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El análisis de la vida de Valdez lleva a demostrar que no fue cura de Tinta durante la<br />

revolución de Túpac Amaru, sino después de ella, que por lo tanto el Ollantay no pudo<br />

ser representado en Tinta ante el cacique rebelde. Probablemente fue escrito en la etapa<br />

conciliatoria en la que intervino Valdez como amigo de los indios, para propiciar una<br />

solución de perdón. El drama revela a la vez un espíritu de protesta y de incitación a la<br />

rebeldía como cuando dice que "la roja flor de nujhu se esparcerá por toda la tierra y que<br />

nubes de maldición oscurecerán el cielo", y una tendencia humanitaria en favor de la<br />

ciencia y el perdón. En ciertos pasajes contemplados ahora bajo este nuevo prisma, se<br />

podrían hallar alusiones a la represión española contra Túpac Amaru. En el drama,<br />

vencido Ollantay, Túpac Yupanqui invita al Villac Umu y a Rumiñahui a pronunciar<br />

sentencia. El frío e implacable Rumiñahui, que bien pudiera simbolizar a Areche, pide<br />

que los cabecillas sean "ligados a cuatro estacas y pisoteados por los suyos". Aquí<br />

parece que hubiera una alusión al descuartizamiento de Túpac Amaru amarrado a<br />

cuatro caballos y ultimado bárbaramente.<br />

Valdez aparece así como un representante típico del peruano de la época de la<br />

Ilustración. Contemporáneo de Baquíjano y Carrillo y de Rodríguez de Mendoza, con el<br />

mismo sentimiento de protesta reprimida y de aliento nuevo y patriótico. Es el mestizo, el<br />

nuevo peruano que escribe para denunciar las injusticias locales y las de su tiempo, pero<br />

que envuelve en ellas los eternos motivos del destino humano. En el forcejeo de la<br />

rebelión latente y la obediencia fanática, el autor escoge su camino, como dice Riva<br />

Agüero en «la ingénita misericordia de su pueblo".<br />

Desde cualquier punto de vista que se le considere, Antonio Valdez es un gran poeta<br />

lírico, precursor de los yaravíes de Melgar, gran creador de los caracteres dramáticos<br />

como los de Ollantay y Pachacútec, Cussi Coyllor y sobre todo Piqui Chaqui y uno de los<br />

más felices intérpretes de la historia y de la naturaleza peruana que se filtra en el drama<br />

a través de los hayllis de segadores y de los haravis elegíacos que refleja el aire pastoril<br />

del valle de Urubamba. El drama está, además, "cargado de destino", como diría<br />

Borges, del Martín Fierro argentino. El Ollantay, es la más alta voz de la poesía<br />

quechua en el Perú y una obra de entraña popular en la que reviven los taquis incaicos y<br />

ruge una protesta de rebelión, pero a la que el cura de almas, mestizo, ha buscado,<br />

conforme a su ministerio evangélico, un camino de convivencia humana y de amnistía<br />

cívica conforme a una ética de perdón.<br />

Cálidos y nutridos aplausos escuchó el doctor Porras al finalizar su interesante y erudita<br />

conferencia.<br />

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