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saca de oro en toda América es de lavaderos" y cita, asimismo, al padre José de Acosta,<br />

autor de la Historia natural y moral de las indias, publicada en 1590, en la que dice<br />

que el oro y la plata y los metales encerrados en los "armarios y sótanos de la tierra"<br />

nacen en las tierras más estériles y anfractuosas, según escribió Filon. Por lo que,<br />

concluye Porras, "puede establecerse, así, una ecuación entre la desolación y aridez del<br />

suelo y la presencia sacra del oro. Y ninguna tierra más desamparada y de soledades<br />

sombrías, que esa vasta oleada terrestre erizada de volcanes y de picos nevados, que<br />

es la sierra del Perú y la puna inmediata –‘el gran despoblado del Perú’, según Squier–<br />

que parece estar, fría y sosegadamente, aislada y por encima del mundo, despreciativa<br />

y lejana, en comunión únicamente con las estrellas".<br />

"En el Perú primitivo hubo el oro de los ríos y de las vetas subterráneas", escribe Porras<br />

luego de referirse al existente en otras regiones del continente. No hay río sin oro en<br />

nuestro territorio como tampoco deja de haberlo en sus minas, conforme lo demuestran<br />

informaciones de los primeros cronistas y geógrafos, que señalan los nombres de los<br />

lugares donde se encuentran y que Porras recoge en esta parte. "El oro más puro del<br />

Perú –dice– fue el del río San Juan del Oro, en Carabaya, que alaban el Padre Acosta,<br />

Garcilaso y Diego Dávalos y Figueroa, por ser el más acendrado y pasar de veintitrés<br />

quilates". En los valles de Carabaya se hallan lavaderos de oro y están los cerros<br />

famosos de Cápac Orco y de Camanti, "que alucinó éste último algunos espejismos<br />

republicanos".<br />

n seguida vienen páginas valiosas que se refieren a la aparición de la metalurgia como<br />

"una hazaña cultural de la América del Sur", en concepto del ilustre antropólogo y<br />

humanista Paul Rivet; a los mochicas y el oro lunar; a la profanación de los huaqueros; a<br />

joyeles antiguos, y a la orfebrería Chimú, antes de abocarse a la tarea de mostrar la<br />

riqueza representada por el oro de los Incas. Cada una de estas secciones podría ser<br />

motivo de un comentario detenido, minucioso, que me agradaría hacer en base al amplio<br />

conocimiento y a la aguda interpretación que ofrece el maestro Porras. Sin embargo me<br />

limito a extraer breves citas dejando al lector que se solace recorriendo sus páginas para<br />

recoger directamente sus impresiones que, estoy seguro, le llenarán de gozo personal y<br />

serán de múltiple y permanente provecho por las inapreciables revelaciones que<br />

obtendrá sobre la riquísima metalurgia de nuestros antepasados.<br />

"Los mochicas de la costa del Perú, radicados en los valles centrales de éste, teniendo<br />

como centro las pirámides del Sol y la Luna en Moche, desarrollaron antes que los<br />

demás pueblos del Perú el arte de la metalurgia". "Dominaron las técnicas de la<br />

soldadura, el martillo, fundido, repujado, dorado, esmaltado y la técnica de la cera<br />

perdida". En amplia relación expresa que los mochicas "perfeccionaron la orfebrería<br />

áurea forjando ídolos y máscaras, adornos e instrumentos, armas, vasos repujados,<br />

collares y tupus, brazaletes y ojotas, orejeras y aretes [....] tumis o cuchillos<br />

ceremoniales incrustados de turquesas y esmeraldas...", etc. Hay que destacar que toda<br />

esa maravilla de la orfebrería mochica como la de los chimús que le siguieron, con su<br />

riqueza y variedad de formas, usos y calidad del trabajo realizado, es asimilada, en<br />

parte, en lo técnico, "por al arte sobrio de los Incas, pero se perdió el estilo y el alma de<br />

los orfebres de Moche, Lambayeque y Chan Chan", apunta con toda razón Porras.<br />

Además, al momento de producirse la conquista del señorío de Chimú, muchos de los<br />

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