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del espíritu Inca, pero su mentalidad es inequívocamente la de un hombre del<br />
Renacimiento europeo, hasta por el gusto de la filosofía platónica y por su conciencia,<br />
que es la de un caballero cristiano y español. Garcilaso coincide en muchas de sus<br />
versiones con el sentir de los cronistas indios, apartándose con ellos de las versiones<br />
españolas, pero no puede incluírsele entre aquellos porque discurre y siente de muy<br />
diversa manera. Vive dentro de otro espíritu y de otra civilización. Habla y piensa<br />
subconscientemente en español.<br />
El primer cronista indio en el tiempo es el Inca Titu Cusi Yupanqui, el audaz bastardo hijo<br />
del rebelde Manco Inca, que se alza con la mascapaicha imperial y continúa la ficción<br />
del Incario, luchando contra los españoles, en las soledades bravías de Vilcabamba.<br />
Este dicta en 1570, a un fraile español empeñado en catequizarlo, una relación de la<br />
caída del Imperio en Cajamarca y de la resistencia de su padre Manco Inca contra los<br />
españoles en la ciudad del Cuzco. Es la primera versión india de la conquista, y aunque<br />
trasladada al papel por un fraile español, fue escrita simbólicamente en la fortaleza de<br />
Vilcabamba en el único recinto libre de los Incas y antagónico de los españoles, que lo<br />
asediaban porfiada e inútilmente. El escrito de Titu Cusi Yupanqui tiene, en las formas<br />
externas, apariencias francamente sacerdotales y católicas, pero en el relato y en el<br />
fondo de sus apreciaciones han quedado intactas algunas auténticas esencias indias.<br />
Juan Santa Cruz Pachacutic y Felipe Huamán Poma de Ayala (1567-1615), no obstante<br />
sus nombres mestizados, son los más legítimos representantes de la crónica india.<br />
Aunque ambos tratan de barnizarse de cultura occidental y de liturgia católica, con cierta<br />
socarronería y batiburrillo mental, permanecen esencial y distintamente indios en el<br />
espíritu supersticioso y agorero, en la credulidad para lo maravilloso, en el fondo cazurro<br />
y paciente, en el amor intenso por el estrecho terruño y por el folklore nativo, con una<br />
propensión ingenuamente racista, y en lo externo por la forma bárbara y confusa de la<br />
expresión, verdadera jerigonza o retorta de español y quechua, con predominio de la<br />
fonética y sintaxis india. Las crónicas de Santa Cruz Pachacutic y de Huamán Poma de<br />
Ayala son, en forma y fondo, las primeras crónicas bilingües.<br />
La crónica india se escribe predominantemente en español, pero el indio que la escribe,<br />
no obstante su incorporación a la cultura occidental que significa el mismo arte de<br />
escribir y algunas nociones confusas de religión o de historia, piensa<br />
predominantemente en quechua. Son mestizos espirituales pero en los que predomina el<br />
atavismo indígena. Del español han recogido, sobre todo, la devoción religiosa,<br />
mezclándola con sus propias supersticiones y afición a los ritos y ceremonias. Santa<br />
Cruz Pachacutic, que asperja su crónica con invocaciones cristianas y jaculatorias y<br />
apóstrofes contra el demonio, nos relata compungidamente la fábula de Tonapa-<br />
Viracocha colocando sobre el rostro barbado del ídolo indio la máscara cristiana de<br />
Santo Tomás. "Pues se llamó a este varón Tonapa-Viracochampanchacan, ¿no será<br />
este hombre el glorioso apóstol Santo Tomás". Pero detrás de estas ficciones destila su<br />
néctar la mitología india: Tonapa derrite los cerros con fuego, o convierte en piedras a<br />
los indios adversos, las huacas vuelan como fuegos o vientos, o, convertidos en pájaros,<br />
hablan, lloran o se espantan cuando ven pasar por los aires los sacacas o cometas<br />
presagiadores que envueltos en sus alas de fuego se refugian en la nieve de los cerros<br />
más altos. Huamán Poma, que al fin y al cabo no ha sido de una familia de bardos<br />
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