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de plata, que dará origen, a la llegada de los españoles, a los mitos radiales del Sur y del<br />
Norte, de la Sierra de la Plata y de El Dorado, que no son sino el lejano reflejo del<br />
esplendor cultural del Cuzco.<br />
ELOGIOS DEL CUZCO<br />
No cabe ya, en la dimensión de este ensayo, desarrollar la descripción del Cuzco incaico<br />
en el momento en que lo hallaron los españoles, con sus grandes expresiones<br />
monumentales de Sacsayhuaman, el Coricancha y los palacios del Hanan Cuzco, los<br />
que aparecen evocados con férvida admiración en los cronistas españoles desde<br />
Sancho hasta Sarmiento, Garcilaso y Cobo, transcritos en esta Antología. La impresión<br />
que se desprende de esos relatos es la de que el Cuzco fue en la época del Incario y en<br />
la América primitiva no sólo la capital de un imperio sino un inmenso santuario. Podría<br />
decirse que el Cuzco fue uno de los grandes ídolos indígenas y como una ciudad-Dios<br />
que ejerció una fascinación misteriosa sobre el Incario y sobre todos los pueblos y<br />
ciudades de América. Garcilaso refiere que todos los viajeros que llegaban al Cuzco, al<br />
acercarse a la ciudad decían: "Najay, tucuyquin hatun Cossco" o sea "yo te saludo gran<br />
ciudad del Cuzco", y cuando en los caminos del Imperio se cruzaban los viajeros el que<br />
venía del Cuzco debía ser reverenciado por aquél que iba al Cuzco, porque venía de la<br />
ciudad solar, de la ciudad de los dioses. Los cronistas primitivos, cogidos de la grandeza<br />
monumental del Cuzco, prorrumpen en alabanzas que no tienen parangón en las cosas<br />
vistas hasta entonces por los españoles en Indias. Pedro Sancho compara los edificios<br />
del Cuzco con las obras de los romanos, con la murallas de Tarragona y el acueducto de<br />
Segovia y aun con los trabajos de Hércules. El cronista Estete compara al Cuzco con<br />
Burgos y Cieza de León, reconociendo la calidad excelsa del Cuzco entre todas las<br />
ciudades indianas, declara "en ninguna parte de este Reyno del Perú se halló forma de<br />
ciudad de tan noble ornamento, sino fue este Cuzco. El Cuzco tuvo gran manera y<br />
calidad, debió ser fundado por gente de gran ser". El mismo Cieza dice que sólo en<br />
España encuentra dos cosas que se puedan comparar a la arquitectura del Cuzco y a<br />
sus piedras: La Torre de Calahorra cerca de Córdoba y el Hospital levantado por el<br />
Arzobispo Tavera en Toledo. Polo de Ondegardo, Corregidor del Cuzco, experto en<br />
antiguallas, descubridor de las momias de los Incas y de sus secretos míticos, declara<br />
que el Cuzco era "Casa y morada de dioses" y, así, "No había en ella fuente ni paso, ni<br />
pared que no dijesen que no tenía misterio". Y Ondegardo y Cobo han descrito<br />
minuciosamente los ceques o lugares píos del Cuzco que se hallaban a cargo de las<br />
parcialidades o ayllus cuzqueños y a los que rendían periódicos sacrificios y tributos.<br />
Estos ceques llegaban al número de 350, distribuidos entre los cuatro caminos de los<br />
Incas y recordaban apariciones míticas del halcón o del rayo, propiciaban el buen tiempo<br />
o las cosechas o que el Inca no tuviese ira o venciese a sus enemigos, quitaban el<br />
cansancio o propiciaban el sueño o recordaban el sitio donde nació Inca Yupanqui,<br />
donde se sentaba Mayta Cápac, donde murió Mama Ocllo o donde se apareció el<br />
personaje misterioso que alentó a los Incas para derrotar a los Chancas. Y, junto con los<br />
personajes históricos, recordaban los ceques las tradiciones míticas sobre el viento y el<br />
granizo, el lugar donde se bañaba el trueno, donde se encendía el fuego o donde<br />
brotaron las raíces de la quinua.<br />
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