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En relación al Vocabulario de González Holguín, Porras manifestó que el "rarísimo<br />

cimelio lingüístico y casi un incunable peruano", representa "sin duda el más completo,<br />

sagaz y revelador de todos los prontuarios lingüísticos de los siglos XVII y XVIII, y<br />

verdadera suma de la lengua y del saber indígena en el alborear de la colonización". Así<br />

dejó calificado el inmenso valor que para la cultura posee la obra de González Holguín.<br />

Si en el siglo XVI se contó con la Gramática y el Vocabulario de fray Domingo de Santo<br />

Tomás como dos obras representativas para el conocimiento del quechua, en el XVII se<br />

incrementa el caudal de vocablos con los mejores vocabularios, como son, dice Porras,<br />

los de González Holguín y de Torres Rubio, con nuevas gramáticas y sermones dando<br />

paso al ejercicio literario. "Es la época de oro, agrega, de los sermones de Avendaño y<br />

de Avila, de las disquisiciones filológicas de Garcilaso en sus Comentarios Reales y la<br />

crónica bilingüe de Huamán Poma de Ayala y de Santa Cruz Pachacutic".<br />

Porras fue, un convencido de la trascendencia cultural de los trabajos de los quechuistas<br />

en el indicado siglo y por esa razón se esmeró en conseguir datos y noticias sobre la<br />

vida y obra de cada uno de ellos precisando su significación en el panorama seiscentista<br />

peruano. De esta manera demostró interés por González Holguín, Torres Rubio, Alonso<br />

de Huerta, Juan Pérez Bocanegra, Fray Diego de Olmos, Pedro del Prado y Escobar,<br />

Bartolomé Jurado Palomino, Juan de Avila y otros que cultivaron la lengua de los Incas<br />

para cumplir mejor las funciones de su cargo frente al pueblo indígena y de las propias<br />

autoridades religiosas y civiles virreinales. Pero además de estos propósitos Porras<br />

aprecia un aspecto nuevo en los escritos de los quechuistas del XVII que rebasa la<br />

función evangelizadora. Se trata de un marcado interés por el quechua desde el punto<br />

de vista artístico y literario. Clérigos, doctrinarios, mestizos o criollos, dice Porras,<br />

ensanchan el dominio de la lengua quechua y la ensayan en la forma literaria, en<br />

sermones o en relatos de costumbres y leyendas indígenas. Se abre, por consiguiente,<br />

una cantera inédita fundamental para los filólogos, historiadores y lingüistas, porque les<br />

permite descubrir las manifestaciones y características de la literatura quechua. Al<br />

mencionar Porras los nombres de los que cultivan las formas artísticas del quechua en el<br />

siglo XVII, que "determinan la aparición de una escuela literaria en que se afirma un<br />

gusto y un estilo propios, dentro de la adaptación o imitación de los géneros importados",<br />

nombra como los más genuinos exponentes a los extirpadores de idolatrías Francisco de<br />

Avila, Hernando de Avendaño, el franciscano fray Diego de Molina y el famoso cuzqueño<br />

Juan de Espinosa y Medrano, el Lunarejo. A cada uno de ellos les dedica páginas que<br />

reflejan su admiración por el conocimiento literario que tienen aplicado a la lengua de los<br />

Incas, calificándolos como los mejores escritores en dicha lengua. No escapa, pues, a la<br />

percepción aguda de Porras el talento de los quechuistas del mencionado siglo y<br />

además su importancia para los estudiosos de las tradiciones prehispánicas y de la<br />

lengua imperial de los Incas. José María Arguedas que conocía y hablaba el quechua,<br />

confirma el parecer de Porras, cuando se refiere al padre Avila en el libro Dioses y<br />

Hombres de Huarochiri, que contiene la narración quechua de éste acerca de los<br />

dioses y hombres de Huarochirí. Para Arguedas la obra de Avila tiene importancia<br />

excepcional tanto por su contenido como por la forma. "Es –dice– una especie de Popol<br />

Vuh de la antigüedad peruana; una pequeña biblia regional que ilumina todo el campo<br />

de la historia prehispánica...". Más aún, como testimonio documental, lo considera de<br />

mayor importancia que el Ollantay y el Usca Paucar, y refiriéndose al testimonio de<br />

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