Aragonés con
la capa” (catálogo, nº 98) y “Aragonés” (catálogo,
nº 102) encontramos las inscripciones respectivas
“4-18” y “1-15” y en las vistas de la basílica del
Pilar (catálogo nº 116), de la iglesia de San Fernando
de Torrero (catálogo, nº 140), de la puerta del
Duque de la Victoria y de la Torre Nueva (catálogo
nº 122), encontramos respectivamente también,
las siguientes: “1-9”, “6-14”, “5-13”, “4-12”. ¿Qué
significaban esas inscripciones ¿Con qué objeto
las anotó Júdez La explicación más convincente
parece la siguiente: el segundo de los números separados
por un guión, correspondería al número
total de copias de cada tirada (18, 15, 9, 14, 13 ó
12), y por su parte, el primero de los números haría
referencia al orden que la copia recuperada ocupaba
dentro del número total de la tirada. Es decir, en
el primero de los ejemplos citados, hablaríamos de
una tirada de 18 fotografías, y la fotografía aludida
ocuparía el cuarto lugar de entre esas dieciocho. El
objeto de esas inscripciones es evidente, no solo
llevar escrupulosamente la contabilidad de las ventas,
sino planificar la realización de nuevas copias
una vez que la tirada estuviera próxima a venderse
o agotarse en su totalidad.
Naturalmente, solo estas series de tipos aragoneses
o de vistas de la ciudad estaban sujetas a sucesivas
tiradas y realización de copias, y solo en algunas de
ellas aparecen estas indicaciones manuscritas, que
no aparecen en el caso más prolífico y habitual de
sus retratos de gabinete. Pero en cualquier caso, lo
verdaderamente reseñable es el tener por vez primera
constancia fehaciente del exiguo número de
copias por imagen que se realizaban y comercializaban,
seguramente muy ajustado a la demanda
real. Series en torno a una quincena de copias o
ejemplares por negativo. Creo que estos datos pueden
ayudar a entender la dificultad que supone este
empeño de recuperación de un legado fotográfico
tan exclusivo y limitado en número de copias. E,
igualmente, por el contrario, la enorme satisfacción
y en no pocas ocasiones, la emoción, que nos proporciona
cada nuevo hallazgo.
Siguiendo con esta evocación de usos y costumbres
de los gabinetes fotográficos locales, ejemplificados
a través de la figura del pionero Mariano
Júdez y Ortiz, querría aludir ahora al equipamiento