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triste, tímido, receloso y fatalista, propenso a la mentira y al engaño, como dice Porras. Y<br />
es que esos panegiristas del pueblo indígena no ahondan sus estudios sobre éste y se<br />
dejan llevar por lo que se dice o comenta o por el dato que tienen más a la mano, sin<br />
penetrar en el meollo, en el espíritu y el corazón de aquél a través de documentos<br />
fehacientes y obras de calificada seriedad y autenticidad.<br />
Porras en base al estudio de los vocabularios quechuas rechaza los conceptos<br />
peyorativos tradicionalmente aceptados y asienta que fue "un pueblo poseído de<br />
optimismo vital, de amor al trabajo y una moral dinámica y constructiva basada en la<br />
cooperación, en la buena fe y el cumplimiento de los grandes deberes sociales". Agrega<br />
además frases que reflejan la salud y juventud espiritual del pueblo indígena, su<br />
confianza en sí mismo, su fe y voluntad de poderío. Por eso llama la atención que a<br />
Porras se le tilde de hispanista y de anti-indigenista, lo que uno sólo puede explicarse<br />
por el desconocimiento de su obra total. En fin, los historiadores y etnógrafos<br />
interesados en el mundo quechua, sacarían mucho provecho leyendo, entre otros<br />
estudios de Porras, los análisis e interpretaciones efectuados por él en las obras de los<br />
quechuistas y particularmente en el Vocabulario de González Holguín.<br />
Acaso es indispensable agregar algo más. Porras no deja de anotar también la huella<br />
proveniente del castellano. En una parte del prólogo, que en gran medida gloso y<br />
comento, Porras advierte que "es posible deslindar en el Vocabulario lo importado y lo<br />
autóctono, tanto desde el punto de vista filológico como del conceptual". Verbigracia, en<br />
relación a términos religiosos dice: "Hay en él una invasión fácilmente perceptible y<br />
desbrozable de palabras y giros de procedencia catequista y misionera, sobre cosas del<br />
culto católico, frases sacramentales, mandamientos morales, conceptos de teología<br />
cristiana o consejos eclesiásticos que conservan su traza occidental". De manera que de<br />
acuerdo con Porras, no existe forma de confundirse con las palabras y expresiones<br />
pertenecientes al pueblo quechua y, en consecuencia, la "interpretación de ambas<br />
lenguas no intercepta por completo la captación del primitivo espíritu indio". "Este<br />
perdura en el lenguaje y se manifiesta claramente en los vocablos y giros que<br />
resguardan las convicciones morales mucho más duraderas que las formas políticas<br />
derrocadas".<br />
Lo mismo ocurre con la huella dejada con respecto a la toponimia americana, a la flora y<br />
a la fauna. Toda la geografía continental, dice Porras, "está regada de nombres o<br />
desinencias quechuas identificadas con el paisaje americano y emergidas directamente<br />
de él". Señala asimismo la constante atención de González Holguín sobre la ciudad<br />
imperial del Cuzco y otras cosas más que, según Porras, "pueden deducirse de un<br />
examen sumario y breve del gran repertorio seiscentista que desde ahora (se refiere al<br />
año 1952 en que fue reeditado por él) se hallará más al alcance de los estudiosos<br />
peruanos y de nuestros vacantes centros de lingüística". Porras entendió así, después<br />
de citar a diversos autores interesados en conocer la importancia y significado del<br />
quechua cultivado por los Incas, que el "Runa-simi o Lengua del Cuzco fue un lenguaje<br />
culto, como órgano de una clase directiva y de la civilización más adelantada de América<br />
del Sur". Así fue y es sin duda alguna el quechua, "lengua de un pueblo prendado de la<br />
igualdad y el equilibrio, amante de la medida y del justo medio", que "abunda en<br />
palabras que expresan ese afán moderador y enemigo de los extremos".<br />
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