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limeño, en la época incaica, [que] surge de este proceso, que abre ventanas al tiempo<br />
pre-histórico". Porras se extiende sobre este particular refiriéndose al cacique Gonzalo,<br />
uno de los dos sucesores de Taulichusco, que vivía en el pueblo de Magdalena "que<br />
sustituyó a Limatambo, para alejar a los indios de su idolatría". "El cacique don Gonzalo,<br />
dice Porras, pidió que declarasen los testigos sobre el hecho de que, al entrar los<br />
españoles en el valle de Lima, ‘había muchas chacras y heredades de los indios y en<br />
ellos muchas arboledas frutales: guayavos, lúcumas, pacaes y otros todos’ y que todos<br />
habían sido derribados para construir casa de los españoles y también los tiros de<br />
arcabuz". Luego se ocupa de la extensión del cacicazgo de Lima y cómo fue elegido el<br />
lugar para la fundación española de la ciudad al pie del río hablador, que no es otro que<br />
el río Rímac, "obrero silencioso en la fecundación de la tierra y creador oculto de fuerza<br />
motriz, que impone su nombre a la capital indo-hispana del Sur". Al mencionar Porras al<br />
santuario indígena de Pachacamac, que recibió a Hernando Pizarro y a un grupo de<br />
conquistadores con un "recio temblor" de tierra dos años antes de la fundación de Lima,<br />
comenta: "El mito del dios costeño y limeño se aclara así a despecho de antropólogos y<br />
lingüistas, como el símbolo de una cosmología popular que diviniza el mayor fenómeno<br />
telúrico y lo personifica en Pachacamac –el dios-temblor– como más tarde buscaría, en<br />
el seno de la fe cristiana, el auxilio divino, en Taitacha Temblores o en el Señor de los<br />
Milagros". Por consiguiente el llamado también "Cristo de Pachacamilla", tiene aquí su<br />
antecedente indiscutible, precisado por el maestro e historiador.<br />
Porras concluye esta parte dedicada a la etapa india de la ciudad, con el siguiente<br />
elogio: "Lima, ciudad brumosa y desértica, de temblores, de dueñas y doctores, es un<br />
don del Rímac y de su dios hablador".<br />
Oro y leyenda del Perú<br />
Oro y leyenda del Perú es un estudio escrito con la maestría y belleza inconfundibles<br />
que caracterizan el estilo de Porras en el cual trata de aquel metal precioso y de su<br />
significación en la historia peruana, desde los más remotos tiempos. A partir de las<br />
primeras líneas el tema atrae nuestra atención porque hemos oído siempre que el Perú<br />
es un país privilegiado, inmensamente rico, por la variada y generosa naturaleza que<br />
posee su vasto territorio. Además porque así lo han dado a conocer autores peruanos y<br />
extranjeros. Lamentablemente, todos o casi todos los que han escrito en los dos últimos<br />
siglos coinciden en declarar que no se ha sabido aprovechar ni preservar como podía<br />
haberse hecho por imprevisión o falta de una adecuada política. El trabajo de Porras que<br />
se incorpora a este volumen fue publicado en 1959 como Introducción al hermoso libro<br />
Oro en el Perú de Miguel Mujica Gallo, que ha tenido como objeto, "divulgar algunos<br />
aspectos de la orfebrería preincaica e incaica, y con ellos, ciertamente, una de las<br />
manifestaciones más importantes de estas culturas milenarias, sin parangón en<br />
América". Por consiguiente, Porras se ciñe a lo establecido por el autor, ocupándose del<br />
oro en el Perú a través de los siglos, sin dejar de mencionar, aunque brevemente, la<br />
plata utilizada también por los orfebres peruanos.<br />
"Un mito trágico y una leyenda de opulencia mecen el destino milenario del Perú, cuna<br />
de las más viejas civilizaciones y encrucijada de todas las oleadas culturales de<br />
América. Es un sino telúrico que arranca de la entraña de oro de los Andes". De esta<br />
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